Autismo
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Autismo

Una perspectiva psicoanalítica

Lia Pistiner de Cortiñas

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Una perspectiva psicoanalítica

Lia Pistiner de Cortiñas

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Los fenómenos autistas nos hablan de personas que se han replegado a un mundo de no ser. El páramo autista como zona de la mente ha llamado la atención de autores psicoanalíticos por sus características de aislamiento y desconexión que detienen el desarrollo mental, transformando la mente viva en un no lugar donde los fenómenos animados se vuelven inanimados. Para aproximarnos a esa zona en un análisis, tenemos que pensar en una parte no autista de la personalidad.En la evolución de su pensamiento F.Tustin pasó de considerar al funcionamiento autista como un estadio evolutivo a visualizar el encapsulamiento autista como un "cascarón protector". Este cambio significó también una perspectiva muy diferente. El nacimiento psíquico es una metáfora que alude al desarrollo del proceso de simbolización a partir del pensamiento embrionario. El analista tiene que "soñar" la sesión y "soñar" al paciente, lo que significa un sueño construido artificialmente. Con los niños que no juegan y con los adultos con enclaves autistas a los que es necesario llegar para poner en marcha un crecimiento mental detenido, antes de interpretar contenidos, es necesario construir un espacio lúdico como continente y personificaciones para poner en marcha la expresión de contenidos.Propongo la idea de introducir como abordaje técnico la construcción de un espacio lúdico cuando falta y la personificación de las emociones a través del juego. Esta técnica permite poner una cierta distancia con las emociones y al mismo tiempo posibilita un diálogo con la propia personalidad.

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Información

Año
2020
ISBN
9789871678754

Capítulo 1

El páramo autista y la capacidad de jugar
Los fenómenos autistas nos hablan de personas que se han replegado a un mundo de no ser. El páramo autista como zona de la mente ha llamado la atención de autores psicoanalíticos por sus características de aislamiento y desconexión que detienen el desarrollo mental, transformando la mente viva en un no lugar donde los fenómenos animados se vuelven inanimados. La experiencia clínica me planteó interrogantes teóricos y de abordaje clínico. No se trata de funcionamientos psicóticos. Las dificultades que obstruyen el crecimiento mental son otras y es necesario pensar también en otras estrategias de abordaje. Son pacientes que no resuenan emocionalmente en nosotros: aislados y desconectados presentan una zona de la mente que me hizo pensar en un páramo, que significa desierto congelado.

Parte autista y no autista de la personalidad

Para aproximarnos a esa zona en un análisis, tenemos que pensar en una parte no autista de la personalidad, que es con la que tenemos que establecer contacto, ya que la zona autista funciona como un agujero negro: tomando el modelo astronómico podemos decir que esa zona es un fuerte atractor de los desarrollos mentales, que allí se aplanan y estereotipan, perdiendo su vitalidad.

Evolución del pensamiento psicoanalítico sobre el autismo

En la evolución de su pensamiento, F. Tustin pasó de considerar al funcionamiento autista como una etapa o estadio evolutivo a visualizar el encapsulamiento autista como un “cascarón protector”. Este cambio significó también una perspectiva muy diferente, ya que es obvio que si se considera al autismo una etapa evolutiva no se toma en cuenta que el ser humano es un ser social, desde su nacimiento o aún antes, ya que encontramos muchas descripciones y observaciones –con fuertes implicancias psicoanalíticas– sobre la compleja relación emocional entre la mamá y su bebé intrauterino. Existen evidencias de esta relación, ahora confirmadas por las ecografías: por ejemplo, la madre pone la mano sobre su vientre y el bebé tiende a hacer un contacto en esa dirección. También se sabe que el bebé intrauterino es sensible a los sonidos y a la música. En observaciones de ecografías a los 3, 6 y 9 meses de embarazo y el seguimiento hasta los 2 años –que realizamos con un grupo de colegas– tuvimos evidencias de casos de madres muy desconectadas emocionalmente, cuyo bebé intrauterino apenas se movía, en contraste con otras mamás, muy conectadas con su embarazo y acompañadas por el papá del bebé, en las que el bebé intrauterino mostraba signos de una fuerte vitalidad.
F. Tustin también describió barreras autistas en pacientes neuróticos y eso por una parte hace pensar en partes autistas y no autistas de la personalidad y por la otra –como lo advirtió Tustin– que tenemos que ser muy cuidadosos con esas defensas y/o barreras, ya que se trata de niños o personas de una extrema sensibilidad a las que tenemos que ayudar –a través del análisis– a cambiar esas defensas que impiden todo desarrollo mental, por protecciones más adecuadas; es decir, por una piel mental auténtica, porque sin esos cuidados, el riesgo es que queden con su emociones pre-natales como desnudos al viento y sin la posibilidad de tener un nacimiento psíquico.
El nacimiento psíquico es una metáfora que alude al desarrollo del proceso de simbolización a partir del pensamiento embrionario1 (Bion, 1962). Las experiencias emocionales no metabolizadas –por la función alpha materna en los comienzos del desarrollo del bebé– permanecen en la personalidad como bocados no digeridos. Cuando fui ahondando interrogantes me surgió una combinación fecunda de las ideas de F. Tustin, Meltzer y Bion para explorar el peculiar bloqueo del desarrollo del pensamiento embrionario en el funcionamiento autista. A continuación me referiré a ciertas características patognomónicas del funcionamiento autista que en cierto modo permiten una aproximación diagnóstica.
Predominio de lo sensorial táctil: los niños autistas han compensado sus tempranas carencias psicológicas sobrevalorando o volcándose hacia la sensorialidad, sobre todo la táctil. Este predominio de la sensorialidad proximal sobre la distal aporta a la “ilusión” de no separación (F. Tustin, 1990).
El pensamiento embrionario y la evolución de la conciencia: Freud (1923) definió la conciencia como el órgano sensorial para la aprehensión de las cualidades psíquicas. La conciencia es el equivalente psíquico de los órganos sensoriales que aprehenden cualidades sensoriales transformándolas en colores, sonidos, olores, sabores, etcétera. Las emociones –como por ej. la angustia– no tienen en sí mismas cualidades sensoriales peculiares, es decir, no tienen forma, color, olor. Los sentidos pueden contribuir con datos en relación a un estado emocional, como con un latido cardíaco, un rubor, etcétera. Pero no hay datos sensoriales directamente asociados a las cualidades psíquicas como los hay en relación a los objetos del mundo externo. Sin embargo, es indudable que se necesita algo en la personalidad que haga contacto con las cualidades psíquicas. A lo largo de la vida cada persona va asociando sus emociones con determinadas circunstancias y/o vivencias que pueden cobrar una cualidad sensorial. La asociación de la angustia con ciertos correlatos sensoriales es peculiar para cada persona, si bien es cierto que ciertos elementos del trauma de nacimiento –aceleración del ritmo cardíaco, hiperventilación, etc.– son compartidos por una gran mayoría.
El moblaje de los sueños: las imágenes oníricas que pueblan nuestros sueños y nuestras fantasías han sido llamadas por Bion (1962) “el moblaje de los sueños”. Cuando este autor investigó los trastornos de pensamiento desarrolló la idea de un pensamiento embrionario, pre-verbal, que es el que forma el “moblaje de los sueños”, lo que para Freud es la materia del pensamiento inconsciente. Ese pensamiento se desarrolla a partir de la diferenciación entre la cosa y la no-cosa2 y estableciendo vínculos entre las impresiones sensoriales y las experiencias emocionales. Así se forman los ideogramas y las emociones son los vínculos que relacionan las impresiones sensoriales con las experiencias emocionales. Un color, un sonido u olor adquiere un significado emocional.
A partir de Aprendiendo de la experiencia (1962) Bion coloca a la emoción en el centro de sus concepciones teóricas. Como en el autismo está detenido el desarrollo cognitivo emocional, necesitamos tomar en cuenta que para Bion el vínculo K (disposición a conocer) es un vínculo que está a la par del vínculo de amor y del de odio. Como veremos más adelante, en el funcionamiento autista hay una intolerancia a la separación pezón-lengua, la separación es vivida como un agujero en el propio cuerpo y eso tendrá sus consecuencias en las falencias del funcionamiento simbólico. En otras modalidades de funcionamiento de la personalidad la separación puede ser vivida persecutoriamente o con ansiedades depresivas, en el autismo la no diferenciación lleva a esta vivencia como de agujero en el propio cuerpo. F. Tustin descubrió esta vivencia con su pacientito John, que parecía vivir la separación no como el haber perdido el objeto pecho sino como que en lugar de su propia boca le quedara un agujero.

Conciencia rudimentaria-conciencia evolucionada

Volvamos ahora a la cuestión de cómo hace contacto la personalidad con las experiencias emocionales. Para investigar ese contacto tenemos que diferenciar entre una conciencia rudimentaria que percibe pero no comprende y una conciencia evolucionada que percibe y puede comprender y darse cuenta de lo que percibe. Al tratar pacientes severamente perturbados, Bion se dio cuenta de que la definición de la conciencia como órgano sensorial para la aprehensión de las cualidades psíquicas era insuficiente y que era necesario diferenciar entre una conciencia rudimentaria y una capaz de darse cuenta. Para Freud el descubrimiento del inconsciente fue fundamental y en un cierto sentido fue el centro a partir del cual se irradiaron sus desarrollos. Los descubrimientos de Bion llevan a pensar en una patología de la conciencia.
El dominio del pensamiento puede definirse como un espacio ocupado por no-cosas y esta definición llama la atención sobre un espacio mental diferente del espacio perceptual. Hacer esta diferenciación implica la tolerancia a la relación entre la cosa y la no cosa. Las ideas, los pensamientos, las emociones son no-cosas. Los pacientes muy perturbados no pueden diferenciar entre la cosa y la no-cosa. No diferencian sus emociones como algo que pertenece a su personalidad. El concepto de identificación proyectiva posibilita concebir el no reconocimiento de las propias emociones como tales. Intensas ansiedades persecutorias pueden llevar a una persona a sentir que alguien lo miró enojado o a proyectar la tristeza o cualquier otra emoción en otra persona, proyección que puede alcanzar la característica de creencia.
Función α-elementos α: Bion concibió una conciencia rudimentaria y una capaz de darse cuenta y para teorizar sobre esa diferencia postuló una función que transforma las impresiones sensoriales y emocionales en elementos α. Estos elementos, que comprenden imágenes visuales, patterns auditivos, olfatorios, etc. son las partículas de pensamiento que forman el “moblaje de los sueños” y que son apropiados para ser usados en pensamientos oníricos y en el pensamiento inconsciente de vigilia. Los elementos pueden articularse y desarticularse y forman un retículo que constituye una barrera de contacto3. Esta membrana semipermeable produce una separación entre consciente e inconsciente de modo tal que las experiencias emocionales puedan ser “soñadas” y almacenadas, pero impide la intrusión en la conciencia de fantasías y emociones que podrían perturbar una adecuada evaluación de los hechos de la realidad externa, al mismo tiempo que preserva los sueños, la realidad psíquica, de ser abrumada por una visión hiperrealista.
Conciencia evolucionada-Conciencia rudimentaria. La función α y los elementos α posibilitan una conciencia asociada a un inconsciente. Esta es la conciencia evolucionada, la visión binocular consciente-inconsciente brinda la posibilidad de darse cuenta tanto en el mundo del sentido común como en el de la realidad psíquica. La conciencia rudimentaria está asociada a los elementos β que pueden ser definidos como impresiones sensoriales experimentadas como si fueran las cosas-en sí. Bion (1962) también definió los elementos β como la matriz más temprana de la cual puede surgir el pensamiento a partir de la identificación proyectiva realista. Es función de la madre o del analista la transformación de las crudas emociones en elementos α. Así, por ejemplo, cuando el bebé llora puede decirle: “estás enojado” o “estás triste” o “estás angustiado”, poniendo de ese modo un nombre a la emoción.
Las impresiones sensoriales son la materia prima a partir de la cual puede evolucionar el pensamiento embrionario cuando se transforman en elementos α. Las descripciones de Tustin acerca del modo en que los niños autistas generan sensaciones espurias y la peculiar deformación que implica el privilegio de lo táctil proximal en desmedro de los sentidos distales, me llevaron a conjeturar que en ellos también se produce una perturbación en la formación de elementos β como la primera matriz del pensamiento. Esta conjetura toma en cuenta la detención de las identificaciones proyectivas en el autismo. Bion desarrolló la hipótesis de que la identificación proyectiva puede considerarse como una forma muy primitiva de comunicación, es el modo en que los bebés transmiten sus emociones a las mamás. Como veremos más adelante, esta concepción implica que esta forma de comunicación primitiva puede con el tiempo volverse patológica si no es recibida y transformada por la función α materna.
Diferenciación entre elementos α, elementos b y elementos sensoriales autistas. Propongo diferenciar las crudas impresiones sensoriales emocionales –los elementos b– de los elementos sensoriales autistas. Esta diferenciación tiene implicancias técnicas. Los elementos b sólo pueden ser usados para ser evacuados, pero si encuentran un continente transformador pueden transformarse en elementos α. Las sensaciones espurias autoprovocadas por las maniobras y defensas autistas truncan la conciencia y sirven sólo para formar las barreras autistas. Son parte del caparazón de encapsulamiento, no son aptos para la identificación proyectiva y no pueden ser transformados. Distinta es la situación de un niño que tiene un osito de peluche como objeto acompañante (objeto transicional) de la de un niño que aferra un objeto duro por las sensaciones que le provocan, como un modo de no sentirse otro, es decir, no sentirse un ser separado.
Técnica activa. Tustin sostiene que es necesario desarrollar una técnica activa que impida las maniobras autistas, puesto que estas, al truncar el desarrollo cognitivo-emocional, bloquean la imaginación e impiden vivir en un mundo compartido de sentido común. Esta recomendación técnica no implica, a mi modo de ver, un cambio en cuanto a la regla de abstención analítica, sino que es parte del encuadre analítico que significa ayudar al paciente a ponerse en contacto con que existe una realidad fuera de él mismo. Para ilustrar esta cuestión técnica tomaré la siguiente viñeta clínica: Juan, de 4 años, iba a la pileta del baño del consultorio, abría la canilla, tiraba agua en el piso y lo limpiaba interminablemente. Su relación no era conmigo ni con el agua sino con sus sensaciones táctiles. Cuando le impedí que lo hiciera hizo su primer berrinche y su enojo, dirigido hacia mí, evidenciaba así el comienzo de un puente de conexión, la puesta en marcha de las identificaciones proyectivas detenidas y el comienzo de una relación continente-contenido. La puesta de límites es una acción interpretativa.
Elementos α, elementos β y elementos sensoriales autistas
En el autismo tratamos con seres atrapados en un mundo casi exclusivamente sensorial-táctil. Evitan las sensaciones distales y también evitan la correlación de estas sensaciones con las proximales: un niño autista que aferra una piedra o un juguete no lo está mirando ni está jugando, la aferra por la sensación táctil que le produce y no hace una correlación entre lo que su tacto le podría informar y la vista de la piedra o del juguete. La función α está alterada por las defensas ...

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