Mujeres de fuego
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Mujeres de fuego

Historias de amor, arte y militancia

  1. 160 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Mujeres de fuego

Historias de amor, arte y militancia

Descripción del libro

En esta obra Stella Calloni dialoga con la intelectual colombiana Gloria Gaitán, la luchadora comunista argentina Fanny Edelman, la líder comunista chilena Gladys Marín y la ex primera dama francesa Danielle Mitterrand.También con la escritora brasileña Nélida Piñón, la guatemalteca y Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, la combatiente salvadoreña Nidia Díaz, la madre uruguaya Sara Méndez y la poetisa argentina Olga Orozco.Esta edición se completa con tres grandes historias de amor, arte y militancia: las de Manuela Sáenz, Frida Kahlo y Rosario Castellanos, mujeres que dejaron llamas a su paso.Según Calloni: "Los mundos distintos y distantes las acercan a través de la palabra escrita o hablada, pero siempre incendiada. Como mujeres de fuego que son, dejan y dejaron llamas por donde caminan y por donde caminaron. ¿Qué las une y qué las diferencia? Las une la misma voluntad de resistir injusticias, dogmas, dominaciones de todo tipo, incluidas las de género que tanto abundan aún"."Cuando lean este libro conocerán de la pasión, el coraje y la resistencia latinoamericana a través de algunos pasajes de la vida de mujeres ejemplares que reconstruyeron humanidad."Luisa Valenzuela

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9789507546624

PARTE I
ENTREVISTAS

ENTREVISTA A GLORIA GAITÁN

La memoria de América sin laberintos

Esta entrevista fue realizada entre Panamá y Colombia. En este último país acompañé a Gloria Gaitán en 2001, cuando estaba amenazada de muerte. También sembré un árbol en la Casa Museo1, donde estaban enterradas las cenizas de su padre, Jorge Eliécer Gaitán, que le fue luego confiscada por el gobierno de Álvaro Uribe. Son muchos los que también sembraron un árbol como homenaje y para que creciera desde la tierra la semilla gaitanista.
La hija de Gloria, María Valencia, ha hecho dos documentales sobre su abuelo Gaitán.
Esta entrevista a Gloria, realizada en el año 2000, sigue siendo una historia de vida y magias de un pueblo que necesita ya ser liberado de más de un siglo de violencias. Buena parte de esta entrevista fue publicada en La Jornada de México.

En nombre del padre. Año 2000 (entre Panamá y Colombia)

«En Colombia hay dos países, el país político que se preocupa por las elecciones, las sinecuras burocráticas, los intereses económicos, los privilegios y las influencias (...) El país político y la oligarquía son la misma cosa. Y el país nacional es el pueblo que piensa en su trabajo, en su salud, su cultura (...) Nosotros pertenecemos al país nacional, al pueblo de todos los partidos que luchan contra el país político, contra las oligarquías de todos los partidos.»
Era una definición muy fuerte para la Colombia de los años 30, tan fuerte como el hombre que la hacía ante miles de seguidores: Jorge Eliécer Gaitán, el líder popular que fue asesinado mediante una conjura de intereses extranjeros y locales, con la intervención de la CIA estadounidense, de acuerdo con la investigación realizada por su hija, Gloria Gaitán Jaramillo.
Pero ella se niega a recordarlo a partir de aquel trágico 9 de abril de 1948, cuando fue asesinado a balazos, porque “ese es el día de los asesinos y lo que hay que rescatar es la vida, lo que él vivió y vivió Colombia hasta entonces, y allí está la razón por la cual lo mataron y lo callaron, aunque su voz y su presencia están siempre en nuestro país. Cuando sólo se menciona ese momento se olvida quién fue él, qué hizo y quién tenía interés en callarlo para siempre. Él es hasta el 8 de abril o hasta esos momentos antes de su muerte, y recordando quién fue, nadie puede olvidar la circunstancia histórica en que sucedió el hecho, la Colombia de esos días, la lucha por su pueblo, del cual era parte con sinceridad, amor y fuego y con el cual dio todos los pasos para producir el cambio que hubiera salvado a nuestro país. No tengo dudas. Si uno no conoce bien a Gaitán, no conoce lo que pasó en el país que está marcado por su vida y su muerte. Y entonces, no puede analizar el presente trágico e injusto de un país maravilloso. Investigué su vida y a sus asesinos y puedo decir que tengo toda la documentación y que la CIA estadounidense es responsable, junto a otros sectores de mi país”, dice con seguridad.
Cincuenta años después de aquel crimen que instaló la violencia o las violencias sucesivas en Colombia, el país que fuera considerado en otro tiempo “la Atenas de América”, Gloria, economista, egresada de la Universidad de los Andes, confiesa, en una larga entrevista, que decidió escribir un libro para rescatar al hombre y al político desde otro ángulo, donde evidentemente priman el amor, la admiración y también la ruptura de esquemas.
“Es que hay que verlo a él —dice Gloria— como hay que ver a Colombia, y en eso sé que estoy desafiando a muchos y también comprendiendo a otros, ya que la memoria lleva las trampas de la fantasía y hay diversas visiones y versiones sobre Gaitán, incluso las que llegan a forzar acontecimientos y anécdotas, pero su historia es inmensamente rica y pocos dicen de él que fue un intelectual avanzado, un científico, un hombre que fue también una doctrina.”
La percepción de Gloria de que todos los sucesos que rodearon la vida de Gaitán en este siglo conforman “la historia profunda de un país generalmente desconocido y sólo tratado en análisis de coyuntura en América Latina” es tan real como aquella de que la acción del líder colombiano rompió esquemas y acabó con concepciones políticas medievales. “Colombia —continúa diciendo Gloria—, como otros países de América Latina, parece no tener historia, sólo momentos, y para saber de qué se trata este presente trágico hay que comenzar desde lo que encontraron los españoles cuando colonizaron América.”
Los españoles no encontraron entonces imperios enormes y sofisticados como el de los incas de Perú o los aztecas de México, y a finales del siglo XVIII, de la población indígena calculada en tres millones sólo quedaban unos 130 mil. Enfermedades, matanzas, esclavitud, habían acabado con los primitivos habitantes del territorio. Si aquella Colombia es desconocida, no lo es menos la del siglo XX, que nació marcado por la guerra civil “de los Mil Días”, la más cruel y prolongada de ese país y que duró desde 1899 a 1902, dejando cien mil muertos, el país arrasado y destruido el incipiente desarrollo cafetalero. Colombia entró en el siglo XX con una de las economías más atrasadas de América Latina. Finalmente el café proporcionó la base económica para el surgimiento del Estado nacional, como señalan los historiadores. Y también esto como la explotación del oro llevaron al surgimiento de poderosas élites regionales como en Antioquia y Caldas que producían el 50 por ciento del café de Colombia. La inversión norteamericana se incrementó de tres a 200 millones de dólares en 1929. Allí también está la historia de la United Fruit Company en la explotación del banano en la costa Caribe y del petróleo por parte de la Tropical Oil, filial de la Standard Oil.
El joven Gaitán nació y creció en ese entorno. Conoció y vivió las rebeliones campesinas, desde 1914, las obreras en los llamados “años heroicos” de 1919 a 1929, que curiosamente no se iniciaron en las fábricas sino en los ferrocarriles, los puertos y en los enclaves bananeros y petroleros. A ellos se unieron artesanos, quienes formaron el primer sindicato conocido en el país. Las figuras de María Cano y Raúl Eduardo Mahecha, quienes después de la revolución bolchevique fundaron el Partido Socialista en 1919, forman parte de aquel período tan olvidado, entre otros que desafiaron los poderes locales y externos. En 1921 obtenía este partido el 23 por ciento de los votos en Medellín. Esto obligó a los liberales a incorporar reivindicaciones obreras a sus programas y en 1922 surgían ya políticos con nuevas ideas. Algunos socialistas colaboraron con los liberales y otros formaron partidos más radicales como el Partido Socialista Revolucionario en 1926, después de la primera huelga petrolera, en esos años donde María Cano recorría el país, fundando asociaciones obreras.
Precisamente, Jorge Eliécer Gaitán publicó su tesis de abogado en 1924 sobre “Las ideas socialistas en Colombia”. En los años jóvenes de Gaitán se produjeron importantes huelgas (1924, 1927) y la bananera de 1928, año en que el ejército atacó una manifestación pacífica en Ciénaga, donde resultaron muertos unos mil obreros. “La muerte ha signado la historia de Colombia. Siempre sentí que caminábamos con la tragedia, y mi padre quería cambiar esto, pero de fondo, con los elementos del positivismo relacional que él consideraba socialista”, dice Gloria.
Eran tiempos de efervescencia y de cambios, que encuentran a Gaitán perfeccionándose en sus estudios de Derecho en la Universidad Nacional, y en 1926 logra ir a Roma a continuar su formación y es discípulo aventajado de Enrico Ferri. A los 25 años sus investigaciones científicas sobre Derecho penal y sus teorías fueron incorporadas en la escuela de especialización jurídico- criminal de la Universidad de Roma. Gloria Gaitán enumera los reconocimientos a ese abogado penalista que estudiaba ávidamente psiquiatría, filosofía, matemáticas. Y simultáneamente a su formación, se convertía en la figura política capaz de atraer a multitudes, de “entender el alma de Colombia”. En 1928, de regreso a su patria, ya elegido representante, encabeza la protesta contra los conservadores que manejaban el país hegemónicamente y en contra de la corrupción administrativa.
Gaitán, que ocupó cargos políticos claves en su momento y que en 1932 fue nombrado rector de la Universidad Libre, fundó en 1933 la Unión Nacional Revolucionaria (UNIR), a cuyo frente estuvo hasta su regreso al Partido Liberal en 1935 y a cuya dirigencia oligárquica fustigó abiertamente, siempre. Él fue el mejor representante y el más avanzado de aquella nueva clase dirigente que surgió durante la depresión económica de los años 30 y mediante la elección del liberal Enrique Olaya Herrera. Precisamente al hablar de aquellos momentos, Alberto Lleras Camargo decía que no se trataba sólo de una elección, sino que era “un mundo el que llegaba a su fin. La Edad Media acababa de morir”. Entre 1934 y 1936 López Pumarejo intenta hacer de Colombia una moderna democracia burguesa rompiendo la estructura autoritaria de los conservadores en el poder y establece la jornada laboral de ocho horas, y en el 36, el derecho a huelga.
La palabra encendida, el fuego de Gaitán, su defensa de las clases populares, su voz distinta y única que se evidenció en el fuerte debate que originó la masacre en las bananeras, en 1928, y sus intervenciones en el Congreso, en 1929, golpearon fuertemente al régimen conservador. Pero Gloria también analiza “su excepcional valor intelectual, sus capacidades de innovación filosófica y teórica”, que no son reconocidas al recrear la vida y la acción de su padre, y estima que esto muestra la existencia de “un fuerte hábito mental de tinte conservador y poca disposición para entender las innovaciones, los cambios, las rupturas de esquemas, como las que hizo Gaitán en su tiempo”.
Todo esto se puso en evidencia en los debates que engendraba esa figura capaz de destruir dogmas y de allí surgen las acusaciones disímiles de “demagogo”, incluso de “fascista” simplemente porque había estudiado el fenómeno de Mussolini en Italia, como un investigador que era. Como señaló en su momento el expresidente Alfonso López Michelsen, el discurso de Gaitán tocaba y desmitificaba a la jerarquía liberal de su partido y estaba dirigido contra “las vacas sagradas” del mismo.
“Mi padre no aceptaba un pensamiento lineal, porque su formación era más profunda y por lo tanto nada esquemática. Sus palabras describiendo el horror y la hipocresía de la Italia fascista y del fascismo en el mundo y en Colombia fueron muy claras, y entonces decirle ‘fascista’ es no conocer o negar su historia verdadera. Él aplicó un método científico al campo de la teoría política dentro de un definido y consciente sistema filosófico, con lo cual logra hacer de la filosofía política una ciencia positiva y de la actividad política un método positivista relacional. Es su gran aporte teórico, aplicar una teoría coincidente con la realidad. Y para quienes quisieron ver en su búsqueda de un pueblo nuevo una subvaloración de nuestra raza, nada mejor que sus propias palabras: «Nosotros hemos aprendido a reírnos —dirá— de esas generaciones decadentes que ven a las muchedumbres de nuestro trópico como seres de raza inferior. Inferiores son ellos, que carecen de personalidad propia y se dejan llevar por algunas mentes esclavas de la cultura europea (...) yo les pidiera a las más antiguas y grandes razas de la tierra que vinieran a esta América, que se adentraran como nuestros mulatos en las selvas del trópico, que trabajaran como lo hacen los hombres nuestros, doce y más horas, casi sin salario y siempre desnutridos; que sufrieran los dolores de nuestro pueblo, sintieran a la selva envolviéndolos, supieran lo que son los niños sin escuela y sin cultura, lo que es una muchedumbre sin defensa en el campo, sin poder satisfacer el apetito de la belleza y el amor que se les niega y saborear tan sólo el dolor y la angustia permanente. Que vengan los europeos a presenciar el drama de esta masa enorme de América, devorada por el paludismo, con gobiernos que le han vuelto la espalda a sus pueblos para enriquecerse en provecho propio; que vengan a contemplar las inclemencias perpetuas que vivimos los habitantes del trópico y entonces tendrían que comprender cuán brava es la gente nuestra (...) y reconocer la falsedad de su argumento sobre la inferioridad de las masas americanas. Porque en Venezuela, en Perú y en todas nuestras naciones sucede lo que yo afirmo pasa en Colombia: el pueblo es superior a sus dirigentes». Este era uno de sus tantos discursos y sigue siendo tan válido hoy que uno podría suscribir este reclamo que él hacía con tanta pasión en aquellos momentos.”
Esta mujer de rostro sereno y rasgos hermosos y que reconoce haber vivido “muchas vidas en una vida” está escribiendo un segundo tomo de la biografía de su padre para salvarlo —como dice ella— de falsedades, ambigüedades, mistificaciones y mostrarlo como realmente fue: un hombre enamorado de un pueblo, un hombre capaz de vivir los sueños, un hombre real, no un mito. Ni su primer tomo, ni el filme documental de María Valencia —nieta de Jorge Eliécer Gaitán— sobre la vida de su abuelo, terminan con la historia del asesinato del líder colombiano, el 9 de abril de 1948, ese hecho que incendió a Colombia con la furia de un pueblo, y entronizó la violencia que nunca se fue, como una mala hierba. Ambas piensan que ese es, en realidad, el día de sus asesinos, y al decirlo, el rostro sereno de Gloria enciende cierto fuego de obstinación en los ojos. Y por esa misma obstinación desafía todo lo que encuentra a su paso, inclusive con el título de su libro: Bolívar tuvo un caballo blanco, mi papá un Buick (1998). Y recuerda que, entre tantas acusaciones a su padre, una era que tenía precisamente un Buick, “que era entonces un automóvil muy veloz, lo que él necesitaba para trasladarse de un lugar a otro y estar cerca de la gente aislada en tantos lugares del país. Con esto quiero decir que era realista hasta en estos gestos y que sabía que en unas horas debía estar de un extremo al otro del país. ¿Acaso Bolívar iba a viajar en burro en su época?, ¿o en lo que fuera tan veloz como un caballo, el mejor que podía tener? Por eso, abominó de las hipocresías”.
—¿Cómo recuerdas la Colombia de esos días, cuando vivías con tu padre en lo que luego fue la Casa Museo?
Yo tenía diez años cuando lo mataron. Recuerdo muy bien que el día antes me habían sacado de la escuela porque una niña me había dicho “ojalá asesinen a tu papá”. El rumor estaba y la niña lo habría escuchado. Así es que me cambiaron de escuela de inmediato. Recuerdo que mi madre le decía que se cuidara y pensaba que él no le daba importancia a estas amenazas porque consideraba que la formación de su esposa en Antioquia, una zona de ricos comerciantes, influía en sus temores. Él respondía: “A mí no me mata ninguna mano del pueblo, y si me matan, la oligarquía sabe que el país se para y eso duraría mucho más de 50 años. Yo no soy un hombre, soy un pueblo, por eso digo que no me matan”. Recuerdo eso de la víspera del crimen, porque él estaba preparando la defensa de un teniente y yo llegué y me boté en sus brazos contando lo que había sucedido con aquella niña y de inmediato mandó que me cambiaran de escuela. Así que, ese 9 de abril, me fue a buscar mi tía a la escuela nueva. Hay muchas cosas que no recuerdo, por ejemplo, nada del entierro. Sé que mi madre, inmediatamente después del crimen, en medio del caos trataba de comunicarse con Rómulo Betancourt, que estaba en una conferencia en Venezuela. Y ella percibió que había una cantidad de intrigas para ver quién aprovechaba ese cadáver. Así es que, cuando los gobernantes se dieron cuenta de que ella iba a llevarse el cadáver, mandaron soldados a rodear la clínica para impedirlo. Entonces, mi madre logró la complicidad de un médico y, en un momento, cuando entraba al lugar un carro tirado por caballos que recogía las basuras, ella tomó una decisión que habla de su carácter. Lo envolvió en sábanas y luego con el médico pusieron papeles y otras cosas y lo sacaron de allí, burlando a los soldados. Lo llevó a la casa y dijo: “Este cadáver no sale de aquí hasta que caiga este presidente [el conservador Mariano Ospina Pérez]”. Se encerró en la casa con el cadáver embalsamado, lo que produjo una crisis y desesperación en el gobierno y se tomó una decisión. El gobierno declaró a la casa monumento nacional y allí mismo se decidió enterrarlo y pusieron varios ataúdes, uno con el cadáver, otro de madera, otro con plomo, allí, en medio de la sala. Mi padre y ella también pensaban que la sociedad de la vida es la relación entre los individuos, y entonces, no hay muerte, se transforman en otra cosa. Así pasaron 16 días entre el momento de su muerte y el entierro, del que no me acuerdo, o no quiero recordar, y hace diez años pude cumplir con lo que yo sé que era la voluntad de mi padre. Lo sacamos de allí y lo sembramos....

Índice

  1. Cubierta
  2. Contratapa
  3. Biografía de la autora
  4. Portada
  5. Índice
  6. Introducción
  7. Parte I. Entrevistas
  8. Parte II. Tres historias de amor, arte y militancia
  9. Créditos
  10. Otros títulos de esta editorial