El hombre ante la vejez
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El hombre ante la vejez

  1. 136 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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El hombre ante la vejez

Descripción del libro

El hombre ante la vejez se ocupa del modo en que las personas se encaminan hacia el final de su vida. El autor analiza el declive físico, acompañado de defectos funcionales, sin perder de vista aquello que hace del anciano un ser humano íntegro, digno de respeto y libre. El sentido de la vida, la relación humana y el modo en que se afronta los últimos años constituyen los grandes descubrimientos y el tesoro de la vejez.

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Información

Editorial
Editorial UFV
Año
2018
ISBN del libro electrónico
9788418360060
Categoría
Medicine
Categoría
Geriatrics
IV
EL DECLIVE
LLEGA UN MOMENTO EN EL TIEMPO en el que comienza el envejecimiento. Es un deterioro leve, paulatino, insidioso, lento, pero imparable. Solo se detendrá ante la muerte. Muchas personas pueden tener un aspecto envejecido aun cuando su vigor físico y mental se encuentren en su máximo apogeo. Podemos confundir el envejecimiento con el aspecto de la piel o la pérdida del cabello. Hay personas que por una causa genética o por exposición a los rayos ultravioletas del sol muestran una piel arrugada y dañada, con la aparición de irregularidades y una mayor elastosis cutánea que se traduce en las clásicas arrugas en la piel.
Otras personas presentan una marcha lenta y dificultosa por la aparición de enfermedades degenerativas articulares, que no son solo de personas de edad avanzada, pero sí más frecuentes en ellas, o debilidad muscular. En este caso, la invalidez o pérdida de autonomía resultante hace que la persona mayor empiece a renunciar a actividades y a socializarse menos por la dificultad que tiene para moverse. Su capacidad mental puede estar todavía con plena funcionalidad, pero no tardará en empezar a desarrollar la misma debilidad con pérdida de interés por el entorno, del que va aislándose poco a poco.
Hay quienes han desarrollado toda su vida un trabajo físico exento de requerimientos intelectuales y tampoco los han tenido como afición. En estas personas la jubilación representa una parada vital y tienen que empezar de nuevo, reestructurar su vida y, aunque físicamente se encuentren en el máximo de su capacidad, puede sobrevenir el desinterés y el sentimiento de que el tiempo se ha parado, el futuro deja de tener relevancia y se vive en un presente continuo, lo que caracteriza, como antes expuse, a una mentalidad de viejos.
Las mujeres parece que lo tienen mucho más fácil. La mujer, aunque haya tenido una importante actividad profesional, suele conservar un íntimo interés por el hogar, por la familia; tiene la impronta que impulsa a cuidar su entorno. La mujer también se jubila de su trabajo, también envejece físicamente, pero tiene el mismo interés por su familia que cuando era joven. Los problemas y las alegrías de sus hijos las viven las mujeres con mucha mayor intensidad y siempre tienen una tarea que realizar con amor para alguno de los suyos. Su entrega es más real y efectiva que la del hombre en general.
En este capítulo trataremos de aquellas situaciones y propiedades humanas que se van reduciendo en ese avanzar inexorable de la vejez o en el retroceso de las capacidades físicas o emocionales que el hombre adulto alcanzó. La curva de la vida se contempla como la parábola que dibuja una flecha que se dispara al aire, una ganancia paulatina de altura con un descenso más rápido y más vertical. La plenitud del adulto es una ganancia progresiva, lenta, esforzada, que lucha contra la tendencia natural a reducir el esfuerzo hasta llegar a lo que he llamado el extremo de la vida adulta y la vejez, por el contrario, es una curva de descenso mucho más veloz, que reduce la altura vital del hombre. Pero esto que externamente parece verdad es justamente lo contrario a lo que sucede naturalmente en el organismo. La elevación de la parábola es rápida, se alcanza la optimización biológica en la juventud con el funcionamiento del cuerpo en plena salud y el sujeto es reproductivamente activo. A partir de este momento se produce un declive lento, en relación con la pérdida paulatina de funciones físicas y el cese fisiológico de la capacidad reproductiva. Es decir que la parábola de la vida bajo el punto de vista de la biología es la opuesta a la parábola de la vida productiva, de trabajo, social y familiar.
Hablaremos de la autonomía en el movimiento, del deseo de amar y ser amado en relación con la sexualidad, de la capacidad intelectual y el pensamiento, y, por encima de todas ellas, cuáles son las causas conocidas de este proceso de envejecer. El objetivo de este capítulo es aportar una visión del envejecimiento como proceso orgánico, para completar la perspectiva que hasta aquí he desarrollado de la persona como ser humano, cuyas capacidades de la vida adulta determinan en su extremo temporal el comienzo y la intensidad del envejecimiento en el que la propia identidad se orienta hacia una nueva etapa de la vida que precede a la muerte.
¿Por qué se envejece?
No hay una respuesta clara e inequívoca para esta pregunta. El envejecimiento es un misterio que se va desvelando a partir de teorías que no ofrecen una seguridad categórica. El envejecimiento no es un diagnóstico patológico, por lo que no nos está permitido, bajo un punto de vista médico, hablar de una aproximación etiológica, de búsqueda de la causa productora. El envejecimiento es multifactorial, están de por medio los factores de crecimiento, los estímulos metabólicos, los mecanismos de conservación celular, las causas de la muerte celular, los factores ambientales saludables y también los factores tóxicos. El envejecimiento es un proceso que ocurre en una persona sana y predispone a la disfunción orgánica, a la aparición de patologías por reducción de los mecanismos de defensa celular e inmunológica y de las barreras naturales protectoras de la invasión de microorganismos. Las causas del envejecimiento están sujetas a diversas teorías pendientes de confirmación definitiva o de comprobar de qué modo unas y otras se complementan.26 Lo cierto es que el envejecimiento es un hecho que sucede en todas las personas que viven más allá de la edad en que se produce el máximo de la potencia vital, si bien solo es patente en aquellas que alcanzan una edad avanzada; pero no en todas las personas ocurre a la misma edad ni con la misma intensidad. En algunos aparecen rasgos que identificamos como de vejez a los 50 años y otros parecen de menor edad pasados los 70 años. Así que en ocasiones, cuando nos enteramos de la edad cronológica de algunas personas, exclamamos: «¡Qué envejecido está!» o «¡Aparenta mucho menos!»
Observamos la naturaleza y en ella vemos que todos los seres vivos manifiestan un proceso de desarrollo, maduración y crecimiento que está llamado a la reproducción y al mantenimiento de la especie. Bien sean árboles, artrópodos, moluscos o mamíferos, todos los seres vivos tienen un periodo en el que se produce el crecimiento hasta la plenitud vital. Después de este periodo ocurre un declive, que puede ser muy rápido hacia la muerte o prolongado con un periodo de envejecimiento paulatino hasta el derrumbe final de la vida que se agota y el sujeto muere.
Cuando el crecimiento y la maduración orgánica cesan empieza el declive. Es decir, alrededor de los 30 años en los seres humanos. Esa es la edad, por ejemplo, en la que se alcanza el pico más alto de contenido cálcico en los huesos para ir disminuyendo a continuación el resto de la vida. Lo que sucede es que cuanto más tardío sea el momento de maduración, es decir, cuanto más tiempo se haya invertido en el crecimiento, más se alarga la expectativa vital según los modelos matemáticos de Beier.27
El efecto anabolizante, es decir, estimulador del metabolismo, que proporciona la hormona de crecimiento es la clave del desarrollo de los primeros años de la vida, de la primera etapa vital, hasta alcanzar la óptima vitalidad. Pero al alcanzar este punto se interrumpe la producción de esta hormona por la hipófisis. No solo ya no se crece más sino que se inicia una involución en la que los tejidos se deterioran por la irrupción de radicales químicos activos producidos por el propio metabolismo: los radicales libres. Estos son fruto del metabolismo consumidor de oxígeno que oxida a las moléculas necesarias para el proceso biológico normal de las células, provocando que dicho metabolismo funcione mal. Consiguientemente las células inician un proceso de deterioro que conduce con frecuencia a su muerte.
Existen defensas naturales contra la oxidación, los antioxidantes, intrínsecos al propio organismo, o bien aquellos otros que, procedentes de la naturaleza, son ingeridos por el hombre. Sin embargo, estas defensas con el tiempo se vuelven insuficientes y la oxidación ejerce un papel deletéreo en los tejidos humanos. La estimulación celular en la primera fase de crecimiento, si ha sido intensa y duradera, ha provisto de mejores mecanismos de defensa a las células, por lo que estas se defienden mejor, lo que redunda en una mejor expectativa vital.
Por otra parte, cuanto más tiempo pasa para el organismo menor es la posibilidad de que las células se dividan y se multipliquen de modo indefinido. Cuando se estudia el envejecimiento y sus causas se encuentra indefectiblemente el nombre de Leonard Hayflick, quien en 1961 hizo un descubrimiento clave: las células normales en cultivo tienen un número determinado de divisiones, no son ni inmortales ni se reponen las unas a las otras de modo infinito. Las células que se comportan de modo juvenil se reproducen con un ritmo frenético, pero tras un número de divisiones, las células adquieren una cierta impronta de vejez, tienen menos posibilidades de seguir dividiéndose, hasta que cesan de hacerlo. Si se incluye hormona de crecimiento en el cultivo se añade un estímulo a las células que pronto hubieran dejado de dividirse y ese nuevo empujón hace que se multipliquen durante más tiempo.
Sin embargo, la pregunta es: ¿por qué dejan de dividirse las células? ¿Por qué se hacen viejas? En ese punto quizá es donde se encuentre la respuesta del envejecimiento. Las células dejan de dividirse, entre otras cosas seguramente, porque los telómeros de sus cromosomas se han vuelto críticamente cortos. Los telómeros son los finales de las cadenas de ADN de cada cromosoma, que los hace estables y les permite reduplicarse en cada división celular, lo cual permite que en el organismo vivo las células puedan dividirse a lo largo de toda la vida. ¿De modo indefinido? No; esto sería equivalente a la inmortalidad. La genética y el modo en que cada persona desarrolla su vida hacen que las células envejezcan también en el organismo vivo; las células dejan de funcionar correctamente cuando el ADN ya no interacciona con el metabolismo celular de modo correcto y mueren.
Por esta razón y otras causas las células mueren tras un proceso degenerativo en el que se acumulan materiales que no les corresponden, como placas extracelulares de amiloide en el caso de la enfermedad de Alzheimer, grasa en el hígado en la conocida esteatosis hepática, hierro en el hígado, corazón y otros órganos en la enfermedad llamada hemocromatosis, entre otras. Hay situaciones en las que se producen atrofias de determinados órganos, como ovarios o testículos por reducción de secreción hormonal en la menopausia o andropausia, o hipertrofias o hiperplasias, que consisten respectivamente en el aumento del volumen o número de las células, por ejemplo, en músculo cardíaco o próstata, y todos estos procesos pueden ir seguidos de trastornos que conducen a la muerte celular.
El mecanismo más apasionante de la muerte celular es la apoptosis —suicidio celular—, que es un mecanismo estimulado desde el interior de la célula por su propia vejez; o desde el exterior por varios motivos: falta de oxígeno en los tejidos, o como consecuencia de estímulos recibidos en las células por ciertos factores de crecimiento, hormonas, fármacos, radiaciones… Pero también existe una apoptosis programada en la que de modo autónomo la célula inicia una cascada de activaciones de moléculas llamadas caspasas que finalmente rompen la maquinaria celular, las uniones celulares, se fragmenta la célula y es fagocitada por otras células que limpian los tejidos de los restos de las muertas. De ese modo, la apoptosis o muerte celular inducida por su propio mecanismo molecular puede ser de tres tipos: programada, inducible o imprevisible. La apoptosis juega un papel clave en el envejecimiento. Solo con mirar la piel de las personas envejecidas nos damos cuenta de que algo ha sucedido para que hayan perdido consistencia en la piel y haya aparecido una pérdida de la elasticidad que mantiene la epidermis tersa en la juventud. El estudio microscópico de estas pieles muestra atrofia dérmica y epidérmica con reducción drástica del número de células y sustitución por tejido conjuntivo y proliferación de fibroblastos, que son unas células que producen colágeno, y esto se produce de un modo tan anormal y tan anárquico que la piel pierde su estructura. Con mucha frecuencia es la sumación de la radiación solar recibida a lo largo de los años la probable responsable de esa alteración cutánea, pero también es evidente que hay un factor genético, familiar, que podría predisponer a la lesión tisular inducida exógenamente.
La teoría de la codificación genética del envejecimiento, referido tanto a su causa como al momento temporal en el que aparece, recibe multitud de contradicciones, pero es patente que hay familias de longevos y se han dado casos de gemelos con evidentes diferencias físicas de origen ambiental en la intensidad de las manifestaciones del envejecimiento que luego han muerto de modo casi simultáneo; estas y otras observaciones similares nos hacen creer que hay un papel de la herencia en la duración de la vida. Se ha investigado también el papel de la longitud los telómeros mediada genéticamente, determinándose que aquellas personas con telómeros cortos desde la infancia envejecen antes, tienen más infecciones por una débil capacidad inmunitaria y tienen una vida más corta.
El envejecimiento tiene una importante vertiente externa que depende del medio en el que se vive, de la pureza de la naturaleza, de la presencia de tóxicos en el aire o en el suelo, que a menudo interfieren con la salud del ADN y el metabolismo celular o reducen la capacidad de oxigenación, dando lugar a fenómenos de anoxia para el mantenimiento del metabolismo aerobio. Sin embargo, el organismo humano cuyo desarrollo ha sido prolongado y saludable resiste mejor a los factores externos que inducen el envejecimiento, así como el desgaste por el uso, aportando mayor resistencia ósea y articular.
Pero si el mantenimiento de la vida requiere un estímulo del metabolismo, y algunas especies de insectos, por ejemplo, mueren nada más terminar su proceso de maduración reproductiva, ¿por qué el hombre tiene un periodo tan largo de declive físico? Si ya no produce hormona de crecimiento, ¿cómo mantiene sus funciones metabólicas y de mantenimiento funcional? Hay teorías que tratan de explicarlo a través de la sustitución del estímulo metabólico de la hormona del crecimiento por el de la insulina u otras hormonas metabólicamente activas. De este modo, el metabolismo humano se mantiene activo después de la pérdida de las hormonas que funcionan en el periodo de crecimiento y maduración. En cualquier caso, este extremo es complejo y de difícil análisis, pero lo cierto es que el hombre alcanza edades avanzadas con un estado metabólico global aceptable. Es señal de envejecimiento acelerado la pérdida del estado metabólico que lleva al adelgazamiento exagerado de algunas personas mayores, así como la debilidad del organismo en general en su resistencia a las infecciones y las insuficiencias de órganos clave por pérdida paulatina de capacidad funcional. Este proceso es consecuencia de la reducción de las células de diversos órganos necesarios para mantener la vitalidad del hombre y de todo ser vivo.
Hay otros mecanismos que estudian especialmente aquellos profesionales que se dedican al antiaging y que se centran en otros puntos del metabolismo, pero con todo ello lo que no puede dudarse hoy es que el envejecimiento es el resultado de un puzle complejísimo y que aunque se procura su control para detenerlo o enlentecerlo, esta intención tiene, de momento, resultados inciertos, porque lo que en realidad ha conseguido aumentar la expectativa de vida de las poblaciones occidentales ha sido la mejora de la alimentación y la mayor higiene de las condiciones de vida, mientras que otras zonas de nuestro planeta con situaciones de mayor pobreza y precariedad tienen una expectativa de vida más breve.
Más adelante nos ocuparemos de la llamada fragilidad del organismo humano, cuyas características orgánicas específicas, que son propias de la vejez, tienen causas claramente iniciadas por moléculas producidas por las células del sistema inmunológico además de trastornos hormonales inducidos y allí trataremos de estos mecanismos involucrados en el proceso de envejecimiento extremo.
El movimiento en la persona mayor
El control del movimiento está mediado por una compleja interacción de estímulos de diversos núcleos cerebrales con la corteza cerebral y con el cerebelo.
La evolución cerebral permite al ser humano desentenderse en gran medida de la rutina [de movimientos automáticos no pensados] que particularmente significa las actividades motoras, buena parte del lenguaje hablado y la expresión corporal, lo cual permite poner importantes recursos neuronales a disposición de otras tareas, tales como el razonamiento, la deducción y la planificación, la creatividad, las emociones, etc.28
En la base del cerebro existen unos núcleos llamados sustancia negra y núcleo caudado que son las responsables de la realización de ciertos movimientos de forma automática e inconsciente, de tal modo que el cerebro se concentra en la realización de una sola tarea. En el hombre este sistema es diez veces superior al de la rata en cuanto a las conexiones interneuronales, pero no en cuanto al número de neuronas, que en el hombre están sobrecargadas funcionalmente y tienen demasiado trabajo que hacer en el control de los movimientos automáticos, por lo que el humano está predispuesto a enfermedades del control del movimiento como la enfermedad de Parkinson o, en otro sentido, a problemas de memoria.29
El movimiento autónomo del hombre es reflejo y consecuencia de su ser persona. Nos movemos porque elegimos realizar una determinada actividad y no quedarnos parados o en reposo o hacer otra cosa. El movimiento es el modo en que el ser humano se relaciona con el ambiente que le rodea, con el mundo. Es reflejo de una voluntad y de un conocer previo. El hombre para moverse con un propósito necesita una integridad e integralidad de un número de funciones que le son propias: en primer lugar, los sentidos, que proporcionan información del entorno; en segundo lugar, la inteligencia que procesa el significado de lo percibido a través de la abstracción y del razonamiento lógico e informa al entendimiento, o inteligencia operativa, y a la voluntad, que elige; en tercer lugar, se requiere la integridad funcional del sistema nervioso central, especialmente en el área motora de la corteza cerebral y de las vías que llevan las órdenes a las motoneuronas de tronco cerebral y médula espinal; en cuarto lugar, se requiere una indemnidad de los núcleos de la base del cerebro y del cerebelo que controlan y modifican el tono muscular y modulan el movimiento; en quinto lugar, un normal sistema nervioso periférico que dirige las raíces nerviosas hacia los músculos que, al ser estimulados por un sistema electrolítico, producen el movimiento, finalmente normal si, en sexto lugar, los huesos y las articulaciones se encuentran indemnes.
Como se ve son muchos los factores que pueden fallar y así evitar que se ponga en acto una voluntad de movimiento específica. De hecho, en la edad avanzada, muchas anomalías y enfermedades pueden dar lugar a interrupciones de cualquiera de los eslabones que contribuyen a la producción de un movimiento voluntario con un sentido operativo y finalidad correcta.
¿Por qué una persona pierde su capacidad de movimiento? Aunque no la única causa, el dolor es la más frecuente. Muchos tipos de dolor esquelético, o músculoesquelético, inhiben el movimiento. El dolor es una impresión neurológica sobre el sistema nervioso que produce una sensación desagradable, que incita a la huida. Existen diversos estímulos que en el caso del dolor somático se denominan nociceptivos (cuya raíz es ‘nocere’, que significa «dañar») que e...

Índice

  1. Portada
  2. El autor
  3. Resumen
  4. Página de créditos
  5. Índice
  6. Introducción
  7. I. Vivir es envejecer. Autorretratos de Rembrandt
  8. II. El desarrollo vital
  9. III. La propia capacidad
  10. IV. El declive
  11. V. El envejecido capaz
  12. VI. El envejecido inválido
  13. VII. La protección dedicada a los mayore
  14. VIII. Presentaciones de la fragilidad
  15. IX. El final de la vida. Entre Tolstói y Dostoyevski
  16. Epílogo
  17. Referencias bibliográficas