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GuíaBurros Libre mercado
Economía desde el corazón
- 144 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro
"El libre mercado se encuentra íntimamente ligado al proteccionismo. Propone que el Estado se inmiscuya lo más mínimamente posible en los hechos económicos, y que sea el propio mercado el que equilibre la oferta y la demanda. El proteccionismo es una injerencia manifiesta en este sentido por parte del Estado al realizar disposiciones de medidas coercitivas para inferir al mercado acciones que distorsionan esa oferta y demanda". (Extracto del prólogo)"Este libro te hará reflexionar sobre aspectos de la Economía, que por lo general, no los sueles tener en cuenta habitualmente".Gonzalo Barceló, Jefe de Redacción de El Mundo Financiero
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Información
Categoría
BusinessCategoría
Business generaleIntroducción
El libre mercado se encuentra íntimamente ligado al proteccionismo. El libre mercado propone que el Estado se inmiscuya lo más mínimamente posible en los hechos económicos, y que sea el propio mercado el que equilibre la oferta y la demanda. Y el proteccionismo es una injerencia manifiesta en este sentido por parte del Estado al realizar, por su parte, disposiciones de medidas coercitivas para inferir al mercado acciones que distorsionan esa oferta y demanda.
Aunque se debe decir que hay que reconocer que países con un claro pensamiento liberal económico, paradójicamente, son los que cuando deben proteger sus industrias propugnan medidas proteccionistas para ellas, por lo que se podría llegar a dudar de que realmente, se desee el libre mercado.
Francamente, pienso que una industria de cualquier tipo, salvo que sea considerada estratégica para los intereses del país, si debe ser protegida de una manera constante en el tiempo para que pueda llegar a sobrevivir, sería mejor asignar esos recursos a otra industria, en la que sea posible que se pueda llegar a competir en esos mercados de una manera sostenible y que así se pueda poseer una Economía más eficiente. Y dicho esto, debo decir sin ambages que, realmente, lo que se puede entender como libre mercado, resulta ser nada más que una entelequia que ha venido fascinando ilusoriamente a muchos y ha permitido que exista, entorno a ello, demasiada literatura para sostener unos intereses. Los que verdaderamente están liderando todo, no está claro que tengan un objetivo que contenga esa premisa. Además se debe señalar que un libre mercado es realmente una utopía pues nunca podrá llegar a existir en la práctica. A muchos que lean esta afirmación les resultará bastante duro el poder asimilarla, pero tan solo deben pensar en el efecto distorsionador que tiene en cuanto a la oferta y demanda, de algo que convive siempre y desde siempre. Ese algo son los impuestos. Y obviamente esto se trata de un factor absolutamente ineludible para todos y que puede llegar a ocasionar que cualquier bien o servicio, pueda no ser tan interesante para sus demandantes, dentro del propio país como, por supuesto, también en lo relativo a lo que se entiende como demanda exterior. Por consiguiente, mientras sigan existiendo tasas impositivas, todo indica que esta situación va a seguir existiendo y, en la práctica, lo que se puede llegar a entender como libre mercado es tan solo un mito.
Por otra parte, en relación con el Estado del bienestar, se debe reconocer que a todo el mundo le gusta que cuando se haga mayor, sea atendido, que cuando se pueda quedar sin empleo, lo sea también, así como que tenga la posibilidad de acceder a cuidados sanitarios y a la educación, en caso de no poder hacerlo por sus propios medios. Por esto creo, sincera y firmemente, que la mejor manera de que un Gobierno pueda construir un modelo económico para que la ciudadanía pueda encontrarse en una buena situación en múltiples aspectos, es sin duda alguna, el Estado del bienestar. Cualquier sociedad será más factible cuantos más agentes económicos puedan encontrarse en una buena situación para que así sea posible aportar lo máximo para poder lograr un desarrollo económico más adecuado.
Josu Imanol Delgado y Ugarte
Libre mercado vs proteccionismo
Existe, sin ningún género de duda, una gran controversia ––además bastante áspera–– entre los defensores del libre mercado y sus detractores, que propugnan la existencia de un proteccionismo de las empresas y los productos locales frente a los competidores extranjeros.
El proteccionismo ha sido tradicionalmente relacionado con la economía de guerra. Es una de las estrategias gubernamentales para proteger la producción nacional y evitar, con un reforzamiento de los controles de la importación, la caída de su precio y valor. La forma más clara de explicarla fue la utilizada por el decimosexto presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln: “Yo no sé gran cosa de aranceles. Lo que sí sé es que cuando compro una chaqueta de Inglaterra, yo me quedo con la chaqueta e Inglaterra con el dinero, mientras que si la compro en Estados Unidos, yo me quedo con la chaqueta y Estados Unidos con el dinero”.
El uso del proteccionismo ha ido evolucionando desde 1865. No en vano, tuvo una gran popularidad durante los períodos de la Gran Guerra (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), cuando los países involucrados en los conflictos bélicos emplearon un gran número de medidas para impulsar la solidez de su producción nacional. Curiosamente, el modelo no cambió tras la llegada de la paz. Al contrario, muchos de los países ahondaron en sus esfuerzos proteccionistas para impulsar el crecimiento y reconstrucción económica del país.
El economista sueco Bertil Ohlin explicó cómo los países beneficiarios del pago de las reparaciones de la Gran Guerra aumentaron considerablemente el proteccionismo de sus productos. Con el paso de los años, el proteccionismo volvería a ganar renombre con el auge de la Guerra Fría, donde se promovió masivamente el consumo de los productos nacionales por encima de los extranjeros, llevando a una férrea barrera en las relaciones del comercio bilateral que fue mermando con la caída del Muro de Berlín.
A pesar de no estar involucrados en grandes conflictos, las políticas proteccionistas han registrado un nuevo auge entre 2008 y 2014, especialmente promovido desde la Unión Europea. El bloque ha buscado llevar el modelo económico al siguiente nivel, por lo que ya no solo se protege la producción de una nación en particular, sino la de un grupo total de las mismas. Ahora bien, no son los únicos en apostar por esta tendencia.
Países como Rusia, India o Estados Unidos también han venido retomando la senda del proteccionismo, coincidiendo con una coyuntura en el crecimiento internacional que ha afectado, en mayor o menor medida, a todos los países del mundo. De ahí que, por ejemplo, sirviera de “escudo” para algunas de las economías emergentes de América Latina (Brasil y Argentina), así como de otras más consolidadas pero con altos riesgos de tropezar (Alemania, Reino Unidos e Italia).
El proteccionismo, como la economía misma, ha venido evolucionando para adaptarse a los nuevos tiempos. De ahí que sea fundamental preguntarse:

Las medidas proteccionistas que se han venido realizando tanto en economías de mercado como en economías planificadas, se vienen poniendo en práctica para favorecer determinadas industrias, preservándolas de la competencia derivada de competidores externos. Con probabilidad, las primeras medidas de este género habrán sido en tiempo de guerra, aunque hoy en día es evidente que son utilizadas sin tener la necesidad de mediar para ello guerra alguna.
El proteccionismo se ha visto vinculado históricamente con desajustes de la economía. Uno de los casos más evidentes ocurrió en Estados Unidos en 1930, con la implementación de la Ley Smoot-Hawley. La medida, propuesta por los senadores Reed Smoot y Willis C. Hawley, conllevó al incremento unilateral de los aranceles de los productos importados hasta en un 60 %, con la finalidad de paliar los efectos de la Gran Depresión (1929) y resguardar tanto los empleos como la actividad económica.
Si bien la Ley Smoot-Hawley obtuvo resultados positivos, especialmente en el sector de la agricultura, no fue sostenible por mucho tiempo. Estados Unidos llegó a unos niveles de “sobreproducción” que se convirtieron en una amenaza para la supervivencia de los granjeros del país norteamericano. Una situación que se agravó ante el déficit comercial agrícola que se registró en la época.
Algunos autores critican que el proteccionismo puede desembocar en la creación de una burbuja en sectores estratégicos y, por ende, en el desajuste de la macroeconomía, con un impacto directo en el poder adquisitivo de la población, una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) y un incremento del Índice del Precio al Consumidor (IPC) o inflación. Sin embargo, no son los únicos riesgos a los que se enfrentan.
El incremento de los aranceles suele generar una reacción en cadena en el resto de países con los que existe un vínculo comercial, quienes también aumentarán sus tasas. En este sentido, se podrá entrar en una guerra comercial que frene los beneficios reportados a partir de las exportaciones.
La historia ha demostrado que otros de los riesgos que están sobre la mesa son la posible pérdida de presencia en los mercados internacionales, la generación de atraso tecnológico o el nacimiento de monopolios nacionales. Simultáneamente, podrá ocasionar que, ante la falta de competidores internacionales, las compañías reduzcan su competitividad y se acomoden en una zona de confort.
Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) puntualiza que el proteccionismo sigue representando un riesgo clave para la economía mundial, que también podría tener un impacto negativo en la confianza y la inversión.
A pesar de los posibles efectos contraproducentes, son muchos los países que a lo largo de su historia y actualmente apuesta por una política proteccionista, siendo necesario saber si realmente:

Tiene sentido poner en práctica medidas proteccionistas en aquellas industrias recién nacidas en el país o región geográfica, para que una industria, posiblemente ya madura en otros lugares, no haga que se vea ahogada por la competencia nada más iniciarse. Además, también tiene sentido su práctica en industrias que son consideradas estratégicas, y por lo tanto necesarias para el buen funcionamiento de esa economía. Ahora bien, dicho esto, no se debe dejar de señalar que todas aquellas industrias que no tengan la necesidad de competir no entrarán en un proceso de mejora, y ello abocará a que dicha industria deje de ser competitiva, por lo que su productividad se verá mermada como consecuencia de que no existirá motivo alguno para poner en práctica todos los procesos de innovación necesarios para mejorar, y ello redundará, indefectiblemente en la obsolescencia. Los mercados más pequeños o en vías de desarrollo han encontrado en el proteccionismo un mecanismo de ‘blindaje’ ante la competitividad internacional. La política económica se emplea como una especie de barrera a las exportaciones para favorecer la producción nacional y poder aumentar la competitividad. Al mismo tiempo, ayuda en el equilibrio de la balanza comercial, reduciendo la dependencia de las importaciones y fomentando que se ofrezcan en el país todos los bienes y servicios necesarios para la población, e incluso para su comercialización en los mercados extranjeros.
Latinoamérica es considerado en uno de los epicentros de las políticas proteccionistas. No obstante, los rankings elaborados por Global Trade Alert, donde se mide cuáles son los países con en el mayor número de restricciones para hacer negocios, indican que no es una afirmación totalmente acertada. Por ejemplo, en su último informe se revela que Estados Unidos es el país del G20 que más medidas proteccionistas ha venido sumando a su economía desde 2008.
En la clasificación, el primer país latinoamericano en estar presente es Argentina, que se sitúa en la cuarta posición detrás de Estados Unidos (con unas 1200 políticas sumadas en los últimos 10 años), India (unas 750 políticas), y Rusia (unas 600 políticas). En este caso, el país sudamericano no llega a las 500 políticas proteccionistas, una marca que es aún menor en Brasil, en la sexta posición, o México, que está en el último puesto del G20 con solo un centenar de políticas implementadas.
Aunque el volumen alcanzado por Argentina y Brasil podría hacer pensar que es, quizás, una tendencia común en Sudamérica, los datos del Global Trade Alert apuntan en sentido contrario. Para el cierre de 2011, Argentina era el mercado más proteccionista de la región, con 120 medidas interpuestas, mientras que Brasil tenía 74. La diferencia con el tercer lugar es abismal, ya que Perú sólo había interpuesto 11, frente a las siete presentes en Venezuela y las seis de Colombia, quienes completaban el “top cinco”.
A pesar de la demostrada presencia del proteccionismo en las grandes economías de todos los continentes, su concepto aún parece intrínseco a los paí...
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