Comentario al Nuevo Testamento Vol. 1
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Comentario al Nuevo Testamento Vol. 1

Mateo

William Barclay

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Comentario al Nuevo Testamento Vol. 1

Mateo

William Barclay

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William Barclay fue pastor de la Iglesia de Escocia y profesor de N.T. en la Universidad de Glasgow. Es conocido y apreciado internacionalmente como maestro en el arte de la exposición bíblica. Entre sus más de sesenta obras la que ha alcanzado mayor difusión y reconocimiento en muchos países y lenguas es, sin duda, el Comentario al Nuevo Testamento, que presentamos en esta nueva edición española actualizada. Los 17 volúmenes que componen este comentario han sido libro de texto obligado para los estudiantes de la mayoría de seminarios en numerosos países durante años.

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Información

Año
2012
ISBN
9788482677187
LA SUPREMA BIENAVENTURANZA
Mateo 5:3
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Antes de estudiar en detalle cada una de las bienaventuranzas hay dos hechos generales que debemos apuntar.
(i) En la primera parte de cada bienaventuranza no hay ningún verbo. Se podría esperar son después de la primera palabra, como aparece en las biblias inglesas, en cursiva para indicar que se ha añadido. ¿Por qué es así? Jesús no dijo las bienaventuranzas en griego; Él hablaba arameo, una lengua emparentada con el hebreo. Estas dos tienen una forma de expresión muy corriente, que es en realidad una exclamación y que quiere decir: «¡Oh la bienaventuranza de...!» Esa expresión (ashrê en hebreo) es muy corriente en el Antiguo Testamento. Por ejemplo, el primer salmo empieza en hebreo: « ¡Oh la bienaventuranza del hombre que no anda en el consejo de los impíos!» (Salmo 1:1), que es la forma que uso Jesús en las bienaventuranzas. Es decir, que las bienaventuranzas no son simplemente afirmaciones, sino exclamaciones: «¡Oh la bienaventuranza de los pobres en espíritu!»
Esto tiene mucha importancia, porque quiere decir que las bienaventuranzas no son piadosas esperanzas de algo que puede ser; no son luminosas pero irreales profecías de alguna futura bienaventuranza; son felicitaciones de algo que ya se es.
La bienaventuranza que pertenece al cristiano no se pospone a algún futuro reino de gloria; es una bienaventuranza que existe aquí y ahora. No es algo en lo que el cristiano entrará; es algo donde ya ha entrado.
Es verdad que alcanzará su plenitud y su consumación en la presencia de Dios; pero a pesar de eso es una realidad presente que se disfruta aquí y ahora. Las bienaventuranzas dicen en efecto: «¡Oh la bendición de ser cristiano! ¡Oh el gozo de seguir a Cristo! ¡Oh la diáfana felicidad de conocer a Jesucristo como Maestro, Salvador y Señor!» La misma forma gramatical de las bienaventuranzas es una afirmación de la emoción jubilosa y la radiante dicha de la vida cristiana. Ante la realidad de las bienaventuranzas, un cristianismo triste y tenebroso es inconcebible.
(ii) La palabra bienaventurado que se usa en cada una de las bienaventuranzas es una palabra muy especial. Es la palabra griega makarios. Makarios es un término que se aplica especialmente a los dioses. En el Cristianismo se participa de la alegría de Dios.
El sentido de makarios se puede comprender mejor por un uso particular de esta palabra. Los griegos siempre llamaban a la isla de Chipre hê makaria (la forma femenina del adjetivo), que quiere decir La Isla Feliz, porque creían que Chipre era tan preciosa, tan rica, y tan fértil que no habría necesidad de buscar más allá de sus costas para encontrar la vida perfectamente feliz. Tenía tal clima, tales flores y frutos y árboles, tales minerales, tales recursos naturales que contenía todos los materiales necesarios para la perfecta felicidad.
Makarios, pues, describe ese gozo que tiene su secreto en sí mismo, ese gozo que es sereno e inalterable y autosuficiente, ese gozo que es completamente independiente de todos los azares y avatares de la vida. La palabra española bienaventuranza delata su origen. Contiene la palabra ventura, que indica que es algo que depende de las circunstancias cambiantes de la vida, algo que la vida puede dar pero puede igualmente destruir. La bendición cristiana es totalmente inexpugnable e indestructible. «Nadie —dijo Jesús— os quitará vuestro gozo» (Juan 16:22). Las bienaventuranzas nos hablan de ese gozo que nos busca a través del dolor, ese gozo que la tristeza y la pérdida, el dolor y la angustia, no pueden afectar, ese gozo que brilla a través de las lágrimas, y que nada en la vida o en la muerte puede arrebatar.
El mundo puede ganar sus goces, y los puede igualmente perder. Los cambios de la fortuna, el colapso de la salud, el fracaso de un plan, la desilusión de una ambición, hasta un cambio atmosférico pueden llevarse el gozo frágil que el mundo puede dar. Pero el cristiano tiene el gozo sereno e inalterable que viene de caminar para siempre en la compañía y en la presencia de Jesucristo.
La grandeza de las bienaventuranzas es que no son vislumbres imaginadas de alguna futura belleza; no son promesas doradas de alguna gloria distante; son gritos triunfantes de bendición por un gozo permanente que nada en el mundo puede arrebatar.
LA BENDICIÓN DE LOS INDIGENTES
Mateo 5:3 (conclusión)
Parece una manera sorprendente de empezar a hablar acerca de la felicidad el decir: «¡Benditos los pobres en espíritu!» Hay dos enfoques para llegar al sentido de la palabra pobre.
Como aparece en las bienaventuranzas en griego, la palabra que se usa para pobre es la palabra ptôjos. Está la palabra pênes. Pênes describe a la persona que tiene que trabajar para ganarse la vida; la definían los griegos como la palabra que describe a un hombre como autodiákonos, es decir, el hombre que subviene sus propias necesidades con sus propias manos. Pênes describe al trabajador, que no tiene nada superfluo, que no es rico pero tampoco es un indigente. Pero, como ya hemos visto, no es pênes la palabra que se usa en esta bienaventuranza sino ptôjos, que describe la pobreza absoluta y abyecta. Está conectada con la raíz ptôssein, que quiere decir encogerse o acobardarse; y describe la pobreza que golpea hasta poner de rodillas. Como se ha dicho, pênes describe al hombre que no tiene nada superfluo; ptôjos describe al hombre que no tiene absolutamente nada. Eso hace esta bienaventuranza aún más sorprendente. Bendito el hombre que está aquejado por una pobreza abyecta y absoluta. Bendito es el hombre que está absolutamente indigente.
Como ya hemos visto también, las bienaventuranzas no se dijeron originalmente en griego, sino en arameo. Ahora bien, los judíos tenían una manera especial de usar la palabra pobre. En hebreo la palabra es ‘aní o ebyôn. estas palabras experimentaron en hebreo un desarrollo de cuatro etapas en su significado. (i) Empezaron significando simplemente pobre. (ii) Pasaron a significar, porque pobre, por tanto no teniendo influencia o poder o ayuda, o prestigio. (iii) Pasaron a significar, por no tener influencia, por tanto avasallados y oprimidos por los hombres. (iv) Por último pasaron a describir al hombre que, porque no tiene absolutamente ningunos recursos terrenales, pone toda su confianza en Dios.
Así es que en hebreo la palabra pobre se usaba para describir a la persona humilde e indigente que pone toda su confianza en Dios. Es así como usa la palabra el salmista cuando escribe: «Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y le libró de todos sus temores» (Salmo 34:6). De hecho es cierto que en los salmos el pobre, en este sentido del término, es el hombre bueno al que Dios ama. «La esperanza de los pobres no perecerá perpetuamente» (Salmo 9:18). Dios libra a los pobres (Salmo 35:10). «Por tu bondad, Dios, has provisto para el pobre» (Salmo 68:10). «Defenderá la causa de los pobres del pueblo» (Salmo 72:4). «Levanta de la miseria al pobre y hace multiplicar sus familias como a rebaños de ovejas» (Salmo 107:41). «A sus pobres saciaré de pan» (Salmo 132:15). En todos estos casos, el pobre es el humilde, la persona indefensa que ha puesto su confianza en Dios.
Ahora tomemos los dos lados, el griego y el arameo, y juntémoslos. Ptôjos describe al hombre totalmente indigente, que no tiene absolutamente nada; ‘aní y ebyôn describe al pobre, humilde e indefenso que ha puesto toda su confianza en Dios. Por tanto, «benditos los pobres en espíritu» quiere decir:
¡Bendita la persona que es consciente de su total indefensión, y que pone toda su confianza en Dios!
Si una persona es consciente de su total destitución y ha puesto toda su confianza en Dios, entrarán en su vida dos cosas que son como las dos caras de la misma realidad. Estará totalmente desligado de las cosas, porque sabrá que las cosas no tienen la capacidad de dar felicidad o seguridad; dependerá totalmente de Dios, porque sabrá que sólo Dios puede darle ayuda, y esperanza, y fuerza. La persona que es pobre en espíritu se ha dado cuenta de que las cosas no quieren decir nada, y Dios quiere decir todo.
Debemos tener cuidado con pensar que esta bienaventuranza considera una cosa buena la actual pobreza material. La pobreza no es nada bueno. Jesús no habría llamado nunca bendito a un estado en que las personas viven en chabolas y no tienen suficiente de comer, y en que la salud se deteriora porque todo está en su contra. Esa clase de pobreza es un mal que el Evangelio trata de eliminar. Tampoco se refiere a ser pobres de espíritu en el sentido corriente de ser faltos de carácter. La pobreza que es bendita es la pobreza en espíritu, cuando la persona se da cuenta de su absoluta falta de recursos para enfrentarse con la vida, y encuentra su ayuda y fuerza solamente en Dios.
Jesús dice que a tal pobreza pertenece el Reino del Cielo. ¿Por qué había de ser así? Si tomamos las dos peticiones de la Oración Dominical y las ponemos juntas:
Venga Tu Reino.
Hágase Tu voluntad en la Tierra como en el Cielo,
obtenemos la definición: El Reino de Dios es una sociedad en la que la voluntad de Dios se realiza tan perfectamente en la Tierra como en el Cielo. Eso quiere decir que sólo el que hace la voluntad de Dios es ciudadano del Reino; y sólo podemos hacer la voluntad de Dios cuando somos conscientes de nuestra absoluta indefensión, ignorancia e incapacidad para enfrentarnos con la vida, y cuando ponemos toda nuestra confianza en Dios. La obediencia se funda siempre en la confianza. El Reino de Dios es la posesión de los pobres en espíritu, porque son ellos los que se han dado cuenta de su absoluta incapacidad aparte de Dios, y han aprendido a confiar y a obedecer.
Así pues, esta bienaventuranza quiere decir:
¡AH, LA BIENAVENTURANZA DEL QUE ES CONSCIENTE DE SU PROPIA Y TOTAL INDEFENSIÓN, Y QUE HA PUESTO TODA SU CONFIANZA EN DIOS; PORQUE SÓLO ASÍ PUEDE RENDIR A DIOS AQUELLA PERFECTA OBEDIENCIA QUE LE HARÁ CIUDADANO DEL REINO DEL CIELO!
LA BIENAVENTURANZA DEL CORAZÓN QUEBRANTADO
Mateo 5:4
Bienaventurados los que lloran, porque recibirán consolación.
Tenemos que notar desde el principio al estudiar esta bienaventuranza que la palabra para llorar que se usa aquí es la más fuerte que existe en griego. Es la que se usa para hacer duelo por los difuntos, para expresar el apasionado lamento por la muerte de alguien que se ha amado entrañablemente. En la Septuaginta, la versión griega del Antiguo Testamento, se usa del llanto de Jacob cuando dio por muerto a su hijo José (Génesis 37:34). Se define como la clase de pesar que se apodera de una persona y que no se puede ocultar. No es sólo un dolor que produce dolor de corazón, sino que hace incontenibles las lágrimas. Aquí tenemos una alucinante clase de bienaventuranza:
¡Bendito el que está de duelo como aquel al que se le ha muerto un ser querido!
Hay tres maneras de tomar esta bienaventuranza.
(i) Se puede tomar literalmente: ¡Bendita la persona que ha soportado el dolor más amargo que puede producir la vida! Los árabes tienen un proverbio: «La luz del sol produce un desierto.» La tierra sobre la que siempre brilla el sol acabará por convertirse en un lugar árido en el que no pueda crecer la vida. Hay ciertas cosas que sólo la lluvia puede producir; y ciertas experiencias que sólo puede germinar el dolor.
La aflicción puede hacer dos cosas por nosotros. Puede mostrarnos, mejor que ninguna otra cosa, la esencial amabilidad de nuestros semejantes; y puede mostrarnos, mejor que ninguna otra cosa, el consuelo y la compasión de Dios. Muchas y muchas personas a la hora del dolor han descubierto a sus semejantes y a Di...

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