
- 120 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Los evangelios bautismales
Descripción del libro
La samaritana, el ciego de nacimiento y Lázaro son tres personajes que desde antiguo han acompañado el camino cristiano en el descubrimiento de quién es Jesús y que han sido considerados como la mejor guía para quienes se preparan para el bautismo. También hoy estos tres relatos del evangelio de Juan siguen siendo una magnífica guía para nosotros: para renovar nuestro compromiso de creyentes, o para emprenderlo por primera vez a través del bautismo. Este libro nos ayudará a profundizar en ellos y a descubrir toda su riqueza. Y también, si queremos hacer la lectura de los relatos colectivamente, los encontraremos aquí dispuestos para ser leídos entre diversos lectores. Manuel Simó Tarragó (Barcelona, 1939) es sacerdote y licenciado en periodismo. Es autor de libros y publicaciones sobre temas tanto sociales como eclesiales, y ha impartido numerosas catequesis de adultos sobre todo de temas bíblicos. En esta misma colección ha publicado Vivir hoy las fidelidades. Colabora también en la revista Misa Dominical del CPL y actualmente es párroco de la parroquia de Santa María Magdalena de Viladecans (Barcelona).
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Información
En síntesis
La afirmación de Jesús como la luz del mundo, que nos es dada en el bautismo para orientar nuestra fe, y de la mano del texto de la curación del ciego de nacimiento, creo que puede dar pie a una catequesis bautismal que pasaría por estos puntos:
– una adecuada explicación exegética del relato, con todos sus matices;
– un análisis de la fe como un camino de búsqueda y descubrimiento, que pasa por diferentes etapas que hay que ir superando;
– una correcta catequesis sobre la existencia y el problema del mal y del sufrimiento humano, que constituye a menudo un gran obstáculo que aleja a mucha gente de la fe;
– un buen diálogo sobre el uso de la libertad como el gran don de Dios que es la base de cualquier opción y actitud ante la vida,
– y un análisis personalizado e interiorizado de la realidad de las dificultades e incomprensiones que comporta ser creyente hoy.
La resurrección de Lázaro
Evangelio según san Juan 11,1-45
(N, narrador; J, Jesús; A, María, hermanas; M, Marta; D, discípulos; T, Tomás; G, gente, judíos)
N. En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera; el enfermo era su hermano Lázaro.
Las hermanas mandaron recado a Jesús, diciendo:
A. Señor, tu amigo está enfermo.
N. Jesús, al oírlo, dijo:
J. Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
N. Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Solo entonces dice a sus discípulos.
J. Vamos otra vez a Judea.
N. Los discípulos le replican:
D. Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?
N. Jesús contestó:
J. ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.
N. Dicho esto, añadió:
J. Lázaro, nuestro amigo, está dormido; voy a desper- tarlo.
N. Entonces le dijeron sus discípulos:
D. Señor, si duerme, se salvará.
N. Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.
Entonces Jesús les replicó claramente:
J. Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
N. Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
T. Vamos también nosotros y muramos con él.
N. Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:
M. Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
N. Jesús le dijo:
J. Tu hermano resucitará.
N. Marta respondió:
M. Sé que resucitará en la resurrección del último día.
N. Jesús le dice:
J. Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
N. Ella le contestó:
M. Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
N. Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
M. El Maestro está ahí y te llama.
N. Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él; porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
A. Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano.
N. Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y, muy conmovido, preguntó:
J. ¿Dónde lo habéis enterrado?
N. Le contestaron:
G. Señor, ven a verlo.
N. Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
G. ¡Cómo lo quería!
N. Pero algunos dijeron:
G. Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera este?
N. Jesús, sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa.
Dice Jesús:
J. Quitad la losa.
N. Marta, la hermana del muerto, le dice:
M. Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.
N. Jesús le dice:
J. ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?
N. Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
J...
Índice
- Introducción
- El ciego de nacimiento
- La resurrección de Lázaro
- Colección Emaús – Últimos títulos