Sirenas
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Sirenas

Seducciones y metamorfosis

  1. 204 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Sirenas

Seducciones y metamorfosis

Descripción del libro

Puede que Ulises triunfara sobre las sirenas, pero las sirenas han conquistado nuestra imaginación: desde su primera aparición ha estado en la mente de poetas, pintores, exploradores y románticos empedernidos. Esta es la historia de la vida de las sirenas a través de los siglos, de cómo nacieron siendo malvadas mujer-pájaro, y las múltiples formas, prestigios y hechizos que las rodearon hasta llegar al siglo XXI convertidas en seductoras mujer-pez. Un análisis del mito que recurre a la poesía, la pintura, la música y los cuentos infantiles para resolver el misterio planteado por Homero: por qué las sirenas cautivan nuestra imaginación.

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Información

Editorial
Turner
Año
2016
ISBN del libro electrónico
9788416142743
Categoría
Sociología

PARTE II
MÁS ALLÁ DEL MUNDO ANTIGUO

Image
Rótulo de una taberna en Ámsterdam

III
ERUDITOS MITÓLOGOS

… Seguí mi camino, pero trabajoso,
do yo vi centauros, espingos e arpinas,
e vi más, las formas de fembras marinas,
nuzientes a Ulixes con canto amoroso
.39
Marqués de Santillana

TRES COMENTARIOS RENACENTISTAS

1. BOCCACCIO

Dando un buen salto de más de diez siglos en el tiempo, desde los testimonios y exegetas antiguos, acudamos al muy brillante y documentado resumen que nos ofrece en su docto latín, hacia 1370, Giovanni Boccaccio. Es texto muy interesante porque, con afán erudito, en su brillante enciclopedia mitológica Boccaccio recoge muchos datos de la tradición anterior, de varios textos clásicos, y los mezcla con los de comentaristas de la Edad Media, como advertirá pronto el lector. Leamos pues el capítulo 20 del libro VII de su Genealogía de los dioses de los paganos (Genealogia deorum gentilium):40
Sobre las sirenas, hijas de Aqueloo.
Servio (com. a Eneida V, 864) y Fulgencio (Mitología II, 8) afirman que las sirenas fueron tres, hijas de Aqueloo y de la musa Calíope, y dicen que una canta con su voz, otra toca la cítara y la tercera la flauta. Pero Leoncio dice que fueron cuatro, llamadas así: Aglaófone, Telesiepía, Pisínoe y Ligeia, y que son hijas del Aqueloo y de la musa Terpsícore, añadiendo que la cuarta canta con el tímpano. Dice Ovidio (Met. vss. 551-563) que fueron compañeras de Proserpina y que, cuando ella fue raptada, la buscaron mucho tiempo y, al no encontrarla, se convirtieron en monstruos marinos que tenían la cara de doncellas y su cuerpo hasta el ombligo de mujer y de allí abajo eran peces; que Alberico dice que estaban erguidas y les añade pies de gallina y que, conservando el arte de modulación de la voz, que tenían antes de su metamorfosis, entonan una melodía muy dulce. Además dice Servio que primero se retiraron al Peloro, un promontorio de Sicilia, y después a la isla de Capri. Pero Plinio (III, 5,62) dice que a Nápoles de los Calcidenses, y que esta fue llamada Parténope por la tumba de una sirena. Y así tenemos ya cinco sirenas. Después dice el propio Plinio: ‘Sorrento con el promontorio de Minerva, antaño de las sirenas…’. Y Aristóteles en ‘Sobre las cosas admirables de oír’ (103): ‘En los confines de Italia, donde el Peloro cortado por el Apenino ofrece una camino desde el mar Adriático al Tirreno están las islas de las sirenas y allí hay un templo consagrado a ellas, en el que son muy honradas con indignos sacrificios. Como son tres no está de más recordar sus nombres: una se llama Parténope, la otra Leucosia y la tercera recibe el nombre de Ligeia’. Eso cuenta este. Dicen además que con la dulzura de su canto arrastran a los navegantes al sueño, dormidos los sumergen y, por último, una vez sumergidos, los devoran, causa por la cual los antiguos las pintaban en prados entre los huesos de los muertos. Algunos dicen que murieron de dolor porque no pudieron atraerse a Ulises, que pasó de largo como cuenta Homero en la Odisea.
Recuerdo haber leído estas cosas sobre ellas, en las que se ve lo que pensaban los antiguos. Antes que otros Paléfato escribe en su libro ‘De las cosas increíbles’ que fueron meretrices que tenían la costumbre de engañar a los navegantes. Y Leoncio dice que se sabe por un rumor muy antiguo que existieron en Etolia por primera vez los oficios de meretriz, y tan brillantemente prosperaron con el lenocinio que convirtieron en su presa casi toda Acaya; y por esa razón se pensó que se había elegido el lugar para la fábula del origen de las sirenas. Y así el río de Etolia (Aqueloo) fue llamado su padre, porque en esos dominios iniciaron sus criminales servicios, y para que entendamos que a través del río, su padre, se desliza la lascivia y efusiva concupiscencia de las meretrices. Se les atribuye como madre a Calíope, esto es, la ‘buena sonoridad’ a causa de la lisonjera facilidad de palabra de casi todas ellas. En efecto, las meretrices cultas que quieren seducir a los extranjeros suelen imitar las costumbres de las doncellas o de las púdicas matronas, a saber, dirigir los ojos a tierra, emplear pocas palabras, ruborizarse, escapar de los contactos, jugar incluso con desvergonzados gestos y cosas de este tipo para que los ignorantes piensen que el extranjero es huésped de la honestidad y deseen lo desconocido, que de ser conocido debería ser evitado… De sus cantos con la voz, la lira y la flauta no debe sacar otra cosa que no sean las palabras dulces, las lisonjas, las caricias, risas lascivas y hechizos, emboscadas con las que los marineros, esto es, los extranjeros, son arrastrados al sueño por las de esa clase, esto es, al olvido de sí, engañándose a sí mismos con una loca esperanza hasta que, como ellas codician mercancías de todo tipo, les entregan sus bienes y sus naves; y así, sumergidos, no en el mar, sino en el estercolero de la pasión obscena, son devorados por esos monstruos marinos del todo infernales, quienes, desnudados y acostados en sus prados, esto es, en las delicias, se sientan entre los huesos de sus desgraciados precursores, es decir, en las memorias saqueadas de los desnudos, o son oprimidos en una infame servidumbre.
Por otra parte, dijeron que eran peces desde el ombligo hasta abajo para que conozcamos que para su belleza se ha dado hasta ahí a esas mujeres un cuerpo de doncella, esto es, hermoso y honesto, para que parezca humano. En el ombligo creen que está toda la concupiscencia libidinosa de las mujeres, a la que sirve todo lo que queda del cuerpo en la parte de abajo, por lo cual no están sin sentido asimiladas a los peces, que son animales escurridizos y que se deslizan con facilidad por las aguas de un lado a otro; así vemos a las meretrices correr la unión sexual con unos y con otros, lo que también se designa mediante las alas. Pretendieron que tenían patas de gallina porque con prodigalidad y sin reflexión desparraman las riquezas de los que confían en ellas. Pienso que se creó la ficción de que fueron compañeras de Proserpina porque por Proserpina debe entenderse la abundancia siciliana de las cosas, consecuencia de la cual es la mayoría de las veces la comenzón ardiente de la pasión y por ella se presta atención al placer de los alimentos y de los ocios. Cuando esta se arrebata, como ocurre, conservando el apetito sexual de costumbre, cuando se busca su satisfacción y no se encuentra y a causa de la penuria se agudiza el apetito, resulta que se va a desfogar en el lupanar.
Dice además que ellas viven en islas y lugares costeros, cosa que se dice porque es así; pues las mujeres de esta clase no pueden cobrar sus piezas en los lugares donde se las conoce; y por ello viven en sitios adonde llegan con frecuencia forasteros, para poder cazarlos al ser desconocidas. En efecto, sobre estas sirenas dice Isaías, lleno de Dios: ‘Las sirenas y los demonios danzarán en Babilonia’. Y las llaman ‘sirenas’ también de seirion, que (en griego) es ‘arrastre’; pues arrastran, como se ha demostrado.
El texto del muy leído autor del Decamerón reúne, como dijimos, una serie de noticias de tradición clásica con otras posteriores, como esa de que las sirenas tienen ya medio cuerpo de pez, es decir la escamosa cola de las imágenes modernas. Como muy bien anotan las traductoras del mismo,41 al citar a Ovidio Boccaccio se confunde, porque el poeta latino conoce solo las sirenas de rostro femenino y cuerpo con alas de ave. Y también insiste en su belleza atractiva y su condición de prostitutas más o menos refinadas, siguiendo esa interpretación alegórica y evemerista que ya hemos visto, y que aquí amplía con apuntes sobre los hábitos y gestos de tan seductoras y taimadas damas. Recordemos que ya el mitógrafo Heráclito las calificaba de “bellísimas” y “célebres cortesanas” adelantando la explicación alegórica de los comentaristas siguientes.
El texto de Boccaccio tuvo gran resonancia en el humanismo renacentista. Es curioso comprobar cómo, unos dos siglos después, la Mitología de Natale Conti no hace más que ampliar con una erudición notoria y un comentario alegórico algo más moralista el mismo relato, y lo mismo hace algo después el autor castellano Juan Pérez de Moya, uno de los mitógrafos de nuestro siglo de oro, en su manual mitológico de pomposo título Filosofía secreta de la gentilidad (1585),42 ofreciendo las mismas noticias y añadiendo alguna glosa moralista de su cosecha personal en sus aclaraciones. Y toda la literatura emblemática, tan en auge en el renacimiento y en el barroco, se atiene a esa misma descripción, convertida en tópica y tradicional.

2. NATALE CONTI

El manual de Natale Conti, en latín un tanto barroco, con multitud de citas y una asombrosa erudición, logró una enorme difusión en su época, pero hoy nos resulta bastante más farragoso que el texto protorrenacentista de Boccaccio, al que sigue en lo esencial. Citaré solo unos párrafos de la meritoria traducción española de M. R. Iglesias y C. Álvarez Morán43 que acentúan la alegoría de fondo de la narración mítica:
Se dice que las sirenas, también ellas monstruos muy peligrosos para los hombres a causa de la dulzura de su canto, ablandaban de tal manera con sus cantos a los navegantes que los empujaban a un profundísimo sueño; y después a estos, así dormidos, los arrojaban al mar y les daban muerte, pues de todas las cantilenas imaginaban aquellas que pensaban que les iban a ser más agradables según el carácter de cada uno…
Pues reciben el nombre de sirenas, casi cadenas, porque a los que atraen los encadenan en amor. Y no faltaron quienes pensaron que las sirenas eran unas aves de la India que a los navegantes atraídos a la costa con la dulzura de su canto, tras haberlos dormido, los despedazaban y engullían. Horacio, en el libro II (3,14-15) de las Sátiras, escribe que las sirenas no son rocas, ni meretrices ni aves de la India, sino la desidia y la inactividad, casi la más vergonzosa de todas las cosas, que atraen a todos hacia sí y finalmente los llevan a la perdición; puesto que se dice ‘Serás despreciado, infeliz; debes evitar la pereza, engañosa sirena’. Yo, por cierto, creería que el canto de las sirenas y las propias sirenas no son otra cosa que los placeres y cosquilleos; se dice que son hijas de una de las musas y de Aqueloo, porque han nacido de un padre semejante a un toro y propenso a los placeres, y la musa es aquella dulzura que nos empuja hacia ellos. Estas nos llevan finalmente a la perdición, porque nacen de aquella parte del alma que está privada de razón y se llama álogos… Pues, dado que una parte del alma está dotada de razón y otra carece de ella, ¿de qué modo no tiene uno dentro de sí encerradas y latentes las sirenas?
… Por consiguiente, si uno quiere evitar las numerosas calamidades y las muchas tristezas, es necesario que se tape sus oídos ante los placeres ilegítimos y los vergonzosos encantos de la vida humana, según el ejemplo de Ulises o de Orfeo, y obedezca los consejos de los sabios y a ellos solos escuche. Pues, sin embargo, si alguno tuviere abiertos los oídos al canto de las sirenas y gobernara su vida con su propio ingenio, conviene que este se ate a la razón como Ulises se ató al mástil de la nave, puesto que es necesaria una sabiduría increíble y casi divina para que, cuando uno ha sido deleitado una vez por las sirenas, pueda volver de allí sano y salvo…
Otros, en cambio, consideran que las sirenas eran las voces de los aduladores y que ninguna perdición más dulce ni más criminal que esta se apodera de los príncipes…
(Sigue un largo párrafo sobre los aduladores de príncipes, una especie de sirenas políticas).

3. PÉREZ DE MOYA

En su Philosophía secreta, libro II, capítulo XIV, artículo X, Juan Pérez de Moya escribe De las sirenas: primero ofrece los datos esenciales y luego su sabia explicación alegórica y moral, titulada “Declaración”.44 Que comienza así:
Ovidio finge que las sirenas eran unas donzellas compañeras de Proserpina, las quales, después del robo que della hizo Plutón, buscáronla por toda la tierra, y no hallándola quisieron buscarla por la mar, y subiéndose con este intento a unas altas peñas a la orilla dél estuvieron algún tiempo, hasta que después, con el pesar de aver perdido a su compañera Proserpina, se quisieron despeñar en el mar. Los Dioses, aviendo compasión dellas, mudaron sus formas, quedándoles del ombligo arriva de donzellas y de allí abaxo de pescado, y los pies de gallina, con alas de ave, según dizen Alberico y san Isidro.
Como se ve, el erudito mitógrafo castellano adjudica a las sirenas cola de pez, alas de ave y patas de gallina, recogiendo informaciones diversas. Este carácter ecléctico lo tiene todo su texto que toma datos de unos y otros, y sobre todo de Natale Conti. Pero, aunque la erudición es toda prestada y de aluvión, él aporta alguna glosa moral de cosecha propia.
Palefato y sant Isidro y Dorion dizen que fueron las sirenas unas hermosas rameras que habitavan en una rivera del mar, que con suavidad de música atraían los navegantes, y, traídos, tanto tiempo los tenían, hasta que venían a suma pobreza; por lo qual se dixo que hazían estas sirenas perecer naufragio a los que aportavan donde ellas estavan. Dixéronse sirenas, que quiere dezir canto dulce atractivo, porque atraían a las fustas de los caminantes, quiere dezir sus averes.
Otros dezían que las sirenas eran unas aves de la India, las quales atraían a los navegantes con suaves cantos a las riveras y allí los adormecían, y después los despedazavan y comían.
Otros dezían que eran peñas donde los navíos se hazían pedaços. Horacio dize que las sirenas ni eran peñas ni rameras ni aves de las Indias, sino una pereza y negligencia y torpe descuido que a todos halaga y a muchos trae en destruyción. Natalis Commitis dize ser las sirenas los deleytes y sus cosquillas, o apetitos de cada uno, a los que dando oídos son de ellos destruídos, dando con nuestra navecilla al través.
Mas, finalmente, la intención de los poetas fue dar a entender por esta ficción el arte de las mugeres dadas a la deshonestidad y luxuria, que los hombres atraen a sí más por lo que tie...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. A modo de proemio
  6. Parte I. El mundo antiguo
  7. Intermedio I. Tres poemas del Renacimiento
  8. Intermedio II. Las sirenas y los argonautas
  9. Parte II. Más allá del mundo antiguo
  10. Intermedio III. Encuentros y desencuentros
  11. Intermedio IV. Otros textos sueltos
  12. IX. Reivindicación de las sirenas
  13. X. Coda final
  14. Nota bibliográfica
  15. Notas al píe