Navidad: Dios apuesta por la humanidad
  1. 68 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Descripción del libro

Cada año, cada Navidad, nos conviene volver a aprender lo que significan estos días, la Buena Nueva que nos traen, la ilusión profunda que nos hacen vivir. Y por ello, desde el principio, desde el primer anuncio de los ángeles aquella noche, generaciones y generaciones de creyentes han aportado su reflexión y su testimonio y lo han compartido, y nos lo han ofrecido para acompañarnos en esta vivencia. Este libro es un nuevo eslabón ofrecido en esta Navidad. Son unas reflexiones póstumas de Narcís Costabella, sacerdote de la diócesis de Girona. Unas reflexiones ordenadas y preparadas por Bernabé Dalmau, monje de Montserrat, y que se ponen a nuestro alcance para ayudarnos a vivir y a celebrar mejor estos días. Narcís Costabella (Banyoles, 1937 - Castelló d'Empúries, 2012) fue ordenado sacerdote en 1960 y ejerció diversas tareas en el seminario y en varias parroquias de su diócesis. Desde 1998 era párroco de Castelló d'Empúries.

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Información

Año
2014
ISBN del libro electrónico
9788498058178
I. Qué es la Navidad
A punto de llegar
La Navidad está a punto de llegar. En el silencio aparecerá, de un momento a otro, de puntillas y sin que se note su aleteo, el ángel de la santa noche: “Hoy os ha nacido un Salvador..., paz a los hombres que ama el Señor”. La salvación y la paz nos vienen de un niño pobre que, adulto, morirá en el máximo anonadamiento. Y, de este mortal, Dios se acuerda porque es el Hijo, el hermano mayor de todos los mortales, el nuevo Adán.
Óscar Wilde, observando los disparates que la inteligencia humana puede llegar a hacer, se decía: “A veces pienso que Dios, creando al hombre, sobreestimó un poco su habilidad”. Ahora diríamos: se pasó, o quizá algunos, se equivocó. Pero no. Dios creó al hombre pensando en el Hombre, en mayúscula, o sea, en función de su Hijo. Y este Adán último no es imaginable sin nosotros, porque él constituye la plenitud de nuestra identidad humana, aquello que de más verdadero hay en nuestro corazón. “Todo fue creado por él y para él”, escribirá san Pablo.
En la antigüedad cristiana los Padres de la Iglesia se complacían en sintetizar así la Navidad: “Dios se ha hecho hombre para que el hombre llegue a ser Dios”. Afirmación inaceptable para un antropocentrismo cerrado a la trascendencia. Aunque si miramos bien qué Dios se ha hecho hombre y qué destino tiene el hombre mortal, podemos entrever quién es nuestro Dios, quién es el mediador entre Dios y el hombre y en qué consiste la auténtica calidad del hombre. Y esto lo abre al futuro, a la eternidad.
“¡Cristiano, date cuenta de tu dignidad!”, exclama la célebre sentencia de León Magno que cada Navidad resuena en los templos. Esta dignidad, afortunadamente, no es excluyente, porque el itinerario ineludible de cualquier persona a través del sufrimiento, la debilidad y la muerte está acompañado por Aquel que “por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo”.
Desde toda la eternidad Dios apuesta por el hombre, con todos los riesgos que comporta crear un ser a su imagen y semejanza, dotado de libertad. En el aquí y ahora de la humanidad llena de angustias y de contradicciones, pero también de motivos de esperanza, esto es lo que celebramos: que hace dos mil años, en la hoy tan castigada tierra de Palestina, nació un Niño pobre que es el mismo Dios.
Los caminos de Belén
La Navidad es un camino que continúa. Nada entenderíamos de su mensaje si lo reducíamos a un hecho muy tierno pero pasado, acabado. Jesús, Hijo de Dios e hijo del hombre, es ahora nuestro camino dos mil años después. Aquel niño que se hizo hombre y murió en la cruz, aquel hombre que vive por siempre resucitado, nos invita a mirar no solo el portal de Belén, sino los caminos que conducen hasta él.
Son caminos de alegría: “Os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy... os ha nacido un Salvador”. ¿Lo son de verdad? Preguntémonoslo.
  • ¿Esperamos ser salvados? ¿Esperamos ser salvados del egoísmo que nos vuelve indiferentes a los que tenemos a nuestro alrededor?
  • ¿Esperamos ser salvados de nuestra avaricia que nos lleva a amontonar lo que es nuestro?
  • ¿Esperamos ser salvados de la apatía y del cansancio?
  • ¿Esperamos ser salvados de la corriente de falta de amor que nos hace insoportables los más débiles?
  • ¿Esperamos ser salvados de la agresividad que aparece en nuestros ojos cuando pedimos nuestras reivindicaciones justas y necesarias?
  • ¿Esperamos ser salvados de atacar al otro con violencia hasta el punto de que estaríamos dispuestos a deshacernos de él a fin de conseguir nuestros objetivos?
  • ¿Esperamos ser salvados de la obsesión del sexo por el sexo para poner esta realidad al servicio de una relación humana llena de grandeza?
  • ¿Tenemos hoy conciencia clara de que ha de venir necesariamente el Salvador? ¿Sentimos la gran alegría de que haya llegado?
La alegría de la Navidad ha de ser algo que no tiene que menguar, porque nos ha nacido el Príncipe de la paz, ha nacido en la historia y en cada uno de nosotros.
En el mundo en que vivimos –lleno de temores, de desconfianzas, de recelos, de antagonismos–, con su nacimiento, Jesús nos viene a decir: Tenéis que luchar contra toda clase de mal si queréis la paz.
¿Y qué paz nos trae el Príncipe de la paz y qué paz hemos de desear? De los 3.400 años de historia de la humanidad, 3.166 lo han sido de guerra. Los 234 años restantes no fueron de paz sino de preparación a la guerra.
Decir “sí a la paz” quiere decir “no a la violencia”. A toda violencia, a la de la derecha, a la de la izquierda, a la aparente y a la escondida, a la totalitaria y a la supuestamente democrática.
Jesucristo ha hecho, de traer la paz, una bienaventuranza. Pacificadores son los constructores de la paz, los que hacen la paz, los que luchan por la paz. Los pacíficos serían los que resignadamente, con pasividad, se cruzan de brazos ante la paz.
¿Es luchar por la paz? ¿No es esto una contradicción? No, para conseguir la paz hay que luchar. Para declarar la paz hemos de declarar la guerra a la guerra. Jesucristo luchó por la paz no con resignación ni pasividad ni conformismo. Luchó contra la falsa paz, la demagógica, la de los que la presentan engañando a la gente diciendo “paz” cuando no hay “paz”.
El misterio de Navidad
El misterio de Navidad es que Dios se ha convertido en un niño que está entre nosotros. Nos dice:
  • que vale la pena ser personas,
  • que vale la pena vivir,
  • que podemos rehacer nuestra relación con los demás,
  • que nos podemos sentir en paz con nosotros mismos,
  • que el perdón ha llegado a nuestro corazón y ya estamos disponibles para reconciliarnos con los hermanos.
Acerquémonos a esta realidad: encontraremos la ternura de Dios, su proximidad con el hombre, su sencillez, su pobreza. Nos convenceremos de que, a pesar de los problemas, nuestra vida puede ser siempre algo mejor, más viva, más firme.
Y esto porque el Señor del amor invencible viene a nosotros como un niño sin palabra, como la Palabra hecha carne, que pretende solo hacer comprender a los hombres que los ama.
Por Navidad Dios se nos da como un niño porque no se puede rechazar a un niño sin rechazar al amor, sin rechazar la vida de la cual es señal. Porque nos ama, Dios quiere estar con nosotros sin imponérsenos, como una presencia más allá de las palabras, como un ser que no puede vivir sin nosotros.
Es, pues, una buena noticia. Algunos no han escuchado nunca este Evangelio, o quizá no lo han escuchado con atención. Sin embargo, hombres y mujeres de hoy buscan la felicidad, y en el fondo buscan a Dios. “Buscan al viento del mundo”, como hace cincuenta años cantó el poeta de Xàtiva, Raimon:
“I tots,
tots plens de nit,
buscant la llum,
buscant la pau,
buscant (a) Déu,
al vent del món”.
(Y todos
llenos de noche,
buscando la luz,
buscando la paz,
buscando a Dios,
al viento del...

Índice

  1. Introducción
  2. I. Qué es la Navidad
  3. II. Navidad es Jesucristo
  4. III. El testimonio de la madre
  5. IV. Mirando el belén
  6. V. No traicionar el acontecimiento y hacerlo crecer
  7. Conclusión: Felicitación
  8. Colección Emaús – Últimos títulos