Historia de las ideas contemporáneas
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Historia de las ideas contemporáneas

  1. 496 páginas
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Historia de las ideas contemporáneas

Descripción del libro

Siguiendo el hilo conductor del proceso de secularización, y desde una visión cristiana del hombre y de la historia, el autor expone las claves de la época moderna (siglos XVI-XVIII), para analizar a continuación las principales ideologías contemporáneas -liberalismo, nacionalismo, marxismo, cientificismo- y subrayar su papel de religiones sustitutivas. La tercera parte trata la crisis de la cultura de la Modernidad en el siglo XX, examinando con detalle el nihilismo, la sociedad permisiva y los movimientos culturales de mayor actualidad: feminismo, ecologismo, nuevos movimientos religiosos.

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Información

Año
2017
ISBN del libro electrónico
9788432137587
Categoría
Storia
Categoría
Storia europea
PRIMERA PARTE

LAS RAÍCES DE LA MODERNIDAD

I

RENACIMIENTO, NUEVO MUNDO Y REFORMA PROTESTANTE

Entre el siglo XV y el XVI se suceden una serie de hechos históricos que indican que un mundo se está agotando —el medieval— y otro está naciendo —el moderno—. La caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453 pone fin a una continuidad histórica milenaria, la de la dignidad imperial romana. Dicho acontecimiento trajo consecuencias importantes que incidirán en la nueva configuración del mundo. Numerosos teólogos, filósofos, literatos y filólogos bizantinos abandonarán su patria y se trasladarán a Italia —en particular, a Florencia— fortaleciendo así un movimiento de regreso a las fuentes clásicas de la cultura, que se denominará Renacimiento o Humanismo. A su vez, el cierre de la ruta comercial hacia Oriente, causado por la caída de Bizancio, será un elemento importante para explicar los adelantos técnicos que se verifican durante la segunda mitad del siglo XV en lo que respecta a las ciencias y técnicas de la navegación. Tales adelantos permitieron realizar distintos intentos para encontrar nuevas rutas que llevaran hasta la China y la India. Algunos de esos intentos terminarán providencialmente con el descubrimiento de América y por ende con el ensanchamiento de la visión europea del mundo. En 1517, poco antes de que Magallanes iniciase su travesía de circunvalación del mundo, y Cortés estuviese a las puertas de México, un fraile agustino, Martín Lutero, comienza su predicación antiromana desde Wittenberg. El fin de la unidad de la Cristiandad medieval, causada por las discordias religiosas entre católicos, luteranos, calvinistas, anglicanos, producirá efectos tan revolucionarios como los de la entrada en la escena occidental del nuevo continente americano.
Renacimiento, descubrimiento de América y Reforma protestante pusieron a circular un gran número de ideas nuevas, que encontraron un aliado fundamental en un avance tecnológico de esa época: me refiero a la invención de la imprenta, a mediados del siglo XV, por obra de Johannes Guttenberg.
Los siglos XV y XVI son una especie de bisagra entre dos estructuras históricas: la de la Cristiandad medieval (siglos XI-mitad del siglo XV) y la del Antiguo Régimen (siglos XVII y XVIII).
Es una época caracterizada por procesos de cambio, donde se evidencian novedades modernas, pero a la vez perduran continuidades medievales. En estas páginas dedicaremos especial atención a los elementos que manifiestan el inicio del proceso de secularización, entendido en los dos sentidos antes descritos: el de la afirmación de la autonomía absoluta del hombre y el de desclericalización o toma de conciencia de la autonomía relativa de las realidades temporales.

1. Renacimiento y antropocentrismo

Con el término Renacimiento se designa una serie de procesos culturales que tuvieron lugar en los siglos XV y XVI, pero cuyos primeros atisbos se pueden encontrar ya en el siglo XIV.
Quizá el elemento principal del espíritu renacentista sea el de la vuelta a los clásicos. La llegada de humanistas griegos a Italia favoreció los estudios de la antigüedad greco-romana. El análisis minucioso de las fuentes y los esfuerzos por comprender los textos en el contexto histórico en el que nacieron dieron vida a este renacimiento de la cultura clásica.
Durante el medioevo se utilizaron muchas fuentes clásicas para la elaboración de los sistemas teológicos escolásticos. Pero dichas fuentes eran prevalentemente instrumentos puestos al servicio de la exposición sistemática de la fe. Ahora se trataba de valorar las fuentes en sí mismas: Platón, Aristóteles, los estoicos, Cicerón cobraban nueva vida a partir de los estudios filológicos, retóricos, lingüísticos. Los humanistas se propusieron imitar la elocuencia greco-latina, superando las decadencias estilísticas bajomedievales.
Un proceso análogo se verificó en el terreno de las artes plásticas: los ejemplos de la antigüedad mediterránea en arquitectura, pintura, escultura fueron seguidos por un altísimo número de artistas italianos, que lograron imponer sus técnicas al servicio del nuevo estilo de reminiscencias clásicas en el resto de Europa. Basta citar los nombres de Leonardo, Miguel Angel, Rafael, Botticelli, Ticiano para comprender la importancia que ejerció el Renacimiento en el naciente mundo moderno.
La tendencia a volver a los orígenes de la civilización europea también se concretó en un creciente interés por el estudio de los orígenes del cristianismo. Durante el Renacimiento se llevan a cabo numerosas ediciones de la Sagrada Escritura, que intentaban establecer el texto original de la Biblia, para reemplazar la edición tradicional de la Vulgata, considerada plagada de errores. Al mismo tiempo, se inician ediciones de los Padres de la Iglesia, a quienes se veneraba como los más autorizados testimonios de la vida cristiana primitiva. En esta labor destacó el famoso humanista holandés Erasmo de Rotterdam.
En el ámbito científico, durante estos años de cambio se formulan teorías cosmológicas que terminarán por modificar la visión del universo. Los descubrimientos de Copérnico, Ticho Brahe y Kepler en astronomía marcan una nueva época, aunque esta nueva visión tardará décadas en suplantar las ideas populares al respecto. A su vez, se realizan avances tecnológicos importantes en materia de navegación, arte militar, minería, etc., que si bien se apoyaban en invenciones medievales, en este periodo se aceleran, preparando el terreno al desarrollo tecnológico todavía más sostenido y revolucionario del siglo XVII.
No es posible en estas páginas detenernos en cuestiones de detalle. Como ya hemos advertido, sólo nos interesa señalar los elementos propios del proceso de secularización que caracteriza a la Modernidad. En este sentido, el Renacimiento presenta muchas facetas ricas en diversidad, y no es factible ofrecer un juicio sumario sobre los efectos que dicho movimiento ejerció en la secularización moderna. La primera impresión que podría obtener un analista superficial sería la siguiente: el Renacimiento redescubre el mundo clásico en su radical antropocentrismo, que se opone a la tradición medieval cristiana teocéntrica. A partir del siglo XV se abandona la visión trascendente de la vida, para centrarse en el valor intrínseco de las cosas naturales. Evidentemente, esta somera descripción peca de simplista, y se impone un análisis más sereno e integral de las cosas.
Respecto a la filosofía renacentista, es evidente que cambia el ambiente intelectual respecto a la escolástica bajomedieval, por lo menos en cuanto a estilo, métodos y temáticas. Tal filosofía no se presenta como un bloque monolítico: hay corrientes platónicas, desarrolladas fundamentalmente en Florencia, que intentan una síntesis entre pensamiento clásico y cristianismo, mientras que otras escuelas tienden al naturalismo. En las corrientes de inspiración platónica la temática fundamental es el hombre, entendido como microcosmos en armonía con el universo, y que contempla la perfección de Dios como modelo que el hombre debe reflejar. Autores como Nicolás de Cusa (1401-1464), Pico della Mirandola (1463-1494) o Marsilio Ficino (1433-1499) pueden ser tildados de antropocéntricos, no en el sentido de negación de lo trascendente, sino sólo por el puesto que el estudio del hombre ocupa en sus doctrinas. Pero se trata de un hombre que no se concibe sin su referencia a Dios. Serán otras las corrientes renacentistas más naturalistas, que en cierta medida ponen las bases para la afirmación de la autonomía absoluta del hombre, como el aristotelismo de la escuela de Padua, que niega que se pueda demostrar con argumentos racionales la inmortalidad del alma. En general se puede afirmar que el influjo platónico permitió síntesis armoniosas entre razón y fe, entre cultura clásica y visión cristiana del hombre, mientras que los aristotélicos tendieron hacia un naturalismo autónomo que entraba en colisión con algunas verdades religiosas.
En el ámbito de las artes, la ambigüedad del Renacimiento se manifiesta, por un lado, en la secularización de muchos motivos estéticos, con la proliferación de las temáticas mitológicas y representaciones sensuales, y por otro, en la exaltación de la fe cristiana a través de edificios, pinturas, esculturas y composiciones musicales. Es significativo el hecho de que los materiales de las ruinas clásicas fueron utilizados para la construcción de los templos más importantes de la Roma cristiana. Lo que sí se observa como elemento común en las expresiones artísticas de uno u otro signo es el aprecio por la naturaleza, concretada en las nuevas técnicas para reproducir espacios según las leyes de la perspectiva y en el papel preponderante del cuerpo humano. Este elemento común implicaba una valoración positiva de la creación y de la vida terrena, que no se oponía necesariamente a la visión trascendente de la existencia humana. El predominio del sentido de la vista, defendido por Leonardo da Vinci (1425-1519) —«el ojo es el más digno de los sentidos»—, anunciaba algunas características de la Modernidad: la primacía de lo experimentable sobre lo recibido por tradición (ámbito en el que reinaba el sentido del oído, a través del cual se reciben las autoridades), y la tendencia a implantar la lógica del dominio del hombre en su relación con la naturaleza, recalcada más tarde por Galileo, Descartes y Francis Bacon.
El deseo de volver a las fuentes de la vida cristiana no signicaba una crítica a la religión en cuanto tal, sino más bien un deseo de purificación de la vivencia cristiana, distinguiendo elementos auténticos de supersticiones y costumbres humanas que se habían ido solidificando en los siglos medios. Los estudios filológicos de Lorenzo Valla, por ejemplo, llegaron a la conclusión de que la llamada “Donación de Constantino” —supuesta entrega al Papa del poder temporal en el centro de Italia por parte del Emperador— era una invención medieval carente de fundamentación histórica. A veces, las intenciones de los humanistas fueron meramente eruditas, pero en muchos otros casos, los estudios filológicos estaban animados de un sincero deseo de reforma moral, como lo demuestran las obras de Tomás Moro, Juan Luis Vives o, con algunas reservas, Erasmo de Rotterdam.
La revaloración de la antigüedad clásica presentó algunas veces la tentación de “superar” el cristianismo, ofreciendo modelos de vida estoico-epicúreos, como es el caso del libertinismo renacentista.
Pero también abrió una posibilidad de presentar el cristianismo como culminación de lo verdaderamente humano, que perfecciona y completa las deficiencias de la visión clásica del hombre.
Como se ve, el Renacimiento, en cuanto antropocentrismo, es secularizador en distintos sentidos, y es imprescindible distinguir procesos de uno u otro tipo para no caer en visiones maniqueas. Donde sí se puede observar una clara manifestación de la secularización en sentido fuerte —como afirmación de la autonomía absoluta del hombre— es en una de las doctrinas renacentistas más centrales y de mayor influjo en los siglos posteriores: me refiero a la teoría política de Nicolás Maquiavelo (1469-1527). El florentino elaborará una doctrina que separaba radicalmente la política de la religión y de la moral. Según Maquiavelo, la tradición política clásica había puesto la mirada en el hombre como debería ser. Así, las soluciones políticas greco-latinas y medievales terminaban en una abstracción, lejana de la realidad fáctica. Las circunstancias históricas de la Italia renacentista empujan al florentino a dirigir la mirada más abajo, y contemplar al hombre real, cogido en su contradicción existencial. El fin último del príncipe debe ser la conservación del poder político. Para hacer esto hay que conocer las pasiones humanas y jugar con ellas. Todo medio que permita el mantenimiento del poder llega a ser, desde esta perspectiva pragmática, lícito. La política goza de una autonomía particular, donde las reglas de la moral natural y las verdades de la religión revelada dejan de ser absolutas, para convertirse en medios para la conservación del Estado, identificado, en algunas páginas maquiavélicas, con la fuerza del poder político.
Quizá Maquiavelo no era consciente de las consecuencias que tal teoría habría tenido en un futuro lejano, cuando otras teorías políticas basadas en la fuerza y en la violencia hicieron su aparición en el escenario de la historia mundial. La secularización de la política, entre otras consecuencias, proclamó la razón de Estado como fin último de los estados nacionales. El cardenal Richelieu en el siglo XVII y Otto von Bismarck en el siglo XIX serán los principales defensores de esta teoría en el ámbito de las relaciones internacionales, poniendo las bases para las grandes tragedias del siglo XX. Pero estas teorías serán objeto de nuestro estudio en la segunda parte de este curso.
Los intelectuales del Renacimiento tenían una viva conciencia de que se estaba inaugurando una nueva época. Giorgio Vasari (1511-1574), pintor e historiador del arte, utiliza por primera vez el término “moderno” para referirse a los nuevos estilos en pintura, arquitectura y escultura, considerados como superiores aun a los clásicos. Francis Bacon hablaba de una “tercera época”, después de la Antigüedad y del Medioevo, y afirmaba que «esta tercera época superará en mucho el patrimonio cultural de Grecia y Roma»1. En 1559, Mathias Quadt declaraba: «lo que en el pasado era asimilable sólo por pocos y seleccionados adeptos, ahora es comprendido por personas comunes, mediocres, de modesta instrucción. Llegará un día en que todos los secretos de la naturaleza estarán al alcance de la mente humana»2. Contemporáneamente, Jean Fernel alababa «esta nuestra era, que ve a las artes y a las ciencias triunfalmente renacidas después de doce siglos de abandono»3. Surgía así el concepto autorreferencial de Modernidad, ligado a la afirmación de las capacidades humanas, y en contraposición al periodo precedente, tildado de gótico y bárbaro.

2. Descubrimiento de América y secularización

El contacto de los europeos con el continente americano trajo un sinnúmero de consecuencias de diversa índole. Centrándonos en las que influyen en el proceso de secularización, nos detendremos, por un lado, en las críticas que, tomando pie de los sucesos americanos, se dirigen contra la teocracia medieval; y por otro, en la elaboración de una nueva figura antropológica que servirá de base a las doctrinas revolucionarias de finales del siglo XVIII: me refiero a la visión del hombre primitivo como buen salvaje, que se encuentra en plena armonía con la naturaleza.

a) Los Justos Títulos y la secularización; de la teocracia medieval

Cuando Colón regresa de su primer viaje, la corona castellana realiza rápidas gestiones con la Santa Sede para obtener una serie de privilegios sobre las tierras recién descubiertas.
Se trataba de una praxis normal en la Europa del siglo XV, todavía unida moralmente bajo la autoridad pontificia. El Papa Alejandro VI, mediante cuatro bulas, dona en 1493 las tierras descubiertas y por descubrir a los reyes de Castilla, con el fin de evangelizarlas. Detrás de este acto papal se vislumbraba la idea de que el Romano Pontífice poseía la suma potestad espiritual y temporal sobre todo el mundo, y en consecuencia podía donar tierras pobladas por infieles a un reino cristiano, en aras a su cristianización. La llamada duda indiana —la duda que se ponía la conciencia cristiana sobre la legitimidad de la ocupación de América— surgió relativamente rápido. Las declaraciones de principio de los reyes de Castilla y la legislación que fue elaborada en defensa de los aborígenes amer...

Índice

  1. INTRODUCCIÓN
  2. PRIMERA PARTE - LAS RAÍCES DE LA MODERNIDAD
  3. SEGUNDA PARTE - LA MODERNIDAD IDEOLÓGICA
  4. TERCERA PARTE - LA CRISIS DE LA CULTURA DE LA MODERNIDAD
  5. CUARTA PARTE - LA IGLESIA CATÓLICA Y EL MUNDO CONTEMPORÁNEO
  6. EPÍLOGO
  7. BIBLIOGRAFÍA