
- 128 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Recuperación del duelo
Descripción del libro
"Transité por los caminos de pérdidas humanas con gente de muy diversos trasfondos. Sus historias están escritas indeleblemente en mi memoria. Mi carácter fue modelado intrincadamente por sus tragedias y transformaciones. Es imposible borrar su impronta de mi vida. Están vívidos en mis sueños y en mis reflexiones diarias, no en un sentido mórbido, sino en relación a mis pensamientos sobre el triunfo humano". En este libro le hablan graduados de la escuela del quebrantamiento humano. Detrás del nombre del autor se encuentran cientos de autoridades en sufrimiento, quienes deben permanecer anónimos. Su anonimato no disminuye la fuerza de su mensaje.
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Información
Editorial
Editorial ACESAño
2020ISBN del libro electrónico
97898779814761
El duelo es penoso
Marta fue hospitalizada durante ocho días con agudo dolor abdominal. Su médico llegó a la conclusión de que el dolor se debía a una situación estresante. Me solicitaron que la visitara.
No podía ni pensar en cualquier cambio importante en su vida durante el último año. Interrogándola cuidadosamente la animé a que reflexionara en sus experiencias pasadas. Al recordar año tras año ya transcurridos, su lenguaje corporal retrató más y más estrés. Finalmente me contó acerca de una hija de 11 años que había fallecido hacía 8 años. Se encontraba perturbada por su muerte, pero se tragaba y ahogaba las lágrimas.
–Debe haber sido un tiempo muy triste en su hogar cuando Kim murió –comenté.
–Sí, lo fue capellán, pero nunca lloré, ni siquiera en el funeral.
–No fue fácil al comienzo. Pero sabe, mi familia me retaba cada vez que comenzaba a llorar. Si veían que me temblaba el mentón me decían que no lo hiciera.
Marta se mostraba notablemente propensa a llorar mientras me hablaba. Yo estaba muy interesado en los detalles de la muerte de Kim, así que la animé a que me contara cómo había sucedido.
La historia comenzó a brotar libremente. Tenía la impresión de que ella no la había comentado con nadie por años.
–Marta –le dije suavemente–, no soy su familia. Le doy permiso de llorar. Por favor, no contenga más las lágrimas. No me incomodará verla llorar.
Con esta invitación, Marta comenzó a llorar por primera vez en 8 años. Finalmente cedió el dique, permitiendo que el dolor de todos esos años fluyera hacia el exterior.
Pasamos juntos una hora. Entonces se enjugó los ojos una vez más y dijo con un suspiro:
–Oh, me siento aliviada. Nunca sabrá qué carga pesada ha sido llevar esto todo este tiempo. Realmente le agradezco por escucharme y por soportar mi llanto.
–Marta, ésta ha sido una experiencia reconfortante para mí –le respondí–.
Ahora, por favor, prométame que cuando llegue a casa desde el hospital, subirá al altillo y abrirá ese baúl viejo. Quiero que saque todas esas ropas de bebé, los juguetes, las muñecas de papel. Béselos mientras piensa en todos los momentos lindos en que jugó con Kim. Y si no puede llorar, pídale a Dios que le dé lágrimas.
–¿Cómo sabía que tenía un baúl en mi altillo? –me preguntó con una mirada sorprendida en su rostro.
–No lo sabía, fue solo un pálpito –le aseguré.
El baúl en el altillo fue un pálpito, pero la causa de su dolor no. Sospeché todo el tiempo que debajo de su agudo dolor se encontraba un duelo no resuelto.
El sufrimiento del duelo se debe a una agresión grave a todo el sistema. El guion de nuestra vida no anuncia que un niño muera mientras duerme. No incluye el anuncio inesperado de intenciones de divorcio. El guion no considera un diagnóstico de cáncer. No programamos fatalidades en la carretera en la historia de nuestras vidas. Cuando el guion y la vida entran en colisión se genera un inevitable dolor agudo.
Mis padres perdieron seis hijos, pero yo no comprendí su dolor hasta que mi hijo murió repentinamente en un accidente en la carretera. Yo había estado conduciendo grupos de apoyo para enlutados durante cuatro años cuando nos golpeó la tragedia, pero el duelo era una experiencia totalmente nueva para mí. No estaba preparado para ese dolor. No había ningún otro ser humano que pudiera llevar ese dolor por mí. Era mi dolor. Era único. Por momentos me atemorizaba. Mi pena matizó todas las cosas que hice durante muchos meses. Recuerdo que estaba sentado en una comisión de un asilo psiquiátrico, cuando sonó el teléfono. Un amigo contestó el teléfono y dijo que era para mí. Mi rostro se empalideció. El jefe del psiquiátrico vino hasta el teléfono para asegurarse de que estaba bien. Él se sintió aliviado cuando le dije que no era otra emergencia. Sentí dolor repentino cuando supe que la llamada era para mí. Llevó mucho tiempo para que el dolor cediera.
El dolor emocional es tan poderoso durante el duelo agudo que se puede manifestar instantáneamente temor, enojo y lágrimas. Hay personas que me han contado que lloraban mientras empujaban el carro a través del supermercado y que se enojaban con la gente por pequeñas molestias. Una amiga muy querida tembló en lo profundo de su interior por muchas semanas después de la muerte de su hija.
El dolor nos hiere psicológicamente. Aunque no podemos ligar desórdenes específicos con el duelo a través de estudios controlados, se acepta ampliamente el hecho de que el duelo puede exacerbar enfermedades ya existentes y precipitar conductas que dejan a la gente expuesta a enfermedades infecciosas. Esta fue la opinión de conclusión de los editores de un informe publicado por la National Academy Press.1
No me dedico a la investigación, pero muchas de las personas a quienes asistí en grupos de apoyo han informado un aumento de enfermedades de naturaleza menor y empeoramiento de condiciones ya existentes.
Las palabras duelo y robo derivan de la misma raíz. Cuando perdemos una relación importante uno se siente como robado, como si alguien hubiera sido arrancado de nosotros.
Allá en la década de 1950, tuve una cirugía. La incisión fue cubierta con un vendaje y asegurada a mi abdomen con tiras de cinta adhesiva. Aquellos eran los días cuando uno permanecía en el hospital hasta que estaba suficientemente bien como para ir a casa y la cinta permanecía allí hasta que comenzaba a crecer el vello. El médico me aseguró que sacarse la cinta adhesiva rápidamente era menos doloroso que hacerlo poco a poco. Todavía cuestiono su teoría, pero nunca cuestionaré la idea de que cuando se arranca a un ser amado de nosotros, causa dolor instantáneo agudísimo.
El duelo trae sufrimiento a las familias. Todo el sistema familiar queda desequilibrado. La confusión de roles y tratar de llenar el espacio vacío dejado por la pérdida son tan solo dos de las fuentes de sufrimiento.
Durante meses después de la pérdida, uno se sienta alrededor de la mesa frente a miembros de la familia que sufren tanto como nosotros. Se encuentra a uno mismo confuso, sintiendo la necesidad de ayuda y deseando ayudar a las personas sentadas a su alrededor.
Recuerdo vívidamente que estaba caminando afuera, en el patio de atrás, un par de semanas después de la muerte de mi hijo. Mi hijo menor estaba rastrillando las hojas, vi el dolor en su rostro y deseé quitarlo todo, pero al mismo tiempo deseaba que alguien quitara mi dolor. Deseaba sanarlos, pero era impotente.
La primera navidad después de la muerte fue un desastre en nuestra familia. Con mi esposa fuimos a un negocio para hacer compras de último momento mientras los tres muchachos armaban el árbol. Cuando llegamos a casa el árbol estaba todo decorado, pero los muchachos estaban en sus habitaciones en lugar de quedarse sobre la alfombra mirando las luces como solían hacerlo.
Jeff colocaba tradicionalmente las luces en el árbol, pero él no estaba allí para hacerlo. Llenar ese papel era doloroso para los muchachos. Surgió desacuerdo, pero los adornos se colocaron lo mejor que pudieron. En un momento uno de los muchachos se tropezó con el cable derribando el árbol, haciendo necesario que se volvieran a arreglar muchos de los adornos. Todavía lucho contra las lágrimas cuando pienso en aquella noche dolorosa.
Pasé catorce años como capellán en centros médicos. Trabajé con pacientes en programas de rehabilitación del alcohol y de las drogas, en unidades de cirugía médica, en programas de desórdenes de la alimentación, en guardias psiquiátricas, en unidades de cuidado intensivo y en unidades oncológicas. Durante ese tiempo noté que un duelo no resuelto inhabilita el proceso de sanidad.
El estudio de Erich Lindemann sobre las víctimas del incendio de Coconut Grove, en Boston, reveló la misma conclusión. Aquellos que se quemaron y perdieron un ser amado en el incendio se sanaron considerablemente más lento que aquellos que se quemaron pero no habían perdido a un ser amado.
***
Un día visité a una mujer que acababa de ser intervenida en una cirugía del cerebro. Cuando se enteró de que yo era un capellán, me pidió que orara por ella porque acababa de enterrar a su hija hacía 8 semanas.
–Ella murió de cáncer. Era tan joven. Oh, perdí a mi niña –lloró la mujer.
La mujer lloró libremente mientras yo le sostenía la mano y trataba de transmitirle seguridad con mis palabras.
Estaba preocupado de cómo le afectaría el llanto tan pronto después de la cirugía, pero también noté que mientras lloraba comenzó a estar más relajada. Se percibía un alivio de tensión definido.
Un joven médico residente entró en la habitación y le dijo que no llorara, pero cuando yo le expliqué que su hija había fallecido de cáncer ocho semanas antes, salió de la habitación. Más tarde se disculpó. Explicó que no estaba enterado de su pérdida reciente.
Desde entonces he estado con docenas de pacientes post quirúrgicos y les he permitido llorar. Generalmente expresan gratitud de una manera similar a la mujer que tuvo la cirugía cerebral:
Muchas gracias por hablarme. Me ayuda.
En mis lecturas he descubierto que la jefa de enfermeros, el joven residente y yo, nos encontrábamos en la senda correcta. Resolver el duelo mejora el proceso de curación.
He oído decir que hay que abordar el duelo de la misma forma que enfrentamos un resfrío común: tan solo olvídese de él, ignórelo y desaparecerá. Yo no creo que eso sea verdad.
Las investigaciones médicas ahora demuestran que el resfrío común puede llevar a serias complicaciones si no se le da un cuidado apropiado. En tanto que el duelo es común a todas las personas y es el proceso normal de traer la vida nuevamente a su foco después de una gran pérdida, puede llevar a desórdenes muy serios sin un cuidado apropiado de apoyo.
Ejercicios de ayuda
1.Escriba una lista en orden cronológico de todas las pérdidas que usted ha experimentado.
2.En una hoja aparte describa el dolor que experimentó durante la pérdida más reciente.
3.Seleccione la que considera ser su mayor pérdida.
4.Documente cómo afectó a su familia el dolor de dicha pérdida y cómo afectó su salud personal.
5.Señale de la primera lista las pérdidas a las que todavía se está ajustando. Ordénelas teniendo en cuenta la magnitud del dolor que le están causando al presente.
1 Marion Osterweis, Fredric Solomon y Morris Green, eds., Duelo. Reacciones, consecuencias y cuidados (Washington, DC: National Academy Press, 1984).
“Si el temor [...] impide que una familia se comunique o se acerque a otros, el duelo puede ser una pesadilla”.
2
¿Por qué es tan difícil?
En mi comunidad, observo una constante demostración de uno de los factores que hacen dificultoso al duelo. Las grandes industrias y las enormes instalaciones gubernamentales son expertas en la práctica de transferir empleados.
Algunas de las familias que fueron trasladadas a mi área se han mudado una media docena de veces o más. Cada mudanza produce un desarraigo. Eventualmente se auto defienden del dolor rehusándose a echar raíces profundas. Como resultado, su círculo de relaciones íntimas y de sostén es tan reducido que tienen pocas personas sobre las cuales apoyarse en tiempos de crisis.
Recuperarse de la pérdida causada por la muerte de un ser amado depende del desarrollo y renovación de relaciones con la gente que satisface los anhelos humanos básicos. Si el temor de ser heridos por el desarraigo impide que una familia se comunique o se acerque a otros, el duelo puede ser una pesadilla.
Las iglesias tradicionalmente han sido las proveedoras de relaciones de apoyo, pero esto ya no refleja la realidad en muchos casos. La congregación, que en un tiempo era un grupo de personas que vivían en la misma área de una ciudad, o que adoraban en la misma iglesia, se ha transformado en algo del pasado. Los suburbios florecientes han absorbido a la gente. Los miembros de una congregación ahora están diseminados y viajan distancias considerables para llegar a la iglesia. Son raros los contactos fuera de las reuniones de los fines de semana. Esto reduce aún más el círculo de relaciones de apoyo.
Los servicios fúnebres se han trasladado de las iglesias y todo el simbolismo religioso y ritual que les pertenecen. Ahora conducimos los funerales en lo que algunos creen que es un ambiente muy estéril. Hace años la familia celebraba la dedicación de un niño, el bautismo, casamiento y muerte en el ambiente de culto. Hoy, alegamos la “conveniencia”, la “economía” y el “facilitar la adoración de la familia nuevamente en la iglesia” como razones para ir a las casas funerarias.
Le recomendé a un amigo que estableciera una funeraria con nuevas alternativas. Él arregla funerales en iglesias, salas de recibo de hospedajes, livings y jardines. Cualquier lugar que tenga recuerdos importantes y simbolismo para la familia. Conduje un funeral en el cual la persona que había fallecido fue colocada en una cama común, vestida con su pijama favorito.
Nuestra sociedad ha quitado la muerte del hogar. Las personas moribundas son colocadas en unidades de cuidado intensivo donde mueren con máquinas y técnicos a su alrededor. Sus familias son relegadas a pequeñas salas de espera donde sus niveles de ansiedad a menudo alcanzan alturas desmedidas. Después que ocurre la muerte y se prepara el cuerpo, son invitados a ver al muerto.
Todavía recuerdo un paciente que fue conectado a un sistema para mantenerlo con vida. La familia se cansó de la prueba tan dura y se fue a casa a descansar. Cuando la familia tomó la decisión de desconectar el sistema, estaban demasiado desgastados emocionalmente para ir a su habitación. Me senté al lado de la cama de ese hombre, sostuve su mano y observé el monitor hasta que no quedó nada más que una línea recta.
Esta práctica hace que los miembros de la familia se sientan impotentes e inútiles. Algunos de ellos asisten a grupos de terapia luego del funeral y lloran: “Si tan solo hubiera podido hacer más”.
Su duelo es inhibido por la culpa producida mayormente por la separación de los amados moribundos. Una mujer se quejó a un terapeuta que se sintió aislada de su esposo. Su esposo estaba muriendo lentamente en una institución para enfermos crónicos. El personal de enfermería la trataba de convencer de que no tuviera contacto con su esposo. Ella deseaba desesperadamente frotar una loción suavizante en sus brazos resecos, pero se le negó el permiso. Sintió que su esposo se estaba transformando rápidamente en un extraño total para ella. Imagine la dificultad para superar el duelo que le esperaba después de la muerte de su esposo.
Ojalá pueda implementarse un sistema más humano que llegue a ser una parte integral del servicio de salud. Uno de los componentes más importantes es enseñar a los miembros de la familia a cuidar de sus familiares moribundos en combinación con una adecuada asistencia profesional. Esto facilitaría definidamente el proceso de duelo.
El número creciente de personas moribundas en casa bajo cuidados profesionales reducirá el temor a la muerte y así hará más fácil que la gente esté con el moribundo.
Acababa de terminar mis clases con un grupo de consultores de servicios a pacientes moribundos en Orlando y estaba viajando de regreso al aeropuerto en una limusina. El chofer se dio vuelta para mirarme y dijo:
–Yo no sé mucho acerca de su especialidad, pero sé que nunca he tenido miedo de morir.
–¿Por qué?...
Índice
- Tapa
- Prólogo
- 1 - El duelo es penoso
- 2 - ¿Por qué es tan difícil?
- 3 - Pérdida: El espectro amplio
- 4 - Llega, estemos o no preparados
- 5 - Anatomía del duelo
- 6 - Tareas al hacer el duelo
- 7 - Cómo avanzar hacia la recuperación
- 8 - Retrospección y reconstrucción
- 9 - Decir adiós
- 10 - El círculo roto
- 11 - La relación matrimonial durante el duelo
- 12 - La familia y el duelo
- 13 - Duelo intencional
- 14 - Ser bueno con uno mismo
- 15 - RCP
- 16 - Paredes que encierran
- 17 - Recíbalo de mi parte
- 18 - Sara: muros y agresividad
- 19 - Un milagro
- Epílogo