
- 202 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Señor Sueño
Descripción del libro
Escritos en la madurez literaria de Robert Pinget, a ratos perdidos entre el resto de su obra, "Señor Sueño", "Arado" y "El arnés" tienen como protagonista al señor Sueño, un jubilado que anota lo que siente y piensa, o lo que cree que ha pasado, no como si lo recordara, sino como si lo oyera.
Ácido e irónico, a medio camino entre la prosa de su amigo Samuel Beckett y el humor de Buster Keaton, Pinget dio un peculiar encanto a esta novela (¿o diario?, ¿o colección de apotegmas?, ¿o borrador?), su inclasificable obra maestra.
"Si fuera posible deslizar aquí algunas líneas pe-
netrantes sobre el pasado del señor Sueño que dieran al personaje un interés retroactivo por así decirlo, se haría. Pero es imposible y la razón de ello no puede darse."
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Información
Categoría
LetteraturaCategoría
Collezioni letterarie europeeNota preliminar
A lo largo de unos veinte años he descansado de mi trabajo garrapateando las historias del señor Sueño. Las presento aquí reunidas y corregidas en un volumen que, insisto, es un divertimento.
R. P.
El jubilado
Me habré quedado dormido.
Señor Sueño
I
EL SEÑOR Sueño está sentado al sol en su balcón. Es un jubilado. Vive con su criada en una villa junto al mar, no lejos de Agapa, un pueblecito de veraneo lleno de gente durante la temporada y muy aburrido en el invierno.
El señor Sueño tiene ante sí en una mesa una taza de café vacía y el periódico regional que no lee, pero le proporciona una imagen de sí mismo. A su edad, tras haber dedicado toda la vida a vigilar las menores inclinaciones de su alma, a justificar o a condenar las menores reacciones ya no puede uno abandonarse a la vida. Se tiene en la cabeza un conjunto de actitudes que deben reflejar el estado de ánimo de un hombre respetable, su buena conciencia. No se puede estar sentado ante el mar a las diez de la mañana sin un periódico. El señor Sueño no tiene ningún vecino contiguo que pueda espiarlo pero no es esa la cuestión. Hace ya mucho tiempo que no necesita a nadie para dictarle su conducta.
Cabría preguntarse por qué no lee su periódico aunque no tiene mayor importancia. Quizá esté cansado. Quizá tenga pereza. Quizá sea por egoísmo.
La villa domina la marina. Está construida en un alto en suave pendiente. Abajo tiene tres habitaciones y la cocina dos de las cuales dan al mar, la tercera y la cocina al norte al jardín. Arriba hay tres habitaciones y el cuarto de baño. El cuarto de la criada se abre al norte, el principal y el tercero, que no ocupa nadie, tienen un balcón con vistas al mar.
El señor Sueño contempla a lo lejos un barquito que evoluciona lentamente. Divisa en él a dos personas de pie. Deben de ser pescadores que han echado las redes aunque la mañana está ya avanzada. Probablemente en invierno su ritmo sea distinto. A la derecha la costa forma una bahía. Un elegante promontorio, a unos tres kilómetros aunque las distancias son difíciles de calcular, está coronado por un faro que se eleva sobre un bosquecillo de pinos. A la izquierda hay una isla de rocas rosas. Los dos pescadores se acercan allí maniobrando. La luz es tan fuerte que el observador se pone la mano por encima de los ojos para ver mejor pero sin ningún resultado pues el mar centellea. Luego la embarcación desaparece detrás del islote. El señor Sueño espera que aparezca por el otro lado pero en ese momento la criada lo llama desde el jardín. Se asoma al balcón. Ella le grita que el cartero tiene un certificado.
II
La criada dice que le cansa mucho subir al piso más de dos veces al día, por la mañana a eso de las ocho después de su café para llevarle el suyo al señor y quitar el polvo, y por la noche para acostarse. A ella le gustaría incluso dormir abajo en el diván del comedor que queda al lado de la cocina pero su amo se niega. Cuándo se ha visto a una criada dormir en un comedor. Esto obligaría a mover algunos muebles del salón y llevar otros de allí al gabinete donde ya no podría uno ni moverse. También ha pensado la criada en el gabinete para instalar su habitación pero el señor Sueño ha sido asimismo absolutamente categórico. Es el cuarto en que se recibe a las visitas que no se anuncian, mientras que el salón se reserva para las otras. Y por otra parte cuándo se ha visto a una criada dormir en un gabinete. Le dará un ataque por subir la escalera como pretende si ese es su destino. ¿O es que iba a tener menos ocasiones de sufrir el tal ataque subiendo sólo una vez para hacer los cuartos de arriba? El destino es ajeno a ese tipo de cálculos.
Le contesta a la criada que baja. Entra en su habitación, coge de la mesilla un bolígrafo para firmar el recibo y desciende al piso de abajo. El cartero le espera fuera, en la entrada. El señor Sueño le dice que entre en la cocina y le indica a la criada que le sirva un vaso de vino, que es lo que se ofrece a un cartero que trae un certificado. La criada obedece, el destinatario firma el recibo, el cartero bebe tras dejar un paquete pequeño en la mesa, y se va.
El señor Sueño le dice entonces a la criada por qué viene usted hasta mi ventana a gritar desde abajo en vez de llamarme desde el pasillo, le he dicho cien veces que eso no me gusta nada. Ella contesta que estaba en el jardín regando el granado, que era más fácil y menos cansado. Menos cansado menos cansado contesta el amo de mal humor, vamos a verlo.
Sale de la cocina por la puerta vidriera contando sus pasos hasta el granado. ¡Veinte! grita. Después desde el granado hasta la casa bajo su ventana. ¡Veinticinco! Vuelve a donde está la criada. Hay cinco pasos más hasta mi ventana, usted ha dado veinticinco pasos más otros veinticinco que hacen cincuenta, más veinte para volver a su cocina que hacen setenta, en vez de veinte para acercarse a llamarme desde aquí más otros veinte para ir a terminar el riego que hacen cuarenta, más veinte para volver aquí que hacen sesenta ¿tengo o no tengo razón? Pero no son los pasos lo que me cuesta dice la criada, son los tres escalones, lo que habría supuesto subir seis y bajar tres, si el señor quiere hacer el cálculo. Más tres de volver a bajar y tres de volver a subir porque se ha dejado usted allí la regadera dice el señor Sueño furioso. Y sale de la cocina llevándose el paquete del cartero.
III
El jardín es delicioso. Una cancela lo cierra por el lado de la carretera. Luego hay una avenida que tuerce a la derecha por debajo del montículo. Le dan sombra unas mimosas. Sube hasta la casa que está rodeada por una terraza con pitas y adelfas en los bordes. Por el lado del mar hay unas escaleras que bajan hasta una playa minúscula que el señor Sueño limpia todos los días y rastrilla con cuidado. Cuando hay tormenta el mar deja restos de madera, algas muertas, a veces objetos de plástico que vienen a parar allí sabe Dios de dónde. Al señor Sueño le horroriza todo lo que produce desorden. Echa pestes sobre todo contra los objetos, botellas vacías, embalajes, utensilios heterogéneos con los que no se puede hacer nada porque son insumergibles o al menos imputrescibles. Dice que muy pronto el mundo entero estará cubierto por estos detritus que esconde en un agujero de la roca a la espera de quemarlos.
Después de su rastrillado va a sentarse a un banco de cemento construido un poco por encima de la playa al que da sombra una higuera. Fuma un cigarrillo repitiendo higos higos, a quien se le ocurre tener higos, pues por una parte habla solo y por otra no le gustan los higos. Por lo demás el árbol está repleto de fruto buena parte del verano y da dos cosechas. Nadie las aprovecha porque a la criada tampoco le gustan y sería un alivio que algún chiquillo viniera a cogerlos. Los higos caen y se secan en el suelo. Un desorden. Y el señor Sueño se agacha y recoge todos los higos secos que puede y los tira en el agujero de los plásticos.
Luego sube a la terraza y se sienta a una mesa de hierro. Tengo la impresión dice de que me estoy acatarrando. Se pone una chaqueta de punto que la criada le ha traído a la silla y abre el libro que también ha traído la criada. Son las obras de Virgilio en una hermosa edición bilingüe. El señor Sueño no lee el libro más de lo que leía el periódico. Saca del bolsillo de la chaqueta un paquete de facturas que estudia minuciosamente hasta la hora de la comida.
A continuación viene la comedia de la campana que toca la criada. Cuando llegó a la villa el señor Sueño y vio la campana encima de la puerta de la cocina dijo la tocaremos para las comidas. Y añadió pero cuando se quedó solo, fuera del alcance de su criada, la campana de la comida es toda mi infancia, haremos que reviva mientras podamos. Otra cuestión es saber si la recupera así a voluntad. Quizá un doble subrepticio y casi idéntico pero que habría perdido toda la inocencia. Se engaña con ello tanto mejor para él.
Son pues las doce y media y el señor Sueño se levanta, va a la casa. Pasa por la cocina donde le pregunta a la criada qué hay para comer. Ella contesta cómo qué hay, el señor me ha encargado un escalope y puré de patatas, hay un escalope y puré de patatas. No todos los días contesta así pues el menú cambia un poco con los días pero todos los días repite cómo qué hay con un tono que a ella le gustaría que fuera agresivo aunque apenas lo es, el tiempo debilita la fórmula y la intención. Podría resignarse a contestar sin la repetición pero ya es una costumbre.
El señor Sueño se frota y se lava las manos en la pila luego se seca con el trapo de secar los vasos. Al principio a la criada le sublevaba esta costumbre pero ahora ya no. Y el señor Sueño va al comedor. Y la criada va a servirle.
IV
Entre la cocina y el comedor hay una ventanilla para pasar los platos que la criada utiliza con independencia de cuál sea el menú, hasta para el huevo pasado por agua de la noche. Esto no le molest...
Índice
- SEÑOR SUEÑO
- EL ARNÉS
- ARADO
- NOTA DEL TRADUCTOR