1. ¿Cómo aprende el cerebro a leer?
¿Qué es la escritura?
La escritura es una invención notable, porque permite fijar la palabra sobre un soporte permanente. Es como afirma el proverbio latino: “Las palabras vuelan, pero lo escrito queda”. La escritura se parece a un código secreto que encripta los sonidos, las sílabas o las palabras de una lengua. Como ocurre con cualquier código secreto, descifrarlo requiere aprendizaje. Un buen lector es un descifrador experto.
Las distintas escrituras del mundo se diferencian en cuanto a su granularidad, es decir, el tamaño de los elementos del lenguaje hablado que codifican. La escritura china suele trazar palabras enteras utilizando un solo símbolo, a veces con el agregado de un indicador fónico. Otras, como el hiragana japonés, representan las sílabas. La nuestra, por su parte, se organiza en un alfabeto: denota cada uno de los sonidos elementales de la lengua hablada, esto es, los fonemas –como el sonido p y el sonido a de la sílaba pa –. En una palabra escrita en español, cada letra o grupo de letras que llamamos “grafema” corresponde a un fonema de la lengua hablada.
Las representaciones gráficas de las distintas lenguas también difieren entre sí en su grado de transparencia, es decir, la regularidad de la relación entre los grafemas y los fonemas del habla, que también depende de la historia de cada idioma. En el mejor de los mundos posibles, cada fonema se correspondería con una sola letra del alfabeto. Así, para saber leer sería suficiente conocer el sonido de cada letra. En la práctica esto sucede con la lectura en español, dado que casi la totalidad de las palabras de la lengua puede leerse convirtiendo los grafemas en fonemas. En cambio, en otras lenguas esta correspondencia no siempre es regular y hasta puede ser totalmente impredecible. En francés, por ejemplo, la palabra “sePt” se pronuncia set y la palabra “sePtembre”, que incluye esa misma combinación de letras, se pronuncia septámbr.
Esto hace que la dificultad del proceso de aprendizaje de la lectura varíe según las lenguas. Los niños que aprenden a leer en español, así como los que lo hacen en italiano o alemán –que tienen un grado de transparencia similar–, consiguen leer el 95% de las palabras –incluso las más inusuales o las que les resultan más extrañas– hacia el final de su primer año de escuela primaria, mientras que este proceso puede insumir mucho más tiempo en lenguas menos transparentes, como el francés o, en mayor medida, el inglés.
Figura 1. Las escrituras del mundo difieren en su granularidad, el tamaño de los elementos del lenguaje hablado que denotan, que va desde el fonema (español, italiano y francés), hasta la sílaba (escritura japonesa hiragana), o a la palabra completa (escritura japonesa kanji). También se diferencian por su grado de transparencia: la regularidad de las correspondencias entre grafemas y fonemas.
Si bien se aproxima a este ideal, la ortografía del español presenta algunas dificultades. Ciertos fonemas son representados no por una sola letra, sino por una serie de letras; por ejemplo, los dígrafos “ch”, “ll”, “rr”. Técnicamente, los llamamos “grafemas complejos”. Además, algunos grafemas pueden pronunciarse de maneras distintas según los contextos en que aparezcan: pensemos en las palabras ”gato” y “genio” o en las palabras “rey” y “yo”. Mientras en lenguas como el francés o el inglés aprender a leer consiste no solamente en captar y fijar las asociaciones entre las letras y los sonidos, sino también memorizar una serie de excepciones y de palabras irregulares, en español se trata sobre todo de aprender las correspondencias entre grafemas y fonemas, incluidas las de los grafemas complejos.
Ciertas series de letras dentro de las palabras corresponden a morfemas, esto es, a elementos de sentido tales como las raíces de las palabras, los prefijos, los sufijos y las terminaciones gramaticales. En la lectura, el reconocimiento de morfemas ayuda a identificar el significado de las palabras y a establecer relaciones entre palabras que están emparentadas y por eso también comparten algún tramo de su representación gráfica. Pensemos por ejemplo en el “re” de “recaer”, o en las diferentes terminaciones de “dirigir”, “dirigido”, “dirigible”… La combinación de estos elementos proporciona al lector referencias muy valiosas. Por ejemplo, “reparularon” permite deducir que muchas personas repitieron la acción de “parular” (¡que acabamos de inventar!).Esto ocurre porque el español, como otras lenguas, no expresa solamente el sonido de las palabras, sino que también aporta indicios sobre su raíz, su sentido y su forma gramatical.
Figura 2. Los grafemas son las letras o las series de letras que representan un sonido. Los grafemas del español no son simples: un mismo grafema puede representar sonidos diferentes (grafemas ambiguos, como en la primera y en la tercera tablas), y algunos grafemas involucran a más de una letra (grafemas complejos).
En resumen, todos los buenos lectores saben decodificar a la vez los sonidos y los morfemas de las palabras. Y en distinta proporción todas las escrituras del mundo recurren a estas dos vías de lectura: el pasaje de la escritura al sonido (que sigue la línea de las correspondencias entre los signos escritos y los sonidos), y el pasaje de la escritura al significado (mediante la descomposición en morfemas).
Figura 3. La representación gráfica del español incluye también los morfemas: los prefijos, sufijos, raíces y terminaciones gramaticales de las palabras. En la última línea, los grafemas se agrupan en sílabas. Nuestro sistema visual aprende a descomponer las palabras en unidades relevantes, siguiendo esta estructura en forma de árbol jerárquico. A medida que la habilidad lectora se desarrolla, nuestro cerebro se vuelve más eficiente para realizar las agrupaciones adecuadas.
Para recordar
• Los fonemas son las unidades más pequeñas del habla.
• En las palabras escritas, los grafemas son las letras y las combinaciones de letras que representan los fonemas.
• Las correspondencias grafema-fonema permiten leer, en español, prácticamente todas las palabras de la lengua, tanto conocidas como desconocidas. En otras lenguas, solamente las palabras regulares.
• La escritura también da indicios acerca de la morfología de las palabras (prefijos, raíces y sufijos).
• Aprender a decodificar la escritura exige aprender dos vías de lectura: el pasaje de las letras a los sonidos y el pasaje de las letras a los significados.
¿Cómo funciona el cerebro antes de la lectura?
Leer no es una actividad natural para el niño. La escritura es una invención reciente en la historia de la humanidad, demasiado nueva para que pueda pensarse que haya influido en la evolución de nuestro cerebro. Nuestro patrimonio genético no incluye instrucciones para leer ni circuitos destinados a la lectura. Pese a todo, con mucho esfuerzo, podemos reciclar ciertas predisposiciones de nuestro cerebro y así volvernos lectores expertos.
Figura 4. Mucho antes de aprender a leer, el cerebro del bebé ya está consistentemente organizado: las áreas del lenguaje hablado funcionan desde los primeros meses de vida, así como las áreas visuales. Con el aprendizaje de la lectura, una parte de ellas va a especializarse para reconocer los grafemas y los fonemas.
Darwin lo había notado en su momento: la adquisición de la lectura es una actividad artificial y difícil, mientras que el lenguaje hablado llega espontáneamente a los niños. Mucho antes de aprender a leer, el niño ya tiene u...