Los mejores relatos del "
VIII Premio Internacional de Relatos de Mujeres Viajeras 2016", celebrado por la editorial de libros Ediciones Casiopea y la red social Mujeres Viajeras. Una iniciativa premiada con el "
International Latino Books Awards" como mejor libro de viajes.
Este año ampliamos a 80 relatos que dan voz a autoras anónimas que comparten con nosotros sus aventuras viajeras, sus soledades, desventuras, anécdotas, descubrimientos y sorpresas. Viajarás con este libro de relatos, a muchos, muchos espacios geográficos y también mentales. Esperamos que abráis vuestros poros para contagiaros de las emociones que contienen y os dejéis transportar, directamente a los vividos por mujeres abiertas al mundo que han sabido volcar en papel lo que les pasó, lo que sintieron, o lo que aprendieron.
Si después de leerlos, te inspiran y tienes tú también algo que contar, coge tu lápiz, pluma o teclado y empieza a escribir. Sigue nuestras redes sociales y apúntate a nuestra newsletter y te avisaremos de cómo participar en la próxima convocatoria de los premios de "Relatos Cortos de Mujeres Viajeras" organizado por la editorial de libros Ediciones Casiopea y la red social Mujeres Viajeras.
"Ochenta voces os esperan, para enseñaros su visión del mundo, de las personas que conocieron en el camino, de la familia, de lo que les enseñó un extraño. No me canso de decir que hay personas que miran el mundo con la atención y nos ayudan a través de sus palabras a ver cosas que no habríamos visto nunca, o verlas con ojos nuevos. Gracias a todas esas mujeres por invitarnos a compartir su mundo interior. Gracias a los lectores ayudarnos con su contribución, a seguir insuflando vida a este premio." Pilar Tejera.
Preguntas frecuentes
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En una moto caben seis, se puede leer, se puede dormir, se puede transportar diez veces tu peso. En una doble curva sin visibilidad, si viene alguien de frente, se puede adelantar. En dirección contraria, se puede pasar. Si se cruza una vaca, debes parar. Si se estropea el coche, no es necesario ni siquiera apartarlo, con dejarlo en mitad de la carretera, con cuatro piedras detrás, ya está bien. Un autobús es siempre un autobús de dos platas, ¿por qué desaprovechar el espacio?, ¡en el techo caben más!
Enormes charcos dibujados por el monzón, que devoran en algunos lugares, bicicletas enteras, vacas, cabras, ardillas, cerdos, monos, elefantes, entorpeciendo el tráfico. Por los arcenes, las mujeres llevan sobres sus cabezas enormes bultos de telas de colores.
Todo nos sorprende al otro lado de la ventanilla del coche. Los vendedores tumbados en camas de cuerda, los colores de los saris, los camellos con borregos en sus jorobas, los árboles sagrados con sus guirnaldas, respetados, aunque se encuentren justo en mitad del carril de una autovía. En este lugar, cuando quieres pasar y has decidido no frenar, pitas, pitas, pitas, y pasas. Y si no, que el de delante, atrás o al lado, hubiera pitado antes.
Aquí los dioses son necesarios, y después de unas cuantas horas en la carretera, casi podría decir que existen.
CRÓNICAS DEL NILO
Petra Blanco
Ya estoy de vuelta del país del Nilo. Era una de mis asignaturas pendientes con el pasado. Me quedan muchas aún por aprobar. En ésta creo que he sacado nota.
No es que me acuerde con precisión de si tal o cual escultura aparecen en un templo u otro que en su tiempo ya lo supeo si pertenecía al Imperio Medio o al intermedio del Medio. Eso me trae sin cuidado. Los cinco mil años que han pasado por mis ojos en una semana ya se han convertido en un totum revolutum , y ahí se van a quedar. No me tengo que examinar de ello.
Comprenderéis que no voy a ser cicatera conmigo misma y bajarme puntos por olvidar si el Akenatón murió converso o no. Lo que sí murió fue delgado. ¿O es que se puso de moda la escultura estilizada en su faraonato, dado lo místico que era?
La semana ha sido una delicia. Íbamos seis señoras de Bilbao, de muy buen ver y muy salerosas, haciendo bloque. Nuestros nombres eran acordes con las circunstancias. Nos llamábamos Nefermeri, Neferluz, Nefertonia, Nefergoy, Nefermar y la que suscribe, que atendía por Neferpet.
Creo innecesario aclarar que NEFER, en el antiguo egipcio significa BELLA. Lo somos todas.
Nos pusimos idéntico sombreros, con una flor, para no perdernos… Y no nos perdimos… ¡vive Dios!… Aunque hubo una nefer que estuvo a punto perderse por una pasión egipcia con el guía. No pienso dar pistas, que luego no me va a hablar en la vida.
Siendo guapetonas, txirenes y de Bilbao… pues hemos sido el alma de la fiesta, ¿qué le vamos a hacer?
Nuestra expedición estaba formada por un núcleo poderoso de personas encantadoras, de nuestra misma quinta – milenio arriba, milenio abajoy dos parejitas de recién casados, los mis pobres, intelectuales ellos, que se van a celebrar la fiesta entre pirámides y templos con sesentones. Claro que, en la intimidad, no se acordarán de la piedra Roseta. Digo.
Los primeros cuatro días fueron de crucero. Me apunto a los cruceros para siempre. Son una gozada. Además, como el espacio es reducido, propician la convivencia y la charla en cubierta a la luz de la luna llena. Os mando foto incluida para demostrar que lo de la luna llena no es una bilbainada; mismamente nos la puso Dios para celebrar nuestro viaje.
Durante el día, después de los madrugones culturales para evitar el calor, las nefer solares se iban a la piscina con los jovenzuelos, a chapotear, mientras Neferpet tomaba la brisa bajo los toldos, con una botella de agua, marca Nestlé, que era la bebida más alcohólica permitida en país musulmán, además de cerveza.
Lo de país musulmán tiene su aquel, no creáis. Que una va pensando en las egipcias tetramilenarias, enseñando la teta en los relieves de los templos, y lo que se encuentra, en el siglo XXI, es a sus descendientes vestidas de hábito, negro en la mayoría de los casos. Pero siguen teniendo su glamour. ¡Cómo se mueven, las tías, debajo de las túnicas, provocando a los hombres con el contoneo de las caderas! El contoneo no deja de ser la fase patriarcal y primaria del feminismo reivindicativo: Estoy aquí: ¡mira!… ¡Existo!
Tanto en el tiempo de las piedras como ahora, en Egipto se valora mucho el culo de las señoras. Los relieves lo manifiestan… y doy fe de que se venden nalgas de silicona de distinto calibre – las he visto en un escaparate para desacomplejar a las mozas de espalda plana. El trasero femenino es muy atractivo… y la mayoría de las mujeres de más de treinta años… son muy, pero que muy fashion. Vamos, fashion a tope. Algunas chavalas ya se han rebelado contra el hábito y se han soltado la melena, en sentido literal.
Hay varios grados de liberación. Lo comprobamos en el hotel Ramsés, de Cairoellos no ponen el «El»en un cóctel de empresa donde había muchas muchachas jóvenes con toda la gama de modelos: desde el hábito negro con velo negro y guantes negros, hasta el traje pantalón -oscuro, eso sí-, con taconazos estilo Leticia, todasy velos de distintos modelos y colores, y las de melenona negra y larga. En la fiesta no había ninguna con la cara tapada: se conoce que habían superado esa fase. Los hombres iban a la europea todos.
Estoy muy cansada y me parece que esta noche no escribo más.
Mañana os cuento los descubrimientos que he hecho entre la arqueología egipcia.
Neferpet.
DREAMTIME Y LA MONTAÑA SIN TIEMPO
María del Carmen Méndez
Nuestros relojes anunciaban ya la medianoche y aunque el cansancio nos tenía embotadas, resistíamos la tentación de irnos a la cama. La oscuridad se había adueñado de todo y el silencio era casi total. Nos sentíamos insignificantes ante la majestuosa montaña que habíamos venido a visitar.
Abandonamos Alice Springs con los primeros rayos del sol. La rojiza tierra lo cubría todo hasta donde abarcaba la vista. Luego, ni un solo pueblo, ni una sola casa, ni una sola alma. Sólo, de vez en cuando, entre las rojas dunas, sobresalían algunos spinifex, arbustos que sobreviven durante tórridos meses sin apenas agua.
En dos ocasiones paramos para desentumecernos, una en una remota gasolinera, la otra junto a un enorme depósito de agua. El bofetón de aire ardiente del desierto al salir del coche, a más de cuarenta grados a la sombra, nos disuadió de volver a hacerlo. Nos habían advertido que para aquel viaje de más de mil kilómetros, ida y vuelta, fuéramos con ropa liviana y abundantes provisiones, que tuviéramos siempre gasolina, y que no olvidásemos linternas y bengalas por si sufríamos algún contratiempo. Aunque habíamos sonreído escépticas ahora agradecíamos los consejos. Y comprendimos también la prohibición de conducir antes de la salida del sol o en el ocaso viendo las carcasas de animales muertos en la cuneta.
Sobrecogía ver aquella inmensidad deshabitada bajo un cielo cobalto. Me ayudaba a comprender los mitos de aquellos que habían deambulado por allí durante más de cincuenta mil años y hacia más accesible la noción, hasta entonces tan ilusoria, del DreamTime o Tiempo del sueño. El tiempo infinito según la mitología aborigen adquiría un nuevo sentido en medio de esa extensión que parecía no tener fin. Pero si imaginaba que el punto álgido de mi viaje a las antípodas sería aquel paisaje, pronto descubrí lo equivocada que estaba.
Incluso ahora que escribo mi recuerdo de aquel día me estremezco al recordar el instante en que en la lejanía vislumbramos Uluru, la montaña sagrada de los nativos australianos. Tina y yo salimos del coche y nos dejamos envolver por la luz y los colores que irradiaba aquella formación rocosa en medio ...