Bases Bíblicas de la misión
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Bases Bíblicas de la misión

Perspectivas latinoamericanas

Varios

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Por primera vez en la historia, un número creciente de iglesias protestantes en América Latina está cooperando en la formación de sociedades misioneras interdenominacionales y enviando misioneros a muchos lugares de ultramar, especialmente a Africa, Asia y Europa. Por otra parte, hay muy poca reflexión misionológica. La mayor parte de la literatura que se usa en los cursos y encuentros sobre la misión ha sido traducida del inglés y generalmente se caracteriza por su pragmatismo. En lo que atañe al estudio de la base bíblica de la misión, existe un gran vacío. Ni en castellano ni en portugués hay nada comparable a Transforming Mission por David Bosch. La presente obra surgió de la toma de conciencia de este vacío a la vez que del considerable crecimiento, en estos últimos años, del número de estudiosos bíblicos que bien podían ser desafiados a estudiar y escribir un libro sobre el tema propuesto. El proyecto pudo concretarse gracias a la consecución de fondos, por parte de la Fundación Kairós de Buenos Aires, del Research Enablement Program (REP) del Overseas Ministries Study Center (OMSC) de New Haven, Connecticut, Estados Unidos, para realizar una serie de consultas con el propósito de producir el libro. Las consultas se llevaron a cabo entre mayo de 1995 y marzo de 1996, convocadas por la Fraternidad Teológica Latinoamericana, en colaboración con tres centros de reflexión teológica: el Centro Kairós de Discipulado y Misión (Buenos Aires), el Centro Evangélico de Misiología Andino-Amazónica (Lima) y la Comunidad Teológica (México). La presente obra es una primicia en la producción teológica evangélica en América Latina. Aunque con algunos vacíos en lo que respecta al canon bíblico, cubre prácticamente toda la Biblia, de la cual hace una lectura misionológica contextual.

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Información

Año
2020
ISBN
9789871355983
Edición
1
1
La búsqueda histórica de las bases bíblicas de la misión
Sidney Rooy
Decía Goethe: «Cada generación tiene que escribir su propia historia.» Parafraseando, diríamos que cada época tiene su propia visión de las bases bíblicas de la misión. Eso no quiere decir que no haya coherencia y continuidad entre las perspectivas cambiantes, sino que la manera de interpretar las bases depende del marco histórico desde el cual se ven tanto las Escrituras como la realidad que se vive.
Proponemos, por lo tanto, rastrear algunas de las interpretaciones de las bases bíblicas de la misión que se han dado a lo largo de la historia de la iglesia. Veremos que hubo muchas maneras de definir la misión de la iglesia, los motivos que impulsaron a cumplir la misión, las metodologías usadas, y aun los conceptos de lo que constituye el evangelio que hay que transmitir.
Esto significa que no existe, ni jamás ha existido, una única definición de cuál es la misión de la iglesia, ni tampoco de cuáles son las bases bíblicas de la misión. Si, como David Bosch1 definimos la misión como missio Dei (la misión de Dios), podemos decir que ésta significa la revelación de Dios como el que ama al mundo que ha, creado, se preocupa por ese mundo e incorpora a la iglesia como sujeto llamado a participar en el proyecto histórico de establecer el reino de Dios.
Debe ser claro que nuestro entendimiento de esta missio Dei ha estado sujeto a muchas interpretaciones a lo largo de la historia. No sólo eso: ¡cuántas personas y grupos han argumentado con una certeza dogmática que su propia comprensión era la única correcta! Y, por supuesto, con muchos argumentos bíblicos. A tal pretensión le falta la humildad de reconocer nuestras propias limitaciones humanas y la ambigüedad de la realidad histórica en que vivimos. Por lo tanto, cada definición y toda comprensión de las bases bíblicas de la misión son tentativas y están sujetas a una nueva evaluación y cambio. En verdad, cada generación tiene que definir la misión de nuevo.
Paradigma como clave de interpretación
Por «paradigma» entendemos una manera de ver la totalidad de la existencia, una red de creencias que sirve como marco de referencia global por el cual pasa nuestra interpretación del mundo, nuestra cosmovisión. Cuando usamos este término en la historia de la misión, hablamos de la manera en que la mayor parte de la comunidad de la iglesia veía la realidad cósmica y la existencia humana.
Para ejemplificar, Thomas Kuhn introdujo el concepto de paradigma para describir los cambios revolucionarios producidos por las nuevas interpretaciones en el mundo científico, el cambio de la visión de Ptolomeo a la de Copérnico, luego a la de Galileo, a la de Newton, a la de Einstein, y así sucesivamente. Por supuesto, esto no quiere decir que todo el mundo haya cambiado al instante su cosmovisión. En muchos casos pasaron siglos, incluso en el caso de la iglesia misma, para que la nueva visión fuera aceptada. Las distintas cosmovisiones convivían por mucho tiempo.
Siguiendo el ejemplo de Thomas Kuhn, el teólogo alemán Hans Küng aplicó la idea de paradigma a la historia de la iglesia de la siguiente manera:
1. El paradigma apocalíptico del cristianismo primitivo
2. El paradigma helénico del período patrístico
3. El paradigma medieval catolicorromano
4. El paradigma protestante de la Reforma
5. El paradigma moderno de la Ilustración
6. El paradigma ecuménico emergente
Por su parte, David Bosch utiliza el esquema de Küng para interpretar la historia de la misión. Considera el período de los Padres Apostólicos como una continuación de la forma apostólica neotestamentaria, o sea, a la luz del paradigma apocalíptico. Además, aplica el segundo período en forma general a la misión de la iglesia oriental, y en forma particular a las Iglesias Ortodoxas.
Seguiremos también la propuesta de Küng, pero con más detalle, introduciendo enfoques adicionales y aplicándolos al campo de la misión. Recalcamos que la introducción de nuevos paradigmas no significa la desaparición de la visión anterior. Aun podemos hablar de la pluralidad y del enriquecimiento acumulativo de los distintos paradigmas. A la vez, tendríamos que mantener una actitud crítica hacia cada uno, por la distorsión causada por su parcialidad respecto a una dimensión de la existencia humana.
El paradigma apocalíptico
La visión paulina de la pronta venida del Señor Jesús caracteriza el pensar y actuar de los Padres Apostólicos, que escribieron entre 60 y 160 d.C. Una frase que utilizaron con cierta frecuencia tipifica su actitud: «Que pase este mundo y que venga la gracia.» En principio no hubo un desprecio por las cosas de este mundo, sino una relativización de su valor frente a su temporalidad. Más bien, los valores de la vida cristiana, la obediencia a los mandatos del Señor, el amor a sus semejantes, una conducta santa y la defensa de los pobres ocuparon un lugar central.
La mayoría de los escritos más antiguos irradian estas preocupaciones. Citan extensamente, y con preferencia, pasajes de Mateo y del Antiguo Testamento para señalar a los creyentes los dos caminos presentes en la vida y la urgencia de escoger el mejor. Este acento sobre la conducta cristiana despertaría elogios de sus más acérrimos enemigos como Celso y Juliano el Apóstata. El historiador Adolfo Harnack afirma que la conducta de los primeros cristianos, el «lenguaje de amor» en sus labios y en su vida, fue de mucho más significado para la misión de la iglesia que el ministerio de los predicadores peripatéticos y los evangelistas.
Proponemos que la clave hermenéutica para este primer período en la historia de la misión fue precisamente la perspectiva «apocalíptica». Casi toda la vida de los creyentes estaba diseñada dentro del marco de un «ínterin», hasta la venida del Señor. Todos los cristianos eran agentes de la misión. Por lo general, no había autoridad eclesiástica para acreditar a los evangelistas itinerantes y a los profetas ambulantes. La credibilidad de su vida y la fidelidad de su mensaje autenticaron su presencia temporal en las comunidades.
La conducta ejemplar, el testimonio espontáneo de cada uno y la fidelidad en el camino del discipulado, hasta llegar al martirio, fueron los métodos preferidos para la comunicación del mensaje. El amor y el cuidado que prestaron a los pobres en su medio nos indican que los sujetos privilegiados de la misión fueron los esclavos, las mujeres, los enfermos, los niños, los criminales. Los enemigos de la fe no se cansaron de identificar con gran desprecio a estos servidores como miembros de los grupos cristianos.
Las bases bíblicas de la misión, debido a la cosmovisión básicamente semítica del mensaje de la iglesia primitiva —aunque, por supuesto, dentro del marco griego más amplio— se generan en una lectura literal de las Escrituras. Como consecuencia, la tendencia dominante no fue el desarrollo de una teología misional, sino más bien una prescripción casi moralista para la vida. La vida misma se constituyó en una fuerza incontrovertible para la misión. No podemos hablar entonces, en este período, de una estrategia. La obediencia a los mandamientos de Dios para la vida y el testimonio claro de la persona y misión de Jesucristo, quien vino en cumplimiento de los propósitos de Dios, sirvieron como base para la misión de la iglesia primitiva.
En los escritos de los Padres Apostólicos no hay mención del texto bíblico que más tarde sería llamado «la Gran Comisión». Nótese bien que el hecho de no utilizar estos textos bíblicos no fue un obstáculo para la realización de la misión. Al contrario, durante este período de persecución consideramos asombrosa la preocupación que había entre los cristianos por la tarea misional.
El paradigma helénico
Cuando el mensaje entró en creciente contacto con la cultura griega, empezó un proceso de aculturación profunda. El contexto y el espíritu de la misión cambiaron de una relación de persecución, aceptada como inevitable para el discípulo fiel del Maestro, a una defensa activa de los derechos de los cristianos como ciudadanos ejemplares del Imperio Romano. Mientras progresaba el siglo 2, hasta la oficialización del cristianismo como la religión oficial del Imperio, los apologistas no cesaban de dirigirse preferentemente a las esferas más atlas del gobierno para reclamar estos derechos. Los cristianos —decían— obedecen las leyes, comparten sus bienes pero no sus lechos, oran al soberano Dios para que bendiga al emperador, no van a la guerra pero son un ejército que ora por la victoria de las tropas imperiales, no exponen a sus niños, aman a sus enemigos y perseguidores. Alguien llegó a afirmar que precisamente los cristianos dan armonía al mundo y son el alma del mundo que da sentido a la historia (Carta a Diogneto).
Aun en el siglo 2, Celso podía atacar a los cristianos como gente ignorante desde su perspectiva «ilustrada» de un platonismo monoteísta, aunque no del todo libre de su mundo grecorromano politeísta. Sin embargo, sólo ochenta años más tarde, Orígenes le respondió como letrado brillante inmerso en la misma cultura. Los tiempos ya habían cambiado.
La cosmovisión cristiana estaba en proceso de un cambio fundamental. De ser una religión contracultural, el cristianismo pasó a ser una religión portadora de la cultura. Muchos creyentes del pueblo común seguían siendo los agentes de la misión. Pero se introdujo una nueva clase de agentes: los defensores eruditos de la fe. El discurso cambió progresivamente del énfasis en lo testimonial a las apologías, de lo concreto de la vida a una definición de la fe, de lo auditivo (semítico) a lo visual (griego), del Sermón del Monte al Credo Niceno.
Como comenta acertadamente Bosch,2 uno de los resultados fue la preocupación durante siglos por conceptos griegos como «ousia, physis, hypostasis, meritum, transsubstantiatio, etc.» Este proceso representa un cambio fundamental del paradigma anterior. Todavía hay espacio para una confesión de la segunda venida de Cristo, pero la inminencia y lo apocalíptico retroceden frente a estas nuevas fronteras. Aunque se continúa hablando sobre la encarnación de Cristo, esto ocurre más en el contexto del mundo racional y teológico que en lo concreto de la vida. No es tanto acontecimiento como conocimiento, no es tanto vida activa como problema de las dos naturalezas, no es tanto dabar como logos.
Así, el cambio del paradigma apocalípti...

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