Cooperación internacional en las relaciones internacionales
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Cooperación internacional en las relaciones internacionales

Teorías, debates, perspectivas

Rebecka Villanueva

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Cooperación internacional en las relaciones internacionales

Teorías, debates, perspectivas

Rebecka Villanueva

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¿Por qué teorizar la cooperación internacional desde la disciplina de las relaciones internacionales? ¿Qué función tienen las teorías? Y ¿cómo un estudiante de las relaciones internacionales puede utilizar las teorías para enriquecer sus investigaciones? Situada en el contexto de la celebración de los 100 años del nacimiento de la disciplina, en Aberystwyth, Gales (1919), el propósito de esta obra es contribuir al entendimiento de la cooperación internacional y su relación con la teorización en las relaciones internacionales. Asimismo, busca brindar una perspectiva integral de los elementos que propician la generación y evolución del conocimiento en la cooperación internacional desde las relaciones internacionales, para así fortalecerlo y posicionarlo como un campo dinámico y complejo que se puede apreciar con mayor claridad mediante herramientas analíticas para el estudio y comprensión de la realidad internacional. En cada capítulo, presentará una estructura semejante en forma de descripción de teorías que son las de mayor relevancia para las relaciones internacionales, de manera que pretende crear conciencia sobre las diferentes visiones del mundo respecto a la disciplina, y la relación que guardan con la cooperación internacional. Este diseño propiciará el entendimiento de la evolución de la cooperación internacional desde las relaciones internacionales hasta llegar al contexto actual de la globalización y las nuevas modalidades de cooperación internacional como la cooperación sur-sur, triangular, descentralizada y no gubernamental/nuevas diplomacias. Se analizará en cada caso cuáles son los componentes más distintivos de cada una de las teorías seleccionadas, buscando responder a las "piezas clave" para teorías; se mencionará a personalidades destacadas en el desarrollo de la teoría en cuestión, o más bien, de las diferentes perspectivas que se encuentran agrupadas dentro de una teoría principal. Finalmente, se citará algún ejemplo histórico que sirva para ilustrar cómo pueden ser explicados los casos de cooperación internacional, en sus múltiples vertientes, por la teoría en cuestión, de acuerdo a sus preceptos.

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Información

Año
2019
ISBN
9786078611362
Categoría
Social Sciences
Categoría
Social Theory

Capítulo 1. Tradiciones del realismo

El beneficio propio antes que todo

Como se anticipó en la introducción, los capítulos de esta obra estarán estructurados de manera que pueda efectuarse una descripción de las diferentes concepciones del mundo desde las relaciones internacionales y sus teorías, desarrollando en el proceso las principales características de cada una, los autores más significativos, ejemplos históricos ilustrativos para la aplicación y visión de sus postulados respecto a la cooperación internacional, y, por supuesto, las divergencias que existen entre ellas.
En este sentido, aunque el enfoque principal de este texto es desde la perspectiva de las relaciones internacionales como disciplina científica que hubo de comenzar formalmente a principios del siglo xx, algunos de los principios y autores que serán citados provienen de épocas anteriores. Este hecho no representa una incongruencia, es el resultado de la formalización de las ideas de diversos pensadores que décadas atrás han tenido inquietudes similares y, con ello, han contribuido a la construcción de la disciplina a través de sus postulados. Dicho de otra forma, el conocimiento, como un proceso inacabado que se va forjando a través de la acumulación perenne de premisas y observaciones, transforma el entorno y moldea el pensamiento, contribuyendo así a la adaptación y readaptación constante del individuo. Pese a ello, existen condiciones que se mantienen a lo largo del tiempo, y la teoría que será analizada a continuación no es la excepción.
La disyuntiva entre la búsqueda del beneficio propio y el colectivo ha acompañado a los pueblos desde épocas remotas, y los posicionamientos de la opción a elegir sin duda han marcado la historia de la humanidad misma y merece ser analizada en primer lugar. El realismo ha constituido una de las principales corrientes teóricas de la disciplina de las relaciones internacionales, siendo la contraparte del idealismo/liberalismo, y su importancia radica en el análisis del Estado y el comportamiento del mismo en las relaciones de poder que se pueden presentar con otros Estados. Resulta ser un marco explicativo de los orígenes y causas de tensiones internacionales que desembocan en conflictos bélicos.
El realismo surge de la concepción de diversos pensadores que se han dicho comprometidos con la historia y que han aclarado la concepción del papel del Estado en la política y en las relaciones internacionales, así como en los procesos de conflicto y guerra. Los argumentos absolutistas de naturaleza ontológica y epistemológica de esta corriente merecen un análisis profundo para desentrañar, entender y hasta refutar sus fundamentos.
Este paradigma tuvo un desarrollo significativo en los debates teóricos del siglo xx como un marco explicativo de los sucesos acontecidos en la arena internacional por los conflictos generados por el expansionismo, el ascenso de los gobiernos fascistas y la explosión de las hostilidades mundiales. La producción teórica fue vasta desde los clásicos como Hans J. Morgenthau (1904-1980) y Robert Gilpin (1930-2018), hasta los que con su protagonismo en las decisiones políticas influyeron en las relaciones de poder internacional, como el secretario de Estado de Estados Unidos, Henry Kissinger (1923- ).
Después del fin de la guerra fría (1945-1989), el realismo atravesó por una dura crítica a su capacidad para explicar el nuevo orden mundial, hasta llegar a una coyuntura en la que su protagonismo ha estado siendo desplazado por diversos enfoques y formas de entender procesos políticos distintos a los que acontecían cuando el mundo se debatía entre la paz y la guerra nuclear, y esta visión era prácticamente inobjetable dadas las circunstancias de entonces. A pesar de lo anterior, sigue siendo un referente teórico fundamental para los estudios de las relaciones internacionales y, por supuesto, para enriquecer los debates sobre la cooperación internacional.
Cabe resaltar que el realismo clásico en la práctica fue desarrollado en el periodo denominado “Concierto de las Naciones”, que va desde el final de las guerras napoleónicas, en 1815, hasta el estallido de la primera guerra mundial en 1914. El objetivo de este sistema era mantener el equilibrio de poder o conservar el statu quo y garantizar la paz entre los Estados. Dicho periodo también es conocido como sistema Metternich, por ser el citado uno de sus principales exponentes. Klemmens von Metternich (1773-1859) fue canciller de Austria desde 1809 y sostuvo el cargo por más de 40 años. Metternich creía fervientemente en el equilibrio de poder como único medio para garantizar la paz entre Estados. Deseaba la paz en Europa y sabía que ello no se lograría sin un equilibrio entre sus potencias.
El equilibrio de poder o statu quo es uno de los conceptos clave en la concepción del realismo de las relaciones internacionales y consiste en intentar mantener un statu quo entre las naciones para evitar los fenómenos de hegemonía, predominio o dominación de un Estado sobre otro. Para poder mantener el equilibrio de poder, los Estados están sujetos a dos tipos de acciones: pacíficas –como negociaciones, alianzas y conferencias– o agresivas –como amenazas, uso de la fuerza, escalando gradual o súbitamente hasta alcanzar la guerra–. En ejemplos de acciones pacíficas para salvaguardar el statu quo, encontramos referentes obligados de la disciplina como es el Tratado de Westfalia (1648), el Congreso de Viena (1815) y el Tratado de Versalles (1919). Por su parte, la acción agresiva más conocida para mantener el equilibrio de poder se encuentra en la forma del colonialismo o imperialismo.
A partir de la segunda mitad del siglo xx, el equilibrio de poder cobra gran relevancia, sobre todo si tomamos en cuenta el periodo en el que se desenvuelve, en plena la guerra fría, transformándose el concepto en realismo político o Realpolitik, mismo que tiene como fin que cada Estado maximice la acumulación de poder, bajo la lógica de que, si todos los Estados del escenario internacional actúan de la misma forma, se logrará el deseado equilibrio de poder. Otto von Bismarck (1815-1898), primer canciller del segundo imperio alemán (1871-1890), es el principal exponente de este pensamiento y es quien hace suyo el término, bajo la petición de Metternich, de encontrar un modo de lograr el statu quo en Europa.
En ese periodo histórico, los ejecutores de la Realpolitik conjuntaban esfuerzos por evitar la carrera armamentista; no obstante, la historia es testigo de las fallas en la consecución de sus fines, ya que, para principios del siglo xx, dicha carrera era un hecho. Derivado del pensamiento liderado por Metternich y Bismark, en donde el equilibrio de poder desempeña un papel fundamental, sin recurrir demasiado a elementos filosóficos sino, más bien, con la formación de políticas basadas en intereses tangibles y acciones específicas, Realpolitik significa actuar en consecuencia de la realidad presente, dotándolo de practicidad.

Los conceptos clave en el realismo

Se puede argumentar que, en sus diversas formas, el realismo se reduce a las siguientes tres tesis de política internacional: los Estados son las principales unidades; los Estados actúan sobre la base del interés propio, y el sistema internacional carece de un gobierno supremo, lo que significa que el sistema tiene una estructura anárquica.
El punto de partida es que los Estados son actores racionales que actúan dentro de un sistema anárquico internacional donde el poder es el principal medio para asegurar su supervivencia. Pero, ¿qué quieren decir los realistas con el poder? Para los realistas se refiere al control del individuo sobre los pensamientos y acciones de otros individuos. El poder es, pues, un concepto relacional, no se ejerce en un vacío sino en relación con otras entidades (individuos o Estados). Así, los Estados hacen cálculos no sólo basados ​​en sus propios prerrequisitos para lograr más poder, sino también teniendo en cuenta la capacidad de otros Estados para hacer lo mismo. La dinámica del sistema internacional consiste en los esfuerzos de los Estados para fortalecer su poder y beneficio en relación con otros. Por lo tanto, el realismo ha llegado a centrarse en gran medida en la guerra y las crisis militares. El concepto de poder a menudo se asocia con el uso de la fuerza y la violencia, puesto que aquel que lo ejerce necesita de un apoyo más que retórico para sostener sus posturas. Asimismo, hay un marcado hincapié en los bienes materiales y en cómo estos se manifiestan en la fuerza de un Estado en la escena mundial; por ejemplo en forma de un gran aparato militar, lo cual fue particularmente notable durante la guerra fría. El concepto de poder frente a todos es “poder duro”, dejar que las armas hablen. La “ley de hierro” del realismo, expresada por Tucídides (460 a. C.-¿396 a. C.?) en su Historia de la guerra del Peloponeso, dice: “El fuerte hace lo que tiene el poder de hacer y los débiles aceptan lo que tienen que aceptar” (Dunne y Schmidt, 2001, p. 145).
Los tres preceptos fundacionales que caracterizan al realismo son: el estatismo, la supervivencia y la autoayuda. Para los realistas clásicos, el código de conducta que los líderes estatales deben seguir en los asuntos exteriores se conoce como raison d’état (razón de Estado), que tiene relación con el interés de los Estados en sí mismos y frente a otros. La búsqueda de seguridad y supervivencia para el Estado en el escenario mundial se desprende de las relaciones de poder dentro de una condición de anarquía pura, y de la falta de una autoridad superior por encima del Estado (a menos que Dios sea reconocido con dicha autoridad). De esta forma, la lógica realista indica que los Estados viven en la anarquía en la que la imposibilidad de confiar entre sí (dada la visión pesimista de la naturaleza humana) obliga a cada Estado a buscar su propia supervivencia e intereses.
En este contexto, el realismo clásico representa la política del poder como resultado de la conducta humana. Así, el Estado es el actor principal y la supervivencia es su objetivo primordial e innegable, por lo que la búsqueda de su propia seguridad puede afectar negativamente a otros (relaciones de suma cero), cumpliendo la condición de preservar la integridad del mismo Estado. Dicho de otra manera, para los realistas, la condición de anarquía pura lleva a la necesidad de autoayuda que a su vez plantea un dilema de seguridad que conduce a una situación de equilibrio de poder, y en última instancia, al riesgo de una eventual guerra o conflicto.
De este modo, al ser el Estado el actor principal en el escenario mundial, es el que genera el equilibrio de poder, convirtiendo a la soberanía en el poder supremo. La lucha existente por el poder entre los Estados genera una maximización de los intereses nacionales, en tanto que la diplomacia, la negociación, las alianzas y la fuerza militar son los medios dentro de un sistema de autoayuda. Por eso, la mayor parte del marco realista para analizar las relaciones internacionales se ha mantenido estático en el sentido de que sus preceptos no han cambiado demasiado en el tiempo debido a que se considera que las instituciones internacionales han demostrado su fragilidad (la onu a menudo frustrada) y en ocasiones son vistas como un lastre que perjudica u obstaculiza los objetivos nacionales.
Los realistas creen que es el sistema internacional el que dictamina el comportamiento de los Estados, y no al revés, pues en un contexto de anarquía, todo el mundo tiene que protegerse, pero ¿a qué límite? Cuando se trata del dilema de seguridad, ¿cuánto se puede confiar en otros Estados? El realista responde que es algo que nunca se puede decir, por lo que el Estado tiene que confiar en sus propias capacidades. Si, por ejemplo, un Estado renueva su capacidad militar, motiva a otros a hacer lo mismo y, por lo tanto, aumenta el gasto de todo un aparato de defensa a gran escala, que por ende genera una situación de hegemonía. El Estado, que al final del día resulta con más capacidad que todos los demás, puede insertar y conducir su interés nacional en la política internacional, así se logra alcanzar un cierto equilibrio de poder en el sistema, que es una aspiración importante para los realistas, pues de este modo es factible una supervisión del entorno que permita actuar oportuna y eficazmente (véase cuadro 1).
El dilema de la seguridad es, sin duda, la principal contribución del académico John Herz (1908-2005) a la disciplina de las relaciones internacionales. El término apareció por primera vez en su libro Political realism and political idealism: A study in theories and realities (1951), en una época en donde el concepto tradicional de seguridad se construía sobre la base de la defensa militar y nacional, así como de la interna. En ese contexto, Herz gesta la idea del dilema de la seguridad y pronto fue ampliamente aceptada y utilizada por la escuela de pensamiento realista. Dicho dilema de la seguridad también es conocido como “modelo espiral”, y se deriva de las posibles reacciones de los Estados ante el aumento de seguridad, fuerza militar, y la firma de alianzas.
Estos incrementos en la seguridad por parte de un Estado pueden producir tensiones que llegan a crear conflictos, aun cuando ninguna de las partes lo desee (Jervis, 1978). Así, las diferentes medidas de seguridad instaladas por los Estados provocan, en la mayoría de las veces, una carrera armamentista por tratar de encontrarse lo más “seguros posibles”; sin embargo, en el camino la seguridad pretendida se transforma poco a poco en una amenaza para otros, lo que produce inseguridad y genera entonces el dilema de la seguridad.
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Autores destacados del realismo

Los “padres” del realismo

El realismo ha encontrado sus raíces en las obras de autores hoy considerados clásicos, como Tucídides (460 a.C.-395 a. C.), Nicolás Maquiavelo (1469-1527) y Thomas Hobbes (1588-1679), quienes realizaron numerosas aportaciones sobre el papel del Estado en el escenario internacional, así como de la idea de soberanía y otros aspectos fundamentales para entender las relaciones entre estos entes políticos. A partir de estos pensadores concebidos hoy como “antecesores”, los realistas han retomado cuantiosos elementos clave de sus posturas, tales como la primacía de la “razón de Estado” y la concepción consecuente de la complejidad de la moralidad.
La “razón de Estado” indica que la esencia de la política radica en la preservación del mismo. Tucídides describió, Historia de la guerra del Peloponeso, un recuento de los procesos acontecidos durante la guerra entre Atenas y Esparta (del 431 a. C. al 404 a. C.). Estos acontecimientos fueron retomados por los realistas para explicar diversos procesos internacionales cuyo foco de acción se encontraba en, justamente, preservar al Estado.
Además, para el propio Tucídides, la moral y la ética eran aspectos fundamentales debido a que la moral del ciudadano individual no puede trasladarse a la conducta del Estado en el ámbito internacional; así como un hombre de Estado, al ser líder y representante de su país, no puede seguir el mismo camino moral que cualquier otro hombre, al contrario, debe apropiarse de una visión integral de sus responsabilidades con una colectividad que forme parte de su propia moral. Sin embargo, en este contexto el poder también es un elemento clave, ya que determina las conductas de los individuos.
Otro de los grandes exponentes de este tipo de pensamiento fue Nicolás Maquiavelo (1469-1527), famoso por su obra El príncipe, que sostiene que el objetivo del príncipe debe ser buscar y retener poder sin importar máximas éticas o religiosas. La ideología de Maquiavelo es eminentemente utilitaria, práctica, realista en el sentido más extenso de la palabra. Lo más importante es alcanzar los objetivos sin importar qué métodos se empleen para ello, incluso la mentira y la crueldad, aunque debe mantenerse en todo momento el apoyo de los súbditos (el pueblo), pues las revueltas intestinas debilitan al Estado frente a sus enemigos en el exterior.
Asimismo, el príncipe debe mantener una postura firme frente a los problemas, puesto que la duda es señal de debilidad y desconfianza; rigidez que debe demostrarse no sólo en la adversidad, sino también en la bonanza, puesto que podría pecar de la liberalidad que vacía las arcas y conduce a la crisis. La consecución de los objetivos se pondera por encima de la compasión, por lo que el príncipe debe abstenerse de guiar sus decisiones por la moral, aunque no debe dudar en usar sus principios y otros valores religiosos o éticos en los discursos para arengar a la gente y sembrar en ella un espíritu de unidad nacional.
Maquiavelo confiere una gran importancia a la cuestión de los bienes, pues el respeto al patrimonio de los súbditos le hace ganar su apoyo, mientras que la usurpación le hace merecedor de su odio, ya que los hombres olvidan antes la muerte de su padre que la pérdida de sus bienes (Maquiavelo, 2009). Igualmente, asegura que el príncipe no debe confiar en nadie, ni siquiera en sus aliados, ya que, al ser la naturaleza del hombre mezquina y traicionera, en cualquier momento el Estado podría ser defraudado por un supuesto aliado. Así, el contar un ejército poderoso es fundamental, ya que las buenas alianzas se hacen con buenas armas para sustentarlas. Por supuesto, no se debe confiar en lo absoluto en las promesas, sino que es imperativo contar con una garantía de que el aliado o el sometido cumplirá con su parte de la negociación, y si para ello es necesario el chantaje, debe usarse sin dudar.
La concepción de Maquiavelo de la política es, por supuesto, una alegoría al individualismo, al egoísmo, la competitividad, el peligro de vivir en un mundo compuesto por identidades distintas, a la necesidad de un poder implacable para imponer el orden, pero, sobre todo, a la efectividad, ya que toda su obra se encamina a la consecución de los objetivos a como dé lugar, auspiciándose en la necesidad de la autopreservación, que se satisface con cualquier medio posible, pues nada puede temerse más que la servidumbre y la pobreza, por lo que es mejor someter que ser sometido y empobrecer a otro antes que ser empobrecido. Nada está antes que la propia seguridad.
Ahora bien, si se extrapolan todos estos preceptos con las relaciones internacionales, puede entenderse claramente cómo a lo largo de los siglos las diferentes potencias han conseguido y perdido la hegemonía. Todas ellas han tenido en común el contar con poderosos ejércitos, políticas exteriores agresivas, alianzas estratégicas, crueldad, violencia, misiones místicas y, en especial, un poderoso sentido de la unidad nacional. En verdad, la obra de Maquiavelo pareció haber sido escrita como un manual para la conquista que se mantuvo vigente en su forma más pura hasta finales del siglo xx, y en una forma más sutil a partir de entonces. En el apartado dedicado a los casos históricos demostrativos se retomarán estas ideas para ilustrar cómo es que los Estados modernos han aplicado casi al pie de la letra las ideas encontradas en El príncipe y cómo el realismo fue durante mucho tiempo el motor de las relaciones internacionales.
Por otro lado, si se ha dicho que las ideas de Maquiavelo son un pilar del realismo, no podría decirse menos de las aportaciones de Thomas Hobbes (1588-1679) quien, en Leviatan (1651), escribió acerca de que el ser humano vive en un estado de naturaleza que le faculta para hacer la guerra y vivir en función del uso de la fuerza, corriendo el riesgo de que, al enfrentarse a alguien con más capacidad, pierda hasta la vida. Sin embargo, la racionalidad conduce a las personas a darse cuenta de que esa condición es muy peligrosa y es más conveniente renunciar a ella si todos los demás también lo hacen, estableciendo una especie de pacto que sea hecho valer por un orden superior a todos los individuos. Ese orden sólo puede establecerse a través de la centralización del poder, la violencia en el llamado Leviatán, representada por el Estado soberano y su administración, ya sea controlado por un solo déspota o una asamblea elegida. Como tal puede ser introducido en el plano político nacional, pero no en la escena política mundial, la seguridad se puede lograr dentro de los Estados, pero apenas más allá de ellos. Como no hay autoridad superior a nivel internacional, hay una ana...

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