CAPÍTULO DOS
Sabiendo quien eres y descubriendo quien puedes ser
Integridad: (1) Se dice de una persona recta y de conducta intachable. (2) Estado de completa unidad. (3) Se aplica al individuo de recto proceder. (4) Aquel que consigue una integración armónica entre sus valores, sus principios y sus acciones, y que se siente en paz consigo mismo. Esta coherencia le otorga su condición de persona auténtica. (5) Autenticidad, honradez.
En gran medida, lo que le otorga al ser humano su condición de autenticidad es su capacidad para lograr que exista coherencia entre sus principios y acciones. Esto requiere que acepte su total responsabilidad por su manera de actuar.
Hay quienes culpan a otros por su fracasos. Atribuyen su “mala fortuna” a los malos consejos recibidos, a la falta de apoyo o a las críticas de los demás. Uno de los peores errores que cometemos es darle más importancia a la opinión de otros que a la nuestra, al punto que muchos terminan por desarrollar una adicción a los consejos y las opiniones ajenas. No actúan ni toman un decisión sin antes consultar a cuanta persona conocen.
¿Por qué me refiero a esto como un error? ¿Qué sucede si compartes con un grupo de amigos una de tus metas o los pormenores de un nuevo proyecto en el cual deseas trabajar? Si hay seis personas presentes, recibirás seis opiniones distintas acerca de tus planes, acompañadas de sus respectivas recomendaciones y consejos personales, así en ningún momento hayas solicitado su opinión, y sin importar qué tan poco informadas, calificadas o totalmente erradas sean ellas con sus consejos.
Sin embargo ten mucho cuidado. No te sorprenda que en algún momento, a lo largo de la conversación, algunas de estas opiniones no calificadas comiencen a tener sentido. De repente ya no estás tan seguro de tu plan, te creas alguna confusión y hasta comienzas a dudar de tus propias habilidades. Treinta minutos más tarde, en todo lo que piensas es en sus pronósticos pesimistas y entre más te empeñas en ignorarlos, más sentido parecen cobrar.
No caigas en esta trampa, cuida mucho aquello que permites que llegue a tu mente y no la expongas a las opiniones y críticas negativas de los demás por temor a herir sus sentimientos o parecer rudo y descortés. Recuerda que una vez aceptas una idea, te conviertes en su esclavo. Y si resulta ser algo errado e impreciso propagará temores, dudas e inseguridades que afectarán tus expectativas y llegarán inclusive a arruinar tu vida.
Con frecuencia caemos víctimas de las influencias negativas de los demás porque aceptamos sus críticas y opiniones negativas sin cuestionamientos y así permitimos que siembren en nuestra mente falsas creencias que nos limitan física, emocional e intelectualmente. Quizá la siguiente historia te ofrezca una alternativa para lidiar con las críticas y las opiniones de terceros.
Sócrates: los tres cedazos
Se cuenta que en cierta ocasión Sócrates recibió la visita de un vecino suyo con quien poco departía ya que el hombre hablaba más de la cuenta, dando muchas veces por sentado hechos que no se molestaba en verificar.
—No vas a creer lo que tengo que contarte sobre tu mejor amigo —le dijo—. Te aseguro que después de escuchar lo que te tengo que decir ya no confiarás tanto en él.
Sin embargo, sin que pudiera pronunciar una palabra, Sócrates lo interrumpió.
—Antes de que me digas cualquier cosa quiero saber si ya has pasado lo que vas a decirme a través de los tres cedazos de la verdad.
—¿A qué cedazos te refieres? —preguntó el hombre extrañado.
El filósofo concibió esta idea aplicando la misma técnica que utilizaban los constructores para obtener la arena más fina, cerniéndola, pasándola a través de un zarandillo que les permitía separar la arena fina del pedrusco y la arena gruesa. De esta misma manera Sócrates veía que era necesario filtrar o depurar la información que recibimos del mundo exterior para asegurarnos de que lo que llega a nuestra mente es la verdad.
—El primero —respondió el sabio— es el cedazo de la verdad. ¿Estás seguro que lo que vas a contarme es cierto?
El hombre vaciló un instante.
—A decir verdad, no lo estoy. Lo he escuchado de otras personas pero mentiría si te dijera que lo vi con mis propios ojos.
—Te das cuenta que lo que me quieres contar ni siquiera ha pasado la primera prueba —indicó Sócrates—, y tú no solo lo dabas por auténtico sino que estabas listo a proclamarlo a los cuatro vientos.
—¿Y si te hubiese dicho que era cierto? —insistió el hombre, no queriendo quedarse con aquel chisme para sí solo.
—Te hubiese pedido que lo pasáramos a través de los otros dos cedazos. El segundo es el de la bondad. ¿Estás seguro que son tus buenos sentimientos los que te mueven a contarme esas cosas?
—¿Y el tercero? —preguntó el hombre con gran curiosidad.
—Es el de la utilidad. ¿Piensas que es necesario que yo sepa lo que vas a contarme?
El hombre estuvo en silencio un largo rato. Sabía que se encontraba frente a quien muchos consideraban el más sabio de todos los maestros en Grecia y no quería cometer una mayor imprudencia.
—A decir verdad —indicó finalmente— no pensé en nada de eso.
—En tal caso –agregó el sabio—, guarda tus palabras para ti y procura olvidarlas.
Anna Escobedo Cabral: coherencia entre acciones y principios
Ralph Waldo Emerson solía decir: “Nada da más dirección a la vida que un gran conjunto de principios”. Él habló de la integridad, la lealtad y la honestidad como tres de las características más importantes de todo triunfador.
Tu imagen es lo que los demás piensan que tú eres. La integridad es lo que verdaderamente eres. La integridad es siempre más importante que la imagen. Si de verdad deseamos efectuar cambios en nuestra manera de ser y actuar, no pretendamos lograrlos con pequeñas modificaciones cosméticas sin definir con claridad los principios que gobernarán nuestro andar.
Una personalidad encantadora no es todo lo que se necesita para construir exitosamente, es necesario ser íntegros. Y en esa integridad se encuentran los principios con los que actuamos; las ideologías que nos conforman y nos encaminan hacia una existencia llena de logros. Es ahí donde se halla la coherencia entre lo que hacemos y lo que en realidad somos. En esta historia encontrarás la coherencia entre lo que Anna Escobedo buscó ser siempre y de cómo cada acción que ejecutaba la llevaba a un mañana de mejores perspectivas.
Después de la presidencia, la segunda posición más antigua en el gobierno federal de los Estados Unidos, es la tesorería. Anna Escobedo Cabral estampó su firma en los billetes y monedas del país y se convirtió para su familia y para quienes la conocen en un claro ejemplo de lo que significa lograr el Sueño Americano. Sus abuelos inculcaron en Anna el amor por ese país y por la libertad y oportunidades que ofrece.
Anna nació en San Bernardino California y es la tercera generación de una familia de inmigrantes mexicanos que llegó a Estados Unidos con la esperanza de un mejor futuro. Las dificultades que debió enfrentar en su niñez, y ser testigo del dolor que la pobreza les causa a tantas familias y comunidades, moldearon su carácter y guiaron sus aspiraciones profesionales desde muy joven. Anna tuvo grandes responsabilidades por ser la mayor de la familia, debiendo cuidar de sus hermanos menores y ayudando con los oficios de la casa mientras su padre trabajaba en un restaurante y su madre en diferentes oficios.
Cuando su padre perdió el trabajo, después de quedar permanentemente incapacitado, debido a las múltiples operaciones de la espalda a las que fue sometido, tuvo la idea de montar su propio negocio. Era una empresa familiar. Anna cuenta que recogían electrodomésticos viejos y los desbarataban. Su padre vendía las partes metálicas como chatarra, un trabajo que no les reportaba más de $200 dólares mensuales. “Éramos muy pobres, vivíamos en un vecindario donde los jóvenes se mataban los unos a los otros, o se mataban ellos mismos con las drogas y otros vicios. Ese fue el medio en el cual yo crecí”.
A pesar de todo ello su padre siempre insistió en que sus hijos asistieran al colegio, su sueño era que ellos se graduaran de secundaria —algo que él y su esposa nunca lograron—. Para Anna lo más importante era graduarse del colegio para conseguir un mejor trabajo y ayudar a su familia a salir de la pobreza.
Las circunstancias que ella vivió no fueron impedimento para darse cuenta de que la educación rompía el ciclo de la pobreza pues no importan las circunstancias sino el carácter y la determinación con las que se cuentan para conseguir lo que se anhela. Y a pesar de todo lo que logró, Anna no olvidó a la profesora que siempre menosprecio su esfuerzo y muchas veces la trato de estúpida. Pero también recuerda: “A partir de ese momento tomé la decisión de no volver a permitirle a nadie que me hablara de esa manera y comencé a trabajar más duro que todos en la escuela”.
Sin embargo en la secundaria otro profesor, Philip Lamm, fue quien le ayudó a sobreponerse a sus propias dudas, a expandir su visión, así como a darse cuenta de todas las posibilidades que se encontraban frente a ella y de todo lo que podía hacer con su vida. “Él insistió en que llenara la solicitud para la universidad, fue hasta mi casa y convenció a mis padres para que me dejaran continuar mis estudios”.
De allí en adelante la universidad le abriría un horizonte distinto con valores y costumbres que la motivarí...