La moda reaccionaria en educación
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La moda reaccionaria en educación

  1. 232 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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La moda reaccionaria en educación

Descripción del libro

En pleno siglo XXI después de Cristo, los hay que quisieran que se reimplantaran los castigos corporales en los centros educativos, o que las niñas fueran a escuelas sólo para niñas y los niños a escuelas sólo para niños; también hay quien cree (o dice creer) que si todos los colegiales fueran a clase vestidos de uniforme se acabarían las clases sociales; otros defienden, como cruzados, que la nota obtenida en la "catequesis" escolar valga lo mismo que las de asignaturas como matemáticas, lenguaje o ciencias naturales. Parece mentira, pero es verdad. De estas y otras antiguallas pedagógicas, defendidas por la carcundia de siempre pero últimamente también por personajes incluso famosos y grupos poderosos, trata críticamente este libro.

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Información

Editorial
Laertes
Año
2018
ISBN del libro electrónico
9788416783632
Edición
1
Categoría
Education

Jaume Trilla Bernet

La moda reaccionaria en educación


Introducción

Mejor sería que lo que se va a contar en este libro no fuera verdad; y que aquello que lo motiva estuviera sólo en la imaginación de su autor. Ya se sabe que en educación más vale ser optimista que pesimista, ni que sea sólo por lo de las profecías de autocumplimiento: si crees que las cosas van a ir mal, es posible que esta misma creencia contribuya a que vayan incluso peor de lo que irían. (Recuérdese aquella interesantísima investigación pedagógica, ya clásica, que intentaba comprobar el llamado «efecto Pygmalión»:1 las expectativas previas que tienen los profesores sobre sus alumnos inciden en el rendimiento escolar de los mismos; si son positivas tienden a rendir más y si son negativas menos).
Pero puestos a ser objetivos, lo cierto es que en los últimos tiempos el panorama de la educación en nuestro contexto para nada invitaba al optimismo. Si se comparaba la situación educativa de entonces con la inmediatamente anterior, no quedaba más remedio que reconocer que habíamos ido hacia atrás, que se había producido una involución. Mejor dicho, parece que hubo no uno sino dos retrocesos distintos, y que conviene analizar por separado.
En primer lugar, se dio un retroceso en aspectos relevantes del sistema educativo como consecuencia directa de las sucesivas crisis económicas de las últimas décadas. Como sería fácilmente comprobable, durante los años de las crisis la mayor parte de las noticias sobre educación fueron clamorosamente negativas. Los recortes presupuestarios afectaron a todos los niveles del sistema, desde preescolar hasta los estudios universitarios. Repercutieron también en los servicios socioeducativos y en la educación de personas con necesidades educativas especiales. Las restricciones en la financiación educativa se hicieron notar directísimamente en el encarecimiento de las tasas, en los sistemas de becas y ayudas a los estudiantes, en los sueldos de los profesionales, en la contratación de los que se necesitarían para hacer frente a la demanda, en las ratios profesor-alumnos... Y todo ello, como no podía ser de otra manera, produjo un considerable malestar en la comunidad educativa. Difícilmente puede pensarse que las restricciones aludidas no repercutirían en aspectos tan cruciales como la calidad de la educación, la equidad y la igualdad de oportunidades, sobre todo para aquellos sectores sociales más débiles, vulnerables y dependientes de los servicios públicos. Hace tiempo los expertos en economía de la educación decían que el sistema educativo funciona como una «industria de coste creciente». Es decir, que sólo para ir obteniendo los mismos resultados habría que invertir cada vez más recursos. Cuando, como ocurrió en el contexto de las crisis, la financiación pública de la educación se redujo de forma sensible, pretender que los niveles de éxito educativo y los estándares de calidad e igualdad no se resentirían era pura candidez desinformada, un brindis al sol o demagogia de la peor especie.
Los recortes en educación y en otros servicios sociales tuvieron también el efecto de desmentir aquella confianza, otrora bastante generalizada, en la mejora progresiva del estado del bienestar. Antes podía discutirse sobre la velocidad y las prioridades de tal mejora, y sobre las políticas más idóneas para garantizarla e impulsarla, pero existía una especie de coincidencia tácita no sólo en su deseabilidad sino también en su posibilidad. Era como una suerte de optimismo histórico presente en la mentalidad social más extendida. Con las crisis este estado de opinión fue cambiando considerablemente, hasta el punto de que las posiciones más optimistas podrían quedar la mar de bien reflejadas en el conocido dicho castellano: «Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy».
Así pues, en el terreno de la realidad se anduvo como los cangrejos: se puso freno y marcha atrás a la extensión y mejora del sistema educativo, y se agrietaron logros que parecían bien consolidados. Pero esta regresión no fue la única. Hubo también un retroceso —o, al menos, visibles intentos involucionistas— en los discursos pedagógicos: es lo que llamo la moda reaccionaria en educación. De esta moda es de lo que se ocupa este libro.
Ya iremos viendo que hay quienes se han dedicado a cuestionar la coeducación para justificar las subvenciones públicas a escuelas privadas unisexuales; a defender la vuelta a los uniformes escolares como supuesta medida igualitaria, pero a la vez propugnando la segregación de los alumnos según sus capacidades y rendimiento; a legitimar el adoctrinamiento religioso en los centros educativos en detrimento de materias como la Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos; o incluso los hay que han preconizado el restablecimiento del castigo corporal como instrumento disciplinario en los centros educativos... Tales son algunos ejemplos —que después iremos ampliando y desmenuzando— del revival de ciertos planteamientos que los optimistas —ingenuos que somos— creíamos ya periclitados en el discurso pedagógico, y en franca e irreversible decadencia en la práctica educativa generalizada. Pero resulta que, de un tiempo a esta parte, ciertas voces, que en su momento iremos identificando, se han propuesto reinstalarlos en los debates sobre la educación. Y lo peor no es que tales posiciones reaccionarias se hicieran oír cada vez más en los foros mediáticos, sino que hayan influido en —cuando no directamente dictado— «nuevas» políticas y leyes educativas.
Esta moda pedagógica reaccionaria fue desarrollándose de forma paralela a la involución del sistema educativo producida por la crisis y los recortes. Pero hay que aclarar que ambos procesos involutivos no están necesaria o directamente conectados. De hecho, como veremos, la moda reaccionaria se inició antes de que empezaran a manifestarse los efectos de la crisis sobre el sistema educativo. Y, por otro lado, el factor económico no es siempre relevante en relación a las propuestas reaccionarias. Es más, algunas de ellas, no disminuyen sino que incrementan el gasto público en educación. Así, por ejemplo, el que con fondos públicos deba financiarse el adoctrinamiento religioso particular en los centros educativos, no sólo es flagrantemente contradictorio con los más elementales principios de laicidad o aconfesionalidad que debieran presidir todos los sistemas educativos democráticos, sino que constituye un lujo o un derroche difícilmente justificable; sobre todo en épocas de precariedad financiera en las que se imponen restricciones que afectan a aspectos realmente nucleares de la calidad y la igualdad.
Así pues, las dos involuciones —la generada directamente por las crisis y la moda pedagógica reaccionaria— son relativamente independientes la una de la otra. Ello no quita que se hayan podido producir —incluso de forma intencionada— algunas sinergias entre ambas. Pongamos por caso —y por aquello de «a río revuelto ganancia de pescadores»— que determinados poderes públicos hayan pretendido colar, entremedio de sus políticas y reformas educativas económicamente restrictivas, otras medidas pedagógicamente retrógradas difícilmente justificables por motivos de austeridad económica. O que estos mismos poderes hayan incentivado ciertos debates pedagógicos sobrevenidos («uniformes sí, uniformes no», reponer tarimas...), utilizándolos a modo de cortinas de humo, para tener entretenida a la comunidad educativa y que se ocupe menos de sus políticas restrictivas.2
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Las páginas siguientes tratan pues sobre esta pedagogía reaccionaria que, con gran desparpajo, ha ido convirtiéndose en una verdadera moda. El libro consta de cinco capítulos más un epílogo y anexos. En el primer capítulo hacemos algunas precisiones, necesariamente previas, para evitar malentendidos: en qué sentido hablamos aquí de lo reaccionario, los diversos tipos de posiciones reaccionarias que se están dando en educación, qué estrategias discursivas utilizan y contra quienes las dirigen. El segundo capítulo se refiere a uno de los temas estrella de estas pedagogías reaccionarias: la nostalgia de aquellos tiempos en los que, según dicen, la autoridad de los educadores y la disciplina reinaban en los centros educativos. En el tercero se tratan cuestiones más específicamente didácticas sobre los contenidos de la enseñanza y su transmisión y evaluación. El cuarto reflexiona sobre otra de las obsesiones reaccionarias: la de excluir, dividir, segregar... sea por sexos, por capacidades o por lo que sea. En el siguiente y último capítulo largo se habla de adoctrinamientos varios: unos reales y otros figurados. El epílogo está para reconocer que, aunque el libro es una crítica a la pedagogía reaccionaria, en las pedagogías progresistas tampoco es oro todo lo que reluce. Incluimos también unos anexos con un par de artículos ya publicados que abundan en cuestiones tratadas en los capítulos anteriores, pero que ubicarlos allí romperían el ritmo de la lectura.
La moda reaccionaria en educación forma una especie de saga con otros dos libros publicados, hace ya unos cuantos años, en esta misma editorial: Ensayos sobre la escuela (1985) y La aborrecida escuela (2002). El ...

Índice

  1. La moda reaccionaria en educación