Capítulo 6
La recepción de Karl barth en América Latina
[…] no hay ningún pasaje de la Biblia en que Dios aparezca como el Señor y Salvador de los ricos y de su riqueza, donde los pobres sean exhortados a preservar la riqueza de los ricos mientras ellos permanecen pobres, simplemente por causa de los ricos. […] la Biblia está del lado de los pobres. Aquel a quien la Biblia llama Dios toma partido a favor de los pobres.
Karl Barth
Karl Barth es uno de los teólogos que mayor impacto provocó a nivel mundial. Tanto que, en célebre metáfora de Karl Adam, su comentario a la carta a los Romanos fue una bomba de tiempo que cayó en el terreno de los teólogos. La influencia de Barth no se ha circunscripto solo al mundo protestante y evangélico, ya que teólogos católicos como el mencionado Karl Adam (a los que podemos sumar a Hans von Balthasar y Hans Kün) recibieron la impronta del teólogo de Basilea. Recientemente, un teólogo latinoamericano publicó un artículo titulado “Karl Barth: teólogo ecuménico”, en el cual destaca la monumental obra de Barth que lo constituye en una especie de “Santo Tomás protestante” y concluye en estos términos:
La figura y la obra de Barth poseen un profundo valor ecuménico, en cuanto que ha devuelto a la teología a su objeto propio, que es la palabra de Dios. Ciertamente, el debate teológico ha continuado, y las actuales posiciones entre las iglesias han sido más allá de Barth, pero a partir de sus planteos ha hecho asumir a la teología, concibiéndola y practicándola como teología de la Palabra.
En lo que se refiere al ámbito protestante latinoamericano, tres teólogos fueron estudiantes directos de Karl Barth. Nos referimos a Emilio Castro, Rolando Gutiérrez-Cortés y Juan Stam. Es oportuno, entonces, recorrer los distintos espacios donde se refleja la recepción de la teología barthiana en nuestra América Latina. Primero, nos referimos a la influencia en Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), luego en la teología de la liberación y finalmente en la teología evangélica, vinculada en parte con la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Antes de analizar esos tres ámbitos debemos mencionar acaso el primer texto de Barth traducido al castellano: Bosquejo de dogmática, tarea realizada por Manuel Gutiérrez Marín. Según comenta el propio teólogo español: “Conversando en Amsterdam –era el año 1948– con Karl Barth, fue él mismo que me propuso tradujese al español su “Bosquejo de Dogmática”. También consigna que en 1949 dictó unas conferencias sobre teología dialéctica en la Facultad Evangélica de Teología que luego serían publicadas por La Aurora y la Casa Unida de Publicaciones bajo el título Dios ha hablado. La obra reproduce esas conferencias y está dedicada a su promotor, el Dr. B. Foster Stockwell, rector de la Facultad Evangélica de Teología, antecesora del Isedet. El teólogo español expone, como dice el subtítulo del libro, El pensamiento dialéctico de Kierkegaard, Brunner y Barth. En el prólogo, escrito en Montevideo en setiembre de 1949, el autor considera un privilegio especial “haber podido traer a la América Latina la ideología dialéctica dentro de la teología evangélica y espero que servirá de aliciente a muchos para examinar su posición ante las Sagradas Escrituras y la persona de Jesucristo”. Luego de afirmar que Barth es el padre de la teología dialéctica, afirmación que él mismo hubiera rechazado, el expositor reconoce que Barth ha tenido que luchar contra tres frentes: el catolicismo, los “fundamentalistas” –tal como los designa– y los liberales, a los cuales respondió afirmando respectivamente que la Iglesia, la Biblia y la experiencia son cosas humanas y, por lo tanto, no divinas. Pero eso no significa, como aclara más adelante (y sobre lo cual no es posible poner demasiado énfasis), que la Escritura no tuviese importancia para él. Por el contrario, la Biblia es “la revelación de Dios mismo”. En cuanto al carácter dialéctico de su teología, Gutiérrez Marín considera que se verifica en que para Barth tanto el pensar filosófico como el teológico se mueven en la discontinuidad de los medios o instrumentos humanos. En otras palabras: “que no vale encerrarse en tesis ni antítesis, ya que la síntesis las supera a todas; ni vale pronunciar un sí o un no rotundos, ya que el origen que se busca ha de salir justamente de ambos. Sólo Dios puede decir la verdad […]”. De los temas clásicos de la teología sistemática, Gutiérrez Marín destaca la escatología en su versión profética, la cristología y la eclesiología. La primera es la que más atención le merece por ser el núcleo central de la teología barthiana, al punto de que el propio teólogo suizo decía: “Dime cómo es tu cristología y te diré quién eres”. En su cristología Barth pone de manifiesto la influencia de Lutero y su theologia crucis como también su expresión magnífica que describe al cristiano como simul iustus et peccator ya que no se trata de la justificación del santo sino de la iustificatio impii. Siempre dentro del contexto cristológico, Gutiérrez Marín subraya que para Barth no hay diferencias entre “Reino de Dios, Reino de los cielos y Reino de Jesús”. Lo importante radica en el hecho de que ese Reino no es producto de la evolución de los esfuerzos humanos sino de la acción de Dios mismo; por lo tanto, ahí puede vislumbrarse la influencia de Calvino: soli Deo gloria. Un amplio espacio ocupa la fe en esta interpretación que de Barth hace el teólogo español. La fe no es para Barth un fenómeno anímico o psicológico y ni siquiera “religioso” sino “el humillarse con temor y temblor bajo el juicio divino, el detenerse ante la soberanía de Dios, el respetar el incógnito divino; la fe, la aceptación del no de Dios, que Él proclama en Jesucristo para el mundo entero”. Citando al propio Barth concluye: “La fe es, pues, una decisión; la exclusión de la incredulidad, la superación de la rebeldía contra la realidad divina, y la aceptación de su existencia y validez…”. Gutiérrez Marín conecta luego la cristología con la soteriología, particularmente con el vidrioso tema de la predestinación que en su reinterpretación supera todo determinismo fatal al concentrarla en Jesucristo. Dice Barth: “Somos eleg...