Para sanar, fortalecer y embellecer los cuerpos
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Para sanar, fortalecer y embellecer los cuerpos

Historia de la gimnasia en la ciudad de México, 1824-1876

  1. 231 páginas
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Para sanar, fortalecer y embellecer los cuerpos

Historia de la gimnasia en la ciudad de México, 1824-1876

Descripción del libro

Este libro propone una nueva categoría de análisis para el estudio de la educación física y los deportes en México, la "cultura física" entendida como el conjunto de ideas, prácticas y creencias que respecto al ejercicio corporal se expresan en determinada sociedad. Se propone que las primeras manifestaciones para estimular la actividad física en el siglo XIX estuvieron a cargo de individuos particulares quienes, por sus propios conocimientos, gustos e intereses económicos, establecieron los primeros centros dedicados a la práctica y enseñanza metódica y sistematizada de la gimnasia. Fue en torno a esos gimnasios -que funcionaron como empresas privadas a partir de la década de los cuarenta- que se introdujo y desarrolló la novedad en materia de ejercicio corporal del siglo XIX en México: la gimnasia o gimnástica, como entonces se la llamaba. Se analizan los mecanismos a través de los cuales la enseñanza de la gimnasia se incorporó al mediar el siglo en las escuelas públicas y privadas de la ciudad de México y cómo a consecuencia de la derrota militar sufrida ante Estados Unidos se creó la Escuela Gimnástica del Ejército. Por último, se analiza cómo a través de la labor desempeñada por gimnastas y médicos se desarrolló la rama medicinal de la gimnasia estableciéndose al menos un gimnasio especializado en la rehabilitación física.

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Información

Año
2019
ISBN del libro electrónico
9786078611041

La gimnasia en los colegios privados y en los proyectos educativos del Estado

A diferencia de lo sucedido durante la revolución política liberal de la monarquía española que se apropió del concepto de educación física e incorporó ese ramo de enseñanza como parte fundamental del proyecto educativo integral que trató de establecer en sus dominio y que no tuvo efectos en México por la guerra de Independencia, consumada esta fueron pocas las propuestas que se echaron a andar desde la autoridad para hacer que la educación que se impartiera en el país, además de formar a los nuevos ciudadanos en los principios morales y católicos, liberales y republicanos, así como en los contenidos académicos que demandaba la nación para reactivar su economía e insertarse en la mundial, se ocupara también de educar a los mexicanos para que aprendieran a conservar y robustecer sus cuerpos.
De hecho, las primeras propuestas que abordaron el tema del ejercicio como ramo de la educación fueron el resultado de los esfuerzos aislados y marginales de algunos individuos que, por lo mismo y por la escasez de recursos generalizada, tuvieron magros resultados. Salvo el experimento encabezado por un par de profesores durante las primeras décadas del México independiente, durante los años veinte y treinta del siglo xix prácticamente no se presentaron cambios significativos en torno al tema aquí estudiado, en comparación con lo que sucedió en el periodo colonial.
Es más, se advierte un serio retroceso respecto de las políticas que sobre educación física impulsaron las Cortes liberales peninsulares. Fue hasta la década de los cuarenta cuando comenzó a cambiar lentamente la situación y a ser del interés del Estado, como se verá más adelante, lo que sucedió en gran medida gracias a la labor aislada e individual de los profesores gimnastas y por la influencia que en el sistema educativo tuvieron los colegios privados que incorporaron lecciones regulares de ejercicios físicos.

la gimnasia en los colegios privados

En la década de los cuarenta del siglo xix, además de los gimnasios particulares antes mencionados, se incluyeron lecciones de gimnasia y otros ejercicios físicos como natación y esgrima en varios de los colegios particulares que había en la ciudad de México. Estos fueron dirigidos por franceses, por lo que pudieron introducir sin dificultad las novedades pedagógicas que estaban de moda en Europa, entre las que se incluía la gimnasia. Con el tiempo, la mayoría de los colegios particulares, dirigidos o no por franceses, la ofrecían como elemento de distinción, lo que daba a sus establecimientos mayor prestigio.1
En las instalaciones de lo que había sido el Gimnasio Literario Francés, situado en la calle de portal del Águila del Oro número 5, se inauguró el Colegio Desfontaines en 1847. En él se impartía instrucción primaria y secundaria y las materias que cursaban los alumnos eran instrucción religiosa, español y francés, inglés, latín y griego, geografía, historia universal, retórica, filosofía, aritmética, agrimensura, cosmografía, teneduría de libros, escritura española e inglesa, dibujo natural y lineal, música y pintura, gimnástica, esgrima y natación.2 En 1852 este colegio se trasladó a un nuevo edificio ubicado en la calle de la Cadena número 11, y se le nombró también Colegio Francés.
A decir del director, Gustavo Desfontaines, bachiller e ingeniero civil, esa instalación contaba con piezas hermosas y bien ventiladas, un patio espacioso con pisos de arena para que los niños pudieran jugar sin peligro, y un segundo patio destinado a los ejercicios gimnásticos. Las lecciones de gimnasia y esgrima se daban diariamente y debían ser pagadas por los padres con una cuota extra. Los maestros de esgrima y gimnasia eran los profesores Poucel –que impartía lecciones de baile francés y esgrima en el gimnasio del profesor Jean Turin– y Chauve (o Chauvet) –aquel que en 1854 adquirió el gimnasio del profesor francés–. Además ofrecía de día y de noche clases para adultos de todas las materias, incluida la gimnasia.3 El colegio ofreció sus servicios hasta 1870, entonces estaba ubicado en la calle del Coliseo número 5 y seguía siendo dirigido por Gustavo Desfontaines.4
En 1851 se publicó en el periódico El Siglo Diez y Nueve una nota en la que se afirmaba que un niño había sufrido un grave accidente durante la clase de gimnasia en ese colegio. Se decía que había sucedido mientras realizaba esos ejercicios, cuando el infante, colocado sobre un barandal de cierta altura, cayó al piso del patio lastimándose gravemente. El accidente fue desmentido por el señor Desfontaines, que afirmó no había pasado durante la clase de gimnasia, y que fue provocado por la temeridad del alumno que trató de cruzar colgado una barra de la construcción del edificio que no era usada como aparato gimnástico. Dijo que por precaución y para evitar accidentes en lo futuro había mandado a hacer arreglos que imposibilitaran que los niños se treparan en esa barra. La denuncia de lo sucedido publicada en la prensa en la que se exigía la supervisión de la autoridad, dio lugar a que el gobernador del Distrito, a quien se le había informado además que en ese colegio se realizaban ejercicios físicos riesgosos para la integridad de los niños, ordenara una inspección al establecimiento. Desconozco el resultado de la investigación pero sé que Desfontaines siguió dirigiendo el colegio y que continuaron impartiéndose las lecciones de gimnasia.5
Existía también el Instituto de Enseñanza de Niñas o Institución Francesa, que dirigía la señorita Elisa Gen, dedicado a la educación de las niñas, en el que se impartían lecciones de gimnasia y donde, como ya se indicó, se ofrecían clases para todas las niñas y mujeres de la ciudad. Poco después, en 1851, madama Solliere tomó a su cargo este plantel de educación para señoritas, lo que comunicó a través de los diarios en los que incluyó, para dar más realce a la institución, los hechos de que las lecciones de inglés serían impartidas por una profesora educada en Inglaterra y que el local además de amplio y ventilado contaba con un gimnasio.6
Como todas las escuelas públicas y particulares, este instituto realizaba sus exámenes públicos. En los de 1849, efectuados algunos en las instalaciones del instituto y otros en el Colegio de Minería con la presencia de su director, el general José María Tornel, se verificaron los de doctrina cristiana y educación religiosa, lengua castellana, francés e inglés, ortografía castellana y francesa, historia romana, aritmética, geografía, escritura, dibujo, costura, bordados, piano y canto, baile y gimnástica; este último fue privado, porque el espacio no permitía la presencia del público, lo que me hace suponer que no se realizó en Minería como los de las otras materias. En él obtuvo el primer lugar en gimnástica la alumna Margarita Parodi.7
En 1852 también los colegios Liceo Franco-Mexicano y el Colegio de San Vicente, publicaban señalando las clases de gimnasia, en el que además se impartían clases de esgrima, natación y bailes de sociedad.8 En los años sesenta la maestra Concepción Pizarro tenía proyectado abrir un centro educativo para mujeres, el Colegio de la Divina Providencia, ubicado en la calle de Chiquis número 13. Doña Concepción proponía una educación moderna de la mujer en la que la enseñanza primaria sería cursada en tres grados. En el primero, las alumnas tomarían lecciones de lectura y escritura rudimentaria, doctrina cristiana de memoria, costura, aritmética y analogía en castellano. En el segundo, caligrafía inglesa, aritmética, gramática española, costura, doctrina cristiana explicada y urbanidad. En el tercero, costura en máquina, piano, geometría, dibujo, inglés y francés, geografía, moral universal y “ejercicios gimnásticos adecuados al sexo, debilidad y honestidad de las niñas”.9
Durante el segundo imperio mexicano en la Escuela Preparatoria a los Estudios Especiales de las escuelas imperiales de Minería, Agricultura, Comercio y Academia de San Carlos, ubicada en la casa del antiguo correo, segunda calle de San Francisco número 10, dirigida por los señores Homobono y Paulino Oviedo, se impartían lecciones de gimnasia, esgrima, natación y se practicaban además los juegos de pelota y raqueta.10 Los directores de este plantel advertían al público que sus amplias instalaciones contaban con 36 piezas distribuidas en salas de estudio, clases, cátedras, sala de esgrima, imprenta, gimnasio, dormitorio para los alumnos pupilos y tutorados y un hermoso patio para recreo y juego de pelota. Para las actividades de educación física los alumnos de este plantel educativo debían vestir un uniforme distinto al que debían usar para el resto de las materias consistente en saco, pantalón y chaleco de dril, cinturón y sombrero ligero.
De los premios que entregaban a los alumnos destacados semanalmente se encontraban los paseos al campo y el tiempo ocupado en gimnástica y esgrima. Los profesores eran Joaquín Noreña y J. Poulet, respectivamente. Los alumnos eran niños desde los cuatro años hasta la adolescencia, y se contaba con una academia nocturna de gimnasia para adultos impartida por Noreña.11 Para los alumnos adolescentes, del sexto y séptimo grados, las clases de gimnástica fueron obligatorias.12
También se impartían en la educación secundaria en el Colegio Científico incorporado al imperial de San Juan de Letrán, ubicado en la segunda calle de la Monterilla número 5.13 En 1867 el profesor Celso Acevedo abrió una escuela privada de primaria y secundaria en la que se impartirían lecciones de gimnasia y natación.14 En 1869 se inauguró el Colegio de Tlacotalpan donde también se enseñaba ...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Legal
  4. Índice
  5. Introducción
  6. Los empresarios de la gimnasia
  7. La gimnasia en los colegios privados y en los proyectos educativos del Estado
  8. La gimnasia en el cuartel y en el consultorio
  9. Otras disciplinas
  10. A modo de conclusión. La gimnasia: progreso y Estado en 1876
  11. Anexos
  12. Fuentes consultadas
  13. Índice Onomástico
  14. Colofón
  15. Contraportada