GuíaBurros ¿Con qué filósofo te quedas?
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GuíaBurros ¿Con qué filósofo te quedas?

Historia del pensamiento filosófico

Daniel Torres

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GuíaBurros ¿Con qué filósofo te quedas?

Historia del pensamiento filosófico

Daniel Torres

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Información del libro

GuíaBurros ¿Con qué filósofo te quedas? es una recopilación de grandes pensadores que han aparecido a lo largo de los tiempos. Una guía perfecta para iniciarse en la filosofía o entender como algunos pensadores se relacionan con otros anteriores a su época.PresocráticosPitágoras y los pitagóricosLos sofistasSócratesDiógenes de Sínope y los cínicosPlatónAristótelesEpicuro y el hedonismoEl estoicismo y SénecaEl neoplatonismo y PlotinoSan AgustínLa filosofía en Al-ÁndalusSanto TomásMartín LuteroPico Della MirándolaMaquiaveloTomás MoroCampanellaFrancis BaconDescartesThomas HobbesSpinozaLa Ilustración y RousseauKantSchopenhauerNietzscheMarxPositivismo vs espiritualismoSigmund FreudLa filosofía en la actualidadBuda y el budismoLa filosofía hindúConfucioLao Tze y el taoísmoBushidoUn libro indicado para los interesados en filosofía, para aquellos que es la primera vez que leen algo de filosofía, o para aquellos que sienten curiosidad por cómo se relacionan los pensamientos entre épocas de unos filósofos a otros.

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Información

Editorial
Editatum
Año
2019
ISBN
9788418121555

Introducción

Este libro ha sido concebido con la intención de que una persona que haya tenido poco contacto con el ámbito de las humanidades pueda comprender mejor de donde han salido las ideas que rigen el mundo que le rodea.
Conceptos como alma, más allá, libertad o democracia están presentes en el día a día de millones de personas. Todo el mundo se ha preocupado alguna vez por cuestiones morales o políticas y a alguno que otro también le ha dado por meditar acerca del sentido de la vida. Este libro tratará de explicar brevemente el origen y desarrollo de estos conceptos y el por qué afrontamos nuestros dilemas filosóficos de la manera en que lo hacemos.
Esta obra ha sido articulada en treinta y cinco breves capítulos que tendrán como protagonista un pensador, una escuela, una corriente filosófica o un concepto. A la hora de seleccionar los contenidos que aparecen en este texto, he valorado tanto la importancia y la influencia de las doctrinas filosóficas a tratar, como que sean de fácil comprensión y de utilidad para los lectores.. Este criterio ha provocado que muchos filósofos de la talla de David Hume, Martin Heidegger o Bertrand Russel hayan quedado fuera de esta selección y que sin embargo pensadores terriblemente insignificantes pero curiosos como Diógenes de Sínope estén dentro.
Este libro pretende, sobre todo, ser entretenido. Ha sido escrito para ser disfrutado y para estimular la curiosidad del lector. Toda mi ambición es que aquellos que se aventuren en estas páginas dejen de percibir el mundo de la filosofía y el pensamiento como algo oscuro, complejo e inútil. Supondría toda una satisfacción para mí el saber que he despertado alguna inquietud dentro de ustedes y que han decidido indagar un poco más en estas cuestiones.
Antes de dejarles comenzar con la lectura, me gustaría decir unas últimas palabras. Mis seres queridos, mis amigos y la gente que me acompaña en mi día a día no han dejado ni un solo instante de estar presentes en mi cabeza mientras escribía, pues no he podido evitar recordar todas las veces en las que he tratado de explicarles, con mayor o menor acierto, las cuestiones que aparecen en este libro. Esta es mi manera de compartir con ellos las cosas que mueven mi mundo.

Presocráticos

Fue en el siglo VI A.C. cuando comenzó en la antigua Grecia y sus colonias la aventura de la filosofía.
Si bien he titulado este capítulo como “presocráticos”, podría haberlo hecho también perfectamente como “físicos”, pues todos estos filósofos no tenían solo en común el haber dado a luz sus ideas antes de la llegada de Sócrates, también compartían su inquietud por poder explicar los fenómenos naturales del mundo que les rodeaba. Era muy común que todos los textos de los primeros filósofos adoptasen el título de Pery Physeon (sobre la naturaleza).
La primera tanda de estos “naturalistas”, o physikoi, eran jonios y todo su afán era encontrar el arkhé u origen de todo.
El más importante de estos sabios jonios fue sin duda Tales de Mileto, al que se puede considerar el primer filósofo de la historia. Tales fue toda una celebridad en la antigüedad y era considerado uno de los más ilustres entre los “Siete Sabios”. Tales tuvo el gran mérito de romper con una tradición que buscaba el arkhé en la acción de los dioses y empezar a buscarlo en la naturaleza. Encontró el arkhé en el agua, de la cual decía que surgía la vida por la evaporación de los elementos gaseosos y la condensación de los sólidos. Además de físico, Tales fue un respetado político en su ciudad, matemático y astrónomo, estando entre sus hazañas pronosticar un eclipse de sol. El historiador romano Diógenes Laercio nos cuenta que no tuvo maestro en Grecia y que obtuvo sus conocimientos de los sacerdotes egipcios.
Para encontrar al siguiente grupo de filósofos presocráticos tenemos que transportarnos a la antigua pólis de Eléa, donde conoceremos a los “monistas estáticos”.
El más célebre entre los eléatas fue Parménides, que a través de su famoso poema nos enseña que hay dos vías hacia el conocimiento: el camino de la aletheia o verdad y el camino de la doxa u opinión. La vía de la verdad nos lleva a conocer que la realidad última no es otra cosa que una esfera redonda infinita, sin principio ni final. Esta esfera es completamente igual en todas sus partes; esta es la verdad, mientras que la pluralidad de todas las cosas que vemos, el movimiento y los sucesos no son más que ilusiones provocadas por los sentidos.
El segundo eléata más conocido fue Zenón de Élea, que fue discípulo y vocero de Parménides. La celebridad de Zenón se debe a sus esfuerzos por tratar de explicar con argumentos y demostraciones (en ocasiones alocadas) la teoría de Parménides.
El siguiente filósofo del que vamos a hablar es Heráclito de Éfeso, que también era monista (pensaba que todo lo que nos rodea forma parte de una única cosa), pero dinámico. A Heráclito se le atribuye esa famosa frase que dice que no podemos bañarnos dos veces en un mismo río. Heráclito, al igual que Parménides, concebía todo el universo que nos rodea como un único ente, pero explicaba la multitud de objetos y fenómenos que perciben nuestros sentidos a través del movimiento. Explicado de una manera muy simple podría decirse que todas las cosas que percibimos se generan en un eterno hacerse y deshacerse de la unidad organizado por un logos o razón universal.
Vamos a terminar nuestra aventura presocrática de la mano de los filósofos pluralistas, que al contrario que los monistas, no creían que el cosmos estuviera compuesto de una sola cosa, sino de varias.
El pluralista que fue más influyente entre los pensadores posteriores fue Demócrito, padre de la doctrina atomista. Demócrito explica el todo como una combinación de átomos y vacío. Estos átomos se moverían en línea recta en el vacío y en ocasiones chocarían entre sí deformándose y formando remolinos dentro de los cuales se unirían entre ellos, dando así lugar a la creación de las más diversas formas. Los cuerpos (perro, humano, planeta, árbol, etc) se formarían por la unión de los átomos y se destruirían por la desintegración de estos.

Bibliografía recomendada

Apenas han llegado hasta nuestros días textos escritos de la propia mano de los filósofos presocráticos, así que aquellos que quieran profundizar más en la historia y las enseñanzas de estos sabios no tendrán más remedio que acudir a la Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos ilustres de Diógenes Laercio. La obra de este historiador griego es de lectura obligada para todos aquellos que estén interesados en la filosofía antigua. Además es un libro realmente divertido.

Pitágoras y los pitagóricos

Pitágoras y su escuela forman parte del periodo presocrático, pero su inmensa popularidad y la influencia que tuvo su figura semilegendaria sobre filósofos posteriores lo hacen merecedor de tener su propio capítulo.
Pitágoras y sus discípulos desarrollaron su actividad en la Magna Grecia, que se encontraba en el sur de Italia y la isla de Sicilia.
Hay todo un áurea legendaria en torno a este filósofo que hace muy difícil discernir qué hechos de su vida realmente ocurrieron y cuales son simplemente un mito, habiendo estudiosos que llegan a cuestionarse si este personaje existió realmente.
Apenas quedan escritos de Pitágoras, que transmitía sus conocimientos a sus discípulos de manera oral. Gran parte de las cosas que sabemos de su doctrina las conocemos por boca de otros filósofos que tuvieron disputas con los miembros de la Escuela Pitagórica, la cual sobrevivió muchos años después de la muerte del maestro.
Era realmente difícil ser admitido en esta escuela filosófica y sus miembros guardaban con mucho celo los conocimientos que allí obtenían. En la Escuela Pitagóricahabía tres clases de alumnos: los acusmáticos u oyentes, que tenían prohibido hablar y ver al maestro, al cual escuchaban tras una cortina, los matemáticos que podían ver al maestro y tenían el privilegio de interrogarle, y por último los físicos que estudiaban física, música, matemáticas, medicina y astronomía.
Realmente la Escuela Pitagóricatenía muchísimo en común con las religiones mistéricas de la antigua Grecia como el orfismo, tanto en su organización y secretismo, como en muchas de sus doctrinas. Tanto los órficos como los pitagóricos creían en la transmigración de las almas o reencarnación. Para ellos el alma era un ente de procedencia celeste que, debido a una vida impura, se veía atrapada en un ciclo de reencarnaciones. La intención de estos cultos y escuelas era purificar el alma para que volviese a adquirir su condición celestial. Tanto órficos como pitagóricos realizaban prácticas ascéticas para alcanzar este fin, y a parte, los pitagóricos trataban de purificarse cultivando las ciencias. Por ejemplo usaban la ciencia musical con el fin de elevar el espíritu, calmar las pasiones y para ayudar a percibir y comprender la armonía, la cual identificaban con la virtud.
La ética era muy importante para ellos y distinguían entre la vida utilitaria centrada únicamente en las cosas relacionadas con la materia, y la vida ética, más propia de los filósofos y centrada en aspectos intelectuales.
Los pitagóricos eran vegetarianos, se privaban de comer carne, pues creían que los animales contenían almas de lo que otrora pudieron ser humanos. Una curiosa anécdota narra cómo Pitágoras reprendió furiosamente a un hombre que maltrataba a su perro al haber reconocido en este el alma de un amigo difunto. Tampoco comían habas, pues las identificaban con fetos humanos.
Sin duda alguna, la ciencia más importante para los pitagóricos era la matemática. Creo que a todos nos sonará el famoso teorema de Pitágoras de cuando estudiamos. El propio Aristóteles llegó a decir que los pitagóricos identificaban todas las cosas con números, y no se equivocaba
El 1 representaba la razón, porque no admite desacuerdos.
El 2 se identificaba con la opinión, en la que sí caben los desacuerdos.
El 3 era el número santo, pues a través de tres puntos es como se puede construir la primera figura geométrica: el triángulo, símbolo de los pitagóricos por excelencia.
El 4 simbolizaba la justicia al ser producto del igual por el igual.
Y así seguía hasta llegar al 10 que era el número sagrado por excelencia.

Bibliografía recomendada

Como bien hemos dicho a lo largo del capítulo, a día de hoy se discute acerca de si realmente Pitágoras existió o no, por lo que es realmente arriesgado atribuirle la autoría de ningún texto. Sin embargo sí han llegado hasta nosotros escritos de la Escuela Pitagóricamerecedores de atención. Entre estos textos cabe destacar los Versos Áureos: un compendio de setenta sentencias morales en las que se aglutinan las bases de las enseñanzas pitagóricas.

Los sofistas

Cuando escuchamos la palabra sofista no podemos evitar relacionarla con conceptos bastante negativos como hipocresía, oportunismo, mentira, falsedad y un largo etcétera. Esto es debido a que lo poco que sabemos de ellos es lo que nos dejaron por escrito sus más acérrimos rivales. Pero la verdad es que el legado de los sofistas en la cultura occidental es innegable y no tan manchado de carices negativos como mucha gente cree.
Un sofista es un profesional del saber. Mientras que la palabra sofos (sabio) denota un estado y la palabra filósofo (amante de la filosofía) una aspiración, la palabra sofista designa una profesión. Los sofistas eran al saber lo que un carpintero es a la madera. A grandes rasgos, a lo que se dedicaban los sofistas era a acumular conocimientos para posteriormente comerciar con ellos; se dedicaban a la enseñanza.
Un sofista es lo que hoy en día llamaríamos un maestro, pero al contrario que los maestros de filosofía que había habido hasta la fecha, los sofistas no tenían discípulos, sino alumnos. La diferencia parece pequeña pero es notoria: los maestros filósofos anteriores impartían sus enseñanzas en pequeños círculos muy íntimos de discípulos, a los que la mayoría de las veces ellos elegían, mientras que los sofistas vendían sus enseñanzas al mejor postor.
Además también eran muchas las diferencias que había entre la enseñanza de los filósofos, destinada a entender el origen y las leyes del cosmos, y la de los sofistas, una enseñanza eminentemente técnica y especializada y orientada a cosechar éxitos personales en la arena política de la democracia ateniense. Esto lo podemos ver muy bien en los diálogos de Platón, en los que encontramos a Protágoras como un maestro de política, o a Gorgias como un instructor de retórica. Mientras que el saber que trasmiten los filósofos es de carácter especulativo, el que trasmiten los sofistas es de carácter práctico.
Una de las características más importantes de los sofistas, y una de las que más les distingue de los filósofos presocráticos, es que a los sofistas no les preocupa lo más mínimo buscar el arkhé, pues asumen que no hay nada fijo, ni estable.
Como decía Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Esta sentencia describe a la perfección el subjetivismo de los sofistas. Para ellos no existe una verdad absoluta ni objetiva; las cosas son como cada sujeto las percibe. Eran también muy escépticos: afirmaban que el conocimiento humano era imperfecto...

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