Geopolítica latinoamericana
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Geopolítica latinoamericana

Mirando al mundo desde el Sur

  1. 224 páginas
  2. Spanish
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Geopolítica latinoamericana

Mirando al mundo desde el Sur

Descripción del libro

En la presente obra, buscamos analizar diferentes aspectos de las visiones sobre las dinámicas de la política mundial desde los espacios latinoamericanos, bajo el enfoque de la geoplítica crítica, entre otros, buscamos desconstruir enfoques geopolíticos realizados, los cuales parecen estar todavía en el orden del día. De hecho podríamos decir que incluso la definición de geopolítica precisada como el estudio de la especialización de la política mundial desde potencias centrales sobre todo desde el Norte, podría ser todavía considerada una de ellas. A nuestros lectores planteamos la siguiente reflexión: ¿Por qué sería menos relevante la especialización del mundo por parte de determinado pueblo indígena de la Amazonia que una desde Washington?

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789587903973

CAPÍTULO 1
HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA GEOPOLÍTICA CRÍTICA DE LA ANTÁRTIDA. ALGUNAS CONSIDERACIONES DESDE LA PERSPECTIVA DE LATINOAMÉRICA

FERNANDO VILLAMIZAR LAMUS

RESUMEN

La Antártida es un continente complejo y misterioso, que tiene varias características fuera de lo común como, por ejemplo, no tener población nativa, ni fronteras. A su vez, es un continente dedicado a la ciencia y a la paz. Los análisis latinoamericanos sobre la geopolítica del continente blanco se han basado en la geopolítica tradicional, con algunas dosis de pragmatismo y de aceptación de condiciones. El presente artículo analiza los aportes que la geopolítica crítica podría brindar a los estudios sobre la Antártida.
Palabras clave: Antártida; relaciones antárticas latinoamericanas; Sistema del Tratado Antártico; Tratado Antártico

INTRODUCCIÓN

¿Puede ser regulado todo un continente mediante un tratado de apenas catorce artículos? ¿Puede ese tratado establecer una gobernabilidad sin soberanía? ¿Puede dicho tratado ser tan avanzado que suspenda las delimitaciones fronterizas estatales? ¿Cuál o cuáles han sido las pretensiones geopolíticas latinoamericanas antes de ese eventual tratado, durante la vigencia del tratado y hacia el futuro? ¿Puede la geopolítica crítica plantear una nueva agenda de investigación con las prácticas geopolíticas actuales de la región? Estas preguntas son la base fundamental de este artículo referidas a un continente sin población autóctona, que posee unas condiciones ambientales extremas y que pocas veces aparece en el imaginario latinoamericano, este es la Antártida, o todo aquel espacio del planeta tierra ubicado al sur de los 60 grados de latitud sur.
Ese continente, el “continente blanco”, es muy difícil de analizar geopolíticamente bajo el prisma de la geopolítica crítica (Preciado Coronado y Uc, 2010), como se verá más adelante, porque generalmente, las aproximaciones geopolíticas hacia la Antártida son y han sido referidas desde una geopolítica tradicional. Es más, el tratado al cual se referían las preguntas del párrafo anterior, el Tratado Antártico, fue concebido fundamentalmente como un tratado de alcance geoestratégico (Ferrada, 2012) y, posteriormente, ha debido ampliar la estrecha, pero entendible, visión de su concepción inicial, mediante la complementación por medio de diversos instrumentos, para dar lugar al Sistema del Tratado, un complejo entramado de regulaciones e instituciones que han permitido la gobernabilidad antártica con relativo éxito por más de cinco décadas (Hemmings, 2013, p. 72).
La propuesta de este capítulo es abordar los hitos más importantes que dieron lugar al Tratado Antártico, por el cual la Antártida pasa de ser un continente en abierta disputa territorial por parte de diversas potencias que pretenden apropiarse de su territorio, para pasar a ser un continente dedicado a la paz y a la ciencia. Posteriormente, se estudiarán las pretensiones más relevantes de los Estados latinoamericanos en el continente blanco. En tercer lugar, se analizarán algunos desafíos geopolíticos en el devenir antártico, y cómo la geopolítica crítica puede abordar esos nuevos escenarios. La hipótesis que guiará este trabajo consiste en que las prácticas geopolíticas latinoamericanas concebidas en el seno de la geopolítica crítica son aún insuficientes, aunque hay algunas manifestaciones, para analizar un espacio geográfico sin población nativa y sin fronteras, pero esto lejos de ser una debilidad, es una oportunidad para empezar a construir una agenda de investigación que abarque no solo la Antártida, sino también todos los espacios no sometidos a jurisdicción de un Estado como, por ejemplo, el alta mar o el espacio exterior.

1. EL CAMINO HACIA EL TRATADO ANTÁRTICO

El Tratado Antártico no fue consecuencia de un arrebato momentáneo, sino que fue fruto de una evolución de diversas visiones geopolíticas respecto del continente blanco, aun sin tener la certeza de su existencia. En tiempos inmemoriales, las visiones que se tenían de la Antártida eran fundamentalmente místicas y sustentadas en relatos de difícil verificación, como algunas leyendas polinésicas en las cuales hay descripciones de territorios que coinciden con lo que puede ser la Antártida (Martin, 2013, p. 27). En la antigua Grecia, Ptolomeo planteaba de manera completamente teórica, que debería existir lo que hoy conocemos como Antártida para dar un equilibrio al planeta Tierra. Otros autores griegos como Pitágoras o Aristóteles también aludieron a la existencia de la Antártida, pero el que marcó una diferencia importante para la denominación del continente blanco hasta nuestros días fue Parménides, quien dividía la Tierra en cinco zonas climáticas, una de ellas Antarktikos “debido a que era opuesta a la constelación Arktos (en castellano, el oso), que se encontraba en el norte” (Villamizar Lamus, 2017a, p. 34).
Estas ideas de un continente en el polo sur generaron progresivamente un concepto propuesto por el geógrafo egipcio Ptolomeo en el siglo II, denominado Terra Australis Incognita, que durante la época de los descubrimientos alentó a sendas exploraciones en búsqueda de esta, tanto de europeos (Estensen, 2007, p. 5) como de chinos, de las cuales se da cuenta de la flota de Zheng He entre 1405 y 1433 y la de Hong Bao, que según Menzies arribó a la Antártida en enero de 1422 (2003, pp. 169 y ss.). Hasta ese entonces había una creencia generalizada según la cual la Antártida “era rica, fértil y populosa y que encontrarla sería hallar el mítico El Dorado” (Puceiro Ripoll, 2012, p. 1167). Esa creencia perduró hasta el siglo XVIII, época en la cual fue desmentida por el capitán James Cook, quien de manera contundente expresó que “Allí abajo no hay nada sino solo un infierno helado” (Pons, 2015, p. 339).
Sin embargo, la ambición humana no fue desalentada por las difíciles condiciones antárticas, y a partir de fines del siglo XVIII hasta fines del XIX la caza de focas juega un papel fundamental en las relaciones antárticas y para el conocimiento de las condiciones geográficas del continente blanco. Además, el interés científico emanado por el estudio de los polos magnéticos hizo que se dieran exploraciones antárticas de tres tipos: (i) exploraciones con el objetivo específico de cazar focas y sin ningún interés científico; (ii) exploraciones mixtas, vale decir, con el ánimo de cazar focas, pero también con el objetivo de hacer descubrimientos geográficos o científicos, y (iii) exploraciones netamente científicas, sin ánimo de cazar focas (Villamizar Lamus, 2017a, p. 41). En este tercer tipo de expediciones, se destacó la de James Clark Ross, cuyos aportes al conocimiento de la geografía antártica fueron invaluables, al punto que diversos lugares poseen actualmente nombres en homenaje a este explorador (Ross, 1994, p. 215).
Hasta ese entonces, la prevalencia de la explotación pura y dura de los recursos antárticos explotables era la tendencia, pese a que se vislumbraban expediciones como la de Ross. No obstante, lo anterior, entre 1893 y 1918 el interés de los europeos por la Antártida se hizo evidente, y prueba de esto es la llamada “carrera por el polo”, por la cual las gestas heroicas para llegar al polo sur magnético dieron cuenta de una competencia sin piedad entre Roald Amundsen, por parte de Noruega, y Robert Falcon Scott, por parte de los británicos. La contienda la ganaron los noruegos, pero los efectos de la misma no dejaron indiferentes a diversos actores, entre ellos a Argentina y a Chile que, durante ese período, hacen concesiones balleneras para marcar la soberanía y, además, realizan negociaciones para delimitar sus territorios antárticos entre 1906 y 1907 (Pinochet de la Barra, 1994, pp. 25 y ss.).
La situación antártica, que ya tenía visos conflictivos, se torna más compleja, precisamente en los años en que Argentina y Chile empiezan a negociar los límites territoriales en la Antártida porque, precisamente en 1906, los británicos formulan una reclamación territorial en el continente blanco, que se formaliza por medio de unas cartas patentes en julio de 1908. En ese momento, la tendencia del derecho internacional para acoger la pretensión británica en la Antártida estaba basada fundamentalmente en la apropiación de territorios en el ártico y la forma de ejercer la soberanía en el mismo. Para un sector doctrinal, liderado por el jurista francés Rèné Waultrin, los polos eran susceptibles de ocupación y ejercicio de soberanía y, por lo tanto, la pretensión británica era válida (1908, pp. 78 y ss.). Para el también francés Paul Fauchille, la Antártida debería tener una suerte de propiedad internacional para lo cual su explotación debiera estar a cargo de una compañía de carácter internacional, que repartiera las utilidades y diera una garantía de gobernabilidad para la explotación ordenada de los recursos antárticos (1925, pp. 658-659).
En los años veinte y comienzos de los años treinta, la posición del derecho internacional respecto de la soberanía en los polos era más propicia para la tendencia de Waultrin, es decir, a la ocupación y apropiación de los polos, que para la de Fauchille que pretendía la internacionalización de los mismos, porque para ese entonces se habían dictado unos fallos internacionales que, aunque no eran propios de la Antártida, concedían principios para la situación en el continente blanco. Dichos fallos eran los relativos a los arbitrajes de la Isla de Palmas (1928), Isla Clipperton (1931), y la sentencia sobre el estatus legal de Groenlandia Oriental de la Corte Permanente de Justicia Internacional (1933). Con el estado del arte del derecho internacional de ese entonces, la discusión académica y diplomática no era relativa a la admisibilidad o no de las reclamaciones de soberanía, sino a si tales reclamaciones eran compatibles o no con los requisitos del derecho internacional (Orrego Vicuña, 1994, p. 25).
Para ese entonces, como antes se mencionó, el Reino Unido había presentado su reclamo territorial, al igual que Argentina y Chile, cuya delimitación tuvo lugar en 1942 y 1940 respectivamente. En 1924 el turno fue para Francia, que reclamó la Terre de Adélie, un año después de que Nueva Zelanda hiciera lo propio, que reclamó y delimitó en 1923. Noruega, por su parte, hizo una reclamación en tres actos, primero reclamó la isla Bouvet en 1927. Después, en 1931, reclamó la isla Pedro, y en 1939 formuló su pretensión territorial en una porción del continente. Australia por su parte, reclamó y delimitó su territorio antártico en 1933 (Ferrada, 2012, p. 135).
Junto con los temas sobre la soberanía, el período entre guerras tuvo varios aspectos complejos para las relaciones antárticas y para los actores implicados en la Antártida. La caza de ballenas fue un ítem muy relevante entre el fin de la primera guerra mundial hasta el comienzo de la segunda guerra. Las ganancias derivadas de esta industria eran cuantiosas y esto incentivó una caza masiva, que puso en peligro de extinción a varias especies de cetáceos. Las ballenas para evitar ser cazadas buscaron refugio al interior de la costa antártica, como en su momento hicieron las focas, con lo cual los balleneros, en aras de capturar su apreciado botín, incursionaron en zonas geográficas antes desconocidas, hecho lastimoso, pero que dio lugar a un conocimiento geográfico de la Antártida sin precedentes hasta ese momento. La caza de ballenas fue tan relevante, que generó reacciones para la protección de los recursos marinos, cuyo resultado fue la base de la actual estructura ballenera internacional (Villamizar Lamus, 2016a, p. 85) y un serio debate sobre la forma en que se debía conducir el manejo de las reclamaciones territoriales y de los recursos marinos (Cameron, 2016, pp. 41 y ss.)
Los conflictos bélicos mundiales, en particular la segunda guerra, también tuvieron efectos en la geopolítica antártica. La aviación en la Antártida daba lugar a un mejor conocimiento de la geografía de ese continente, pero a su vez alimentaba temores sobre el posible emplazamiento de armas. De hecho, los fines bélicos se pusieron de manifiesto, al punto que varias potencias europeas enviaron a sus armadas en la segunda parte de la década de los treinta en sendas expediciones, como por ejemplo Gran Bretaña (operación Tabarin I, 1934) o Alemania (1938). Esta expedición alemana preocupó sobre todo a Estados Unidos, porque en caso dado de que el Canal de Panamá quedara inhabilitado, el paso por la península Antártica no podría quedar en manos alemanas, pues de ser así, las líneas de suministro se podrían ver seriamente afectadas. Debido a esta circunstancia, Estados Unidos presionó a Argentina y a Chile para que hicieran la delimitación de sus reclamos soberanos en la zona peninsular antártica, pues de esta manera se podía excluir la posibilidad de que Alemania hiciera una reclamación territorial en esa zona (Villamizar Lamus, 2017a, pp. 50-51).
Finalizada la segunda guerra mundial, la conflictividad en la Antártida lejos de amainar se crispó. El continente blanco fue el foco de una serie de conflictos locales y globales, que auguraban serias confrontaciones, que distaban mucho de la paz que brindó el Tratado Antártico. El conflicto local antártico más relevante involucraba a tres Estados cuyas reclamaciones territoriales se sobreponían, es decir, Argentina, Chile y el Reino Unido. Si bien durante la segunda guerra mundial el ánimo era de evitar cualquier conflicto, después de esta los intereses de esos Estados en la Antártida hacían que la colisión fuera prácticamente inevitable. Los roces empezaron en el verano antártico de 1946-1947, en el cual tanto Argentina como Chile enviaron expediciones navales a los territorios reclamados e instalaron bases permanentes, Base Decepción por parte de los argentinos, y la Base Arturo Prat (1947) y General Bernardo O’Higgins Riquelme (1948), por parte de los chilenos. Como era de esperar, el Reino Unido protestó, y esa protesta generó una especie de solidaridad regional entre Argentina y Chile, que tras varias décadas de “inmovilismo polar” (Pinochet de la Barra, 1994, p. 35), articuló la noción de una “Antártica sudamericana”, cuya implicancia era que el Reino Unido en esa zona era una “presencia extranjera” (Dodds, 2009, p. 32).
La tensión entre las partes hizo que el Reino Unido amenazara a Argentina y a Chile de ir ante la Corte Internacional de Justicia, acción que cumplió en 1955. Esta acción británica retardó un tiempo el conflicto, pero a inicios de la década de los cincuenta, mientras la atención mundial se concentraba en la guerra de Corea, los ánimos se vuelven a caldear por el bombardeo británico a las instalaciones argentinas y chilenas en la isla Decepción. Así las cosas, al problema antártico propiamente tal, se le sumaban otros problemas territoriales como los provenientes de la soberanía de las islas Malvinas o Falklands entre Argentina y el Reino Unido, o los diferendos territoriales entre Chile y Argentina como consecuencia del caso del canal del Beagle y las zonas marítimas adyacentes (Orrego Vicuña, 1994, p. 27). A ese estado de tensión, la guerra fría también le brindó una con...

Índice

  1. CUBIERTA
  2. PORTADILLA
  3. PORTADA
  4. CRÉDITOS
  5. CONTENIDO
  6. INTRODUCCIÓN
  7. CAPÍTULO 1. HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE UNA GEOPOLÍTICA CRÍTICA DE LA ANTÁRTIDA. ALGUNAS CONSIDERACIONES DESDE LA PERSPECTIVA DE LATINOAMÉRICA
  8. CAPÍTULO 2. GUERRAS HÍBRIDAS, INTERVENCIONISMO Y SEGURIDAD EN LA NUEVA CONCEPCIÓN GEOPOLÍTICA DE AMÉRICA CENTRAL
  9. CAPÍTULO 3. CUBA: REVOLUCIÓN EN TRANSICIÓN, REFORMAS Y NUEVAS LEGITIMIDADES. MIRADAS DESDE LA GEOPOLÍTICA CRÍTICA
  10. CAPÍTULO 4. EL SUR GLOBAL Y LOS PAÍSES-PUENTE: EL CASO DE BRASIL (1956-1964)
  11. CAPÍTULO 5. GEOPOLÍTICA CRÍTICA Y RECURSOS NATURALES-ENFOQUES CONCEPTUALES DEL ESPACIO Y PODER EN EL ÁMBITO SURAMERICANO
  12. NOTAS AL PIE
  13. ÍNDICE DE AUTORES
  14. CONTRACUBIERTA