Vida de María

Juan Luis Bastero de Eleizalde

• Editorial: Ediciones Rialp, S.A.
• Año: 2014
• ISBN del libro electrónico: 9788432144462

María nació hace más de dos mil años, en un pueblo de Palestina. Tras su vida, aparentemente normal, se esconde la persona más alabada de la historia. Poetas, músicos y pintores han competido por retratarla desde su arte. Nadie ha sido tan querido y venerado por los hombres, poderosos y humildes, jóvenes y ancianos. Millones de mujeres siguen llevando su nombre. Millares de santuarios se levantan en honor de quien quiso ser la "esclava del Señor". El autor, tras largos años de estudio y docencia, ofrece aquí una completa biografía de la Madre de Dios, en el marco político y religioso de su tiempo y siguiendo el relato evangélico y las demás fuentes históricas. El autor, en el apogeo de su trayectoria académica, nos "sorprende" con una obra de aparente sencillez, pero muy trabajada, dirigida no solo a un público teológicamente culto, sino al entero pueblo de Dios (…) Esta Vida de María es un buen libro, bien presentado, que merece estar en las bibliotecas de los cristianos cultos, y del que no es aventurado predecir frecuentes ediciones. El profesor Juan Luis Bastero ha prestado un buen servicio. Antonio Aranda. Presidente de la Sociedad Mariológica española

II. LA VIDA DE MARÍA HASTA LA ANUNCIACIÓN

1. Fuentes sobre la vida de María

Los datos biográficos proporcionados por la Sagrada Escritura sobre la Virgen María son muy escasos. Nada dice de sus primeros años: de sus padres, del lugar y fecha de nacimiento, de su adolescencia y educación. Tampoco tenemos dato alguno en la Escritura de sus últimos años aquí en la tierra, ni de su tránsito a la patria celestial.

No obstante, el Nuevo Testamento aporta algunos datos biográficos de singular interés sobre la persona y misión de María. Podemos hacer un breve elenco de ellos:

I. María en la vida oculta de Jesús:

1. La Anunciación (Lc 1,26-38);

2. La visitación a su prima Isabel (Lc 1,39-56);

3. La incertidumbre de san José (Mt 1,18-25);

4. El nacimiento de Jesús (Lc 2,1-7);

5. La adoración de los pastores (Lc 2,8-19);

6. La circuncisión de Jesús (Lc 2,21);

7. La purificación en el Templo (Lc 2,22-35);

8. La adoración de los Magos (Mt 2,1-11);

9. La huída a Egipto (Mt 2,13-14);

10. El regreso a Nazaret (Mt 2,19-21 y Lc 2,39);

11. El Niño en Nazaret (Lc 2,51);

12 La pérdida y hallazgo de Jesús en el Templo (Lc 2,41-51)

II. La Virgen durante la vida pública de Jesús:

1. Las bodas de Caná (Jn 2,1-13);

2. La Madre de Jesús (Mt 12,46-50; Mc 3,31-35; Mc 6,1-6 y Lc 8,19-21);

3. Elogio de María (Lc 11,27-28);

4. María al pie de la Cruz (Jn 19,25-27);

5. María con los apóstoles (Act 1,14).

A lo largo de la historia bimilenaria de la Iglesia, muchos cristianos amantes de la Virgen se han preguntado el porqué de tanta brevedad sobre María en la Sagrada Escritura, ya que, por ejemplo, de san Pablo o de san Pedro se trata mucho más extensamente. ¿Cuáles son, por tanto, las razones de esta parquedad de datos?

Debe descartarse que los hagiógrafos —es decir, los escritores sagrados— se hayan conducido de este modo por un supuesto menosprecio respecto a María, o que se trate de cierta inadvertencia o negligencia. En sus escritos, aparece todo lo contrario, pues nos la presentan, en efecto, como «la Madre de mi Señor»[1]; como «la llena de gracia»[2]; como «bendita entre todas las mujeres»[3]; como aquella en la cual «Dios ha obrado grandes cosas»[4]; y por eso la «llamarán bienaventurada todas las generaciones»[5].

No puede darse una respuesta concluyente, pero sí cabe aportar algunas razones de conveniencia para explicar ese silencio. Razones por parte de Dios y de los evangelistas.

Por parte de Dios, podría afirmarse que esa reserva es plenamente coherente con la actitud kenótica o de humillación asumida por el Hijo en la salvación de los hombres. Dios dispuso que la vida de su madre en la tierra transcurriera de forma oculta para glorificarla eminentemente en el cielo. Santo Tomás de Villanueva escribe: «Nos bastan como compendio más que suficiente de su historia las palabras que han servido de texto: que de ella nació Jesús. ¿Qué más quieres averiguar? ¿Qué más puedes desear en la Virgen? Te basta el ser Madre de Dios. Porque, a la verdad, ¿qué hermosura, qué virtud, qué perfección, qué gracia, qué gloria no conviene a la Madre de Dios? Da rienda suelta a la imaginación, dilata los horizontes del entendimiento y procura forjar en tu mente la imagen de una virgen purísima, prudentísima, hermosísima, devotísima, humildísima, mansísima, llena de toda gracia, dotada de toda santidad, adornada de todas las virtudes, enriquecida de todos los carismas, sumamente agradable a Dios; añade cuanto puedas, lánzate a lo que alcances; inmensamente mayor es la Virgen, más excelente es esta Virgen, muy superior es esta Virgen»[6].

Por parte de los evangelistas, debemos decir que los textos neotestamentarios fueron escritos con un fin determinado: dar a conocer a Cristo y sus enseñanzas. Es patente que esos escritos se limitaron a referir la primitiva catequesis apostólica que, como era natural, giraba toda ella en torno a la persona de Jesucristo, desde el bautismo hasta la ascensión, según la misión confiada por él mismo a los apóstoles. El kérigma o mensaje cristiano se centraba de forma especial en «Jesús Nazareno, varón probado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por él en medio de vosotros, como vosotros sabéis, a este, entregado según los designios de la presciencia de Dios, le alzasteis en la cruz y le disteis muerte por mano de los infieles. Pero Dios, rotas las ataduras de la muerte, le resucitó, por cuanto no era posible que fuera dominado por ella»[7].

Además, los tres evangelios sinópticos fueron escritos con cierta probabilidad mientras vivía aún la Virgen. Por eso, no es improbable, que, de acuerdo con el modo de proceder habitual de nuestra Señora —vivir como la «esclava del Señor»[8]—, se hayan limitado a citarla solo en los momentos indispensables.

Fuentes de la tradición oral

Desde los primeros tiempos de la predicación apostólica, los cristianos manifestaron un verdadero aprecio y amor a la madre de Jesús, a quien trataban e imploraban filialmente. El amor lleva siempre a querer saber más de la persona amada y, ante la escasez de datos proporcionados por los libros del Nuevo Testamento, procuraron colmar esa laguna con una literatura legendaria denominada apócrifa. Desde el punto de vista católico, un libro apócrifo es una obra que por su materia guarda estrecha afinidad con la Sagrada Escritura, y a la vez se le niega todo carácter sobrenatural. No es, por tanto, inspirado y no pertenece al canon de los libros que contienen la revelación divina. A pesar de no ser reconocida como canónica, la literatura apócrifa tiene un peso relevante para la literatura cristiana.

Algunos libros apócrifos neotestamentarios «se mueven en un doble camino: en el camino de la tradición oral, que refiere muchas más cosas de las que se escribieron, y en el camino de la tradición escrita, cuyos prototipos y contenidos pueden descubrirse en los escritos canónicos y en aquellos a los que alude Lucas en el prólogo de su evangelio»[9]. En ellos se encuentra también el eco, aunque débil, de la tradición oral entonces tan cercana, más aún, contigua a la edad a que pertenecían los hechos narrados.

Desde el punto de vista mariano, el primero y más importante de todos ellos es el Protoevangelio de Santiago. Es un libro de la literatura apócrifa de mediados del siglo II que pretendía llenar las lagunas de los evangelios canónicos sobre la vida de la Virgen. Es tributario de una tradición oral auténtica a la que se añaden elementos procedentes de la imaginación que, fruto de un cariño verdadero y de una honda piedad, pretenden dignificar la figura de María, la madre de Jesús.

El autor, un cristiano de aquel tiempo, para dar veracidad a sus palabras, se hace pasar por la persona de Santiago Apóstol, hermano del Señor, sobrino de María, y, por eso, bien informado. Con un lenguaje lleno de ingenuidad y de candor, el autor narra, en 24 capítulos, la concepción, el nacimiento y los primeros años de María, su presentación al Templo hasta el momento de sus desposorios con san José. Sigue después, al hilo de los relatos evangélicos, la narración de la concepción milagrosa y del nacimiento virginal de Jesús, de la adoración de los Magos, la matanza de los inocentes, hasta el trágico fin de Zacarías, padre del Bautista, a quien mandó matar Herodes. Es toda una exaltación de la perpetua y virginal pureza de María.

Es, por consiguiente, el documento más antiguo extrabíblico que poseemos sobre la vida de María. En él se inspiran otros muchos libros apócrifos (tal es el caso del Evangelio de la Natividad de María, del Evangelio árabe de la infancia y del Evangelio de Tomás, todos ellos de finales del siglo IV o comienzos del V). Igualmente muchos Padres de los siglos siguientes, especialmente a partir de los siglos IV y V, utilizaron los datos aportados por el Protoevangelio en sus escritos y homilías. Oradores, escritores, poetas, artistas, e incluso la liturgia han encontrado en él su fuente de inspiración.

Así como el Protoevangelio de Santiago procuró dar a conocer los primeros años de la vida de María, algunos críticos sostienen que Leucio, quiso colmar el vacío biográfico mariano de los últimos años de la vida terrena de la Virgen con el relato del Transitus Mariæ. Este libro de Leucio —citado por el Pseudo-Melitón (mitad del siglo IV)— parece que se remonta al siglo II. Si esto es correcto, cabe sostener que existió una tradición oral respecto del tránsito de nuestra Señora que podría remontarse a la época apostólica. Esta tradición dio origen, a partir del Transitus Mariæ...

Índice

• PORTADA
• PORTADA INTERIOR
• CRÉDITOS
• ÍNDICE
• PRÓLOGO
• INTRODUCCIÓN
• I. LA VIDA EN PALESTINA
• II. LA VIDA DE MARÍA HASTA LA ANUNCIACIÓN
• III. LA ANUNCIACIÓN
• IV. LA VISITACIÓN
• V. EL NACIMIENTO EN BELÉN
• VI. LA PURIFICACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
• VII. LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS
• VIII. EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
• IX. LAS BODAS DE CANÁ
• X. MARÍA EN LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS
• XI. MARÍA EN LOS DÍAS PREVIOS A LA PASIÓN
• XII. LA MADRE DOLOROSA
• XIII. DESDE LA RESURRECCIÓN A PENTECOSTÉS