El Nuevo Mundo
eBook - ePub

El Nuevo Mundo

  1. 200 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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El Nuevo Mundo

Descripción del libro

La Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM ha creado, para el disfrute del lector universitario y del público en general, la Colección Pequeños Grandes Ensayos, la cual difundirá, en breves volúmenes como el que tienes en tus manos, el fruto de la aguda reflexión, el análisis o la crítica de célebres autores de diferentes épocas, lugares y orígenes. Ensayos, unos, sólo accesibles hasta ahora en costosas antologías, otros traducidos al español por primera vez y algunos más prácticamente desconocidos, todos los cuales conformarán este acervo que, sin duda, ampliará la perspectiva cultural de sus lectores.

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Información

ISBN del libro electrónico
9786070236884
Categoría
Literatur

CARTA DE AMÉRICO VESPUCIO
A LORENZO DE MÉDICIS

Magnífico Señor, mi señor:
Hace mucho tiempo que no he escrito a Vuestra Magnificencia, y no ha sido por otra cosa, ni por nada, salvo no haberme ocurrido cosa digna de memoria. Y la presente sirve para daros nueva cómo, hace un mes aproximadamente, que vine de las regiones de la India por la vía del mar Océano, a salvo con la gracia de Dios a esta ciudad de Sevilla, y porque creo que Vuestra Magnificencia tendrá gusto de conocer todo lo sucedido en el viaje y de las cosas más maravillosas que se me han ofrecido. Y si soy algún tanto prolijo, póngase a leerla cuando esté más desocupado, o como postre después de levantada la mesa. V.M. sabrá cómo, por comisión de la Alteza de estos Reyes de España, partí con dos carabelas a 18 de mayo de 1499, para ir a descubrir hacia la parte del noroeste o sea por la vía del mar Océano; y tomé mi camino a lo largo de la costa de África, tanto que navegué a las Islas Afortunadas, que hoy se llaman las Islas de Canarias, y después de haberme abastecido de todas las cosas necesarias, hechas nuestras oraciones y plegarias, nos hicimos a la vela desde una isla que se llama la Gomera, y dirigimos la proa hacia el lebeche, y navegamos 24 días con viento fresco, sin ver tierra ninguna, y al cabo de 24 días avistamos tierra, y encontramos haber navegado al pie de 1 300 leguas desde la ciudad de Cádiz, por el rumbo del lebeche. Avistada la tierra, dimos gracias a Dios, y echamos al agua los botes, y con 16 hombres fuimos a tierra, y la encontramos tan llena de árboles, que era cosa maravillosa no sólo su tamaño, sino su verdor, porque nunca pierden las hojas, y por el olor suave que salía de ellos, que son todos aromáticos, daban tanto deleite al olfato, que nos producía gran placer. Y andando con los botes a lo largo de la tierra para ver si encontrábamos disposición para salir a tierra, y como era tierra baja, trabajamos todo el día hasta la noche, y en ninguna ocasión encontramos camino, ni facilidad para entrar tierra adentro, porque no solamente lo impedía la tierra baja, sino la espesura de los árboles; de modo que convinimos en volver a los navíos e ir a probar la tierra en otra parte, y vimos en este mar una cosa maravillosa, y fue que 15 leguas antes de que llegásemos a tierra encontramos el agua dulce como de río, y sacamos de ella y llenamos todos los barriles vacíos que teníamos. Cuando estuvimos en los navíos, levamos anclas, y nos hicimos a la vela, poniendo proa hacia el mediodía; porque mi intención era ver si podía dar vuelta a un cabo de tierra, que Tolomeo llama el cabo Cattegara, que está unido con el Gran Golfo, ya que, mi opinión, no estaba muy lejos de ello según los grados de longitud y latitud, como se dará cuenta más abajo. Navegamos hacia el mediodía y a lo largo de la costa vimos desembocar de la tierra dos grandísimos ríos, y uno venía del poniente y corría hacia levante y tenía cuatro leguas de anchura, que son 16 millas, y el otro corría de mediodía hacia septentrión siendo de tres leguas de ancho; y yo creo que estos dos ríos eran la causa de ser dulce el mar, debido a su grandeza. Y visto que la costa de la tierra resultaba ser aún tierra baja, acordamos entrar en uno de estos ríos con los botes y navegar por él hasta encontrar u ocasión de saltar a tierra o población de gente; y preparados nuestros botes y aprovisionados para cuatro días con 20 hombres bien armados nos metimos por el río, y a fuerza de remos navegamos por él, en casi dos días, obra de 18 leguas, tentando la tierra en muchas partes, y continuamente la encontramos que seguía siendo tierra baja y tan espesa de árboles que apenas un pájaro podía volar por ella; y así navegando por el río, vimos señales ciertísimas de que el interior de la tierra estaba habitado: y porque las carabelas habían quedado en lugar peligroso, cuando el viento saltase de travesía, acordamos al cabo de dos días volvernos a las carabelas, y así lo hicimos. Lo que aquí vi fue, que vimos una feísima especie de pájaros de distintas formas y colores, y tantos papagayos, y de tan diversas clases, que era maravilla; algunos colorados como grana, otros verdes y colorados, y amarillos limón, y otros totalmente verdes, y otros negros y encarnados, y el canto de los otros pájaros que estaban en los árboles, era cosa tan suave y de tanta melodía que nos ocurrió muchas veces quedarnos suspensos por su dulzura. Sus árboles son de tanta belleza y de tanta suavidad que pensamos estar en el Paraíso terrenal, y ninguno de aquellos árboles, ni sus frutas se parecían a los mismos de esta parte, y por el río vimos a mucha gente pescar y de diversos aspectos. Y una vez que hubimos llegado a los navíos, levamos anclas haciéndonos a la vela, teniendo continuamente la proa hacia el mediodía; y navegando en este rumbo, y estando lejos en el mar al pie de cuarenta leguas, encontramos una corriente marina, que corría del siroco al maestral, que era tan grande y corría con tanta furia, que nos causó gran pavor, y corrimos grandísimo peligro. La corriente era tal, que la del estrecho de Gibraltar y la del faro de Mesina son un estanque en comparación de aquélla, de manera que, como nos tomaba de proa, no podíamos adelantar camino alguno, aunque tuviéramos viento fresco, de modo que, visto el poco camino que hacíamos y el peligro en que estábamos, acordamos volver la proa hacia el maestral y navegar hacia la parte del septentrión. Y porque, si bien me recuerdo, sé que Vuestra Magnificencia entiende bastante de...

Índice

  1. PRESENTACIÓN
  2. CARTA DE CRISTÓBAL COLÓN A LUIS DE SANTÁNGEL
  3. CARTA DE AMÉRICO VESPUCIO A LORENZO DE MÉDICIS
  4. CRONOLOGÍA DE CRISTÓBAL COLÓN
  5. BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA
  6. CRONOLOGÍA DE AMÉRICO VESPUCIO
  7. BIBLIOGRAFÍA MÍNIMA
  8. INFORMACIÓN SOBRE LA PUBLICACIÓN