Cajal
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Un grito por la ciencia

José Ramón Alonso Peña, Juan Andrés Carlos de Segovia, Santiago Ramón y Cajal, Laura Morrón

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Un grito por la ciencia

José Ramón Alonso Peña, Juan Andrés Carlos de Segovia, Santiago Ramón y Cajal, Laura Morrón

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Santiago Ramón y Cajal es un hombre excepcional. Su vida se extiende desde la segunda mitad del siglo XIX hasta las puertas de la Guerra Civil y participa en algunos de los momentos clave de la época, como son las guerras carlistas, la pérdida del imperio colonial, la creación de la Junta para Ampliación de Estudios o el movimiento regeneracionista.Prolífico escritor nos habla, entre otras cosas, del nacimiento de los nacionalismos vasco y catalán, del hipnotismo o de la necesidad de la rueda de la ciencia en el carro de la cultura española. De ser un niño travieso, a quien su padre saca del colegio por mal estudiante y pone de aprendiz de zapatero, llega a convertirse en el mejor científico español de todos los tiempos. Con una voluntad de hierro, un patriotismo profundo y una competitividad basada en la calidad de su trabajo, Cajal pone a España en el mapa mundial de la ciencia. Es considerado el fundador de la neurociencia moderna y un artista excepcional, uno de los grandes ilustradores científicos de todos los tiempos. Esta biografía, escrita por dos cajalianos y especialistas en neurociencia, actualiza su vida y su obra, recoge detalles inéditos y quiere ser un homenaje a un hombre singular y un grito a favor de la investigación española.

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Información

Editorial
Next Door
Año
2018
ISBN
9788494924507
1

NADA SUGERÍA QUIÉN SERÍA DESPUÉS

Orígenes de Santiago Ramón y Cajal

Cajal, nuestro aragonés más internacional. ¿Aragonés?…, pero si nació en Navarra… Bueno, esto es cierto, aunque no todo el mundo lo sabe. La verdad es que es un poco lioso, pero nos lo cuenta el propio Santiago cuando el periódico ABC le hace una entrevista, el 4 de mayo de 1922, con motivo de su jubilación, y le piden, entre otras cosas, que aclare cuál es su patria chica. Bien es sabido que nace en un pequeño pueblo llamado Petilla de Aragón, que, aunque está enclavado al norte de la provincia de Zaragoza, pertenece administrativamente a Navarra desde comienzos del siglo XIII. A este respecto, declaraba Santiago en dicho periódico:
Poco importa que cariñosamente se discuta cuál es mi patria chica. Aragoneses fueron mis padres; en el Instituto Provincial de Huesca y en la Universidad de Zaragoza efectué mis estudios; pero nacer, propiamente nacer, nací en Petilla, pueblo navarro que aún continúa llamándose Petilla de Aragón, porque de Aragón fue y un rey de Aragón lo cedió a un monarca de Navarra para cancelación de deudas. Soy, y ese es mi orgullo, español.
Habiendo quedado claro esto, podríamos preguntarnos cuáles son los orígenes de sus ascendientes. Pues bien, todos ellos nacieron y vivieron en diversos pueblos del Serralbo y, por lo tanto, aragoneses por los cuatro costados. El Serralbo es una comarca de la provincia de Huesca que atesora una gran riqueza natural y paisajística, y que posee además iglesias medievales de importante valor artístico y cultural. Si nos fijamos en los ocho bisabuelos de Santiago, vemos que tres eran de Larrés, dos de Isín, uno de Aso de Sobremonte, uno de Senegüé y otro de Acumuer. Todos estos pueblos están situados en un entorno cercano, en las proximidades de los ríos Aurín y Gállego, entre las cabeceras de las comarcas de Biescas, al norte, y de Sabiñánigo, al sur. Para ser más precisos, la ascendencia paterna procedía de los pueblos Isín (de donde procede el apellido Ramón), Larrés y Senegüé, y la ascendencia materna de los pueblos Aso de Sobremonte (de donde procede el apellido Cajal), Acumuer y Larrés.
Larrés (Huesca). Foto tomada por Cajal. Legado Cajal, Instituto Cajal (CSIC), Madrid
1. Larrés (Huesca). Foto tomada por Cajal. Legado Cajal, Instituto Cajal (CSIC), Madrid
Justo Ramón Casasús (1822-1903). Archivo Pedro Ramón y Cajal
2. Justo Ramón Casasús (1822-1903). Archivo Pedro Ramón y Cajal
Antonia Cajal Puente (1819-1898). Archivo Pedro Ramón y Cajal
3. Antonia Cajal Puente (1819-1898). Archivo Pedro Ramón y Cajal
Aunque Santiago nacerá, por motivos circunstanciales (destino temporal de trabajo de su padre), en Petilla de Aragón (Navarra), los Ramón y Cajal provienen del pueblo oscense de Larrés, dado que sus padres nacieron en esta localidad: Justo Ramón Casasús, el 6 de agosto de 1822, en el seno de una familia de labradores, y Antonia Cajal Puente, el 13 de julio de 1819, en una familia de tejedores. Ascendencia bastante humilde, como reseñamos en estas líneas y ampliaremos en el siguiente capítulo.
Larrés está enclavado a la entrada del valle del Aurín, a novecientos doce metros de altitud, y tiene como telón de fondo las cumbres pirenaicas. Dista unos cinco kilómetros de Sabiñánigo, a cuyo ayuntamiento pertenece, y su historia está ligada a la de su castillo, cuya referencia histórica más antigua se remonta al año 1035, comienzo del reinado de Ramiro I.
La influencia que tuvieron siempre los señores de Larrés en la vida de los larresanos fue notoria. Sin embargo, a partir de las desamortizaciones del siglo XIX, el castillo de Larrés entró en decadencia y comenzó su abandono. Los Urriés, marqueses de Ayerbe y señores de Larrés, se trasladaron a Zaragoza y vendieron el castillo, ya ruinoso, a comienzos del siglo XX. En 1983, los bisnietos de su propietario, los hermanos Castejón Royo, donaron el castillo a la asociación Amigos de Serrablo, que, tras restaurarlo, lo convirtió en el único museo de España dedicado íntegramente al dibujo.
Contiene cerca de tres mil obras de unos setecientos autores, y constituye una de las colecciones más completas y representativas del arte español del siglo XX. Es espectacular, merece la pena hacerle una visita. Denominado en la actualidad como Museo de Dibujo Julio Gavín «Castillo de Larrés» en honor a Julio Gavín, director del mismo hasta su fallecimiento.
Por las ruinas de este castillo correteó de niño Santiago Ramón y Cajal y, años más tarde, en 1900, lo fotografiaría en una visita familiar a su pueblo paterno.

Una familia humilde y sin horizontes

En 1963, Adolfo Castillo dedicó su discurso de entrada en la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis a la genealogía de Santiago Ramón y Cajal. En ese texto comenta lo siguiente:
Se da por seguro que los Cajal descienden por varonía del rey Bermudo de León, que tuvo amores con la ricahembra doña Clara de Benavides, hija de don Mendo, poderoso señor de Galicia. De este consorcio nacieron dos hijos: don Sancho y doña Sol de Benavides, el primero, sucesor en los ricos heredamientos de su abuelo materno, y la segunda, casada con Íñigo Arista, primer rey de Pamplona y quinto monarca de Sobrarbe, si hemos de dar fe a nuestras vernáculas tradiciones patrias.
A don Santiago le habrían hecho gracia esos supuestos orígenes nobles. Él, que se sentía sin duda parte del pueblo, y que tenía muy claras la modestia y escasez de medios de la familia en que se había criado, de repente era descendiente de reyes, señores y magnates. Nunca se lo hubiera imaginado, aunque una genealogía así no es de extrañar. Según vamos retrocediendo en el tiempo, por un lado, tenemos más antepasados: dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos… Y por otro lado, la población es más y más escasa. En la época medieval que comenta Adolfo Castillo, se calcula que, entre los años 750 y 1100, la población peninsular no superó los cuatro millones de habitantes. Por lo tanto, no es de extrañar que por nuestras venas corra la sangre de reyes y nobles, al igual que la de muchos agricultores, alfareros y soldados.
En cualquier caso, parece que en esa época, en torno al siglo IX, tuvo su origen su peculiar apellido materno. Doña Sol fue quien atrajo hacia las tierras aragonesas a su sobrino, Sancho García de Benavides, el cual se puso al servicio de su tío para luchar contra los moros. En uno de esos combates entre musulmanes y cristianos, don García de Benavides tuvo un enfrentamiento con el infante sarraceno Aben Alfaje, hijo de cierto régulo moro llamado Ibn Abdalá. El cristiano rompió su espada en la armadura del príncipe musulmán, pero evitó que este aprovechara su desventaja agarrando un madero que había por las inmediaciones y dándole con él un soberbio estacazo en toda la boca. El resultado es que rompió la mandíbula al príncipe moro y sus dientes quedaron esparcidos por el suelo. En dialecto aragonés, «muela» se dice «caxal», por lo que don García de Benavides pasó a ser conocido como don García Caxal, o Cajal, en recuerdo de su habilidad extrayendo dientes. Tres muelas adornaron desde entonces su escudo de armas.
Castillo Genzor indica que este relato es de tradición novelesca, y que está basado en la única y dudosa autoridad de un cronicón familiar muy posterior a tales sucesos. En los siguientes siglos, los Cajal van acrecentando sus méritos y servicios a la dinastía de Pamplona. Un Pedro Cajal muere en 1094 frente a las murallas de la musulmana Huesca; otro es enviado a Castilla como embajador de Aragón; una María Teresa Cajal es señora de Tarazona y Borja, y funda la catedral de la primera de estas dos villas; y un noble apellidado de Atarés y Cajal, señor de Borja, estuvo a punto de heredar la corona de Aragón al morir Alfonso el Batallador, antes de ser elegida la candidatura del monje Ramiro.
Siglos después, los Cajal figuran entre las primeras veinte familias pobladoras de la localidad de Biescas. Sin embargo, los pueblos altoaragoneses tienen pocos recursos y mantienen la tradición del mayorazgo: el hijo primogénito hereda las tierras y los demás deben perseguir un futuro sin poder disponer de la hacienda familiar. Así, sucesivas generaciones de cajales van saliendo de Biescas para buscarse la vida en otras localidades y otras comarcas. Uno de ellos es don Lorenzo Cajal, segundón en su familia, por lo que no puede heredar, y que se quedó inicialmente en Aso de Sobremonte.
En la actualidad, la mayoría de nuestros objetos de consumo son producidos en fábricas y transportados, a menudo, desde otros países. Hace cien años no era así. Los pueblos tenían una enorme diversidad de oficios y había muchos labradores, afiladores, cereros, aguadores, barberos, alfareros, colchoneros, guarnicioneros, arrieros, pastores, canteros, enterradores, cordeleros, lavanderas, carboneros, herreros, carpinteros, y fabricantes de carros, cucharas, toneles, albardas, cestos y muchas cosas más. La mayoría tenían algo de ganado, como una vaca o unas ovejas, o criaban unos conejos y unas gallinas; también eran cazadores y pescadores, y en general, combinaban oficios. Era muy común que, en los meses de invierno, cuando apenas se podía hacer nada en el campo, los labradores se convirtieran en tejedores, tintoreros o hacheros, y sacaran unos dineros, escasos siempre, trabajando en el telar, tiñendo telas o cueros, o sacando tablas con el hacha. Esos, y no los otros de reinos y señoríos, son los antecedentes familiares de Santiago Ramón y Cajal.
Lorenzo Cajal aparece en los registros de la parroquia de Aso como tejedor. Tras su matrimonio en Larrés con Isabel del Puente y Satué, se trasladó a esta localidad y fijó allí su residencia. En esta villa nació doña Antonia Cajal, madre de Santiago Ramón y Cajal, la pequeña tras cinco hijos varones. Santiago la describe como una «hermosa y robusta montañesa», y debió de criarse en un ambiente muy humilde donde los ingresos del padre, simple tejedor de pueblo, apenas cubrían las necesidades mínimas. Sus hijos la recordarán como un «dechado de economía ahorrativa, plegándose obedientemente a las previsiones, a veces excesivas, de su marido, siempre atormentado por el sagrado temor a la pobreza».
De la rama paterna sabemos mucho menos. El apellido Ramón es también originario de la provincia de Huesca, del pueblo de Isín, se extiende posteriormente a la provincia de Zaragoza, y se radica en la zona norte, en la comarca de las Cinco Villas. Don Justo Ramón, el padre de don Santiago, era el tercero de cuatro hermanos y nació en una familia de modestos agricultores. Este hombre es clave en la trayectoria de Santiago y hablaremos de él en el siguiente capítulo. En la época en la que Justo Ramón y Antonia Cajal nacieron en Larrés, el pueblo contaba con cuarenta casas y unos doscientos habitantes (doscientos veinticuatro en el censo de 1830). En casa de los Ramón vivían seis personas y en casa de los Cajal, ocho.
De todo esto, se pueden extraer varias conclusiones básicas: que las raíces familiares de don Santiago eran, sin duda, aragonesas, y que provenía, a pesar de esa historia de don García Caxal, de familias humildes, con una cultura mínima, sin nada que se pareciese ni de lejos a un lujo, y acostumbrados, por mor de la tradición del mayorazgo, a trabajar duro para salir adelante, con esfuerzo y constancia, sin deberle nada a nadie. Esos son los genes de Santiago Ramón y Cajal.

El padre de hierro

Para entender la vida y la obra del gran neurocientífico, es fundamental hablar de su padre. Justo Ramón Casasús, padre de don Santiago, era hijo tercero por lo...

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