Entender las Sagradas Escrituras
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Entender las Sagradas Escrituras

  1. 476 páginas
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Entender las Sagradas Escrituras

Descripción del libro

El cumplimiento de la misión que le fue encomendada por Cristo a la iglesia depende en buena medida de nuestra hermenéutica. En "Entender las Sagradas Escrituras" encontramos las respuestas a cuestiones tan importantes e interesantes como estas: ¿Cuáles son las raíces de la interpretación bíblica? ¿Cómo saber si un pasaje de la Biblia es aplicable a nuestro tiempo? ¿Puede la Biblia guiarnos cuando la ética está de por medio? ¿Cuáles son los pasos necesarios para realizar una correcta interpretación del texto sagrado? Los tipos, las alegorías y las parábolas, ¿cómo hemos de interpretarlas? ¿Los Salmos deben ser analizados y aplicados igual que los Evangelios? ¿Cuál es el papel del don profético en el proceso hermenéutico?

La interpretación sólida lleva a la adecuada comprensión, y lo que comprendemos controla nuestras acciones. Por eso, "Entender las Sagradas Escrituras" aborda los cimientos mismos desde los que la Biblia se alza hasta la posición predominante que ha de tener en la vida de todo creyente.

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789877981377

Capítulo IV

Revelación e inspiración

Fernando Canale

Introducción

Sabemos de Dios únicamente por medio de su revelación, y, por lo general, los cristianos hemos reconocido las Escrituras como revelación pública y específica de la voluntad y del pensamiento de Dios para nosotros. Aparte de la revelación especial de Dios en las Escrituras (2 Tim. 3: 16), los teólogos también hablan de una revelación general a través de la naturaleza, mediante la cual todo el mundo tiene cierto conocimiento de un Ser supremo. Dios nos presenta esa idea específicamente en las Escrituras (por ejemplo, Rom. 1: 18-20). Este capítulo analizará la evidencia bíblica en pro de la inspiración de las Escrituras, así como los diversos modelos empleados para articularla. Sugerirá una nueva interpretación de la evidencia basada en premisas bíblicas y en un atento análisis de todo el abanico de la evidencia bíblica.

1. Revelación, Escritura e interpretación

Con la llegada de las eras moderna y posmoderna, muchos cristianos han llegado a la conclusión de que la existencia de una revelación cognitiva especial procedente de Dios es imposible. Desgraciadamente, esos teólogos intentan interpretar las Escrituras partiendo de la suposición de que en su redacción participaron únicamente seres humanos. Están convencidos, de forma dogmática, de que Dios no puede comunicar conocimiento a los seres humanos. Por eso, las Escrituras y la teología son fruto de la imaginación humana, siempre cambiante. De ese modo, esos teólogos niegan la convicción de Pedro de que en las Escrituras no hallamos mitos, sino verdades (2 Ped. 1: 16).
Autor e interpretación
Siempre que leemos un texto, damos por sentado acertadamente que alguien lo ha escrito. No siempre es necesario que, para entender el significado de un texto, conozcamos al autor, pero tal conocimiento puede añadir profundidad al significado.
Cuando leemos las Escrituras se da la misma dinámica. Lo más frecuente es que entendamos el significado obvio de los textos. Si estamos convencidos de que Dios es el autor de lo que leemos en las Escrituras, nuestra interpretación teológica de las mismas variará considerablemente de la de un lector que esté convencido de que las Escrituras son obra de individuos religiosos bien intencionados que describían su propia experiencia. Por eso, la comprensión de quién es el autor de las Escrituras (o de quiénes son sus autores) llega a ser una premisa crucial desde la que los creyentes y los teólogos abordan su interpretación de las Escrituras, formulan las enseñanzas cristianas y experimentan su poder transformador en la vida cotidiana. En resumidas cuentas, nuestra comprensión de la revelación-inspiración (RI)68 se convierte en una suposición necesaria para nuestra hermenéutica de la Escritura y de su teología.

2. La evidencia bíblica

Sabemos que alguien es el autor de las Escrituras. Sin embargo, ¿cómo sabemos quién fue esa persona, o quiénes fueron esas personas? Para responder esta pregunta, empezamos prestando mucha atención a lo que afirman los autores bíblicos sobre el origen de las Escrituras. Hay muchas evidencias en el Antiguo Testamento, y en el Nuevo, que nos dicen que los autores bíblicos consideraban que Dios era el autor de la Escritura. Los pasajes archiconocidos que se usan en la formulación de la doctrina bíblica de las Escrituras son 2 Timoteo 3: 15-17 y 2 Pedro 1: 20-21.
El término paulino
[theopneustos]
La afirmación que hace Pablo sobre el origen de las Escrituras es breve y genérica: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia» (2 Tim. 3: 16). Aunque nuestra palabra ‘inspiración’ proviene en parte de la traducción latina de este texto, «divinitus inspirata», Pablo usa la palabra
[theopneustos], que, literalmente, significa “respirada por Dios”. No tenemos ni idea de qué podría significar una “respiración divina” si la expresión se aplicase literalmente a la generación de las Escrituras, pero podemos intentar comprenderla metafóricamente. Así entendido, el texto dice que Dios está implicado directamente en el origen de las Escrituras, aunque no explica el modo ni los detalles de la acción divina.
El término petrino
[feromenoi]
Las observaciones de Pedro sobre el origen de las Escrituras están más matizadas, y son más analíticas y específicas. Cuando afirma que «hombres inspirados [
{feromenoi}, “siendo movidos” o “siendo dirigidos”] por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios» (2 Ped. 1: 21, LBA), Pedro subraya explícitamente el hecho de que son obra de la pluma de seres humanos bajo la dirección del Espíritu Santo. En resumidas cuentas, en la generación de las Escrituras estuvieron implicados tanto Dios como seres humanos.
No obstante, Pedro matizó con mucho cuidado y de forma muy enérgica la intervención de los agentes humanos. «Ante todo, tengan muy presente que ninguna profecía de la Escritura surge [
{ginetai}] de la interpretación [
{epilyseōs}] particular de nadie» (2 Ped. 1: 20, NVI). Dado el contexto en que usa la palabra griega
[epilysis], Pedro puede estar defendiendo que aunque en la composición de las Escrituras interviniesen seres humanos, ellos no fueron el origen de las explicaciones, exposiciones ni interpretaciones de las diversas temáticas presentadas en ellas.
En una frase subsiguiente, Pedro explica que «ninguna profecía fue dada [de
{ferō}] jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados [{feromenoi}], “siendo movidos” [o “siendo dirigidos”] por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios» (2 Ped. 1: 21, LBA). Pedro niega nuevamente el origen humano de las Escrituras excluyendo la voluntad de los seres humanos. ¿Qué hicieron los seres humanos? Hablaron (
[elalēsan]), proclamaron y comunicaron las explicaciones, exposiciones e interpretaciones que se originaban en Dios como autor. El habla y la escritura son expresiones del pensamiento. Por eso, la dirección de Dios acompañó a los escritores de las Escrituras no solo cuando escribían, sino también cuando hablaban. Lo que decían era la manifestación de los pensamientos y las acciones de Dios.
El problema que subyace a la revelación-inspiración
Es notorio que, aunque Pedro y Pablo afirman de forma inequívoca la implicación directa de Dios en la generación de las Escrituras, ninguno explica las formas concretas en que intervinieron la parte divina y la humana, ni da detalles de su modus operandi específico. Las Escrituras no abordan ese problema en ningún sitio. Dar respuestas de nuestra propia cosecha es embarcarse en una tarea teológica, porque la teología va en pos de la comprensión.
Las afirmaciones de Pablo y Pedro enseñan de forma muy significativa que Dios es el autor de las Escrituras, de todas las Escrituras (2 Tim. 3: 16; 2 Ped. 1: 20-21). Los teólogos deberían encontrar una manera de entender cómo tuvo lugar eso, y, a la vez, explicar el lado humano que se presenta en la forma en que se concibieron y escribieron las Escrituras.
Las diversas respuestas dadas a esta cuestión a lo largo de la historia han llegado a ser premisas hermenéuticas importantes. Influyen de forma decisiva en toda la labor de la investigación exegética y teológica, hasta el punto de dividir a la cristiandad en dos escuelas distintivas de pensamiento que atraviesan las demarcaciones denominacionales.

3. Método y modelos

Antes de considerar brevemente algunos modelos destacados de interpretación de la RI, hagamos una “parada” metodológica. Precisamos (1) averiguar con precisión el significado técnico de RI, (2) determinar sobre qué evidencia construyen los teólogos su interpretación de la RI, y (3) fijarnos desde qué premisas hermenéuticas elaboran los puntos de vista que tienen. Esto nos ayudará a entender lo que han dicho otras personas sobre este tema, así como lo que deberíamos tener presente en nuestra propia interpretación del mismo.
Definición básica de revelación-inspiración
Cuando los teólogos abordan la doctrina de la RI, usan las palabras ‘revelación’ e ‘inspiración’ con un sentido técnico. A grandes rasgos, ‘revelación’ se refiere al proceso mediante el cual surgió el contenido de las Escrituras en la mente de profetas y apóstoles. En términos generales, ‘inspiración’ se refiere al proceso mediante el cual se comunicó el contenido de la mente de los profetas y apóstoles de forma oral o escrita. Por lo tanto, la revelación es un proceso cognitivo, mientras que la inspiración es principalmente un proceso lingüístico.
Es necesaria una nota de cautela para evitar la confusión. Los escritores bíblicos no usaron la palabra ‘inspiración’. Además, ni ellos ni Elena G. de White usaron las nociones de ‘revelación’ o ‘inspiración’ con el sentido analítico técnico en el que las usamos en este capítulo. Las usaban de manera intercambiable. Según el contexto, se pueden referir al origen del contenido de la mente de los profetas y los apóstoles, al proceso de comunicar ese contenido en formato escrito, o a ambas cosas. No es de extrañar que muchos teólogos adventistas y evangélicos hagan lo mismo. Sin embargo, una comprensión adecuada del origen de las Escrituras requiere un análisis cuidadoso de los procesos cognitivos y literarios implicados.
La evidencia
¿Sobre qué evidencia construyen los teólogos sus interpretaciones de la RI? Puesto que no observamos directamente la RI en acción hoy, los teólogos trabajan a partir de los resultados de la RI, es decir, de las Escrituras. Los teólogos reconocen dos líneas de evidencia en las Escrituras. Son la doctrina de las Escrituras y las peculiaridades de las Escrituras. Puesto que ya hemos abordado la doctrina bíblica de las Escrituras, en esta sección introduciremos brevemente la noción de las “peculiaridades” (llamadas a veces “fenómenos”) de las Escrituras.
Las peculiaridades de las Escrituras. Cuando los teólogos hablan de las “peculiaridades” de las Escrituras, no se refieren normalmente a las enseñanzas bíblicas que hay en las Escrituras, sino a las características de las Escrituras como obra escrita y a todo su contenido. En consecuencia, aunque el acceso a la “doctrina” bíblica de las Escrituras implica un análisis teológico, el acceso a las “peculiaridades” de las Escrituras tiene lugar mediante un análisis histórico y literario. La primera línea de evidencia subraya el papel del elemento divino en la RI, mientras que la segunda descubre el papel de los elementos humanos. Si no se logra integrar debidamente ambas líneas de evidencia se llega, respectivamente, o bien a interpretaciones ultraconservadoras, o bien a interpretaciones liberales de la RI.
La hermenéutica y la revelación-inspiración
Es evidente que «ha llegado el momento de que los adventistas del séptimo día vayan más allá de las inquietudes apologéticas para iniciar la tarea de desarrollar una teología más constructiva de la inspiración».69 Sin embargo, ¿cómo desarrollamos una interpretación de una temática que las Escrituras abordan de forma indirecta? Lo que se requiere no es ni más ni menos que una tarea constructiva y pionera de teología sistemática. Puesto que toda construcción teológica se basa en presuposiciones, la formulación de una interpretación adventista de la RI podría beneficiarse de analizar la forma en que se han concebido otras interpretaciones.
La tarea de teología sistemática vislumbrada aquí debe tomar en consideración tres aspectos diferentes de la hermenéutica: (1) la hermenéutica del texto, (2) la hermenéutica de los asuntos teológicos, y (3) la hermenéutica de los principios filosóficos. La interpretación de los textos bíblicos y de los asuntos teológicos está condicionada por la doctrina de la RI, que, a su vez, depende de los principios filosóficos que el exégeta presupone.
Por ello, ¿cuáles son las presuposiciones implicadas en la interpretación de la RI? ¿Quién decide qué presuposiciones deberían tenerse? Comencemos con la última pregunta. Puesto que la evidencia bíblica muestra que el fenómeno de la RI siempre implica acciones divinas y acciones humanas, resulta inevitable que los teólogos trasladen sus propias concepciones sobre las naturalezas divina y humana a sus doctrinas de la RI. Estos son principios filosóficos hermenéuticos, porque se asumen como principios de la hermenéutica bíblica y teológica. La naturaleza y las acciones de Dios, al igual que la naturaleza y las acciones humanas, han sido interpretadas de forma diversa por los teólogos cristianos. Puntos de vista diferentes sobre Dios y la naturaleza humana han producido interpretaciones distintas de la RI.
Repasemos nuestra exposición de esta sección metodológica. En primer lugar, decidimos usar las palabras ‘revelación’ e ‘inspiración’ con sentido técnico para fomentar la claridad. En segundo lugar, nos percatamos de que una comprensión acertada de la RI debe empezar escuchando lo que dicen los autores bíblicos sobre el origen de las Escrituras y debe considerar la obra concreta que produjeron (las peculiaridades de las Escrituras).
En tercer lugar, aprendimos que las doctrinas de la RI son interpretaciones que implican no solamente los datos bíblicos, sino también presuposiciones. Toda doctrina de la RI es una interpretación que depende de la forma en que los teólogos entienden las natur...

Índice

  1. Tapa
  2. Colaboradores
  3. Dedicatoria
  4. Prólogo
  5. Prefacio
  6. Abreviaturas
  7. Nota sobre esta edición en español
  8. Capítulo I: Antecedentes históricos de la interpretación adventista de la Biblia
  9. Capítulo II: La fe, la razón y el Espíritu Santo en la hermenéutica
  10. Capítulo III: Presuposiciones en la interpretación de las Sagradas Escrituras
  11. Capítulo IV: Revelación e inspiración
  12. Capítulo V: La autoridad de las Escrituras
  13. Capítulo VI: El texto y el canon de las Escrituras
  14. Capítulo VII: Pautas para la interpretación de las Escrituras
  15. Capítulo VIII: Interpretación intrabíblica: Lectura intertextual de las Escrituras
  16. Capítulo IX: Interpretación de las narraciones históricas del Antiguo Testamento
  17. Capítulo X: Lectura de los Salmos y de la literatura sapiencial
  18. Capítulo XI: Interpretación de la profecía del Antiguo Testamento
  19. Capítulo XII: Interpretación de los Evangelios y las Epístolas
  20. Capítulo XIII: Interpretación de los símbolos, las alegorías y las parábolas de la Biblia
  21. Capítulo XIV: La hermenéutica de la apocalíptica bíblica
  22. Capítulo XV: Hermenéutica y cultura
  23. Capítulo XVI: Interpretación y aplicación de la ética bíblica
  24. Capítulo XVII: Elena G. de White y la hermenéutica
  25. Apéndice A: Métodos de estudio de la Biblia
  26. Apéndice B: El uso de la versión modificada del método histórico-crítico por parte de eruditos adventistas