Familias tecnológicamente sabias
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Familias tecnológicamente sabias

Pautas para situar la tecnología en el lugar que le corresponde

Andy Crouch

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Familias tecnológicamente sabias

Pautas para situar la tecnología en el lugar que le corresponde

Andy Crouch

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Reclamando la vida real en un mundo de dispositivosTomar las decisiones correctas para nuestra familia en cuanto a la tecnología no significa, simplemente, instalar filtros de internet y limitar el tiempo que nuestros hijos pasan delante de una pantalla. Se trata de desarrollar el carácter, la sabiduría y el valor en vez de aceptar la promesa de que la tecnología nos da de una gratificación fácil e inmediata. Se trata de desarrollar nuestro corazón, mente, alma y fuerza cuando somos tentados a contentarnos con el entretenimiento y la satisfacción que produce la acción de consumir. Y no estamos hablando solo de los niños.Con base en una investigación original y exhaustiva, llevada a cabo por Barna Group, donde se muestra que a las familias les está costando manejar las nuevas realidades que presenta la tecnología, Andy Crouch lleva a los padres más allá de las típicas preguntas del "¿qué?", "¿dónde?" y "¿cuándo?" para mostrarnos que, en un mundo lleno de dispositivos, existe la opción de escoger una vida mejor de la que habíamos imaginado.

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Información

1. Elegir el carácter
Desarrollamos sabiduría y coraje en familia.
Para entender hasta qué punto tiene que ser de radical nuestra visión de la tecnología en la vida familiar, debemos comprender porqué la tecnología es tan diferente de cualquier otra invención humana anterior, es decir, porqué es tan radicalmente nueva. También debemos entender el significado de la familia, algo radicalmente antiguo y en grave peligro de ser olvidado.
Primero, definamos lo que queremos decir con tecnología.
La tecnología es lo que hace que nuestras vidas sean tan diferentes de las de aquellos que vivieron antes que nosotros, incluyendo nuestros abuelos e, incluso, nuestros padres. La tecnología funciona y está en todas partes.
Las herramientas han existido desde el inicio de la humanidad, pero en este libro quiero usar la palabra tecnología para englobar algo más que las herramientas que desde siempre ha utilizado el ser humano. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, las herramientas eran bastante limitadas, pues no estaban en todas partes, sino que se encontraban en lugares específicos: o en el campo (herramientas agrícolas), en la cocina (utensilios para cocinar) o en el cobertizo (herramientas de trabajo). Y, aunque las herramientas nos ayudaban a hacer nuestro trabajo, no podían funcionar solas. El sueño de tener una herramienta que pudiese trabajar sola pertenecía únicamente al mundo de la magia y la fantasía (como, por ejemplo, el sueño del aprendiz de brujo sobre una escoba que barriese sola).
A pesar de que las herramientas facilitaban el trabajo humano, no eran necesariamente fáciles de usar. Pregunta a cualquiera que haya intentado utilizar un martillo con destreza o ¡una motosierra! Para aprender a emplear una herramienta se necesita paciencia y práctica.
Sin embargo, no solo vivimos en una era con mejores herramientas, sino en la era de la tecnología, que nos ofrece maneras completamente nuevas de realizar nuestro trabajo en el mundo. Debajo de un mueble de nuestra sala de estar está aparcado exactamente el tipo de siervo con el que soñó el aprendiz de brujo: un robot aspirador que, una vez a la semana, sale de su guarida y barre toda la planta solo (su trabajo no es perfecto y requiere algo de mantenimiento, por lo que no es exactamente como el aprendiz de brujo imaginó, ni tampoco como nosotros lo imaginamos cuando lo compramos. El lado positivo es que el sueño del aprendiz de brujo se convirtió en una pesadilla de escobas fuera de control que no paraban de multiplicarse, mientras que nuestro robot, hasta ahora, no ha engendrado centenares de pequeños robots aspiradores locos. Quizás sucederá con el próximo modelo).
Nuestras vidas están, cada vez más, colonizadas por cosas que no solo nos ayudan a llevar a cabo una tarea determinada, sino que la realizan por nosotros y, por si no fuera suficiente, casi no requieren esfuerzo o aprendizaje alguno (como veremos, esto está muy relacionado con el papel que creemos que debería tener la tecnología en la educación). El mayor cumplido que hoy en día le puedes hacer a un dispositivo tecnológico es: “¡Funciona solo!”.
Al mismo tiempo, la tecnología se halla cada vez menos limitada a un espacio específico. Tomemos como ejemplo los teléfonos. ¿Te acuerdas de los teléfonos con cable que, para usarlos, tenías que ir a un lugar concreto de la casa? Yo crecí con estos teléfonos y casi no puedo recordarlos.
Ahora, la tecnología está por todas partes. No me refiero únicamente a las pantallas luminosas y a los dispositivos digitales, sino a todo el aparato de lo “fácil y omnipresente” que ha surgido en el lapso de una vida humana.
La tecnología moderna ha aprovechado el espectro electromagnético de alta energía, por lo que literalmente fluye por nuestro cuerpo inundándolo a cada momento (¡a menos que lleves un gorro o traje de papel de aluminio!).
La tecnología moderna está en nuestros cuerpos, en forma de drogas e implantes de varios tipos cada vez más sofisticados, así como las numerosas hormonas y polímeros que se desprenden de la actividad humana y acaban en los sistemas hidráulicos y que, de allí, pasan a las plantas y a los animales que comemos, acabando así en nuestros cuerpos y en los de nuestros hijos (en un estudio científico basado en los datos de la National Health and Nutrition Examination Survey en 2004, se encontró que el 93% de los sujetos presentaban muestras del compuesto químico BPA en su orina).5
Para la mayoría de parejas del mundo moderno, la tecnología está presente durante una de las experiencias más íntimas y vulnerables que puede tener el cuerpo: el 77% de las parejas casadas en Estados Unidos usan regularmente algún método de anticoncepción.6 Nuestros antepasados tenían sus propios modos de evitar la fecundación, pero nosotros disponemos de tecnología anticonceptiva, que “funciona” mucho mejor (a menudo, sin que tengamos que pensar en ello o “usarla” de forma activa) y es mucho menos invasiva o perceptible de lo que nuestros antepasados pudieran haber imaginado jamás.
Incluso lo que consideramos “alta tecnología” puede pasar de ser un tipo de herramienta a un tipo de tecnología más perfecto. En sus inicios, internet era más bien una herramienta: las personas “se conectaban”, tenían que hacer algo de forma activa, y podía ser algo complicado y lento. Ahora funciona solo. No tienes que hacer nada. Es como el aire: está en todas partes.
A menudo, la gente menciona la ciencia y la tecnología en la misma frase, pero en realidad son muy diferentes. Resulta que estoy casado con una científica y sé lo mucho que trabaja para que sus experimentos den los resultados correctos y lo mucho que sus estudiantes tienen que esforzarse para entender las bases matemáticas de la ciencia moderna. En su laboratorio, tanto ella como sus estudiantes aún trabajan con utensilios (que, por muy increíblemente sofisticados que sean, no dejan de ser utensilios) que, para usarlos bien, se necesita formación y esfuerzo.
La tecnología surge del éxito asombroso de la ciencia moderna y del trabajo duro de los científicos, pero no tiene nada que ver con la ciencia.
La ciencia es difícil; la tecnología, fácil.
Fácil y omnipresente
Todo ello ha sucedido, a efectos prácticos, en más o menos dos generaciones. En cuanto a las cuestiones más fundamentales, aún somos como cualquier otra generación que haya existido; como cualquier generación anterior, hemos sido diseñados para relacionarnos los unos con los otros y con nuestro Creador; como cualquier generación anterior, vivimos en cuerpos que son a la vez bellos y molestos. Hace miles de años, “Moisés, el hombre de Dios” escribió estas palabras: “Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, solo traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan, y con ellos pasamos nosotros” (Sal. 90:10). Estas palabras son tan verdaderas hoy como cuando fueron escritas.
Sin embargo, respecto a una cuestión central, vivimos una vida que incluso nuestros abuelos no imaginaron jamás ni podrían comprender totalmente: un mundo donde el sueño tecnológico de lo “fácil y omnipresente” se ha hecho realidad (o se está haciendo realidad) ante nuestros ojos. En tiempos de nuestros abuelos, viajar en avión era raro, exclusivo y un poco peligroso; ahora, es una de las cosas más seguras que puedes hacer. Es probable que, en pocos años, otro tipo de transporte haga un salto parecido para dejar de ser una “herramienta” y convertirse en “tecnología”, de requerir habilidad para usarlo a funcionar por sí solo. Me refiero a los coches (que, finalmente serán automóviles, cosas que se mueven por sí solas). Cuando nuestros nietos sean adultos, es posible que viajar en coche (de momento, una de las cosas más peligrosas que puedes hacer) se convierta en algo tan seguro y pasivo como lo es viajar en avión para la mayoría de nosotros.
Estamos experimentando la mayor revolución de lo “fácil y omnipresente” que el mundo ha vivido jamás. Y es posible que este solo sea el principio.
Todo ello estaría bien; y la verdad es que, en su sitio, está bien.
Sin embargo, no es lo mejor para nuestras familias, y te explicaré por qué.
¿Para qué existe la familia?
Me gustaría sugerir una idea bastante radical sobre el propósito de la familia: la familia existe para formar personas. Ser una persona es un regalo, como también lo es la vida: nacemos como seres humanos creados a la imagen de Dios. Sin embargo, aunque en cierto sentido una persona es simplemente lo que somos como seres humanos, también tenemos la capacidad de llegar a ser, es decir, de crecer en habilidades que en un principio solo están presentes en nosotros de forma potencial.
La familia nos moldea de infinitas maneras. En este libro, quiero centrarme en do...

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