En pie de guerra
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En pie de guerra

Carlos Cuauhtémoc Sánchez

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  1. 208 páginas
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En pie de guerra

Carlos Cuauhtémoc Sánchez

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En pie de guerra es la novela más moderna y completa sobre las drogas.¿Sabes qué sustancia se pone en las bebidas para drogar a las mujeres y abusar de ellas? ¿Conoces los tipos de drogas que se usan ahora?Cada capítulo de este libro contiene datos sobre una droga específica: GHB, rohipnol, peyote, cocaína, éxtasis, PCP, efedrina, ketamina, cannabis, LSD, crack, DMT, alcohol, narcóticos, etc. La descripción de las drogas está conectada de forma natural a una novela que muestra cómo cada sustancia puede afectar a los personajes, quienes viven escenas conmovedoras, aterradoras y llenas de sorpresas.En pie de guerra contiene además guías de estudio para profundizar en los temas. Quizá nunca antes has tenido en tus manos un libro, sobre drogas, más interesante y útil. Aprovéchalo y compártelo.

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Información

1 METANFETAMINAS
El ambiente escolar es relajado.
Acaban de pasar los exámenes semestrales, y a nadie le apetece echar a andar la pesada maquinaria de estudios otra vez. Los profesores se muestran perezosos y nosotros hacemos lo posible por causar demoras.
Le pedimos a la maestra de Literatura el tiempo de su clase. Ella accede, y se pone a calificar exámenes en el escritorio.
Dentro de cuatro meses terminaremos nuestro primer año de bachillerato. Queremos organizar una kermés para recaudar fondos y hacer una fiesta de clausura.
El líder del grupo llamado Jordy, a quien apodamos “el Zorrillo” porque además de no usar desodorante, transpira de forma copiosa, se para al frente. Apenas está comenzando a recibir propuestas cuando escuchamos que alguien llama a la puerta. Todos giramos la cabeza. Es el coordinador escolar, acompañado de un policía.
—Con permiso, profesora. Necesito llevarme a Felipe Meneses.
—Adelante —contesta la maestra poniéndose de pie —. ¿Felipe?
Tardo unos segundos en asimilar que es a mí a quien buscan. Alguien me da un codazo.
Dejo el pupitre y salgo del salón.
—¿Puedes abrirnos tu casillero? —me pregunta el coordinador en cuanto estoy afuera.
—Sí. Por supuesto. ¿Qué buscan?
—Ya veremos. Muéstranos lo que guardas adentro.
Caminamos hasta los anaqueles. Muevo la perilla del candado. Fallo varias veces en poner la clave.
—¿Por qué tiemblas, Felipe?
—No… No sé.
Al fin logro abrir. El policía se adelanta y comienza a sacar cosas. Un suéter, libros, varias plumas.
—Aquí está —al fondo hay una cajita de metal cerrada—. ¿Qué es esto?
Respondo de inmediato:
—Son sustancias químicas de Pascual. Él las guarda en mi casillero.
—No te creo.
—¿Por qué habría de mentir? Pascual me dijo que no quería dejar esto en el laboratorio. Yo le presto espacio en mi locker.
El policía se pone en cuclillas. Desenfunda una navaja con herramientas plegadizas y se inclina para forzar la chapa de la cajita. Observamos la maniobra. Estoy comenzando a ponerme nervioso. Al fin, destraba el seguro y abre la tapa. En el interior hay varias bolsas de plástico envueltas en papel periódico. Descubre los paquetes muy despacio.
—Mira esto. Parecen “tachas”.
El coordinador me sujeta del brazo.
—No entiendo.
—Felipe, di la verdad. ¿De dónde sacaste estas pastillas?
—¡Ya se los dije! Jamás las había visto. Son de Pascual.
—Vamos a las oficinas.
—Suélteme, por favor —exijo—, no voy a escapar.
Camino con la cara en alto, aparentando una seguridad que no tengo. En mi mente se agolpan varias ideas incognoscibles.
¿Pascual consume drogas? ¡No puede ser! Él es un empleado de la escuela. Ayuda a los profesores de química. Limpia el instrumental del laboratorio, lleva el inventario de las sustancias que se usan, y custodia las calificaciones. Por eso algunos estudiantes tratamos de congeniar con él. Se rumora que Pascual hace favores. Modifica los puntos en las listas de participación y ayuda a que sus amigos obtengan mejores notas. Hasta el momento, a mí no me ha hecho ningún favor, pero mantengo abierta la puerta por si se ofrece.
Llegamos a las oficinas administrativas. Hay policías en la entrada. Caminamos hasta la dirección.
Las personas en el interior tienen la cara fruncida. De inmediato percibo un ambiente tenso.
Todas las sillas están ocupadas: hay cuatro adultos, Pascual y una niña de primero.
—Aquí está —dice el coordinador empujándome ligeramente por la espalda, como quien entrega a un criminal—. Felipe tenía la droga en su casillero.
—¡Hey! —me defiendo de inmediato—. ¡Un momento! Esas pastillas no son mías. ¡Ya se los expliqué! —señalo a Pascual—, ¡la caja es de él! La guarda en mi locker. Yo se lo permito porque me lo pidió como un favor. Incluso le di la combinación de mi candado.
Pascual levanta una ceja como desafiándome y dice:
—No es cierto.
Lo veo y me parece difícil de creer. ¿Por qué lo niega?
Pascual siempre me ha parecido un joven decente. Truncó sus estudios de medicina y está esperando el inicio de un nuevo ciclo escolar para volver a empezar otra carrera. Todavía no sabe cual. Según nos ha dicho, trabaja en esa escuela como ayudante de laboratorio porque no tien...

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