El problema del texto
CAPÍTULO 1
Texto
Este capítulo profundiza y problematiza la definición del concepto de texto, fundamentalmente, para promover la reflexión sobre la serie de variables que debería tener en cuenta quien se inicia en el saber experto sobre la recepción y la producción de textos. Es importante considerar este capítulo no como una digresión teórica de los talleres sino como una guía de los factores que hay que incorporar deliberadamente en la planificación, realización y revisión de estrategias de lectura y escritura.
El problema del texto desde la perspectiva semiótica
Texto y discurso, a veces se separan conceptualmente, a veces se identifican en la noción que cubren. Sin entrar en la polémica terminológica, pero tampoco dejando de lado el problema, este capítulo se abre presentando un recorrido posible (entre otros no menos funcionales) para situar el texto en el marco de la perspectiva de una semiótica textual; esto es, la semiótica cuyo objeto de estudio son los textos.
En 1975, en el Tratado de semiótica general, al trazar los límites y las posibilidades de la disciplina que se establecía “como conocimiento teórico sólo para los fines de una praxis de los signos”, Eco cerraba la primera parte de su exposición (una teoría de los códigos) con la siguiente alusión al uso de la noción de texto que ya había propuesto otro especialista:
Metz (1970) ha lanzado la hipótesis de que, en cualquier caso de comunicación (excepto quizá casos raros de univocidad elemental), nos encontramos ante un “texto”. En ese caso, un texto sería el resultado de la coexistencia de varios códigos o, por lo menos, de varios subcódigos. Metz pone como ejemplo la expresión /voulez-vous tenir ceci, s’il vous plaît?/ y observa que en esta frase funcionan por lo menos dos códigos: uno es el de la lengua francesa y el otro, el código de la cortesía. Sin el segundo, nadie comprendería exactamente qué significa /s’il vous plaît / y se daría una interpretación ingenua. (Eco, 1977: 116)
Una semiótica que se ocupa de entidades más reales de la comunicación, si bien parte de la descripción de los signos y de sus modos de producción, concibe a éstos funcionando siempre en relación con otros signos en el eje del proceso de la semiosis. Un signo es un constructo teórico que no se encuentra nunca aisladamente en los procesos empíricos de producción y reconocimiento del sentido. Una primera posibilidad es concebir el texto como el objeto concreto de una comunicación. Otra manera de explicarlo es considerándolo como una estructura que es un segmento autónomo y bien definido del proceso de la semiosis social.
En el flujo del proceso donde conviven los signos se puede, por ejemplo, considerar una emisión radiofónica, una página escrita, una celebración religiosa o un programa diario de televisión; el texto es un determinado fragmento de este territorio, pero suficientemente coherente y autónomo para ser considerado unitario.
El primer problema importante que deriva de esta aseveración es cómo efectuar el corte o escansión del texto para que éste no sea el producto aleatorio de la entropía que rige al universo. Bien mirado, el primer peldaño de una respuesta sensata es que no existe una solución única y definitiva. La emisión radiofónica o la televisiva transmite ininterrumpidamente, una publicación periódica se continúa en los números subsiguientes: ¿cómo segmentar esa producción continua para obtener textos autónomos? Depende del sujeto que efectúa el recorte. Esta aseveración puede parecer algo excesiva a “miembros letrados” de una cultura, habituados a entender el texto como un cuerpo cerrado e inviolable. Pero si uno se observa a sí mismo y a los otros como actores sociales, con un poco menos de prejuicio, se puede entender que la transmisión televisiva nos sorprende con el telecomando haciendo zapping para construir el propio texto durante una hora de exposición frente a la televisión en no pocos casos. En el transcurso de una investigación para realizar un trabajo académico, por ejemplo, sobre los noticieros, uno debe enfrentarse a la necesidad de decidir si le interesan todos los noticieros del día, los de la mañana, o los del cierre de transmisión. Uno puede interesarse por seguir una serie (cuyos capítulos están escandidos por las tandas publicitarias), o bien por una secuencia o tan sólo por los momentos donde aparece determinado actor. Todos estos casos pueden considerarse textos emitidos por ese emisor. De la misma forma se pueden considerar textos todas las piezas de un museo, o los cuadros de una colección de una sala, o de un solo artista, o una obra en particular; el periódico que uno lee hoy, o un solo artículo o una tira cómica que seduce a los actores sociales en cuestión. En una página de internet se pueden buscar sólo las palabras que le interesan a uno para “leer” un fragmento referido a un tema que impulsó a la búsqueda, o se puede saltar de un link a otro para ampliar una noción sobre “melodía” con un ejemplo sonoro.
Estos ejemplos permiten inferir que la elección de los límites del texto y, por consiguiente, la definición de ese texto, son responsabilidad del sujeto en posición de recepción. En los casos de significación más elemental (aquellos en los que no existe propiamente un emisor), como cuando se está frente a procesos del mundo natural que se tratan como fenómenos con sentido (inferir que lloverá por la forma de las nubes o avisar a los bomberos que en la Reserva Ecológica se ha producido un incendio porque vemos la línea del horizonte borrada por el humo intenso de color oscuro), se ha decidido recortar como texto una cierta porción del mundo.
Por consiguiente, la responsabilidad del receptor en la delimitación de los confines del texto sugiere enriquecer las definiciones parciales que se han dado aquí hasta ahora: un texto es un fragmento de la semiosis que es tratado como texto por alguien.
Hay, además, en la comunicación compleja y elaborada, procesos donde existe una intencionalidad de producir procesos que sean recibidos como textos: del lado de la emisión se proyecta un plan para determinar que el receptor lea de determinada manera el texto que se convierte, entonces, en el lugar de conflicto o negociación, puesto que la intencionalidad del productor se confronta o –por lo menos– entra en juego con los intereses, actitudes y competencias del receptor que acepta el texto colaborando o confrontando. Considérese el ejemplo de la emisión radiofónica: aunque cada emisora tiene un determinado perfil que apunta a un público parcial, su objetivo es retenerlo la mayor cantidad de tiempo posible porque es un dato concreto que no puede estar las veinticuatro horas escuchando la radio. El oyente puede recurrir a saltar a otra emisora en los momentos dedicados a la escucha cuando la marcada por el dial no satisface su deseo. Pero desde la emisora misma se induce al oyente a consultar su página de programación completa (en el periódico o la web, la red, por ejemplo) para anclar la posible deriva del receptor. Las secciones de una revista semanal, o el mismo diario, difícilmente son leídos en su totalidad: cada lector hace un recorrido personal por los artículos que allí están presentes. Aunque el film de ficción tradicional se orienta a mantener en vilo a su espectador hasta la secuencia final, nada impide que quien tiene la posibilidad de proyectarlo en su videorreproductora pueda saltar las secuencias para saciar su curiosidad de saber el final, aunque estos saltos alteren la organización coherente del relato fílmico.
Existen dispositivos muy institucionalizados que operan como claves de orientación para marcar al receptor los límites de un texto y el modo en que debe leerlo. Para el mundo gráfico, Gérard Genette propuso la noción de paratexto: “Un discurso auxiliar, al servicio del texto, que es su razón de ser” (Genette, 1987 [1962]: 16). Los elementos paratextuales se pueden catalogar: títulos, textos de solapas, prólogos, epígrafes, índices, notas al pie de página, ilustraciones, etc. Todavía es posible diferenciar lo que constituye el peritexto (textos que rodean al texto) del epitexto (el conjunto de mensajes paratextuales que encontramos, por lo menos originalmente, en lo que no está en el libro: críticas, entrevistas al autor, etcétera).
La noción de paratexto (cfr. capítulo 2) es aplicable también a discursos de distinta materia significante que circulan en otros dispositivos: los más notables son los títulos y créditos de los filmes, las indicaciones para ejecutar una partitura musical, el marco de un cuadro, las acotaciones escénicas de las obras teatrales. Todos estos signos metatextuales le proveen al lector “instrucciones de uso”: se trata de una novela o de una investigación periodística, un ensayo que versa sobre un determinado tema o una colección; un manual para utilizar un programa de computación o un tratado de informática; un film o un documental. Estas sugerencias pueden o no ser seguidas por el receptor, que actúa según sus competencias, pero también según sus intereses particulares que no impiden que se use un texto con fines diferentes de aquellos para los cuales fue puesto en circulación.
Se ha explicado que el recorte que permite establecer los límites del texto corresponde a la decisión del receptor y esta operación, compleja de por sí, debe enfrentarse, en primer lugar, con los indicadores paratextuales para definir los límites que sitúen el objeto “texto”. Si se tienen en cuenta casos donde el flujo textual es continuo, por ejemplo, una transmisión televisiva o una radiofónica, o los objetos que forman parte de una muestra fotográfica, o bien un conjunto de textos que se han reunido como bibliografía sobre un determinado tema para realizar un informe de lectura, la posibilidad de escandir tales fenómenos para conformar un texto depende también de un requisito fundamental que gira en torno a la pregunta: ¿cuál es el tema del “texto” al que aludimos? Dicho en términos semióticos, el fragmento producto del recorte que el receptor decide tratar como texto debe responder a un topic. El topic o tema es una respuesta (provisoria) a la pregunta que el receptor le hace al texto (¿sobre qué trata?). La elección de un topic o tema puede considerarse como un título provisorio con el cual el receptor trata de resumir el contenido semántico de una cierta porción del texto. Dado un texto como el siguiente: “PORSCHE 911T 85 Rojo full Techo Súper Confort p/entendidos Titular listo p/viajar U$10900 T/auto J.B. Alberdi 4945 Cap. 155411-1199”, el topic seleccionado por el lector podría ser “aviso de venta autos”. Si el lector es un poco más experto en materia de automotores, podría, en cambio, proponer un topic más analítico, del tipo “venta de autos deportivos importados”. La elección del nivel de análisis dependerá, en consecuencia, también de los saberes que conforman la enciclopedia del lector.
Enfrentado el actor social a un texto nuevo, el título puede facilitarle la comprensión del tema, individualizándolo en una operación que, coherentemente, se denomina “topicalización”, y que orienta, desde el comienzo del proceso de lectura, el campo semántico en el cual se apostará la interpretación. Claro está que esta pista para colaborar con el lector a veces puede faltar, o ser equívoca intencionalmente.
Cuando uno pregunta cuál es el tema de una determinada obra a distintos lectores, posiblemente se obtengan, también, respuestas diferentes (pero no cualquiera) aunque no se las deba considerar erradas (siempre que ellas puedan fundamentarse coherentemente en el texto). Se puede, por ejemplo, decir que el tema del Quijote de Cervantes es “la confrontación entre idealismo y realismo”, o “la historia de un hidalgo venido a menos que pierde la razón a causa de la lectura de libros de caballería y, creyéndose caballero andante, comete una serie de aventuras que son verdaderas locuras, hasta que recupera la razón y muere en sus cabales arrepintiéndose de lo que ha hecho”, o bien que el tema es “la imposibilidad de resucitar en la modernidad los ideales medievales de la caballería andante”.
Para que una serie de enunciados pueda ser entendida como un texto y no como un simple agregado de frases debe existir la posibilidad de trazar el “mapa” de sus relaciones semánticas, o sea, su coherencia. Si no se puede encontrar un tema que las agrupe, no existe un texto. El siguiente conj...