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¿ES REALMENTE JUSTA TU IRA?
“Sí, estaba enfadado —dijo Carlos—, pero tenía derecho a estarlo”. Su reticente admisión se vio seguida de una pregunta retórica que muchos pastores han oído demasiadas veces: “A fin de cuentas, ¿Jesús no se enfadaba?”.
Carlos hizo esos comentarios después de otro estallido intenso contra su mujer, Julia, y su hija adolescente que les estaba dando problemas. La furia doméstica había llegado a tal punto que Julia le conminó: “¡Busca ayuda o vete!”. Asustado, avergonzado y frustrado, Carlos tomó la decisión correcta y le pidió ayuda a su pastor.
El caso de Carlos es bastante común. “Sí, estaba enfadado, pero era ira justa”. ¿Cuántas veces has oído algo así? ¿Cuántas veces lo has dicho? ¿Y cómo deberíamos interpretar las palabras de Carlos? ¿Tenía razón? ¿Su ira era semejante a la de Cristo? ¿Cómo sabes si tu ira o la de un amigo tuyo es justa o pecaminosa? La Biblia nos muestra las dos. ¿Cómo podemos diferenciarlas?
EL PELIGRO DE ENGAÑARNOS A NOSOTROS MISMOS
Comencemos con una observación aleccionadora: la ira humana normalmente es pecaminosa. La Biblia así lo confirma. El término más común del Antiguo Testamento para “ira” (af en hebreo) denota la ira humana cuarenta y siete veces; de éstas, al menos cuarenta y dos indican ira pecaminosa.
Aunque tendemos a presuponer lo mejor acerca de nosotros mismos, la Biblia con frecuencia nos advierte del peligro de engañarnos a nosotros mismos. Tendemos a ocultar nuestros pecados aplicándoles un líquido corrector espiritual. Pintamos nuestro pecado como puro, pero la Biblia nos muestra la verdad:
Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio... (Jeremías 17:9)
Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; (Efesios 4:22)
Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo. Más bien, mientras dure ese «hoy», anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado. (Hebreos 3:12-13)
Esta simple advertencia debería ayudarnos a interpretar la posible “justicia” de nuestra ira. Debemos considerar esta cuestión siendo conscientes de este peligro.
El profeta Jonás es un caso clásico de engaño a sí mismo. Jonás 4 dice que Jonás se disgustó mucho y se enfureció. Dios lo confronta dos veces haciéndole la misma pregunta: “¿Tienes razón de enfurecerte tanto?”. ¿Y cuál fue la respuesta de Jonás? “¡Claro que la tengo! […] ¡Me muero de rabia!”. Habiéndose engañado a sí mismo, el profeta de Dios asevera la legitimidad de su enojo. La respuesta de Dios y el flujo de la narrativa dejan claro que Jonás estaba equivocado. Para Jonás, la ira no era un derecho dado por Dios. Jonás no tenía justificación para decir que su ira era justa.
Dado el peligro de engañarnos a nosotros mismos, ¿cómo podemos distinguir entre la ira pecaminosa y la ira justa? ¿Cómo podemos discernir si de verdad nuestra ira es semejante a la de Cristo, y cómo podemos ayudar a personas como Carlos? Y lo más importante, ¿cómo podemos hacerlo basándonos en criterios bíblicos?
TRES CRITERIOS DE LA IRA JUSTA
Consideremos tres marcas distintivas, tres criterios diferenciadores que caracterizan a la ira justa y veamos estos criterios en Jesús y en otros personajes bíblicos. Nuestro objetivo es promover la ira justa y exponer sus frecuentes falsificaciones.
1. La ira justa reacciona ante el pecado
La ira justa surge de una percepción correcta del verdadero mal, del pecado tal y como se define en la Biblia, es decir, una violación de la Palabra de Dios (Romanos 3:23, 1 Juan 3:4), cualquier “falta de conformidad con la ley de Dios o la transgresión de ella”.13 La ira justa no surge simplemente porque algo nos incomoda, o porque alguien viola una preferencia personal nuestra o una tradición humana. Es la respuesta a lo que la Palabra de Dios objetivamente define como pecado, incluyendo violaciones de los dos mayores mandamientos de nuestro Señor (Mateo 22:36-40).
2. La ira justa se centra en Dios y en Su Reino, Sus derechos y Sus intereses, y no en mí, ni en mi reino, mis derechos, o mis intereses
En las Escrituras, la ira justa es motivada por razones que tienen que ver con Dios, no con nosotros mismos. La ira justa se centra en cómo las personas ofenden a Dios y a Su Nombre, no a mí y a mi nombre. Recae más sobre Dios que sobre mí. En otras palabras, no basta con ver algo como ofensivo. Debemos verlo primariamente como ofensivo a Dios.
Lo que mueve a la ira justa son los asuntos del Reino.
3. La ira justa viene acompañada de otras cualidades piadosas y se expresa de forma piadosa
Cuando una persona actúa con ira justa, no se descontrola, sino que mantiene la calma sin insultar, gritar, enfurecerse ni perder los nervios, sin desesperarse ni hundirse en la autocompasión. No ignora a los demás, ni los trata con desprecio, ni se aparta de ellos, sino que muestra confianza en sí mismo y domino propio. Cuando nuestra ira se parece a la de Cristo no es ciega ni nos consume por completo, sino que se canaliza hacia fines sensatos y serios. Este tipo de ira es equilibrada en sus expresiones santas de lamento, consuelo, gozo, alabanza y acción.
La ira justa no nos impide llevar a cabo el llamado de Dios, sino que nos conduce a expresiones santas de adoración, de ministerio y de obediencia. Hace que nos preocupemos por el bien de los demás, que nos levantemos en defensa de los oprimidos, que busquemos justicia para las víctimas y que reprendamos a los transgresores. La ira justa confronta al mal y exige arrepentimiento y restauración.
David Powlison hace siete preguntas para ayudarnos a saber si nuestra ira es justa:14 (1) ¿Te enfadas por los motivos correctos? (2) ¿Expresas tu ira de la forma correcta? (3) ¿Cuánto dura tu ira? (4) ¿Cómo de controlada es tu ira? (5) ¿Qué motiva tu ira? (6) ¿Tu ira está “cargada y preparada” para responder a los pecados habituales de otra persona? (7) ¿Cuál es el efecto de tu ira?
Observa cómo estas preguntas reflejan sabiamente nuestros tres criterios. La primera pregunta hace referencia al primero: ira contra verdadero pecado. Las preguntas 5 y 6 hacen referencia al segundo: ira teocéntrica. Las preguntas 2, 3, 4 y 7 exploran varios aspectos de nuestro tercer criterio: ira expresada de formas santas y acompañada de fruto santo.
LA IRA JUSTA DE NUESTRO SEÑOR
Para saber si los frecuentes arrebatos de ira de Carlos son de verdad “justos como los de Cristo” tenemos que examinar la ira de Jesús. ¿Qué vemos cuando estudiamos las Escrituras? Proféticamente, los Salmos muestran al Mesías prometido como un Rey cuya ira “se inflama de repente” y que “ama la justicia y odia la maldad” (Salmo 2:12, 45:7; véase Hebreos 1:9). Otros pasajes del Antiguo Testamento muestran al Mesías como el Juez que vendría a rescatar y restaurar a Su pueblo y a castigar a Sus enemigos con gran venganza.
Al acudir a los evangelios, podríamos esperar ver un Jesús que sufre abundantes arrebatos de ira. Pero no. Contrariamente a lo que se suele pensar, son pocos los casos en los que vemos a un Salvador encolerizado. A juzgar por el relato bíblico, no era común ver a Jesús enfadado, y seguro que no se enfadaba con tanta frecuencia como Carlos o como nosotros mismos. Su vida no se caracterizaba por la ira. A pesar de provocaciones diarias por parte de los hombres, Jesús sólo mostró Su ira de forma clara en tres ocasiones específicas.
Veamos esas tres ocasiones a la luz de nuestros criterios. Aunque puede haber otras manifestaciones de ira,15 limitaremos nuestro estudio a las tres ocasiones en que la Biblia se refiere explícitamente a la ira para describir a Jesús.
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