Patrón larvario
Señor Memoria
Recitaba sin dudar los nombres de sus veinticinco poetas y novelistas favoritos; recordaba conversaciones enteras de su juventud, incluso anécdotas de sus viajes, de las ciudades que visitó y hasta detalles históricos de estas. Memorizaba listas completas de fechas importantes como los cumpleaños de sus clientes, las universidades a la que enviarían a sus hijos y hasta los lugares de nacimiento de su segundas y tercera esposa. Todo para deslumbrar a su entorno con su prodigiosa memoria. Era un encantador banco de datos que no olvidaba un solo detalle. Cada vez que abría los ojos ciertas partes del mundo le eran familiares, pero no era capaz de salir a la calle sin haber leído antes las notas que poblaban su habitación. Tenía que disfrazarse de otro porque la vida de un testigo protegido es eso, aparentar una sólida existencia aunque esté llena de grietas.
Retrotiempo
Tuve que inventar nuevas formas de viajar en el tiempo. Nuestra misión era importante pero me fui quedando sola, el resto había caído en la trampa de la nostalgia y decidían quedarse aquí o allá, unos en los ochenta, otros en los noventa. Hasta que llegué a Manhattan y sus calles me ofrecieron todo lo que necesité, aquel taxi amarillo se convirtió en mi Tardis personal. Podía recorrer cientos de años en apenas unos metros de calles frías donde la vida bullía como si hirviera en ansia. Encontré la paz de la soledad en los viajes a la velocidad de la luz. Allí podía estar en ningún lugar y de todos a la vez. Ser yo.
A costa del silencio
Sabía que no debía temer a lo que estaba en camino. Se sentó en la silla mientras un océano de soberbia inundaba su mirada. Era como ver a una de esas actrices del Hollywood de los años veinte, duras y de amargas palabras, miradas frías como el acero. Y su monólogo, un manifiesto.
–Antes pensaba que el miedo era una parálisis y que la tristeza posterior, solo un síntoma más. Y ahora que sé lo que soy, estoy completa y mi mente es como un lugar lleno de estancias que no deja de crecer. Porque estoy en paz y en guerra al mismo tiempo. Y soy el amigo y el enemigo y encuentro que esta existencia es única, más allá de la máquina que soy.
Sus verdugos no pudieron mirarle a la cara. Demasiados años sirviendo juntos.
Perdida y encontrada
Ante ella, un océano imponente, mudo y oscuro; a su espalda, la plateada arena del desierto, ambas lunas ondeaban sobre este planeta casi muerto. No dejaba de preguntarse si volvería a casa y cómo. Aquella minúscula forma de vida sollozaba en el que podría ser el nuevo hogar de la Humanidad. Su soledad era tan abrumadora, tal el espacio entre ella y el resto de todo lo que conocía, que no pudo por menos que ponerse a llorar, a gritar y maldecir. Obtuvo una respuesta de aquel lugar que no esperaba. Ni entendía. Aún.
Pinkerton
Nunca fuiste tú, éramos nosotros. No abrazaste a tu hija cuando nació, ni fuiste al piquete ni te dio una paliza la policía; el sindicato no te vio aquel día. Especialistas en suplantación y en hacer desaparecer a gente, hemos hecho historia a la vista de todos. No sabéis que os vigilamos con el ojo delator de identidades. Los mejores, invisibles, anónimos. Nadie creería el poder que tenemos.
Éxito
Me llamó muchas veces pero no pude hablar con ella, saltaba el buzón y me dejaba un mensaje de voz cansada y palabras ojerosas. Aquel día llegué a casa y puse las noticias mientras me desvestía y preparaba la ducha. Me acordé de ella, tenía que llamarla para decirle que iba a ser tía. Su cara sería un poema al decirle que la llamaríamos como a ella, Sandra. Pero la vi antes de lo previsto, en las noticias de las ocho, reprochando mi despiste. Recordé la luz violeta del buzón en mi móvil y corrí hasta el bolso, tan inquieta como aterrorizada. Desde entonces me castigo escuchando su sufrimiento una y otra vez porque no consigo entender qué es lo que dice más allá de sus gritos. Mi sospecha crece día a día y es que puede que esta vez lo haya conseguido, al fin.
Señales de auxilio
Latidos en las sienes, sudor frío y visión borrosa. No llegaría a la presentación de su proyecto y la campaña se la quedaría otro. Su vida consistía en ver el éxito desfilar ante él, distante, inalcanzable. El dolor del pecho aumentó cuando empezó a pensar en su jefe exigiendo el archivo para la presentación. Mientras luchaba por vencer el ataque de pánico que no le permitía salir del parking, imaginó los escenarios de fracaso y recordó su casa vacía, su vida vacía, su ausencia desapercibida. Sus mús...