Es emocionante saber emocionarse
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Es emocionante saber emocionarse

Roberto Aguado Romo

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Es emocionante saber emocionarse

Roberto Aguado Romo

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Todos sabemos que lo ideal es que hagamos un uso de las emociones regulándolas desde la racionalidad. Este libro pretende transmitir un método de y trabajo eficaz para que las personas tengan una adecuado gestión emocional. Hay que pasar de las palabras a los hechos, ya que lo importante no es solo saber lo que hay que hacer, sino sobre todo ser capaz de hacerlo. Hoy sabemos que un porcentaje que llega al 40%, no pueden gestionar sus emociones desde la razón o con cambios de pensamiento. En este libro encontrarás el primer modelo científico de Inteligencia Emocional, Vinculación Emocional Consciente, que diferencia cuándo podemos gestionar desde la razón (cerebro tipo I) y cuándo es necesario hacerlo desde la propia emoción (cerebro tipo II).

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Información

Editorial
EOS
Año
2016
ISBN
9788497276818
Edición
1
Categoría
Psicología
Capítulo 1
El fracaso está ligado
a no saber y el éxito
a fracasar sabiendo
Saber decir que “SÍ”
Repite varias veces “NO”, cierra los ojos y nota lo que sientes cuando dices “NO”. ¿Puedes colocarle un color, un olor, un sabor, una textura, una imagen al “NO”? ¿Puedes darte cuenta de lo que ocurre en tu mente cuando el “NO” se instala? Pues bien, ésta ha sido una de las grandes conquistas de la inteligencia emocional, poder decir que no. Ha sido una constante de todos los manuales de asertividad y del saber protegerse: “saber decir que no”.
Todo lo que se pone de moda, solo años después sabemos los efectos que tiene, ya que todo goza de su lado positivo y negativo. Las consecuencias de saber decir que “NO” no han sido del todo satisfactorias, ya que hoy tenemos a personas que salen a la calle con un saco de “NO” que van repartiendo a diestro y siniestro, sin darse cuenta que están diciendo que “NO” a muchas oportunidades y además están creando una atmósfera mental llena de truenos y relámpagos.
Te ofrezco otra forma de proceder que llega a la misma meta, que consigue que puedas protegerte y te conviertas en quien gestiona tu futuro y tu presente, es una nueva fórmula, es saber decir que “SÍ”. Di que “SÍ” varias veces, cierra los ojos y nota lo que sientes cuando dices “SÍ”, colócale un color, un olor, un sabor, una textura, una imagen al “SÍ”. ¿Notas la diferencia?
Hoy sabemos que cuando decimos “NO” para protegernos, para sentirnos dueños/as de nuestros actos, a veces también nos decimos “NO” a nosotros mismos. Es más, en varios experimentos hemos encontrado que las personas muy entrenadas en saber decir que “NO”, en muchas ocasiones, ya estaban diciendo que “NO”, como un automatismo, antes de saber la pregunta, es como si destruyendo por definición lo que quiere el otro nos creyéramos con más poder, sucediendo algo similar a lo que pasa cuando se castiga a un adolescente sin salir ese fin de semana por haberse saltado una norma y con su castigo te quedas tú también sin salir ese fin de semana, es como si para conseguir un propósito tuvieras que arruinar tu propia proyección. ¿De qué sirve castigar a un adolescente si nos castigamos a nosotros también? Mal negocio.
No puedes idealizar el “NO” como recurso fundamental para defender tus derechos, a no ser que te quieras ir contaminando con la negatividad. Estoy seguro que cada vez que dices que “NO” tu estado mental oscurece, ya que cuando te defiendes ante un instigador, aunque sepas cómo confrontarlo, para tu cerebro este tipo de ambiente no es positivo, pues se coloca en alerta. En cada “NO” te tienes que defender y, aunque salgas ganador/a, el hecho de la defensa crea un ambiente de conflicto y, gota a gota, te agota.
La idea de que somos mejores si resolvemos conflictos es totalmente verdad, pero no cuando para resolver tenemos que ennegrecer nuestro clima mental o colocarnos ante una defensa permanente, en ese momento nos desgastamos, nos volvemos un poco paranoicos y en el núcleo de la desconfianza solo existe la inseguridad, de tal manera que cuantas más veces digas que “NO”, más estás diciéndote que tienes que cerrarte para que no te pase nada, tienes que colocar un muro, tienes que poner un límite, limitándote.
Sin embargo, si aprendes a decir que “SÍ” implícitamente estás diciendo muchos “NO” sin decirlos, sin tener que defenderte, sin tanta defensa. Cada vez que dices que “SÍ” a algo estas diciendo que “NO” a todo lo que no has elegido. La diferencia es que con el “SÍ” te confirmas, te afianzas, te defines, te haces no solo líder de tu decisión, sino que marcas una dirección abierta en el camino de tu disposición. Con el “SÍ” no te proteges, eliges y, desde ahí, te sientes dueño/a de la situación.
Solo tienes que decir que “SÍ” en otra dirección para decir que “NO”. Si debes decir que “NO” a alguien, di “SÍ” a lo que realmente te apetece hacer en ese momento y ya no tiene que haber más explicaciones, no tiene por qué haber castigos para ti. Por ejemplo, si alguien con quien no quieres salir te invita a bailar, solo tienes que decir que tienes que ir al cine con otra persona, que te quedas estudiando, viendo la televisión o que has decidido pasar la noche en tu casa a solas. Es decirte que “SÍ” a ti y, a la vez y desde el “SÍ”, decir que “NO”, sin efectos secundarios, sin excusas, sin otra razón que no sea que tú eliges, decides para lo bueno y lo malo, para equivocarte o acertar, pero siempre para sentirte con el verdadero control del liderazgo de tus decisiones.
De esta forma, en el ejemplo de castigar al adolescente, mantenemos que se quede sin salir ese fin de semana y, probablemente, tú tampoco puedas salir. Dejarle solo en casa puede ser un premio, pero no te castigas a ti, el hecho de castigarle no debe producir mal humor en ti, como adulto intentarás decirte que “SÍ” realizando cualquier actividad que sea positiva para ti, en definitiva eliges estar en casa haciendo algo que te gusta, el que se queda castigado es él/ella, tú no. Si el adolescente con tu “NO” sales este fin de semana” consigue que tú te quedes castigado/a, no le has castigado, te has castigado. Cuando esto es así, además, es natural que salga de su habitación el adolescente diciendo “eres un/a amargado/a” y tiene razón, porque lo estás. Mientras que si cuando sale de su habitación te encuentra totalmente entusiasmado/a con la actividad que estás haciendo, te aseguro que tu “SÍ” a tu persona, será muy eficaz para que se vuelva a pensar saltarse las normas.
Saber decir que “SÍ” es la primera medida de cambio para la gestión emocional del siglo XXI, ya que hoy también sabemos que, más importante que lo que decimos es desde qué emoción lo expresamos, por lo tanto si dices que “NO” desde la inseguridad, sigues estando mal a nivel de asertividad, y si dices que “NO” desde la seguridad, ese “NO” puede ser muy agresivo, por lo que tampoco es muy asertivo, ya sabes en la asertividad no hay que ser ni lobo ni cordero. Solo debes indicar el “NO” desde la seguridad cuando tengas realmente que defenderte de una amenaza muy fuerte, cuando estás viviendo una situación de mucha agresividad a tu persona, en ese momento, el “NO” desde la seguridad es un muro que te protege, un límite que colocas y que te enroca en un plano de defensa. No obstante, debes saber que es difícil decir en estas situaciones de peligro real “NO” desde la seguridad, habitualmente en estas situaciones se dice “NO” desde el miedo, la rabia, el asco o la tristeza. Como veremos después, en estos climas emocionales el “NO” también debe utilizarse solo si queremos tener dominio emocional, para casos muy puntuales y de peligro.
Saber decir que “SÍ” está muy ligado a emociones como la seguridad, la curiosidad o la alegría, si dices que “SÍ” desde estas emociones te aseguro que tu cerebro se sentirá que es capitán del barco, pero si dices “SÍ” desde el miedo, la rabia o el asco, te vuelves a contaminar, tal como sucede cuando para defenderte dices que “NO”.
Por todo ello, es necesario que tengas siempre en cuenta una ley universal para que tus palabras no te afecten negativamente y, sobre todo, para que tengas el efecto que deseas con tus interlocutores.
“Lo esencial no es lo que dices, ni las palabras que usas, sino desde qué emoción lo expresas”
La misma palabra, la misma frase, si la dices desde la rabia o desde la seguridad cambia totalmente y tu interlocutor comprenderá el significado de lo que le dices, más por la emoción que tú sientes en ese momento, que por las propias palabras que le transmites. Es lo que denominamos contexto, es fácil que hayas oído alguna vez “se han sacado las palabras de contexto”, pues bien, ese contexto es definido, sobre todo, por el ambiente emocional en el que se está comunicando. El contexto está totalmente condicionado por los estados emocionales de aquellos que se están comunicando, estén o no presentes.
Saber en qué estado emocional te encuentras en cada momento, es manejar el arte de la gestión emocional, es dominar la parte más importante de la comunicación humana. Quien tiene esta capacidad de ser consciente del estado anímico en el que se encuentra, si además es capaz de ser consciente, de comprender el estado anímico de aquellos que le rodean, tiene ventaja en la relación, sabe lo que tiene que hacer, a dónde puede llegar y, sobre todo, sabe por qué está pasando lo que está pasando.
La afirmación “SÍ” por sí misma está adherida a estados emocionales desde nuestros ancestros de seguridad, de curiosidad y de alegría. ¿Sabes por qué la mayoría de las culturas, no todas, para decir que “SÍ” mueven la cabeza de arriba hacia abajo y para decir que “NO” mueven la cabeza de izquierda a derecha? La razón es que cuando buscamos el pezón o la tetina, de bebés, para alimentarnos, movemos la cabeza de izquierda a derecha hasta que la boca lo encuentra, por lo que cuanto más movimiento haya de izquierda a derecha, más le estamos diciendo a nuestro cerebro “aquí NO”, “aquí NO”. Sin embargo, cuando nuestra boca conecta con el pezón y comenzamos a succionar, el movimiento de nuestra cabeza es de arriba hacia abajo, en ese momento estamos diciendo a nuestro cerebro “aquí SÍ”, “aquí SÍ”. Si lo piensas es imposible succionar haciendo el gesto de izquierda a derecha, el gesto de NO, mientras que para succionar, ese movimiento de arriba abajo es fundamental, junto con el de atrás y adelante, para presionar.
El “SÍ” está determinado de manera casi genética a una sonrisa, una expresión de apertura, de abrirte, si dices muchas veces “SÍ” tu cerebro se llena de serotonina y dopamina, mientras que cuando dices que “NO” se apagan las luces, se cierran las puertas, se para la respiración, aprietas los puños y los dientes, el NO llena nuestro cerebro de noradrenalina, cuando no hace que todo el sistema se apague, como ocurre en la depresión y en la emoción que la sostiene: la tristeza.
Siguiendo esta idea respecto de la importancia que tiene la emoción en la que vivimos y quitándosela a las palabras que decimos, me atrevo a señalarte una gran evolución que tenemos que realizar en la psicología llamada positiva, para conseguir una verdadera gestión emocional y desde ahí crecer desde el punto de vista personal. Al igual que se ha ilustrado a decir que “NO“ a la población, como sinónimo de control de su vida y prototipo de asertividad, ha sido habitual escuchar a los teóricos del momento que debíamos hablarnos en positivo y que decirse cosas como “vales mucho”, “eres el mejor”, “venga que puedes”, son como órdenes que nos ayudan a conseguir nuestros objetivos. Hoy sabemos que esto es así pero no del todo, para que realmente esta forma de autodiálogo sea eficaz, además de hablarnos en positivo y darnos ánimo, tenemos que estar instalados en una emoción agradable, tal como la seguridad, la admiración, la curiosidad o la alegría, si no es así, por mucho que nos hablemos en positivo, no nos servirá de mucho. La emoción desde la que nos decimos estos mensajes es más importante que lo que nos decimos. De tal manera que si te dices que “vales mucho”, pero te lo dices sintiendo miedo o rabia, de poco te servirá. Lo que sentimos tiene más valor para nuestro sistema global que lo que decimos. Cuando ...

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