Breve historia de las españolas
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Breve historia de las españolas

De las apicultoras prehistóricas al 8-M

  1. 600 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Breve historia de las españolas

De las apicultoras prehistóricas al 8-M

Descripción del libro

Nuestra historia la componen con esfuerzo, audacia y esperanza, todas las gentes, día a día, pero muchas de sus protagonistas habían sido eclipsadas, arrinconadas injustamente. En este libro se da cuenta del relevante papel —hasta ahora despreciado— de sacerdotisas y guerreras, reinas niñas y amantes, científicas y humanistas, comediantas y revolucionarias, artistas primitivas y jóvenes millenials… Todas ellas forjan el pasado mientras escriben el presente. Casadas y solteronas, brujas, rameras y locas. Mujeres ideales, modelos literarios y verdaderos… Esta es una historia sorprendente, íntima y desconocida, de las mujeres españolas, llena de emoción, sugerentes matices y episodios olvidados, que se lee como una apasionante novela mientras nos ayuda a reflexionar sobre quiénes somos.

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Información

Año
2019
ISBN del libro electrónico
9788417241452
Categoría
Historia
Categoría
Arte general
EDAD CONTEMPORÁNEA
Las mujeres en la España de Bonaparte: amantes y traidoras
Napoleón llega España con la idea de asegurarse de que su hermano José está bien instalado en Madrid como nuevo rey de España. Y José Bonaparte llega a España con afán de conquista, muy especialmente desde el punto de vista sentimental.
En Vitoria conoce a María del Pilar de Acedo y Sarriá, la marquesa de Montehermoso, condesa de Echauz y del Vado, una atractiva mujer madura, inteligente y culta, que lo aloja en su casa y que no tarda en convertirse en su amante, con el consentimiento de su marido. Pero antes de intimar con la marquesa, el rey francés mantiene relaciones con la niñera de la familia, para sorpresa de quienes lo conocían y esperaban de él parejas de más rancio abolengo.
A la de Montehermoso la define elogiosamente, en 1808, el paisajista francés marqués de Girardin (1735-1808):
Era una mujer que sin estar en la primera juventud todavía era extremadamente atrayente; elegante, bien formada, hablaba perfectamente italiano y francés, cantaba agradablemente, tañía la guitarra, recitaba poemas en todas las lenguas y pintaba retratos en miniatura con gran destreza. A todos estos talentos, ella añadía el conocimiento del mundo y un espíritu coqueto.
La señora de Acedo sigue a José Bonaparte hasta Madrid, se convierte en su favorita y en un personaje a tener en cuenta en los círculos diplomáticos. A cambio de compartir su cama con ella, el rey José nombra a su marido, el marqués, primer gentilhombre de cámara y le concede el título de grande de España.
No es la única amante del nuevo monarca.
Teresa Montalvo será otra de sus preferidas, una dama cubana que se había casado en ultramar con el conde de Jaruco a la edad de 12 años. Después del enlace, el matrimonio se traslada a Europa y viaja por distintos países hasta establecerse en España. El conde es nombrado inspector general de tropas en la isla de Cuba. Acompaña al rey José a París, al bautizo del hijo de Napoleón, y allí muere dejando a la joven viuda con dos hijas.
Teresa Montalvo, aficionada a abrir sus salones de Madrid y recibir a personas importantes de la vida social y artística de la capital, se había olvidado de las fiestas durante los últimos tiempos del reinado de Carlos IV, pero con la llegada de José Bonaparte tiene la ocasión de volver a ofrecer reuniones de su gusto.
A través de su tío, el general O`Farrill, ministro de la Guerra de los invasores franceses, conoce al soberano e intima con él.
En su casa se reúnen diplomáticos y artistas, políticos importantes y todo tipo de personajes influyentes en la nueva corte. Desde el año 1810 a 1812, la casa de la condesa, en la calle de la Luna, será un centro de diversión para los poderosos donde siempre se puede bailar minué y participar en una conspiración.
Según contó su hija en sus memorias:
El salón de mi madre era el centro de todo lo más distinguido de Madrid. Pocas mujeres; pero bien escogidas; les mostraba amistad y nunca hablaba mal de ellas, mas no tenía intimidad con ninguna; así fue siempre querida, y jamás tuvo quejas de ellas. La reunión de hombres era más numerosa. Allí se veían los literatos más célebres de la época, y la mayor parte de los hombres que ocupaban entonces puestos elevados, y han hecho después los primeros papeles en el gobierno. Mi madre tenía mesa franca para sus amigos; así se proporcionaba el gusto de una tertulia numerosa, el hechizo de la confianza, y muchas veces en aquellas meriendas tan animadas, se han cogido las primicias de los más hermosos versos de Arriaza, de Quintana, de Maury o de Meléndez.
Más joven que la marquesa de Montehermoso, comienza a verse en secreto con José Bonaparte. Sus encuentros amorosos son tan frecuentes que el rey le compra a Teresa un palacio en la calle del Clavel donde pueden verse con discreción. Paga un millón de reales por él. Tiene un bonito patio con un árbol del amor en el centro. En los brazos de la criolla cubana se olvida el monarca de los problemas de la guerra.
De la fama de Teresa Montalvo da cuenta Elizabeth Vassall Fox, Lady Holland: «Mujer habanera y hermosa, voluptuosa en extremo, vive entregada por completo a la pasión del amor». Y por los mentideros de la villa corre una letrilla pícara y maliciosa: «La condesa tiene un tintero donde moja la pluma José primero».
Pero la salud de la hermosa mujer es frágil; termina enfermando y muere, y el rey José se siente desconsolado. A su sepelio asisten todos los que no se perdían ninguna de sus fiestas. La entierran en el nuevo cementerio de Madrid. Pero José Bonaparte no parece conforme con el lugar, puesto que envía algunos hombres al camposanto que desentierran el cadáver de la condesa y lo trasladan al jardín de la casa palacio de la calle del Clavel —parcialmente situado en la actual Gran Vía madrileña—, escenario de sus pasiones compartidas.
El reinado de José Bonaparte no puede ser tranquilo; al fin y al cabo se trata de un usurpador que tuvo que huir una vez y se resiste a huir una segunda. Su hermano Napoleón le aconseja que se traslade a Valladolid y concentre las tropas en el norte. José no desea hacerlo, pero al final no tiene más remedio que escapar de Madrid. Junto a él van sus partidarios, muy comprometidos con el rey francés. Son los afrancesados que temen la venganza de los opositores que han vivido con amargura cinco años bajo el dominio galo, desde aquel tristemente famoso 2 de mayo de 1808.
El rey José abandona, pues, Madrid con unos mil carros que transportan todo tipo de objetos de arte, enseres, ropas y alhajas, además de dinero al contado, unos cinco millones de duros en moneda acuñada. Por no hablar de los cuadros de Murillo, Rafael y Tiziano y de los papeles del archivo de Simancas.
Cerca de Vitoria, tropas españolas e inglesas acosan al ejército del rey. Francia pierde la batalla, se recupera el equipaje, y a punto están de hacer prisionero al propio Bonaparte.
El 28 de junio de 1813 el rey fugitivo llega, no sin dificultades, a San Juan de Luz. Napoleón está tratando de firmar la paz con políticos y generales de Europa. Se enfurece contra «los imbéciles que han comprometido sus negocios» y envía a un general para que sustituya a su hermano y recupere el terreno perdido.
José Bonaparte se siente desplazado y despreciado por su hermano. Desde Bayona se dirige a París, donde lo espera la marquesa de Montehermoso, Pilar Acedo. Su esposa legítima, Marie Julie Clary —hermana de Desirée Clary, que había sido novia de Napoleón Bonaparte y luego llegaría a ser reina de Suecia—, era hija de un simple comerciante, no tenía sangre noble, y fue conocida como «la reina ausente» porque se quedó en París y nunca llegó a pisar España. A pesar de no tener origen noble, su linaje está emparentado hoy día con seis casas reales europeas.
Las mujeres de Fernando vii: la joven desgraciada y una sobrina fogosa
Fernando VII (1784-1833) fue definido por María Antonia de Nápoles, con quien se casó, en los siguientes términos:
El príncipe es un infeliz que no ha sido educado. Es bueno, pero no tiene instrucción, ni talento natural, ni tampoco viveza. Es mi antípoda, y yo, para mayor desgracia, no le quiero nada (…) Aquí no hay nada que me atraiga, pues el Príncipe no hace que nada cambie a mejor. Siempre está sin hacer nada, yendo y viniendo por la casa y sin querer oír nada sensato, siempre frío, sin emprender algo agradable, ni una diversión…
Su matrimonio fue breve, y María Antonia no tuvo que soportar mucho tiempo a aquel infeliz, tal y como ella lo denominaba, porque murió de tuberculosis con 21 años.
Se plantea buscarle una nueva esposa: Teresa de Bragança o Estefanía Tasher, sobrina de la emperatriz Josefina, o bien Lolotte Bonaparte, hija de Luciano, hermano del emperador. O quizás Ana, hermana del zar de Rusia… Y aunque Fernando VII no tiene ninguna prisa por volver a casarse, no tardará, sin embargo, en contraer matrimonio otra vez. Finalmente se piensa en las hijas del rey de Brasil, María Isabel y María Francisca, en edades casaderas. Se acuerdan las bodas de las dos hermanas con otros dos hermanos: el propio Fernando, ya rey, y Carlos, infante. Las dobles bodas entre hermanos son cosa habitual, se pretende reforzar así la unión entre Estados y casas reales.
Las dos jóvenes viajan desde Brasil a Cádiz en una fragata española, La Soledad. Desembarcan en la tarde del 5 de septiembre de 1816 y son recibidas con honores.
Se trasladan a Aranjuez, antes de abordar la última parte del viaje hacia Madrid. Pero cuando estaban en camino, se sorprenden al encontrarse de frente con Carlos y Fernando, que no han querido esperar y han salido al encuentro de sus futuras esposas. Subidos a caballo, escoltando las carrozas, terminan el viaje hasta llegar a la villa, donde la gente los recibe con júbilo y los acompaña hasta palacio.
Fernando VII no es agraciado físicamente, sin embargo, el populacho aprecia en él su alegría y simpatía, la cercanía y el toque castizo y majo. Las malas lenguas le atribuyen algunos amoríos, por ejemplo, en Sacedón, donde va con frecuencia a tomar las aguas y se rumorea que ha conocido a una muchacha. Casarse con María Isabel de Bragança no le impide visitar a menudo, en la calle Ave María, a Pepa la Malagueña. La joven de Sacedón.
Claro que también se dice de él que es impotente…
La vida con María Isabel de Bragança no dura mucho tiempo. La joven reina muere a los 21 años de edad dejando a Fernando VII viudo de nuevo. Tal como ocurriera con su anterior esposa, María Antonia de Borbón, el rey tampoco ha tenido descendencia con la de Bragança, de manera que se plantea la necesidad de encontrarle una tercera.
Se elije para ello a María Josefa Amalia de Sajonia, la hija quinceañera del príncipe Maximiliano de Sajonia y de la princesa Carolina María Teresa de Parma.
La niña, huérfana temprana de madre y que ha sido educada en un convento alemán a orillas del río Elba, abandona la austeridad monacal por la corte de los milagros madrileña.
En España —ya en Irún— la reciben con grandes fastos. Desde allí continúa viaje hasta Madrid durante dieciséis días, en los cuales recibirá todo tipo de vítores, ramos de flores y discursos de bienvenida allá por donde pasa. España es monárquica entusiasta, sin duda.
Se ratifica el matrimonio, previamente celebrado por poderes, en el salón de embajadores del palacio, y al día siguiente se da una misa en el templo de San Francisco el Grande.
La adolescente de 16 años es bella, de aspect...

Índice

  1. Una introducción como alegato
  2. EDAD ANTIGUA
  3. EDAD MEDIA
  4. EDAD MODERNA
  5. EDAD CONTEMPORÁNEA
  6. Sobre la autora