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Desarrollo histórico y conceptual de la orientación
1.1. Orígenes y desarrollo de la orientación
La acción de orientar es un hecho natural que siempre ha estado presente en todas las culturas y su necesidad se ha hecho evidente a lo largo de la historia, no solo para informar a las personas o ayudarlas a desarrollarse, sino también para integrarse social y profesionalmente. Por eso, puede afirmarse que la orientación es tan remota como el género humano (Bisquerra, 1998). Sin embargo, el concepto actual de orientación y sus distintos enfoques teóricos y prácticos vienen a ser el resultado de la influencia de una serie de acontecimientos y aportaciones que se han producido, principalmente, a lo largo del siglo XX.
1.1.1. Antecedentes históricos
La orientación, entendida como actividad profesional institucionalizada y dirigida para ayudar a las personas a enfrentar sus problemas, surge en los países industrializados a comienzos del siglo XX como consecuencia de los movimientos para la reforma social. Este hecho coincide, por un lado, con la fundación en Boston por Frank Parsons (1854-1908) de la primera oficina para ayudar a jóvenes que buscaban trabajo y publicar su obra Choosin a Vocation y, por otro, con el impulso de la psicotecnia y la selección profesional. No obstante, como se ha dicho anteriormente, la orientación entendida como relación de ayuda en las distintas situaciones difíciles a lo largo de la vida es tan antigua como la humanidad misma.
Los inicios o antecedentes más remotos de lo que hoy llamamos orientación son de carácter mítico y religioso y se relacionan con la astrología y la acción de los sacerdotes y magos, cuyo trabajo consistía en predecir conductas, clasificar a las personas, dictar pautas de comportamiento y decidir el futuro profesional de los sujetos; podríamos decir que las funciones del orientador las asumían los magos, los brujos, los ancianos y los sacerdotes; el objetivo fundamental consistía en mantener el orden establecido y la supervivencia del grupo (Lledó, 2007).
El hombre siempre ha buscado la ayuda de otros y se ha esforzado en auxiliar a sus semejantes, desde las formas mágicas y religiosas utilizadas en la época antigua hasta las técnicas y programas más sofisticados que se utilizan en los llamados países del primer mundo, el ser humano se ha esforzado por crear formas de ayuda para afrontar los problemas, liberar tensiones y tomar decisiones y en cada etapa fueron las circunstancias históricas las que determinaron las distintas formas de llevar a cabo dicha asistencia.
Siguiendo a Bisquerra (1996), también podemos asegurar que algunos antecedentes se remontan a los orígenes mismos de la humanidad, aunque las primeras pruebas documentales las encontramos en la cultura clásica griega. Así, Sócrates (470-399 a. C.) defendió desde su pensamiento filosófico uno de los objetivos prioritarios de la orientación, como es el conocimiento de sí mismo, y Aristóteles (384-322 a. C.) defendió el desarrollo de la racionalidad para que los sujetos pudieran elegir una actividad acorde con sus intereses.
También el estado asumió funciones relacionadas con esta disciplina, ya que facilitó las condiciones y se encargó de formar a sus ciudadanos para que pudieran trabajar en aquello que fuera más acorde con sus capacidades, teniendo en cuenta que, por aquel entonces, la elección de trabajo venía casi siempre determinada por la pertenencia a una determinada clase social.
Los historiadores otorgan a Platón (427-347 a. C.) ser el creador del primer intento de sistematización de la orientación, basada en el aprovechamiento escolar y en la capacidad específica del alma, además de considerar la necesidad de determinar las aptitudes de los individuos para lograr su ajuste profesional y social. Más tarde, esta idea fue asimilada y desarrollada ampliamente en la época romana por Cicerón (104-43 d. C.), quien estableció la importancia de las diferencias entre las personas en función de sus intereses, creencias, habilidades, conocimientos y carácter; y posteriormente por el educador romano Quintiliano (35-95 d. C.), que propuso que los maestros debían conocer las aptitudes y la personalidad de sus alumnos para adaptar su método de enseñanza y su organización según sean sus características individuales.
En la Edad Media también encontramos autores que dejan constancia por escrito del reconocimiento de la importancia que ha de otorgarse a la orientación. Así encontramos que algunas de las obras de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), como Summa Theologiae y Quaestiones Disputatae, contienen sugerencias pedagógicas para el ejercicio de una enseñanza eficaz basada en el conocimiento y desarrollo de las potencialidades humanas. Asimismo, Ramón Llull (1232-1315) en Doctrina Pueril manifiesta la necesidad de que cada persona elija la ocupación que mejor pueda desempeñar de acuerdo con sus capacidades y preferencias (Sanz Oro, 2001; Vélaz de Medrano, 1998).
Durante el Renacimiento, se producen cambios que, al situar al hombre como centro de atención favorecen el resurgir de nuevas ideas que van a configurar la corriente humanista y repercutirán de forma significativa en el desarrollo de la orientación. De esta época, siguiendo a Benavent (1996), destacamos las aportaciones de tres ilustres españoles que podemos considerar como precursores de la orientación: Rodrigo Sánchez de Arévalo (1404-1475), en su obra Speculum Vitae Humanae, que resalta la importancia de proporcionar una información estricta sobre las distintas ocupaciones para que las personas puedan realizar una correcta elección profesional. Posteriormente, Juan Luís Vives (1492-1540), en De tratendis disciplinis, opina que se deben conocer las aptitudes de la persona para orientarlas hacia las profesiones más acordes con ellas, y en De anima et vita advierte a los docentes de la necesidad de reunirse periódicamente con cada alumno para conocer sus características y poder asesorarlos en función de estas. Juan Huarte de San Juan (1529-1588), en Examen de ingenios para las ciencias, asegura que los hombres son diferentes según su naturaleza innata, independientemente de las influencias del ambiente y la educación recibida, y afirma que, en función de las habilidades que posea, a cada uno le corresponde una profesión determinada. Este autor, defendía que las personas se diferencian en inteligencia y habilidades especiales, y manifestaba la necesidad de conocer las inclinaciones especiales de cada persona con el fin de ofrecerle la formación necesaria de acuerdo con sus características.
A la obra de Huarte, Examen de ingenios para las ciencias, nombrada anteriormente, se la considera uno de los primeros indicios relacionados con el diagnóstico en orientación, ya que entre sus ideas principales destacan (Martínez González, Quintanal y Téllez, 2002):
• Al nacer, cada persona posee un temperamento diferente, del cual se desprenden distintos tipos de ingenios o capacidades para desempeñar determinadas tareas.
• Se puede realizar un diagnóstico del ingenio o las capacidades mediante las características corporales.
• Una vez diagnosticadas sus capacidades, se ha de orientar al sujeto en función de estas.
• Aunque el ingenio y las capacidades sean heredadas, el ambiente, y más en concreto la educación, influye sobre los humores modificando la dirección de estas.
Huarte, se puede considerar un antecesor directo de la psicología diferencial comparable al propio Galton (1822-1911), influyendo notablemente en el pensamiento médico-humanístico de la época. Muchas de las combinaciones y patrones de atributos de personalidad que Huarte adscribió a varias características fisiológicas han aparecido de forma recurrente, en la literatura, cuatro siglos después. Por tanto, podemos afirmar que es un verdadero adelantado de la psicología diferencial moderna, así como de la orientación profesional, al tener el acierto de relacionar, de una forma original, las diferencias existentes entre los hombres en aquellas habilidades que los caracterizan con el género de artes, letras y oficios, en general que, según dichas habilidades, les correspondería desarrollar.
La influencia de la tradición hipocrática, y especialmente galénica, queda reflejada en la obra de este autor, al situar el origen de las diferencias individuales: en primer lugar, en la importancia innata de su constitución (conceptualizada con relación a sus dimensiones físicas más que psicológicas); en segundo lugar, sobre la fuerza del medio ambiente y, finalmente, en el orden social. En este sentido, Huarte llegó a admitir, y esto es un dato relevante teniendo en cuenta las características de su época, la acción recíproca entre el medio y la naturaleza del hombre a la hora de manifestar sus connotaciones específicas. No obstante, tal y como señala Pelechano (2000), algunas de las afirmaciones de este autor en su obra estarían más próximas a las concepciones deterministas y biologicistas acerca de la inteligencia, que a postulados ambientalistas. Teniendo como base estas ideas, Sanz Oro (2010) establece que las funciones principales del orientador serían dos: diagnosticar las capacidades de los sujetos y orientar a dichos sujetos en función de sus capacidades y en relación con el desempeño de una tarea.
Otro autor que también fue primordial para entender el concepto de orientación fue Teofrasto Paracelso (1493-1541), quien nos transfirió siete pautas para auto orientarse a lo largo de la vida basadas en el optimismo, fortaleciendo el cerebro y el espíritu para repercutir en la mejora de la salud y estudió los factores de personalidad y de edad. Una frase muy célebre de Paracelso, relacionada con la autoorientación, decía: «Tan pronto como el hombre llega al conocimiento de sí mismo, no necesita ya ninguna ayuda ajena» (Sanchíz, 2008).
Posteriormente, durante la etapa del Racionalismo y a partir de los postulados filosóficos de John Locke (1632-1704) y Gottfried Leibnitz (1646-1716), surgen en la orientación dos de las tendencias que mayor repercusión han tenido y continúan teniendo en la actualidad (Benavent, 1996):
1. Orientación para la resolución de problemas.
2. Proceso psicométrico de la medida y de la evaluación objetiva de los procesos psicológicos.
Con Locke, el proceso educativo y orientador se convierte en el desarrollo de las capacidades de los sujetos para responder a las exigencias y alcanzar los objetivos que las clases sociales burguesas e industriales establecían para sus hijos. Se lo considera el más claro precursor del conductismo, al defender en el desarrollo de la inteligencia la prevalencia de la práctica y la experiencia sobre los factores genéticos.
Según Bisquerra (1996), otro momento importante en este acontecer histórico de la orientación lo constituye el inicio de la pedagogía contemporánea en el siglo XVIII, ya que supuso una serie de cambios sobre la concepción de la educación y que han tenido una fuerte incidencia en el concepto de la orientación educativa moderna. Relacionado con esto, la literatura destaca las aportaciones de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827) y Friedrich Fröbel (1782-1852), como elementos clave en el desarrollo de la psicopedagogía. Rousseau, en su obra Emilio o de la Educació...