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Algunas perspectivas interpretativas sobre el problema de la causalidad en David Hume
De todos los temas y problemas filosóficos de los que Hume se ocupó, el de la causalidad es uno de los más discutidos, comentados y analizados. La importancia de este problema es tal, que el modo en que se comprenda determina la manera en la cual se entienden las posiciones de Hume en relación con la filosofía natural, la historia, el sentido común, la moral, la política, la religión, la economía, la epistemología y, en general, casi cualquier tema al que haya dedicado algunas páginas. Su extrema importancia, por supuesto, generó y sigue generando muchas interpretaciones, lecturas y posiciones acerca de qué es lo que Hume está diciendo cuando enfrenta este tema. En efecto, la cantidad de lecturas y perspectivas en relación con este problema alcanzan fácilmente la categoría de inabarcables. Sin poder nombrarlas todas, estas lecturas van desde el escepticismo que niega la posibilidad del conocimiento sobre las cuestiones de hecho (Reid, 2004; Kant, 1999; Hegel, 1995; Russell, 2007; Kripke, 1982; Arango, 2015)2 —la que denomino comprensión o lectura estándar—, pasando por el escepticismo mitigado que le atribuye Fogelin (2008); el naturalismo y psicologismo que le atribuyen Smith (2005) y Stroud (2005); el cuasirrealismo que le atribuye Coventry (2006); el inductivismo que le atribuye De Pierris (2015), hasta los diferentes tipos de realismo escéptico que le atribuye Landy (2016), Strawson (2000, 2011, 2014), Wilson (1997, 2008) y muchos otros. La lista podría continuar y especializarse aún más, con matices cada vez más finos y detallados.
Ninguna de estas lecturas e interpretaciones es completamente descabellada ni carece de argumentos, todas cuentan con un arsenal y soporte textual más o menos claros. Sin embargo, también está claro que hay incompatibilidades entre ellas que marcan no solo la riqueza y complejidad de la posición de Hume frente a la causalidad, sino también la dificultad que implica decidirse por una sola de estas lecturas. La lectura estándar niega la posibilidad de conocer las cuestiones de hecho porque no podemos justificar ni racional ni empíricamente cualquier conexión causal, y afirma que todo lo que hay son meras conjunciones constantes. La lectura naturalista y psicologista afirma que el fundamento de las conexiones causales no es la razón sino las pasiones y que la categoría de conocimiento solo es aplicable a las relaciones de ideas. La lectura realista sostiene que la conjunción constante es una razón para sostener la existencia de causas y que Hume nunca negó la existencia de las causas, sino la posibilidad de conocer sus características y naturaleza, y esto implica la posibilidad de conocer y explicar las cuestiones de hecho.
Teniendo en cuenta lo anterior, en este capítulo me encargaré de exponer la manera en que cada una de estas lecturas ha interpretado la posición de Hume frente al problema de la causalidad. Este análisis permitirá mostrar que la lectura estándar está equivocada en su interpretación y que los argumentos, tesis y conclusiones que le atribuyen a Hume acerca de la causalidad no agotan su posición frente al tema. Además, permitirá poner de relieve aquellos elementos de la filosofía de Hume que otras lecturas consideran importantes y que deben ser tenidos en cuenta si se quiere entender su posición frente al problema de la causalidad.
La primera lectura que analizaré es la que se denomina comprensión estándar, de vital importancia para la interpretación de la filosofía de Hume por dos razones. La primera consiste en que es responsable de la imagen que se tiene de Hume de acuerdo con la cual es un filósofo escéptico que niega la posibilidad del conocimiento; la segunda es que la importancia de los filósofos que están detrás de ella es innegable para la historia de la filosofía. Lo que me interesa mostrar de esta lectura es que no es un camino interpretativo que permita comprender íntegramente lo que Hume tiene por decir frente al problema de la causalidad. A pesar de haber sido sugerida por eminentes filósofos, es un camino equivocado porque es muy parcial.
La segunda lectura que analizaré es la interpretación naturalista de Smith, central porque es la primera lectura que advirtió la importancia de los compromisos positivos con los razonamientos sobre las cuestiones de hecho y el intento humeano de explicar cómo la mente hace razonamientos causales cuando no hay una justificación racional disponible. El análisis de esta interpretación llama la atención sobre varios aspectos interesantes. El primero es la importancia de nuestra constitución natural en los razonamientos causales; el segundo es comprender cuál es la influencia de Hutcheson, Locke y Newton en la filosofía de Hume y cómo estas influencias son razones para pensar que no hay tal negación de la posibilidad del conocimiento sobre las cuestiones de hecho; el tercero es cuestionar aquella asociación que hay entre la afirmación según la cual “la inferencia causal no está determinada por la razón” y la tesis de que no existen ningún tipo de fundamento para tales inferencias.3
La tercera clase de lectura que analizaré es el realismo escéptico. Aquí expondré la interpretación de Strawson, Landy y Wilson. El análisis de estas interpretaciones es importante porque permitirá resaltar, primero, que la manera en la que se está dando el debate contemporáneo abre una perspectiva de lectura de acuerdo con la cual Hume está pensando en soluciones al problema de la causalidad y, segundo, que tales soluciones permiten comprender cómo se integran los fuertes y contundentes argumentos escépticos con las también fuertes y evidentes explicaciones causales que Hume acepta y ofrece sobre las cuestiones de hecho. En otras palabras, esta lectura es importante porque es un escenario fértil donde los elementos escépticos y no escépticos pueden integrarse en una filosofía coherente que intenta resolver un problema.
Para desarrollar todo lo dicho, en el primer apartado del capítulo expondré brevemente las tesis y los argumentos más relevantes y discutidos de la filosofía de Hume en relación con el problema de la causalidad. Esta, por supuesto, es una exposición que sirve de contexto y permite ubicar las distintas lecturas que expondré; por lo tanto, no corresponde a una exposición detallada del problema de la causalidad.4 En el segundo apartado presentaré las lecturas de Reid, Kant, Hegel, Russell y Kripke; mostraré la semejanza que tienen estas cinco lecturas y responderé a la pregunta de por qué vale la pena discutirlas. En el tercer apartado expondré la lectura naturalista de Norman Kemp Smith y señalaré los tres elementos que destaca de la filosofía de Hume: la tesis de la subordinación, el método de investigación y la distinción entre conocimiento y creencia. Finalmente, en el cuarto apartado expondré las lecturas realistas de Galen Strawson, David Landy y Fred Wilson y señalaré tres elementos destacados por ellas: la distinción entre el problema epistemológico y el problema ontológico, la necesidad de poner límites a la investigación y el rol de las preguntas escépticas.
1.1. El problema de la causalidad, una explicación preliminar
Para exponer el sentido y contenido de muchas de las lecturas sobre la filosofía de Hume conviene partir de una exposición, aunque parcial y breve, del problema de la causalidad. Tanto en el Tratado como en la Investigación, solo por nombrar dos de sus obras, la causalidad concentra buena parte de las reflexiones de Hume, pues considera que la relación causal es el fundamento de todos los razonamientos acerca de las cuestiones de hecho.5 En efecto, Hume encuentra que las explicaciones que damos acerca de por qué ocurren los fenómenos naturales y morales intentan dar cuenta de su causa; es decir, decimos que algo ocurre porque lo causó algo más; pero además creemos que algo pasa porque tenemos conocimiento de una causa que justifica nuestra creencia.
Si se le preguntara a alguien por qué cree en una cuestión de hecho, cualquiera que no está presente —por ejemplo, que su amigo está en el campo o en Francia— daría una razón, y esta sería algún otro hecho, como una carta recibida de él, o el conocimiento de sus propósitos y promesas previos. Un hombre que encontrase un reloj o cualquier otra máquina en una isla desierta sacaría la conclusión de que hubo un hombre en aquella isla. (EHU 4.1.4; 2005: 59)
En la medida en que la relación causal es la estructura de las explicaciones que ofrecemos de los fenómenos de la naturaleza, el modo en el cual se entienda la posición de Hume respecto del problema de la causalidad determina tanto el tipo de filosofía que defiende y expone como el tipo de explicaciones que ofrece y acepta.
Ahora bien, la primera característica del problema de la causalidad consiste en que, a pesar de que todos nuestros razonamientos sobre las cuestiones de hecho parecen estar fundamentados en dicha relación, tal fundamento de esta relación no parece estar ni en la experiencia ni en la razón. De acuerdo con el diagnóstico de Hume, cuando se analizan las impresiones e ideas involucradas en alguna relación causal, no encontramos ninguna idea o impresión que justifique la certeza o necesidad en la inferencia causal. Lo que vemos y percibimos en un objeto son algunas características como el color, la textura, etc., pero no vemos ni percibimos el poder que genera el efecto a partir del cual decimos que algo causó algo más. Al mismo tiempo, cuando analizamos solo las ideas involucradas en una relación causal particular no advertimos una idea que muestre el poder causal en el objeto o, en cambio, que sea en sí misma el poder causal a partir del cual se dice que algo genera algo. En pocas palabras, no vemos ni sentimos el poder causal como vemos o sentimos, por ejemplo, el color rojo; además, no pensamos o concebimos el poder causal como pensamos o concebimos el color rojo.
Ningún objeto revela por las cualidades que aparecen a los sentidos, ni las cualidades que lo produjeron, ni los efectos que surgen de él, ni puede nuestra razón, sin la asistencia de la experiencia, sacar inferencia alguna de la existencia real de las cuestiones de hecho. (EHU 4.1.6; 60)
Así, la relación que justifica las explicaciones de por qué ocurren los fenómenos no está fundamentada en ninguna idea o impresión del objeto consider...