Los sobrevivientes del desierto

Producción y estrategias de vida entre los ejidatarios de la Costa de Hermosillo, Sonora, (1932-2010)

Emma Paulina Pérez López

• Editorial: Bonilla Artigas Editores
• Año: 2014
• ISBN del libro electrónico: 9786078348473
• Categoría: Ciencias sociales
• Categoría: Sociología

Las tierras del litoral de Sonora, en el noroeste de México, son llanuras y valles que se han distinguido a nivel nacional por ser el asiento de varios distritos de riego en los cuales, hace más de medio siglo, se impulsó un ambicioso proyecto de expansión y modernización agrícola a favor de la gran propiedad. Sin embargo, poco se conoce que en el caso de las llanuras semidesérticas de la Costa de Hermosillo –capital del estado– y como resultado de la migración de jornaleros agrícolas, también se arraigaron numerosas familias de origen campesino en tierras de propiedad social y hoy conforman un grupo de ejidatarios de gran relevancia histórica y social.En "Los sobrevivientes del desierto. Producción y estrategias de vida entre los ejidatarios de la Costa de Hermosillo, Sonora, (1932-2010)" Emma Paulina Pérez López narra, partiendo de la antropología y de la sociología, y utilizando también herramientas de la historia y la economía, la génesis, el desarrollo y las estrategias que han seguido los ejidatarios y sus familias para lograr su subsistencia. Es digno resaltar del presente trabajo que dicha historia se cuenta a través de las voces de sus protagonistas, y es la prosa de la doctora Pérez López un medio para ponerlas al alcance de los lectores interesados en el campo mexicano.

Entre la producción y la sobrevivencia:
los ejidatarios al término del siglo XX
e inicio del XXI

Cuando los hijos nos proponen irnos a la ciudad

para dejar de pasar tantas penas, mi esposo no quiere,

es muy necio. Desde que se hizo ejidatario prefiere

estar en el ejido, aunque igual no tenga nada [...].

Doña Manuela. Ejido Hermanos Serdán

Como hemos visto, a lo largo de tres décadas cambiaron radicalmente las condiciones del agro mexicano. Si en los años sesenta y setenta los ejidos y su producción fueron considerados por el Estado parte de la solución de la crisis agrícola nacional, para la década de los ochenta, y aún más en la de los noventa, el minifundio ejidal quedó contra la pared. Efectivamente, hacia mediados de los años noventa la permanencia del ejido en México ya había sido seriamente cuestionada. En el marco del neoliberalismo y en un nuevo intento de modernizar al agro, el Estado apostó por el apoyo a las explotaciones agrícolas a gran escala, que fueran productivas y competitivas, y estuvieran orientadas a la exportación con el fin de integrarse ventajosamente al mercado internacional. Las reformas a las leyes Agraria, Forestal y de Agua, tuvieron ese propósito. Quedaron atrás los gobiernos que dieron importancia a los ejidatarios como productores rurales y consideraron central su papel en la producción de granos para alcanzar la autosuficiencia alimentaria del país. Así se canceló, al menos formalmente, una alternativa para el desarrollo que tuviera como sostén la parcela ejidal familiar, es decir, que estuviera centrada en el campesinado.

Además, por la aplicación de políticas neoliberales el Estado abandonó su papel como regulador de la producción, la comercialización y el consumo agropecuario, eliminó subsidios y apoyos a la producción, restringió el financiamiento y transfirió la distribución de insumos y servicios a empresas privadas. Además, al firmar el TLCAN en acuerdo con los gobiernos de Canadá y Estados Unidos, el gobierno mexicano dejó desprotegido al sector agropecuario y desarticuló al sistema alimentario nacional. Los productores de granos básicos han sido de los más afectados. Con la apertura comercial se ha privilegiado la seguridad en el abasto, pero no en la producción, promoviendo la importación masiva de granos baratos en contra de los productores nacionales. México no ha tenido un trato de excepcionalidad ni siquiera para los dos productos de mayor importancia en la alimentación nacional: el maíz y el frijol.

El costo productivo y social de la apertura ha sido alto por la pérdida de la capacidad de los productores de producir alimentos básicos para la población, por la creciente inseguridad en el acceso a los alimentos de la misma población rural, y por el desgarramiento del modo de vida de millones de familias campesinas. Los beneficiados han sido nuestros socios comerciales, especialmente Estados Unidos, más los grandes consorcios nacionales o extranjeros, los grupos agroindustriales y grupos privilegiados de exportadores.

A la par, con los cambios al artículo 27 constitucional y la entrada en vigor de la nueva Ley Agraria al inicio de 1992, se abrieron múltiples vías para el comercio de tierras y para la concentración agraria en grandes unidades de producción. La nueva ley ha ofrecido seguridad a quienes ya rentaban y compraban tierras ejidales de forma ilegal, para convertirlas en propiedad privada legalizada. Con los cambios a la ley, el Estado ha ido dejando el compromiso histórico de garantizar la equidad social en un medio rural plagado de desigualdades.

A estas condiciones adversas al ejido en el marco nacional, se sumaron obstáculos regionales que los ejidatarios de la Costa de Hermosillo han tenido que enfrentar para ser productores, por la precariedad de los recursos que recibieron, principalmente tierras sin agua –algunas ya muy deterioradas– por la carencia de recursos propios o por la falta de apoyos externos –como los que retiró el gobierno– que no les han permitido a una gran mayoría sostenerse dignamente de una actividad productiva. Esto los ha colocado en una lucha cotidiana para lograr una subsistencia precaria, haciendo cada vez más difícil su intento de ser productores. Su situación marginal ha quedado reforzada porque los empresarios locales, a pesar de la crisis de la agricultura moderna, han mantenido el poder sobre los pozos de agua “buena” –no salinizada– y sobre la tierra agrícola de riego, hoy muy reducida: se estima que se irrigan de 50,000 a 60,000 hectáreas agrícolas de las 130,000 hectáreas que históricamente llegaron a regarse en el distrito de riego.1

Por otra parte, los apoyos del gobierno que algunos ejidos recibieron para la producción agropecuaria, hoy han sido reemplazados por programas de atención a los “pobres” –y ya no a los productores– como son las ayudas en despensas del Banco de Alimentos, el programa federal de “Oportunidades” a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social para las familias que tienen hijos estudiando y para las personas mayores de 70 años, los servicios médicos por medio del Seguro Popular y, a nivel estatal, el Programa “Bienvenido al Nuevo Sonorense” que es un servicio para las mujeres embarazadas y para sus hijos por nacer, a través del cual se cubre la totalidad de los gastos en el momento del parto.2

Pero veamos a detalle cómo, frente a la imposibilidad que tuvieron la mayoría de los ejidatarios de incorporarse a la producción agrícola, estimamos que alrededor de una tercera parte de los beneficiarios siguen luchando para sobrevivir en las llanuras semidesérticas y dentro de los ejidos, a pesar de la falta de agua para cultivar la tierra, de la escasa precipitación, de los años de sequía, de las temperaturas extremas y de sus recursos limitados. Quizá de esa tercera parte, únicamente la mitad han logrado con los años dejar por complet...

Índice

• 1ª de forros
• Portadillas
• Contenido
• Agradecimientos
• Introducción
• El campesino, su producción y sus estrategias de vida: de viejos y nuevos debates teóricos
• Los primeros ejidatarios de la Costa de Hermosillo: su marginación temprana como productores y sus estrategias de vida (1932-1948)
• Irrigación y modernización agrícola: su impacto en la producción y en la vida de los ejidos costeros (1944-1964)
• La formación de nuevos ejidos frente a la crisis agrícola y modernizadora. Un balance (1964-1994)
• Entre la producción y la sobrevivencia:los ejidatarios al término del siglo XX e inicio del XXI
• Balance y conclusiones
• Bibliografía
• Anexo: Lista de entrevistas
• Sobre la autora
• 4ª de forros