La cueva maravillosa
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La cueva maravillosa

y otros cuentos populares de Vietnam

  1. 70 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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La cueva maravillosa

y otros cuentos populares de Vietnam

Descripción del libro

En esta colección de relatos de la tradición oral popular vietnamita se descrifran, sin embargo, los logros y los dramas, las esperanzas y los sueños de todos los seres humanos. Son historias de antaño y de siempre. Y desde Vietnam han llegado para explicarnos que muchas de nuestras tradiciones (como nuestros sueños) son también universales. El lector encontrará aquí veinte cuentos de gran belleza, algunos de ellos a caballo entre la leyenda y la historia, como Las hermanas Trung, Vida y muerte del rey Lía, El rebelde y el mandarín o La princesa y el pescador.

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Información

ISBN del libro electrónico
9788499216430
Edición
1
La cueva maravillosa6
Bajo el reinado de la dinastía de los Tran, en Hoa Chau (Thanh Hoa) vivía un joven hijo de mandarín llamado Tu Thuc. A la edad de vein­te años pasó brillantemente un concurso y fue designado jefe de un distrito del Norte. Pero tenía un espíritu libre, no se preocupaba en ab­soluto de adular a sus superiores y aplastar a sus subordinados. Amaba por encima de todo pasearse por agradables paisajes salmodiando hermosos versos.
En ese lugar se alzaba una hermosa pagoda, en medio de una suntuosa floración de peonías. Un severo reglamento amenazaba con castigar a quienquiera que tocara esas flores. Un día una joven cogió una. Los guardias la detuvieron y le impusieron una fuerte multa. Como no llevaba dinero, la ataron a una columna. Tu Thuc, que andaba paseando por allí, descubrió a la desdichada. Se indignó ante los guardias quienes, burlándose, le sugirieron que pagara la multa si quería que la bella fuera liberada. Dudó en revelar su verdadero cargo, pero prefirió evitar el escándalo y se contentó con dar a los guardias su valiosa capa de seda como pago de la liberación de la joven.
Mientras ella intentaba expresar su gratitud, Tu Thuc estaba cautivado por la belleza de su rostro. Animado por su dulce mirada, le preguntó:
–¿De dónde venís vos? Vuestro acento no me es desconocido.
–Vengo del lejano distrito de Hoa Chau.
Tu Thuc se alegró de saber que eran del mis­mo lugar. Charlaron con confianza. Cuando se separaron la joven lo invitó a visitarla si en alguna ocasión pasaba por la región.
La carrera de mandarín decididamente no le convenía demasiado a Tu Thuc, el cual recibía reproche tras reproche de sus superiores. Un día, porque se había mostrado sin prisa ni ansia al cobrar los impuestos de la gente pobre, fue severamente advertido. Era demasiado. Colgó el se­llo de su mandarinato en la entrada de la sala de audiencia como símbolo de renuncia y se volvió al pueblo de su infancia a encontrarse de nuevo con los suyos.
Una fresca mañana volvió a ver como en sueños a la chica de la pagoda de las peonías y se acor­dó de su invitación. Entonces se fue en bus­ca de la bella. Surcó la región componiendo ar­dien­tes poemas hasta que divisó a lo lejos, en el mar, una isla parecida a una flor de loto en plena floración. Como fascinado tomó prestada una bar­ca para alcanzarla. Allí descubrió una cueva, en la que se adentró apartando la frondosa vegetación que le dificultaba el acceso. Apenas hubo fran­queado esos obstáculos, la cueva se cerró a sus espaldas. Después de una larga caminata a través de espléndidas flores de perfume embriagador descubrió un palacio maravilloso, sobre los escalones del cual se hallaba una bella mujer. Ella se dirigió hacia él sonriendo:
–Para nosotras es un gran placer acogeros. Os encontráis en la sexta de las treinta y seis cuevas que componen el Reino de las Hadas del cual yo soy la Reina. He oído hablar de vos a la persona más querida por mi corazón, mi propia hija Giang Huong.
Ella hizo una señal y he aquí que apareció en el umbral una joven de frágil belleza. Tu Thuc reconoció a aquella a la que liberó en la pagoda de las peonías. Él exclamó:
–¡Qué felicidad! ¡He soñado tanto con vos!
Y el amor correspondido se encendió entre ellos. La Reina habló entonces:
–Vos habéis salvado a mi hija de un funesto destino en la pagoda. Ardíais de deseo por verla. ¡Y ahí estáis ahora reunidos felizmente! ¿No es eso una señal del Cielo? ¡Que se celebre vuestra bo­da!
Así fue. Vivieron años de felicidad sin pena, con poesía y ternura.
Pero al pasar el tiempo una cierta nostalgia se apoderó de Tu Thuc. Al atardecer de un día melancólico le dijo a su compañera:
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–Hace mucho tiempo que no he visto a mis padres. Me gustaría volver un día a mi pueblo antes de volver junto a ti hasta el final de mis días.
Ella se esforzó en convencerle de la insignificancia del mundo terrestre. De nada sirvió. Él languidecía tanto que ella le pidió a la Reina de las Hadas que lo dejara marchar.
Ésta suspiró:
–¡Y yo que le creía desprendido de la vida profana!
La Reina hizo surgir un carro de nubes que se llevó a Tu Thuc. En un abrir y cerrar de ojos se encontró en su pueblo natal con sus montañas altivas, su río claro y sus verdes setos de bambú. Sin embargo, curiosamente, se sentía extranjero, todo le parecía cambiado y no pudo encontrar la casa de sus padres, cuyo nombre nadie conocía. Un anciano al fin pudo informarlo:
–En efecto, yo he oído a mis bisabuelos contar la historia de una persona con ese nombre, un mandarín que abandonó su cargo y que desa­pareció para siempre en las montañas. De esto hace un tiempo inmemorable.
Cuando transcurre un solo día en el Reino de los Inmortales, ya ha pasado un siglo en el mundo terrestre, dice el dicho.
Tu Thuc sopesó lo banales que eran las cosas terrestres. Desamparado contemplaba el baniano que él había plantado de niño y que se había convertido en ese inmenso árbol venerable po­blado de ramas, cuyas raíces se suspendían. Su desasosiego creció en medio de toda esa gente que lo rodeaba y su sentimiento de soledad se volvió cada vez más profundo. Quiso regresar rápido, pero el carro había desaparecido. La desesperanza y la inquietud se apoderaron de él. Buscó el camino de la cueva, pero hierbas y plantas lo habían cubierto todo. Se fue entonces a través de la inmensidad de la naturaleza y nadie volvió a verlo jamás.
La cueva donde él conoció la felicidad con su bien amada fue llamada «cueva de Tu Thuc».


6. Extraído de Vasta colección de leyendas maravillosas (siglo xv).
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Índice de contenido
CoverImage
Portadilla
Portada
Créditos
El búfalo
Grano de arroz
El Genio del Hogar
La historia de las hermanas Trung Trac y Trung Nhi
Historia del betel y de la nuez de areca
La princesa y el pescador
El origen del margouillat
¿De dónde vienen los monos de culo rojo?
Las astucias y las burlas de la liebre
El gato...

Índice

  1. CoverImage
  2. Portadilla
  3. Portada
  4. Créditos
  5. El búfalo
  6. Grano de arroz
  7. El Genio del Hogar
  8. La historia de las hermanas Trung Trac y Trung Nhi
  9. Historia del betel y de la nuez de areca
  10. La princesa y el pescador
  11. El origen del margouillat
  12. ¿De dónde vienen los monos de culo rojo?
  13. Las astucias y las burlas de la liebre
  14. El gato bonzo
  15. Vida y muerte de "el rey Lia"
  16. Mujer sensata y marido necio
  17. El hombre de la luna
  18. El Cay da de la Dama Hieu
  19. La princesa de las aguas y el labrador
  20. La historia de Tam y Cam
  21. El rebelde y el mandarín
  22. El Genio protector
  23. La espera
  24. La cueva maravillosa