La edad dorada
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La edad dorada

Elena G de White, David P. Gullón

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La edad dorada

Elena G de White, David P. Gullón

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Información del libro

Con el tiempo, todos alcanzamos la edad cuando debemos ir un poquito más despacio y entregar el trabajo a manos y corazones más jóvenes. Cuando llegue ese momento, debido al cambio emocional y físico, y a las necesidades espirituales, algunos de nosotros necesitaremos conseguir ayuda y consejo de pastores de experiencia, de profesionales de la medicina y de los gerontólogos. Pues bien, este libro ofrece muchas respuestas inspiradas e inspiradoras a las preguntas de quienes están retirándose del intenso servicio activo. Que esta colección de cartas, artículos y mensajes de la pluma de la fiel sierva de Dios sean una fuente práctica y preciosa de sabiduría y dirección para las personas que están en la tercera edad, como así también para quienes se acercan a la jubilación y desean comprender más plenamente la declaración de Cristo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10: 10).

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Información

Año
2020
ISBN
9789877981452
Categoría
Religión

Capítulo 1

Los pioneros adventistas

Respeto por los pioneros

A los pioneros que han envejecido y han estado relacionados con la obra del mensaje del tercer ángel casi desde sus comienzos, y cuya experiencia en la obra data casi desde los sucesos de 1844, el Señor les dice: “Necesito su ayuda. No lleven cargas que otros que son más jóvenes pueden llevar. Su deber es ser cuidadosos con sus hábitos de vida. Deben ser prudentes en el uso de sus energías físicas, mentales y espirituales. Ustedes que han pasado por tantas y tan variadas experiencias deben hacer todo lo que es posible para preservar sus facultades, con el fin de que puedan trabajar para el Señor mientras les permita permanecer en su sitio y lugar para ayudar a promover su obra”...
La causa necesita la ayuda de las manos ancianas, de los obreros de edad madura, que han tenido años de experiencia en la causa de Dios; que han presenciado el desarrollo y progreso de los diversos aspectos del mensaje; que han visto caer a muchos en el fanatismo, acariciando el engaño de falsas teorías, resistiendo todos los esfuerzos que se hicieron para permitir que la luz de la verdad revelara las supersticiones que los asediaban para confundir las mentes y para anular el mensaje que en estos últimos días debe ser proclamado al pueblo remanente de Dios en toda su pureza.
Muchos de los leales siervos de Dios han dormido en Jesús. Apreciemos la ayuda de los que han quedado con vida hasta hoy. Valoremos su testimonio. La buena mano del Señor ha acompañado a estos obreros fieles. Él los sostendrá con su brazo poderoso diciéndoles: “Apóyense en mí. Seré su fortaleza y su galardón sobremanera grande”. Los que estuvieron en el mensaje desde su comienzo, que lucharon valientemente en el calor de la batalla, no deben perder ahora su influencia.
Se debe cultivar el cuidado más tierno hacia aquellos cuyo interés en la vida estuvo estrechamente ligado con la obra de Dios. A pesar de sus muchas dolencias, estos obreros todavía poseen talentos que los califican para permanecer en su grupo y lugar. Han permanecido fieles en medio de tormentas y pruebas, y están entre nuestros consejeros más valiosos. ¡Cuán agradecidos deberíamos estar de que todavía pueden usar sus talentos en el servicio del Señor!
No perdamos de vista el hecho de que en el pasado estos fieles luchadores lo sacrificaron todo para promover la obra. Que hayan envejecido y encanecido al servir a Dios no es razón para que tengan que dejar de ejercer una influencia superior a la de los hombres que tienen mucho menos conocimiento de la obra y mucha menos experiencia en las cosas divinas. Aunque gastados e incapaces de llevar las cargas más pesadas que pueden y deben llevar los jóvenes, su valor como consejeros es del orden más elevado. Han cometido errores, pero han aprendido sabiduría de sus fracasos; han aprendido a evitar equivocaciones y peligros; por consiguiente, ¿no son acaso competentes para dar un consejo sabio? Han soportado pruebas y dificultades, y aunque han perdido algo de su vigor, no deben ser desplazados por obreros de menor experiencia, que conocen muy poco acerca del trabajo y la abnegación de estos pioneros. El Señor no los pone así a un lado. Les concede gracia y sabiduría especiales...
A medida que los que han gastado su vida en el servicio del Señor se acerquen al fin de su historia terrenal, serán impresionados por el Espíritu Santo a recordar los incidentes por los cuales han pasado en relación con su obra. El relato de su maravilloso trato con su pueblo, su gran bondad al librarlos de las pruebas, debe repetirse a los que son nuevos en la fe. También deben relatarse las pruebas que les causaron a los siervos de Dios la apostasía de algunos que una vez estuvieron unidos con ellos en la tarea, y la forma como obró el Espíritu Santo para dejar sin efecto las falsedades dichas contra los que mantuvieron firme hasta el fin el principio de su confianza.
Los portaestandartes de los primeros tiempos que todavía viven no deben ser puestos en lugares difíciles. Los que sirvieron a su Maestro cuando el trabajo era duro, que soportaron pobreza y permanecieron fieles a la verdad cuando éramos solamente unos pocos, siempre han de ser honrados y respetados. Se me ha indicado que diga: Que cada creyente respete a los pioneros ancianos que han soportado pruebas, dificultades y muchas privaciones. Son los obreros de Dios y han desempeñado una parte prominente en la edificación de su obra.
El Señor desea que los obreros más jóvenes obtengan sabiduría, fortaleza y madurez por medio de la asociación con los obreros de edad madura que han sido eximidos de trabajar para la obra. Que los jóvenes se den cuenta de que son altamente favorecidos al tener a tales obreros entre ellos. Que muestren un profundo respeto por los obreros encanecidos que han tenido una larga experiencia en el desarrollo de la obra. Concédanles un lugar de honor en sus concilios. Dios desea que los que han aceptado la verdad en los últimos años presten atención a estas palabras.
Quiera el Señor bendecir y sostener a nuestros obreros ancianos y probados. Que les conceda sabiduría con respecto a la preservación de sus facultades físicas, mentales y espirituales. El Señor me ha indicado que diga a los que mantuvieron su testimonio en los primeros días del mensaje: “Dios los ha dotado con el poder de la razón, y desea que comprendan y obedezcan las leyes que tienen que ver con la salud del cuerpo. No sean imprudentes. No trabajen en exceso. Tomen tiempo para descansar. Dios desea que se mantengan en su grupo y lugar, haciendo su parte para salvar a hombres y a mujeres de ser arrastrados hacia la destrucción por la poderosa corriente del mal. Desea que mantengan la armadura hasta que él les ordene deponerla. No falta mucho para que reciban su recompensa”.–TI 7:271-274.

Vívidos recuerdos del pasado

Llegamos al congreso campestre en Siracusa, Nueva York, el 20 de agosto. Al día siguiente, jueves, nos alegramos de saludar al Pr. U. Smith y su esposa. Ahí nos encontramos con el Pr. Wheeler, con quien llegamos a conocernos hacía 30 años en New Hampshire. También estaba el Pr. Cottrell, a quien conocíamos por 30 años; el Pr. Taylor, por más de 25 años; el Hno. Robinson, por más de 35 años. Mi corazón quedó conmovido al contemplar a estos hermanos que habían permanecido por tanto tiempo en defensa de la fe.
Había pasado más de una veintena de años a la eternidad con su carga de registro desde que estos hombres llegaron a ser soldados de la cruz; pero su experiencia en la temprana historia de la causa de Dios nunca se debilitó. Mientras sus pensamientos se detienen en el pasado, el fuego de su amor y fe se encienden de nuevo en sus corazones. Pueden decir con Juan: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida... lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros” [1 Juan 1:1-3].
Estuvieron presentes otros a quienes estimamos grandemente, amigos probados de la causa a quienes hemos conocido por muchos años. Vimos sus rostros iluminados con nueva certeza mientras escuchaban las presentaciones de la verdad que había mantenido sus corazones ardientes todos estos años. Tales hermanos y hermanas tenían un conocimiento exacto y personal de eventos que habían ocurrido hacía una veintena de años o más. Algunos de ellos habían presenciado manifestaciones notables del poder de Dios en tiempos de nuestras pruebas y necesidades más grandes, cuando teníamos pocos miembros, cuando la oposición era fuerte y cuando hubo que hacer frente a objeciones irrazonables. Si bien pueden olvidar las cosas que pasaron hace una semana, esas escenas de interés emocionante aún viven en la memoria.
Cualquier cosa que pueda decirse de las últimas etapas de la historia de su vida, su experiencia temprana en esta obra ha dejado rastros que nunca pueden ser borrados. No podemos permitirnos dejar que estos centinelas ancianos desaparezcan. A muchos, por medio de la pluma y la voz, ellos les hablaron preciosas palabras de verdad, y aún deben ser animados a hacer todo lo que puedan con su influencia, consejo y experiencia en la causa de Dios. Obreros más jóvenes están tomando su lugar en el servicio activo, y esto está bien; pero que esos jóvenes tengan un lugar afectuoso en sus corazones, y lugar en sus congresos, para aquellos cuya cabeza ha encanecido al servir a Cristo. Deseamos ver a estos hombres continuar con la armadura y luchar con todo ímpetu. Deseamos verlos compartir con los jóvenes soldados los triunfos de la victoria final. Será en verdad una alegría verlos, cuando termine el conflicto, coronados y honrados entre los victoriosos.–RH, 28 de octubre de 1884.

Los muertos todavía hablan

A las 2:30 de la tarde hablé ante un numeroso auditorio [en Adams Center, Nueva York]... Nos alegró mucho encontrar en esta ocasión a ancianos servidores de Dios. Con el Pr. [Frederick] Wheeler, que ahora tiene cerca de 80 años de edad, nos conocemos desde el comienzo de la predicación del mensaje del tercer ángel. También hemos tenido relación con los Prs. [H. H.] Wilcox y [Charles O.] Taylor durante los últimos 40 años. La edad pesa en estos portaestandartes de los primeros tiempos, como también pesa sobre mí. Pero si somos fieles hasta el fin, el Señor nos dará la corona de vida que no se marchita.
Los portaestandartes de edad madura distan mucho de ser inútiles, y por lo tanto no se los debe dejar de lado. Tienen que desempeñar en la obra una parte similar a la de Juan. Pueden decir [se cita 1 Juan 1:1-7].
Este pasaje muestra el espíritu y la vitalidad del mensaje que Juan dio para todos a una edad avanzada, cuando contaba casi con 100 años. Los portaestandartes están sosteniendo firmemente sus banderas. No sueltan el estandarte de la verdad hasta que deponen la armadura. Una por una se van silenciando las voces de los ancianos guerreros. Su lugar queda vacío. Ya no los vemos más; pero aunque están muertos, de todos modos hablan, porque sus obras permanecen después de ellos. Tratemos con mucha ternura a los pocos peregrinos retirados del servicio activo que aún quedan, y tengámoslos en mucha estima por la obra que han realizado. Aunque sus fuerzas se han gastado y debilitado, lo que ellos dicen siempre tiene valor. Estímense sus palabras como un testimonio valioso. Los jóvenes y los nuevos obreros no deberían descartar, o tratar con indiferencia, a los hombres de cabellos blancos, sino levantarse y llamarlos bienaventurados. Deberían considerar que ellos mismos continúan las labores de esos hombres. Quisiéramos que hubiese mucho más amor de Cristo en los corazones de nuestros creyentes hacia quienes fueron los primeros en proclamar el mensaje.–MS 2:255, 256 (Manuscrito 33, 1890).

Profundo aprecio por los primeros en llevar cargas

Mientras usted está ansioso para hacer todo lo que puede, recuerde, Pr. Haskell, que únicamente por la gran misericordia y la gracia de Dios usted ha vivido todos estos años para dar su testimonio. No eche sobre sí las cargas que otros más jóvenes pueden llevar...
Muchos de los leales siervos de Dios han dormido en Jesús. Apreciamos enormemente la ayuda de los que aún permanecen con vida. Estimamos su testimonio. Lea el primer capítulo de la primera epístola de Juan, y luego alabe a Dios porque, a pesar de sus muchos padecimientos, usted todavía puede dar testimonio para él...
Podemos contar fácilmente a los que llevaron la carga al comienzo y que aún permanecen con vida [en 1902]. El Pr. [Urías] Smith se relacionó con nosotros al comienzo de nuestras actividades editoriales. Trabajó con mi esposo. Espero ver siempre su nombre en la Review and Herald, a la cabeza de la lista de los redactores, porque así es como debería ser. Los que comenzaron la obra, los que lucharon valientemente en el calor de la batalla, no deben perder su posición ahora. Deben ser honrados por los que entraron en la obra después que otros ya habían soportado las privaciones más duras.
Siento mucha simpatía por el Pr. Smith. Mi interés en la obra de las publicaciones está unido con el suyo. Vino a nosotros como un hombre joven, con talentos que lo capacitaban para ocupar el cargo de redactor. ¡Cuánto gozo experimento al leer sus artículos en la Review: tan excelentes, tan llenos de verdades espirituales! Doy gracias a Dios por ellos. Siento mucha simpatía por el Pr. Smith, y creo que su nombre debería aparecer siempre en la Review, como el redactor principal. Dios quiere que así sea. Me sentí herida hace algunos años cuando su nombre fue colocado en segundo lugar. Cuando volvió a ser puesto en primer lugar, lloré y dije: “Gracias sean dadas a Dios” [1 Cor. 15:57]. Que siempre permanezca allí, como Dios lo desea, mientras el Pr. Smith pueda sostener una pluma en la mano. Y cuando sus fuerzas flaqueen, que sus hijos escriban lo que él les dicte.
Estoy agradecida porque el Pr. [J. N.] Loughborough todavía puede utilizar sus habilidades y dones en la obra de Dios. Ha permanecido fiel en medio de las tormentas y de las luchas. Él puede decir, juntamente con el Pr. Smith, con mi esposo, con el Hno. Butler, quien se unió con nosotros en un período posterior, y con usted mismo [S. N. Haskell]: “Lo que era desde el principio... lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Juan 1:1-3).–MS 2:256-258 (Carta 47, 1902).

Reimpresión de artículos de los pioneros

Los mensajes que hemos recibido del cielo son fieles y verdaderos. Cuando un hombre lucha por introducir nuevas teorías que no son la verdad, los ministros de Dios deberían dar una amonestación clara contra esas teorías, señalando adónde conducirían al pueblo de Dios si las adoptaran. Los que han recibido la luz de la verdad presente no debieran ser engañados fácilmente y llevados prestamente de la senda verdadera a senderos extraños. Los centinelas deben estar bien despiertos para discernir el resultado de todo razonamiento engañoso, porque serán introducidos graves errores para llevar por mal camino al pueblo de Dios...
Cuando vengan hombres que muevan un alfiler o un pilar de los fundamentos que Dios ha establecido por medio de su Espíritu Santo, que estos hombres mayores, que fueron pioneros en nuestra obra, hablen claramente, y que los que están muertos también hablen, reimprimiendo sus artículos en nuestras revistas. Recojamos los rayos de la divina luz que Dios ha dado mientras condujo a su pueblo paso a paso en el camino de la verdad. Esta verdad resistirá la prueba y el paso del tiempo.–Manuscrito 62, 1905.

El Pr. Butler es un obrero muy valioso1

Con satisfacción y gratitud a Dios vemos que el Pr. [G. I.] Butler nuevamente está en el servicio activo. Sus cabellos grises revelan que comprende lo que son las pruebas. Una vez más le damos la bienvenida a nuestras filas, y lo consideramos como uno de nuestros obreros más valiosos.
Quiera el Señor ayudar a los hermanos que han dado su testimonio en los primeros días de la proclamación del mensaje para que actúen con sabiduría en la conservación de sus fuerzas físicas, mentales y espirituales. He sido instruida por el Señor para que le diga que él lo ha dotado a usted con la facultad de la razón, y que desea que comprenda las leyes que afectan a la salud del cuerpo y que resuelva obedecerlas. Estas leyes son leyes de Dios. Él desea que cada pionero permanezca en su lugar, y que haga su parte en la salvación de la gente para evitar que ésta sea arrastrada hacia la destrucción por la poderosa corriente del mal; [la corriente del mal] de la decadencia física, mental y espiritual. Hermano mío, él desea que usted mantenga ceñida su armadura hasta el mismo fin del conflicto. No sea imprudente; no trabaje con exceso. Tómese períodos de descanso.
La iglesia militante no es la iglesia triunfante. El Señor desea que sus siervos fieles propicien la reforma pro salud durante tanto tiempo como vivan. Despliegue el estandarte de la temperancia. Enseñe a la gente a ser estrictamente temperante en todas las cosas; enseñe a los hermanos a ser campeones de la obediencia a las leyes físicas. Permanezca firmemente de parte de la verdad de Dios. Exalte ante la gente la bandera con esta inscripción: “Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12)...
Todavía viven unos pocos portaestandartes de los primeros tiempos. Deseo intensamente que nuestros hermanos y nuestras hermanas respeten y honren a estos pioneros. Los presentamos ante ustedes como hombres que saben en qué consisten las pruebas. Se me ha indicado que diga: Que cada creyente respete a los hombres que desempeñaron una parte prominente durante los primeros días de la predicación del mensaje, y que han soportado pruebas, dificultades y muchas privaciones. Estos hombres han encanecido en el servicio. No falta mucho tiempo para que reciban su recompensa.
El Señor desea que sus siervos que han encanecido defendiendo la verdad permanezcan firmes y leales, y que den su testimonio en favor de la ley.
Los siervos leales a Dios no deben ser puestos en lugares difíciles. Los que sirvieron a su Maestro cuando la obra pasaba por dificultades, los que soportaron pobrezas y permanecieron fieles en el amor a la verdad cuando nuestros miembros eran pocos, siempre han de ser honrados y respetados. Los que han entrado en la verdad en años posteriores deben prestar atención a estas palabras. Dios desea que todos obedezcan esta advertencia.–MS 2:258-260 (Carta 47, 1902).

Envejecer con gracia

Hermano Butler, envejezcamos –usted, el Hno. Haskell y yo– con gracia. Dios desea que usted permanezca para él como un portador de luz. Animémonos unos a otros. Estoy dando mensajes para sostener al que yerra, pero, por causa de esto, no pierdo mi interés en aquel que es amonestado, sino que continúo animándolo.
“Ame como hermano, sea compasivo, sea cortés”. Necesitamos ahora, justamente ahora, la impartición del Espíritu Santo. El Señor Jesús tiene mucho que soportar al tratar con nosotros. Lo herimos cuando nos herimos entre nosotros. “En cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños”, dice Jesús, “a mí lo hicieron” [ver Mat. 25:40]...
Los ministros de edad madura deben ser tratados cuidadosa y tiernamente. No podem...

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