El cerebro adicto
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El cerebro adicto

La adicción como camino

  1. 268 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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El cerebro adicto

La adicción como camino

Descripción del libro

A través del tiempo, observé que uno de los eslabones que faltaba en los pacientes y familiares de adictos en recuperación  es la información.  Y entonces, decidí hacer este libro que atraviesa lecturas  sociológicas  y antropológicas, ya que el factor de cómo la humanidad enfrenta desafíos desde su nacimiento, pasando por la Edad Media, la Edad Moderna hasta llegar a la Posmodernidad, coloca  al ser humano y a un cerebro adicto como resultante de un proceso social.  Ya que el siglo XXI está llegando a niveles de pandemia, el abordaje neurológico y psicológico, tanto desde el problema como desde la solución, le da al texto un carácter alentador ya que cuando la enfermedad es reconocida la solución es posible. 

El abordaje que se propone en este libro es desde la mirada de los programas de doce pasos  e incluye también terapéuticas psicológicas más dinámicas. Se plantea una diferencia entre lo genético y lo epigenético, que toma en cuenta el medio ambiente, el grupo familiar, y ofrece, como parte de la solución, la mirada de la biodecodificación  y  de las constelaciones familiares de Bert Hellinger.

Tomamos en cuenta también, como parte de la información vital y desde la investigación más rigurosa, el daño que produce cada una de las sustancias, en el caso de la drogadicción y el alcoholismo, sin dejar afuera las adicciones no tóxicas pero que destruyen el núcleo del individuo. 

Concluimos que no son las sustancias las que causan adicción sino que hay un cerebro adicto que utiliza múltiples circunstancias para auto destruirse. 

Este libro brinda una información de fácil acceso y comprensión para todo lector interesado en las causas, problemática y solución de problemas de adicción, y ofrece una mirada completa, integral y holística de este flagelo social en el que todos, de un modo u otro, estamos incluidos.

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Información

Año
2020
ISBN de la versión impresa
9789874731432
ISBN del libro electrónico
9789874731449
Edición
1

Parte I El cerebro adicto

Capítulo 1 La enfermedad de la adicción

Cuando hablamos de adicciones tenemos un gran espectro de conceptos para poder resumir lo que es esta enfermedad.
En general, el debate siempre se centraliza en las drogas, pero mi idea es excluir a las sustancias de la ecuación, es decir, las drogas no tienen nada que ver con las adicciones, así como tampoco el alcohol tiene que ver con el alcoholismo, ni la comida tiene que ver con el trastorno de alimentación.
Hoy, gracias a las neurociencias, sabemos que la adicción se debe a un bajo suministro o a la carencia de un neurotransmisor que se denomina ácido-gamma-aminobutírico (GABA). Este elemento es un inhibidor encargado de reabsorber la dopamina en el cerebro, y esa acción permite detenernos a la hora del consumo. La dopamina funciona solamente para el área de la alimentación y la sexualidad. Cuando nos sirven un plato de comida, el sistema nervioso segrega dopamina; cuando nos sirven el segundo plato, aparece el inhibidor GABA que detiene la segregación de dopamina y uno dice: «No, muchas gracias». En el caso de las personas con trastornos de alimentación, cuando viene el segundo plato de comida, el cerebro les sigue mandando la señal de que tiene hambre —el cuerpo sigue teniendo hambre—, por lo que acepta ese segundo plato, acepta un tercero, acepta un postre y, al rato, vuelve a tener hambre.
Ahora bien, ¿por qué ocurre esto? Porque el cerebro, sin la presencia del inhibidor GABA, que reabsorbe la segregación de dopamina, sigue segregándola . Lo mismo pasa con cualquier otro estímulo. Puede suceder con el consumo de alcohol o con el consumo de drogas, o con el juego, una de las llamadas adicciones no tóxicas, ya que ocurre sin ningún tipo de ingesta. Lo mismo en el caso de la adicción a la tecnología, que apareció en el siglo XXI. Todos estos casos se dan de la misma manera: el inhibidor GABA no está presente en cantidad suficiente y el cerebro comienza a funcionar mal, distorsionando el mecanismo que nos hace parar de consumir. ¿Qué significa esto? Significa que adicto es aquel que consume en contra de su voluntad. Y esto se produce en dos niveles.
En un primer nivel yo quiero dejar de comer, quiero parar de tomar alcohol, quiero parar de jugar o quiero detenerme con las drogas y no lo puedo hacer. Tengo una gran dificultad para detener el consumo de aquello en lo que la adicción se enfocó.
El segundo nivel de las adicciones está relacionado con la toxicología. Desde mi punto de vista como técnico en adicciones desde hace veinticinco años, una de las tareas que hacemos dentro de los tratamientos es dividir, por un lado, la enfermedad de la adicción y, por otro, el consumo en sí mismo.
Por ejemplo, la torta de ricota no es adictiva, es decir, no produce adicción por sí sola; el alcohol no produce adicción en sí mismo; la marihuana ni la cocaína producen adicción. Las grandes cantidades de ingestas de psicotrópicos producen desvíos a la hora del crecimiento emocional.
Una de las situaciones que suceden cuando se consume marihuana o cualquier otro psicotrópico es que se pierde la tensión madurativa.
¿Qué significa la tensión madurativa? Cuando una persona no adicta transita por un evento emocional —una separación, un fracaso o una situación dolorosa natural de la vida—, pasa por una curva de frustración. Cuando una persona consume marihuana, cocaína o consume alcohol, lo que le empieza a pasar es que se borra la tensión que le produce lo madurativo de ese evento, es decir, no lo termina resolviendo sino que se produce un efecto de «borrado» de la información de esa frustración, y al otro día vuelve a recomenzar sin necesidad de tomar contacto con la frustración, con el dolor o con la pena que le causa determinado evento.
Así es como nuestro cerebro empieza a acostumbrarse. Cuando algo me vuelva a suceder en términos de frustración, en términos negativos, vuelvo a suministrarle otra vez el elemento que borra el proceso madurativo. Esto significa que, a medida que va pasando el tiempo, mi cerebro se acostumbra a no madurar y me quedo en la edad emocional en la que empezó el consumo.
Cuando una persona entra en tratamiento, al sacarle las sustancias que borran los procesos madurativos, inicia un proceso que se llama la recuperación, es decir, vuelve a tenerse a sí mismo, vuelve a ser una persona adulta con un proceso madurativo en el cual cada frustración la resuelve de una manera orgánica y no de una manera artificial.
Al principio de la recuperación, cuando estas situaciones empiezan a suceder, el cuerpo comienza a temblar y las reacciones son poco apropiadas en relación con la edad que se tiene. Esto sucede hasta que la recuperación avanza. El individuo entra en unas crisis que nosotros llamamos crisis positivas, porque son crisis del aprendizaje madurativo que el adicto no tuvo o no vivenció durante todo el proceso de consumo, y este período puede llegar a durar entre siete o diez años, o más.
Está el caso de la persona que empieza a consumir marihuana, cocaína, alcohol o cualquier otro psicotrópico en la adolescencia —entre los 13 y los 19 años—, período de la vida en el que se producen ajustes madurativos —cognitivos, sexuales, conductuales y emocionales de todo tipo—. Lo que se produce entonces es que el cerebro, en vez de ajustar esos factores, desajusta todos los niveles de crecimiento y maduración, creando una conversión de ese proceso madurativo. En lugar de madurar, la persona queda detenida en una edad emocional marcada por el momento en que empezó a consumir, trayendo una disfuncionalidad, cuando llega a la adultez, en lo conductual, en lo cognitivo y en sus respuestas muy precarias ante la realidad.
Para entender este proceso, marcamos este dato central: cuando una persona, que empezó a consumir en la adolescencia y lo hizo por diez o quince años, al comenzar la recuperación de todos esos niveles y todos esos neurotransmisores pasa por un período de aproximadamente un año hasta que restablece estas funciones naturales. Este dato debe ser tenido presente, y muy en cuenta, en el momento de dar inicio al tratamiento de recuperación.

El camino hacia la adicción

Si bien más adelante aclararemos científicamente cómo un cerebro está preformateado para la proliferación de la adicción, en nuestra sociedad moderna el comienzo de la manifestación de la adicción tiene algunos modelos que he definido sobre la base de mi experiencia como profesional: la contención de grupos familiares, adictos queriéndose recuperarse, adictos recuperados y adictos que no quieren entrar en ningún proceso y prefieren entregarse al camino de la muerte a cambio de un poco de placer.
Esto también es discutible. ¿En verdad el placer se transforma en placer en el camino y desarrollo de la adicción, o el dolor se desarrolla en placer, ya que se van cambiando los circuitos a medida que la enfermedad de la adicción avanza y podemos determinar que el adicto disfruta del dolor y disfruta de la pérdida? Ello se da como contrapartida a la recuperación, que consiste en construir tensiones madurativas que hagan sustentable el proceso de la vida, donde hay lineamientos como la responsabilidad, la toma de decisiones, el cumplir horarios, la administración de dinero y la gestión de emociones, tanto de felicidad como de frustración. Acá se ve que hay un versus, que es la vida versus la ruina y, cuando de gestionar se trata, utilizamos tanta cantidad de energía para la vida como para la ruina. El problema subyace en que los neurotransmisores en el cerebro tienen que estar entrenados para la tensión madurativa, de la misma manera que, por desgracia, se entrenan para la ruina. Este es el camino hacia la adicción que consiste en el ensayo sistemático de destruirte y destruir a todos y a todo, basado en un cerebro que ya tiene la predeterminación GABA-dopamina o dopamina-GABA.
Todo comienzo hacia el desarrollo de la adicción tiene su base en un vacío que el individuo siente. Podemos denominarlo vacío existencial o vacío espiritual, pero es el clásico vacío en el que abrevó la historia de la filosofía, desde la academia de Platón o el liceo Aristotélico, hasta los filósofos contemporáneos como Heidegger o Foucault en el siglo XX; o sea, desde el vacío existencial, el porqué de las cosas, del destino humano y de la razón de la existencia. De hecho, sin llegar a ninguna conclusión definitiva que nos tranquilice o resuelva este vacío existencial propio del ser humano en el siglo XXI, un adolescente con las mismas sensaciones tiene como propuesta las variables de la sociedad adicta, como son los entretenimientos, los juegos electrónicos en los celulares o las consolas, las tablets y demás, o desviándose en el alcohol, los fármacos y las drogas recreativas.
Podemos decir que toda esta búsqueda en una temprana edad no es solamente una pulsión de muerte, sino que linda con la búsqueda de un sistema de percepción acrecentada o de sensaciones que den resultados más allá de lo evidente, en cuanto a percepción se trata. Ahí comienzan a funcionar criterios filosóficos como el «volar», el «flotar» y el «estar a mil», o palabras como «mambo» o «high», que describen estados de consciencia derivados de las drogas o del entretenimiento electrónico en esa etapa adolescente.
Téngase en cuenta que entre los 13 y los 19 años el cerebro está haciendo ajustes madurativos, conductuales, cognitivos y sexuales, que traen como resultado procesos de confusión y, por carácter transitivo, se da una sensación de consciencia acrecentada y una sensación de vacío, sin tomar en cuenta los elementos exógenos particulares, es decir, las disfunciones clásicas de los grupos familiares del siglo XXI: padres separados, maltrato, pobreza, desnutrición, abundancia y riqueza, que finalizan en desbordes y pérdida de sentido. A estos factores, en un proceso adolescente y cuando el cerebro está conformando lineamientos y criterios de realidad, la propuesta que da la sociedad adicta es resolverlo con drogas.
Las drogas son una solución artificial en esta sociedad de la inmediatez porque nos sacan de la percepción resquebrajada que el mundo propone y del vacío espiritual y emocional que se siente. Pero lo hacen creando una marea neurológica de procesos alterados, bioquímicos, destruyendo desde las bases la capacidad madurativa de resolver la frustración, el dolor, la carencia y la adversidad propia de la vida del hombre. Porque al ser humano lo define la adversidad, factor principal para moldear el carácter y adquirir habilidades sociales y emocionales.

Capítulo 2 El cerebro adicto ¿Qué es la adicción?

El cerebro, a través de sus miles de años de construcción, desarrolló como instinto un componente llamado dopamina. Este componente es lo que se necesita para la evolución, porque nos da el deseo de alimentarnos, es decir, cuando tenemos hambre se activa la segregación de dopamina en el cerebro. Y eso mismo ocurre en el momento de la sexualidad. Las bases de la raza, en cuanto a la procreación, están dadas por este neurotransmisor tan importante en el sistema evolutivo. Del mismo modo que esto constituye las bases bioquímicas para la sexualidad y la evolución, también es el cimiento para todo tipo de deseo como comida, ropa, gustos y demás.
A partir de la construcción de la civilización y de los productos industrializados, se modificaron los elementos a consumir, subiendo los niveles de intensidad en cuanto a sabores, colores, formas, etc. De hecho, se reinventó una gama de colores digitales que ni la propia naturaleza produce; se crearon sabores intensos e, incluso, alimentos genéticamente modificados. El cerebro, en su forma constitutiva, no está preparado para los niveles de estridencia e intensidad de esos productos industrializados. Todo esto crea un desequilibrio a la hora de tener que detenernos en el consumo de sustancias como alimentos o colores, sin mencionar las drogas y el alcohol.
Como dijimos, para detener el proceso dopamínico hay un elemento inhibidor de la dopamina llamado el inhibidor GABA. El inhibidor GABA, o ácido-gamma-aminobutírico, es un aminoácido no proteico que se encuentra presente ampliamente en la neocorteza. Es el responsable de detener la segregación de dopamina a la hora de lo que llamamos «saciar el apetito». La actual costumbre, basada en la estridencia de los nuevos colores, sabores y drogas, produce en el cerebro lo que podemos denominar como la nueva «cultura dopamínica». Así, el cerebro se transforma en un cerebro adicto, como contrapunto de aquel cerebro disciplinado que da un temple y un carácter donde puede haber un pensamiento que permite enfocar, es decir, que tiene la capacidad de elegir. La construcción de un cerebro enfocado es el opuesto al cerebro adicto, que es desenfocado, que lleva al individuo de cerebro dopamínico a una suerte de individuo sin rumbo que busca solo la satisfacción del placer sin poder detenerse.
Esta imposibilidad de detenerse en el consumo es lo que define al adicto como tal, porque, como dijimos antes, adicto es aquel que consume en contra de su voluntad. Esa voluntad está dada por un cerebro disciplinado que contiene al inhibidor GABA como estructura neurológica, lo que le da al individuo un carácter de integridad y dignidad, mientras que el cerebro adicto coloca al individuo como alguien insaciable y arrastrado por el deseo, y para quien una dosis no es demasiado y mil no son suficientes. Esto conlleva a un padecimiento que deriva en la adicción como una enfermedad circunscripta, en el mundo moderno, al plano de lo psicológico o mental.
El consecuente tratamiento para reeducar al cerebro hacia lineamientos psicológicos restablecidos o reaprendidos es a través de la recuperación. Neurológicamente, lo definimos como la reeducación bioquímica que da una repetición de nuevos criterios que producen un nuevo cerebro.
Este procedimiento da paso a un nuevo concepto, donde vemos que hay elementos distorsionadores en cuanto a bioquímica y elementos organizadores, los que —iniciado el siglo XXI y en camino hacia el siglo XXII— deberán ser t...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Agradecimientos
  5. Prólogo
  6. Introducción
  7. Ensayo filosófico sobre una sociedad adicta
  8. Parte I. El cerebro adicto
  9. Parte II. La adicción como camino
  10. Bibliografía y fuentes
  11. Notas