Blancos contra rojos
  1. 368 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Descripción del libro

La Revolución de Octubre de 1917 constituyó uno de los hitos sobre los que giraría el devenir del mundo contemporáneo, un acontecimiento axial que, sin embargo, no puede entenderse en todo su significado sin tener en cuenta la guerra civil que desencadenó a continuación.
En Blancos contra rojos: la Guerra Civil rusa , el profesor Evan Mawdsley ofrece una interpretación exhaustiva de este vasto y complejo periodo, que asoló el antiguo imperio de los zares, alzó a los bolcheviques con la victoria y marcó el nacimiento de la Unión Soviética. Mawdsley ha conseguido con esta obra una de las síntesis más completas hasta la fecha sobre las operaciones militares de la contienda, pero su análisis no se detiene ahí, sino que incorpora otros factores decisivos como la lucha por el poder político, la disputa por los recursos del país, el papel del campesinado, las tensiones regionales entre centro y periferia rusas o las implicaciones internacionales del conflicto. Sus conclusiones, originales e incisivas, van más allá de las causas de la victoria bolchevique y plantean la relación entre la tradición autocrática rusa, el proceso revolucionario y la guerra civil para comprender el inmediato advenimiento del estalinismo y la posterior evolución de la Unión Soviética.
Cien años después del comienzo de la lucha de blancos contra rojos, podemos disfrutar, por fin en castellano, de un libro de referencia sobre el acontecimiento que marcaría todo el siglo XX: la Guerra Civil rusa.

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9788412168754
Edición
1
Categoría
History

PARTE II

1919: EL AÑO DE LOS BLANCOS

Marco como mi principal objetivo la creación de un ejército listo para el combate, la victoria sobre los bolcheviques y el establecimiento de la ley y el orden.
Almirante A. V. Kolchak, noviembre de 1918

CAPÍTULO 9

La Revolución en marcha: Sovdepia y el mundo exterior, noviembre de 1918 – junio de 1919

A la vista de la situación, por favor, emita una orden a los comandantes de las unidades pertinentes para que puedan prestar toda la ayuda posible a los Gobiernos soviéticos provisionales en Letonia, Estonia, Ucrania y Lituania, pero, por supuesto, solo a los Gobiernos soviéticos.
Lenin a Vatsetis, 29 de noviembre de 1918
Así que todo depende de si la Entente quiere enfrentarse de forma enérgica contra nosotros o de si, por diversos motivos de política interior y exterior, no lo hace.
Vatsetis, 15 de marzo de 1919
Se avecina una tormenta. Las llamas de la revolución del proletariado se extienden por toda Europa y son invencibles.
Proclama de la Komintern del Primero de Mayo, 1919

LAS FRONTERAS

El jueves 7 de noviembre de 1918 se conmemoraba el primer aniversario de la Revolución bolchevique y hubo grandes celebraciones en Moscú. Por la mañana, Lenin inauguró una estatua de Marx y Engels ante el teatro Bolshói y luego presidió el canto de la «Marsellesa» y de la «Internacional» por la multitud en la Plaza Roja. El Sexto Congreso de los Sóviets de toda Rusia se había reunido en el Bolshói la tarde anterior. «Alemania ha estallado en llamas –dijo Lenin a los delegados– y en Austria hay un incendio fuera de control». La tarde del día 8, Lenin se dirigió una vez más al congreso; «nunca –dijo–, hemos estado tan cerca como lo estamos ahora de la revolución proletaria internacional»; los victoriosos aliados occidentales tratarían de aislar a la Rusia Roja con una «Gran Muralla china», pero no tendrían éxito.1
Diez días después, y a 2100 km de distancia, se produciría otro punto de inflexión en la Guerra Civil, cuando el almirante Kolchak se hizo con el poder en Omsk. No obstante, lo que estuvo en mente de todos el día 17 fue el colapso de Alemania, pues al mismo tiempo que el congreso de los sóviets se reunía, una delegación alemana se dirigía hacia Compiègne para firmar el armisticio con los aliados occidentales. La derrota de las Potencias Centrales había abierto grandes oportunidades para la Rusia soviética y conllevó graves peligros. En primer lugar, y el más inmediato, las guarniciones alemanas y austríacas comenzaron a retirarse de las fronteras occidentales y meridionales, lo que daba acceso a Moscú a lo que se había perdido en Brest-Litovsk. En segundo lugar, las crisis en Berlín y Viena facilitaban alcanzar el objetivo último de los líderes bolcheviques: la transformación de la Revolución rusa en un gran movimiento internacional. Y, en tercer lugar, después de la victoria aliada, las tropas de la Entente estaban, en teoría, disponibles para utilizarse contra la Rusia soviética; la apertura de los mares Báltico y Negro implicaba que podrían operar mucho más cerca del corazón de Sovdepia que en 1918.
A finales de otoño de 1918, el territorio soviético acababa a solo 240 km al oeste de Petrogrado; la línea de demarcación fijada en Brest-Litovsk trazaba un arco de 1610 km hacia el sur y el sudeste, desde el golfo de Finlandia hasta la región del Don. Aunque las provincias zaristas del lado «austro-germano» eran, principalmente, no rusas, Moscú hizo un gran esfuerzo en los nueve meses siguientes a noviembre de 1918 para extender su autoridad más allá. La primera intervención se produjo en el norte, en Estonia (provincia de Estliand). Hubo manifestaciones obreras en la principal ciudad, Reval (actual Tallin), a medida que el régimen de ocupación alemán se desvanecía, pero no existía ninguna organización local bolchevique efectiva. Rápidamente, un Gobierno nacionalista de centro-izquierda se hizo con el poder efectivo; su programa gozaba de amplios apoyos y podía combinar el nacionalismo y la reforma social al repartir las parcelas de los terratenientes germanoparlantes. El poder soviético tenía que depender de la intervención armada desde el exterior. A finales de noviembre, el nuevo 7.º Ejército Rojo cruzó la línea de demarcación, y tómo Pskov y Narva, y se estableció un gobierno prosoviético, la Comuna del Pueblo Trabajador de Estonia, en Narva. Para mediados de diciembre, las fuerzas rojas habían avanzado 210 km y se situaban a unos pocos kilómetros de Reval.
Sin embargo, los nacionalistas estonios habían sido capaces de reunir un reducido ejército, pero eficaz, y de conseguir apoyos extranjeros: rusos antibolcheviques, voluntarios finlandeses y suecos y una flotilla británica. Las tropas rojas eran, en su mayoría, rusas, aparentemente más bien invasoras que libertadoras (se formó un Ejército [Rojo] de Estonia independiente en febrero de 1919, pero nunca resultó muy capaz). Las fuerzas soviéticas eran inferiores en número y estaban desmoralizadas, pues los mejores destacamentos habían sido enviados al Volga; una buena parte de las tropas disponibles debía permanecer al noroeste de Petrogrado para proteger a la antigua capital contra un posible ataque desde Finlandia. Tras algunas escaramuzas, los invasores rojos tuvieron que retirarse al punto de partida. Después de esto, el lago Chud (actual lago Peipus) proporcionó a Estonia una frontera natural al este y, además, protegida por los blancos rusos. La Comuna del Pueblo Trabajador, que nunca había gozado de gran simpatía entre los campesinos estonios, llegó a su fin en junio de 1919. La victoria nacionalista en Estonia tuvo consecuencias estratégicas importantes: la retaguardia de las fuerzas soviéticas que operaban más al sur, en las fronteras, se vio amenazada y, en 1919, también la propia Petrogrado fue atacada en dos ocasiones desde Estonia.
Resulta interesante que no se produjera ninguna ofensiva, ni política ni militar, contra los finlandeses, los primos de los estonios. El Grupo de Ejércitos Rojo del Norte se planteó esta posibilidad, pero se descartó.2 En realidad, los rojos ni siquiera habían llegado a establecer un gobierno títere finlandés en territorio soviético. Los rojos finlandeses habían sido masacrados en la guerra civil de comienzos de 1918; los nacionalistas finlandeses habían consolidado el poder real con la formación de un Ejército y de un Gobierno y no dependían solo de la ocupación militar alemana. Finlandia constituía un enorme país para un ataque. Es probable que los rojos se vieran frenados por la larga historia de autonomía de Finlandia y por el reconocimiento soviético de su independencia en 1917. En cualquier caso, para Moscú resultaba más conveniente la neutralidad finlandesa que unas pequeñas victorias.
Al sur de Estonia, en Letonia (provincias de Livonia y Curlandia), las expectativas del dominio soviético se presentaban mejores. La izquierda radical había gozado de una fuerte tradición tanto en las zonas rurales como en las ciudades y todavía se mostraba poderosa en 1918. Su arrasada capital, Riga, sirvió de escenario para intensas disputas entre los bolcheviques y los nacionalistas del lugar. La llegada de unidades del Ejército Rojo, el 3 de enero de 1919, confirmó la inclinación hacia la izquierda. Los nacionalistas letones contaban con una frontera más difícil de defender que los estonios y los rojos tenían en los Fusileros Letones un recurso extraordinario; los Fusileros habían sido trasladados desde los frentes internos rusos y reorganizados a primeros de enero bajo el nombre de «Ejército de la Letonia soviética». La República Socialista Soviética de Letonia se estableció en Riga; su primer Congreso de los Sóviets de toda Letonia se celebró en enero en presencia de bolcheviques de primera fila, como Sverdlov y L. B. Kámenev. Mientras tanto, las escasas fuerzas nacionalistas letonas tuvieron que retroceder hacia el puerto báltico de Libava (Libau, actual Liepaja).
No obstante, la República Socialista Soviética de Letonia afrontaba graves problemas económicos después haber sido zona de guerra durante cinco años y sus políticas radicales no eran la solución, por lo que resultaba complicado recabar apoyos populares. Aún más importante, fuerzas alemanas reclutadas de las guarniciones y de la minoría local (exzarista) alemana operaban indistintamente en su contra, como aliados, como instrumento del nuevo Gobierno de Berlín y para sus propios fines. Al mando del General Von der Goltz expulsaron a los rojos de Mitava (Mitau, actual Jelgava), justo al sudoeste de Riga, lo que posibilitó que la ciudad se convirtiera en la capital del gobierno nacionalista letón. Mientras tanto, el fracaso de los rojos en el frente estonio y la falta de coordinación entre el 7.º Ejército Rojo y el ejército letón permitieron que los victoriosos estonios cortasen desde el norte la principal conexión por ferrocarril entre Riga y la Rusia soviética. Para entonces, la moral de los Fusileros Letones, que habían soportado los embates de un año de batallas, estaba profundamente afectada y Moscú no disponía de reemplazos ni refuerzos para enviar. Entonces, los alemanes de Von der Goltz recuperaron Riga en mayo de 1919, lo que puso fin de manera defintiva a la República Socialista Soviética de Letonia (aunque funcionó un gobierno soviético en el exilio hasta enero de 1920).
La situación en las que habían conformado las provincias occidentales de la Rusia zarista (Kaunas, Vilna, Grodno, Suwalki, Minsk, Volinia) era diferente a la del Báltico. Los colectivos más numerosos eran el millón y medio de lituanos y los cinco millones de bielorrusos. No tenían demasiado en común, aparte de ser naciones rurales con una escasa tradición nacional, y sus idiomas no estaban relacionados. Sus ciudades contaban con un gran número de habitantes judíos, polacos y rusos y, a diferencia de las provincias bálticas, la franja de las provincias occidentales era reclamada (con argumentos estratégicos, históricos y políticos) tanto por Rusia como por la renacida Polonia. Lituania estuvo inicialmente ocupada por el Oberost (mando alemán en el este), pero los bolcheviques lituanos también reclamaban el poder en Vilna (Vilnius, en lituano), antes de que el Ejército Rojo llegara a la ciudad en enero de 1919. La República Socialista Soviética de Lituania, establecida en diciembre de 1918, contaba con escasos territorios, poco apoyo popular y un gobierno poco efectivo. Al mismo tiempo, los nacionalistas lituanos establecieron una base propia más al oeste, en Kovno (actual Kaunas), bajo protección alemana. Bielorrusia era todavía más, si cabe, una creación artificial. Minsk fue tomada por el Ejército Rojo el 10 de diciembre y Moscú estableció una República Socialista Soviética de Bielorrusia dos semanas después.
La forma que tuvieron los rojos de hacer frente a la debilidad de ambas regiones fue unirlas en febrero de 1919 bajo la denominación de República Socialista Soviética Lituano-Bielorrusa, o «Litbel», pero con escasos resultados. En abril, los polacos, que pudieron reunir un auténtico ejército propio, avanzaron hacia el este para arrebatar Vilna a los rojos. A pesar de que polacos y lituanos acabarían en disputas por la frontera compartida, los polacos desde Vilna protegieron tanto Kaunas como al Gobierno nacionalista lituano de forma eficaz. La propia Litbel se desintegró en agosto de 1919, cuando Minsk cayó ante los polacos; la República Socialista Soviética de Bielorrusia se restablecería en 1920.
Moscú no le había otorgado una prioridad elevada al frente militar en esta región hasta 1920, a pesar de que la confrontación con Polonia, aunque intermitente, venía de largo. En noviembre de 1918, los rojos formaron el Ejército Occidental y, en enero, Vatsetis informó a los líderes soviéticos de que avanzaba «hacia las antiguas fronteras de Rusia (Rossiia)», con la toma de Grodno y de Brest-Litovsk –es decir, todas las fronteras disputadas entre Rusia y Polonia («desde una perspectiva estratégica, es deseable que los territorios en disputa pasen a estar en nuestras manos antes de que el asunto se resuelva mediante la diplomacia o por la fuerza de las armas»).3 Las primeras escaramuzas con los polacos tuvieron lugar a comienzos de 1919, pero, a pesar de la presencia de un ejército polaco numeroso, no se destinaron fuerzas rojas de consideración al oeste en todo 1919. Moscú prefería ceder territorios a los polacos antes que exponerse a una guerra abierta.
La expansión del poder soviético a lo largo de la línea de demarcación hacia el interior de Ucrania había resultado una tarea aún más complicada que en el Báltico y en el oeste, dada su población y la extensión territorial. Sumaba 32 millones de ucranianos, que habitaban una región del tamaño de Francia. El invierno anterior, los destacamentos rojos apenas habían expulsado a la Rada ucraniana de Kiev cuando el propio gobierno soviético en la región fue desalojado, a su vez, por los alemanes y los austríacos. Ucrania había estado ocupada por las Potencias Centrales desde antes de mediados de 1918, bajo el gobierno nominal del hetman, el general Skoropadski. En los nueve meses que duró su exi...

Índice

  1. Cubierta
  2. Título
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Nota de la editorial
  6. Prólogo a la primera edición
  7. Prólogo a la edición de 2008
  8. Parte I - 1918: El año decisivo
  9. Parte II - 1919: El año de los blancos
  10. Parte III - 1920: El año de la victoria
  11. Conclusión
  12. Mapas
  13. Glosario y abreviaturas
  14. Bibliografía