Todo el mundo miente
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Todo el mundo miente

Lo que internet y el big data pueden decirnos sobre nosotros mismos

Seth Stephens-Davidowitz, Martin Schifino

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  1. 295 páginas
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Todo el mundo miente

Lo que internet y el big data pueden decirnos sobre nosotros mismos

Seth Stephens-Davidowitz, Martin Schifino

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En un día promedio de principios del siglo xxi, los seres humanos que buscan en Internet acumulan ocho billones de gigabytes de datos. Esta asombrosa cantidad de información puede decirnos mucho sobre quiénes somos, los miedos, deseos y comportamientos que nos impulsan y las decisiones conscientes e inconscientes que tomamos. De lo profundo a lo mundano, podemos obtener un asombroso conocimiento sobre la psique humana que hace menos de veinte años parecía insondable.Stephens-Davidowitz nos ofrece información fascinante, sorprendente y a menudo graciosa, sobre temas que van desde la economía hasta la ética, los deportes, el sexo, etc. Todo ello extraído del mundo del big data.A partir de estudios y experimentos sobre cómo vivimos y pensamos realmente, el autor demuestra en qué medida todo el mundo es un laboratorio. Con conclusiones que van desde lo extraño pero cierto hasta lo provocador y lo perturbador, explora el poder de este suero de la verdad digital y su potencial más profundo, revelando sesgos profundamente arraigados en nosotros; una información que sin duda podemos utilizar para cambiar nuestra cultura. La influencia del big data se está multiplicando exponencialmente, y Stephens-Davidowitz nos desafía a pensar de una manera diferente sobre el mundo y la forma en que lo vemos.

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Información

Año
2019
ISBN
9788412030006
Edición
1
Categoría
Literatura

02

¿Tenía razón Freud?
Hace poco vi que describían a una persona dedicada a curar los pies como un «penicuro». Lo pillan, ¿no? «Penicuro» en lugar de «pedicuro». Lo vi en un amplio conjunto de datos sobre los errores tipográficos que comete la gente. Alguien piensa en una persona que cuida los pies y escribe la palabra «pene». Por algo será, ¿no?
Hace poco me enteré de que un hombre soñaba con que se comía una banana cuando se dirigía al altar para casarse. Lo vi en un amplio conjunto de datos sobre los sueños que registra la gente en una aplicación. Un hombre imagina que se casa con una mujer mientras come una fruta con forma fálica. Por algo será, ¿no?
¿Tenía razón Sigmund Freud? Desde que sus teorías capturaron la atención del público, la respuesta más honesta ha sido encogerse de hombros. Karl Popper, el filósofo austro-británico, lo dijo más claro que nadie. Como es sabido, Popper afirmó que las teorías de Freud no eran falsables. No había manera de demostrar si eran verdaderas o falsas.
Freud podría decir que al escribir «penicuro» una persona revela un deseo sexual posiblemente reprimido. La persona podría responder que no revela nada; que sencillamente había cometido un error tipográfico inocente. En esa situación, sería la palabra de uno contra la del otro. Freud podría argumentar que el hombre que soñaba con comerse una banana en el día de su boda pensaba en secreto en un pene, revelando su verdadero secreto de casarse con un hombre, en lugar de con una mujer. El hombre podría responder que había soñado con una banana por casualidad y que, del mismo modo, habría podido soñar con comerse una manzana. También en esa situación sería la palabra de uno contra la del otro. No habría manera de someter a prueba las teorías de Freud.
Hasta ahora, claro.
La ciencia de datos vuelve muchas ideas de Freud falsables; somete muchas de sus famosas hipótesis a prueba. Podemos empezar por los símbolos fálicos en los sueños. Utilizando un enorme conjunto de datos sobre los sueños que registra la gente, podemos notar fácilmente con qué frecuencia aparecen los objetos fálicos en ellos. Los alimentos son un buen ámbito en el que centrar el estudio. Aparecen en muchos sueños, y muchos de ellos tienen formas fálicas: bananas, pepinos, perritos calientes, etc. A continuación, podemos medir los factores que pueden inducirnos a soñar con algunos alimentos más que con otros: con qué frecuencia se consumen, cuán sabrosos los considera la mayoría de la gente y, desde luego, si son de naturaleza fálica.
Podemos comparar si dos alimentos cualesquiera, en iguales condiciones de popularidad, pero teniendo uno de ellos forma de falo, aparecen en distinta proporción en los sueños. Si no se tiende a soñar con alimentos en forma de falo más que con otros alimentos, los símbolos fálicos no serán un factor importante en nuestros sueños. Gracias a los macrodatos, esta parte de la teoría freudiana puede ser falsable.
Recibí datos de Shadow, una aplicación que pide a los usuarios que dejen registro de sus sueños. Recopilé los alimentos que figuran en decenas de miles de sueños.
En general, ¿qué nos hace soñar con alimentos? El predictor principal es la frecuencia con la que los consumimos. La sustancia con la que más se sueña es el agua. Los veinte alimentos más frecuentes incluyen el pollo, el pan, los bocadillos y el arroz: todos notablemente no freudianos.
El segundo predictor de la frecuencia con que un alimento aparece en los sueños es lo sabroso que se lo considera. Los dos alimentos con los que soñamos más a menudo son notablemente no freudianos pero muy ricos: el chocolate y la pizza.
¿Y qué ocurre con los alimentos con formas fálicas? ¿Se cuelan en nuestros sueños con inesperada frecuencia? Pues no.
Las bananas son la segunda fruta más común en los sueños. Pero también son la segunda fruta que más se consume. Así que no necesitamos a Freud para explicar la frecuencia con que soñamos con bananas. Los pepinos son el séptimo vegetal más común en los sueños. También son el séptimo vegetal que más se consume. Una vez más, no necesitamos su forma para explicar su presencia en nuestras mentes dormidas. Se sueña mucho menos frecuentemente con perritos calientes que con hamburguesas. Eso es cierto incluso si se corrige el hecho de que la gente come más hamburguesas que perritos.
En general, mediante un análisis de regresión (método que permite a los científicos sociales desmenuzar la incidencia de múltiples factores) de todas las frutas y los vegetales, hallé que no por tener forma de falo una fruta aparecía con más probabilidad en un sueño de lo esperable en virtud de su popularidad.[49] Esta teoría de Freud es falsable; y, al menos según mi examen de los datos, falsa.
Pasemos ahora a los actos fallidos. El psicoanalista de Viena planteó la hipótesis de que, por medio de nuestros errores —al hablar o escribir mal—, revelamos deseos subconscientes, con frecuencia de índole sexual. ¿Podemos usar los macrodatos para someter esa idea a prueba? He aquí una manera: ver si nuestros errores —nuestros lapsus— propenden al erotismo. Si nuestros deseos sexuales ocultos afloran en forma de lapsus, debería haber un número desproporcionado de errores con palabras como «pene», «polla» y «sexo».
Con ello en mente, examiné un conjunto de datos de más de 40.000 errores tipográficos recopilados por investigadores de Microsoft.[50] El conjunto de datos incluía errores de los que se corrigen nada más cometerse. Entre decenas de miles de ellos, había muchos de...

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