Los asuntos mexicanos
Libre exportación de la plata y el oro
Con fecha 15 del corriente mes, el señor secretario de Hacienda ha dirigido a la Secretaría de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, una importante y bien redactada iniciativa proponiendo la derogación del impuesto que pesa sobre la plata y el oro acuñados, en pasta, en polvo, en piedra, mineral o ligas de toda especie que se exportan fuera del país.
La conveniencia de que tal impuesto desaparezca por completo está demostrada hasta la saciedad; pues sin él, producir grandes rendimientos al erario nacional constituye una pesada carga para el comercio, bastante gravado ya con otras obligaciones, y una rémora para el país exportador.
No hemos de esforzarnos en detallar las razones que militan en pro de la abolición del impuesto de que hablamos. Para en absoluto condenar este bastará recordar que desde la época en que el Sr. Juárez ocupaba la presidencia de la república, todos los ministros de Hacienda han venido trabajando en favor de la derogación de aquel.
El Sr. Matías Romero se esforzó en persuadir a los representantes del pueblo de que la plata era una mercancía como cualquiera otra, y que por lo mismo debía protegerse su exportación, quitándole toda clase de gravámenes. Los diputados de los estados mineros pronunciaron extensos y repetidos discursos, a fin de demostrar que la minería era el principal de los ramos de la industria mexicana y que en consecuencia, en lugar de trabas para su desarrollo, debía hallar facilidades en las leyes. A pesar de tales esfuerzos y de tan buena disposición de ánimo por arte de los representantes del pueblo, el Sr. Romero sólo obtuvo un triunfo relativo, consiguiendo que el derecho por la exportación de la plata, que era en aquella época de 8%, se redujera a 5 por ciento.
Después, todos los trabajos han sido infructuosos para conseguir la libre exportación de platas. La intentó nuevamente el Sr. Romero, en 1877 o 1878, siendo secretario de Hacienda en la administración del general Díaz. Y lo mismo hizo en su época el Sr. Trinidad García, pero todo en vano.
Hoy que el Sr. Landero acomete con resolución esta noble y provechosa empresa, deseamos que el Congreso de la Unión se penetre de las poderosas razones por dicho señor aducidas en su excitativa y que la abolición sea pronto un hecho que el país general ansía.
El Banco Mercantil Mexicano
Con el título que encabeza estas líneas, se ha formado en México una poderosa asociación que viene a llenar un importante vacío en el país, dando mayor impulso a sus operaciones financieras y contribuyendo poderosamente al fomento de la industria y el comercio nacional.
Cuanto hay aquí de más serio e importante en el comercio, en la industria y en la banca, ha tomado parte en esa asociación. Y eso que la demanda de las acciones ha excedido con mucho al número de las constituidas y por esta razón la mayor parte de los solicitantes, o han quedado sin ellas o han tenido que conformarse con el pequeño número que les ha correspondido en el reparto.
Nuestro estimable colega La Libertad, publicó el 19 del corriente mes un razonado artículo en el cual encontramos algunos párrafos que hasta cierto punto envuelven una censura hacia aquella parte de la prensa que mira con indiferencia lo que más puede interesar al país.
A este respecto dice La Libertad:
Entre nosotros, todo suceso que no sea político, o que con la política no se relacione, está llamado a pasar en silencio. La política, en la peor acepción de la palabra, atrae imperiosamente el ánimo de los periodistas, especialmente de los periodistas ramplones, que, si no encuentran a mano unas elecciones para disertar largamente sobre el sufragio libre, un funcionario a quien morder, y un infeliz gendarme a quien decir una majadería, no saben de qué ocuparse.
La evolución económica que se está efectuando en estos instantes en nuestro país, apenas ha sigo objeto de alguna que otra noticia de Gacetilla, mientras que las sesiones del Ayuntamiento de Guadalupe hacen sudar a los prensistas de la capital, desvelan a los boletinistas, ponen nerviosos a los gacetilleros, levantan protestas y adhesiones, fundan partidos y son objeto de las más acaloradas disputas en el hogar y en la plaza, en las redacciones y en los ministerios. ¿Puede darse algo que diga menos en favor de la pretendida importancia de la prensa, y que ponga más a las claras el escaso fundamento de esta necia presunción con que nos llamamos a nosotros mismo el Cuarto poder?
¡Donoso poder que ejercemos! Para el mal no cabe duda que es eficaz; pero lo que es cuanto al bien –haciendo lo que en la actualidad se hace– nuestra esterilidad es palmaria.
Empiezan a fundarse aquí las instituciones de crédito y apenas alguno de los colegas de la capital habla de esto. ¿Qué interés puede tener la sociedad en saber cuáles son los elementos de riqueza que están llamados a despertar? ¿Qué importaría poner en su conocimiento la manera con que esas asociaciones desenvuelven la producción, multiplican el capital, alientan y protegen el espíritu de empresa, y son poderosos factores del bienestar de las naciones?
No siendo algo a modo de pugilato sobre si el puesto que ocupa un funcionario pertenece a un aspirante cualquiera; no tratándose de si el gobernador H compró una casa y si el ministro D monta un buen caballo; no sirviendo el asunto para alimentar la maledicencia y atizar el odio y el desprecio entre los conciudadanos, claro es que merecía pasarlo por alto como en efecto se le ha pasado.
Y sin embargo, el progreso de nuestra patria no se ha de alcanzar de ese modo; no hemos de conquistar la grandeza entregándonos a fruslerías o protegiendo escándalos; si hemos de valer algo, tarde o temprano, es preciso alcanzarlo por la seriedad en los actos y por la delicadeza en las inclinaciones.
No creemos que el apreciable colega de las Escalerillas haya querido comprendernos en la calificación, tan severa cuando justa, que envuelven las anteriores líneas; pero como nosotros pertenecemos al número de los periodistas que hasta hoy no han manifestado su opinión con referencia a este asunto, debemos manifestar a La Libertad las razones que nos lo han impedido, que no han sido otras que la falta de datos para apreciar debidamente una cuestión que no conocíamos a fondo.
Hoy que La Libertad ha llamado sobre el asunto la atención de la prensa, dando detalles que el público debía desconocer, porque hasta la fecha nadie se los había referido, y que a mayor abundamiento El Banco Mercantil ha publicado sus estatutos, podemos ya con conocimiento de causa dar a nuestros lectores noticia de la creación de dicho establecimiento de crédito y emitir respecto al asunto nuestra humilde opinión.
Según se desprende de los referidos estatutos que tenemos a la vista, con una base metálica de 3 000 000 de pesos, que ascenderá a 4 000 000 con lo que se reserva a la suscripción de los estados, la nueva empresa traerá a la circulación 12 000 000, cantidad máxima a que puede llegar la emisión de billetes y que por ahora parece sobrada para las necesidades de este mercado. No obstante eso, si tales necesidades creciesen, los individuos que componen el Banco Mercantil Mexicano podrían fácilmente triplicar el fondo efectivo, dados los inmensos recursos de que disponen. […]
La actividad con que se ha procedido en la organización de esta empresa, es prodigiosa. En dos meses se forma la sociedad; se suscribe el capital antes de sacar a la plaza una sola acción; se forman, discuten y aprueban los estatutos y se constituye la junta directiva. Para el mes entrante, probablemente, el banco principiará ya a funcionar.
La garantía que al público en general, y al comercio en particular, prestan las respetables firmas que autorizan los estatutos, no puede ser mayor. Baste consignar que estas firmas son las de los Sres. Nicolás de Teresa, Faustino Sobrino, Manuel Ibáñez, José Gargollo, Bermejillo Hermanos, V. Gassier y Reynaud Sucesores, Pedro Martín, Antonio Escandón Estrada, Viuda e hijas de José de Teresa, Benito Arena Hermano, Francisco M. de Prida, Hijos de Francisco de P. Portilla, Ramón Peláez, Rafael Ortiz de la Huerta, Genaro de la Fuente, Raymundo de la Mora, Ricardo Sainz, Indalecio Sánchez Gavito, José María Roa Bárcena, Manuel Romano, Francisco Azurmendi, Manuel Mendoza Cortina, Antonio Sánchez Castellanos, Pedro Peláez, Suinaga Hermanos, Viuda de A. Escalante, Lavie y Comp., José F. de Domee, Mariano Conde, Ignacio Noriega, José T. Guerra, Rafael Dondé, Porfirio Díaz, José V. del Collado, Francisco Cortina, José Mijares, Remigio Noriega, Romano Hermanos, Pedro Escudero y Echanove y Juan J. Martínez Zorrilla.
No necesitamos nosotros decir quiénes son estos señores, porque harto ventajosamente conocidos son en México para que nadie ignore que todos ellos ejercen la calificación de respetables y honrados comerciantes, muchos pertenecientes a la colonia española, y el resto dignos representantes del laborioso pueblo mexicano y de otras nacionalidades, unidos todos en amigable consorcio con el alto fin de proteger al comercio y a la industria de este rico y floreciente suelo, que todos al igual consideran como el suyo propio.
Como dice La Libertad, la prensa mexicana en general, aunque algo ha dicho del Banco Mercantil, no lo ha hecho con aquella extensión que la importancia de un asunto de tan vital interés merece, ocupándose mucho más en todo lo referente al Banco Franco-Egipcio, sin duda porque este por las especiales condiciones de su contrato con el gobierno, parece llamado a desempeñar el primer papel en el teatro económico del mundo oficial. Y, sin embargo, la verdad es que esas mismas condiciones crean en el referido Banco Franco-Egipcio algunos privilegios que bien pudieran resultar onerosos y sumamente perjudiciales a la nación mexicana. Por ejemplo, este Banco tiene la primacía, en toda clase de operaciones con el gobierno, y el derecho de disponer de un plazo de diez días para decidirse a aceptar o no cualquiera operación que el gobierno le proponga; y bien pudiera suceder que en circunstancias dadas ese largo periodo, durante el cual se hallase el ejecutivo atado de pies y manos, sin poder arbitrar los recursos que necesitase, pusiese en peligro la paz del territorio y hasta la integridad nacional.
Alguna que otra anomalía pudiera encontrar en el indicado contrato quien con empeño se dedicara a hacer de él un minucioso examen; pero como esto no entra en nuestro ánimo, ni al escribir el presente artículo nos guía otro afán que el de dar a conocer a nuestros lectores El Banco Mercantil Mexicano, que hasta hoy consideramos como la mejor institución de su índole en el país, y la que por la respetabilidad y competencia de sus fundadores, creemos ofrece más sólidas garantías al público, nos limitamos a dar las noticias que dejamos apuntadas.
Por lo demás, si algunas razones, que no son de este lugar, pudieron pesar en el ánimo del gobierno para obligarle a aceptar en desventajosas condiciones el contrato con el Banco Franco-Egipcio, establecida la competencia con la creación del Banco Mercantil y con la de otros de igual naturaleza que en un plazo más o menos largo llegarán a fundarse quedarán, en bien del país, neutralizadas las desventajas que la existencia única de aquel establecimiento pudiera en ciertas ocasiones acarrear.
La exportación de metales y la dimisión del secretario de Hacienda
Recordarán nuestros lectores que en un artículo por nosotros publicado el 18 del corriente mes dábamos cuenta de que en la sesión del 15 habíase presentado a la Cámara de Diputados, la iniciativa de ley referente a la libre exportación de la plata y el oro acuñados, en polvo, en piedra mineral o ligas de toda especie.
Sabiendo entonces nosotros que el ejecutivo de la república había dejado en completa libertad a los diputados de la mayoría para que en la discusión de aquella iniciativa obrasen con arreglo a los impulsos de su propia conciencia, suponíamos que dichos señores diputados, inspirándose en el más puro sentimiento de amor al bien del país, concederían su aprobación al beneficioso proyecto presentado. […]
Pues bien; hoy tenemos el sentimiento de manifestar, como epílogo a esta triste historia, convertida en tragedia con el sacrificio del secretario de Hacienda, que al día siguiente de recaer la aprobación que el párrafo anterior se refiere, después de un debate de fórmula, durante el cual el Sr. Landero apuró todos los recursos de su talento y elocuencia, reprobó la Cámara los artículos 1º y 2º de la iniciativa; es decir, que desaprobó en lo particular aquello mismo que en lo general había sancionado 24 horas antes.
Efectos son estos de una consecuencia parlamentaria que, a la verdad, jamás habíamos presenciado en ningún país hasta que en este vimos la primera edición cuando se presentó en la Cámara el proyecto de derogación de la funesta ley de 4 de agosto, y hoy encontramos la segunda corregida y aumentada con un escándalo más.
Aunque con referencia a este asunto pudiéramos, y debiéramos tal vez, extendernos en consideraciones que, fundadas en la razón, en la lógica y en los más sanos principios, llegasen a envolver amargas censuras; no queremos que en ningún concepto se nos tache de díscolos ni de sistemáticos oposicionistas, que en nuestra calidad de periodistas extranjeros no lo seremos nunca de ningún gobierno de este país, observando siempre la más absoluta neutralidad en todas sus cuestiones políticas.
Atendiendo, pues, a elevadas consideraciones, hijas de la más exquisita prudencia, no censuraremos por cuenta propia el proceder de los que han intervenido en este asunto, limitándonos a consignar la opinión emitida por El Monitor, con la cual estamos completamente de acuerdo en todo aquello que no demuestre su abierta oposición a los poderes constituidos. Nosotros censuramos en esencia el hecho de que se trata; mas no por eso nos declaramos en lo general enemigos de la situación dominante, a la cual hemos alabado más de una vez y esperamos tener ocasión de alabarla nuevamente cuando por sus actos lo merezca, según nuestra humilde, pero franca y leal opinión.
Hecha esta salvedad, vean nuestros lectores lo que con referencia a este asunto dice el estimable colega de Letrán:
Que sobre el mismo asunto, vote en un día la Cámara en un sentido, y a las cuantas horas vote en sentido sentido contrario; confesamos que esto es muy lerdo-gonzalista.
Si los que reprobaron los dos artículos los consideraban malos, ¿por qué desde un principio no los declararon sin lugar a votar?
¡Misterios de la situación!
La derrota fue completa para el Sr. Landero, una de esas derrotas que deben dejar a un ministro hecho una estatua de hielo, y muchísimo más cuando se las procuran sus mismos colegas, el mismo ejecutivo de que forman parte.
El Sr. Landero se ha visto obligado, materialmente obligado a renunciar; lo que se había hecho con él, es lo que propia y técnicamente se llama, una mala partida. […]
El Sr. Landero, que sabe perfectamente como se manejan los hilos, no puede dudar, y por lo mismo, ha visto claro, clarísimo, la mala jugada de que fue víctima.
Curiosos son estos rasgos, ellos constituyen una de las más chistosas escenas del sainete administrativo de estos días; ellos vienen demostrando todo lo tirante que es hoy la consigna en las cámaras.
Generalmente, los ministros de Hacienda son los personajes más importantes y más influyentes en las cámaras. Nuestros lectores adivinen por qué, es inútil que lo expliquemos; pues bien, cuando una asamblea como la que tenemos, vota en contra de un ministro de Hacienda, es que se hila muy delgado, que el presidente puede ya extender en la orden de la plaza su consigna parlamentaria, seguro de que será obedecido conforme a ordenanza.
El Sr. Landero no podía abrigar la menor duda respecto a lo que pasaba en la votación del sábado. Ni remotamente podía tomar aquello como un rasgo de energía o independencia de la Cámara, sino que lo atribuyó como debía atribuirlo a trabajos sordos del gobierno para echar abajo la ley.
Ahora bien; al ver todo el belén que ha armado aquella iniciativa del ministro Landero, naturalmente el público se pregunta, qué hay en esa ley que produce o puede producir hasta una crisis ministerial, ¿qué gato encerrado hay ahí? Insisten en preguntarse los que toman palco para asistir a las divertidas sesiones de esta fantasmagoría política.
Las malas lenguas, el Gran Galeoto, se explican de esta manera el secreto del cataclismo político. Dicen que dicen que en ciertos contratos ferrocarrileros hay una cláusula para que la empresa o compañía exporte libre de derechos cierta suma de dinero por kilómetro, dicen que dicen que hay empresa o empresas que no exportan nada porque al contrario les traen el dinero de Estados Unidos, entonces estas empresas negocian su papel de exportación a buen precio, y naturalmente no les conviene la libre exportación, por eso hicieron la guerra a la ley, y pidieron la protección del gobierno que se las acordó con todos los manejos que hemos visto.
La suposición que envuelve este último párrafo, ya la indicábamos nosotros el día 18, lo cual prueba que no andábamos descaminados. No podemos salir garantes de su veracidad; pero lo que si es un hecho es que grandes y poderosos intereses han debido interponerse en este asunto cuando tan de repente ha cambiado el criterio del gobierno, que no se ha detenido ni aun ante el sacrificio de uno de sus más importantes miembros.
¡Pobre país aquel en que los poderes públicos son tan veleidosos que a cada hora reforman o cambian su criterio!
La ley del 4 de agosto
Con notables y señaladas pruebas de marcado disgusto fue recibido por el público en general y por el comerc...