Legio VIIII Hispana
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Legio VIIII Hispana

La verdadera historia jamás contada de la Legión IX Hispana

  1. 174 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Legio VIIII Hispana

La verdadera historia jamás contada de la Legión IX Hispana

Descripción del libro

Existen historias que la Historia tiene escondidas. Misterios que nadie conoce, ya que han caído en el olvido de los tiempos. En Legio VIIII Hispana desvelaré una parte de la Historia olvidada por la humanidad, concretamente un secreto custodiado durante siglos por el Grupo VIIII.En Legio VIIII Hispana podrás conocer la respuesta a preguntas como estas: ¿por qué los romanos construyeron en Britania el muro de Adriano?, ¿es cierta la leyenda que cuenta que la Legio VIIII Hispana desapareció misteriosamente tras ser atacada por muertos?, ¿por qué no nos cuentan toda la verdad?

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Información

Año
2017
ISBN del libro electrónico
9788468676876
Capítulo III. Primer encuentro con los spectrum
Una mañana, al poco de amanecer, un jinete a galope tendido llegó hasta el campamento. Los centinelas que estaban de guardia en la puerta le dieron el alto, pero este no respondió. Era Brutus Cayo, un viejo legionario que había luchado en la Galia, y ahora en Britania. Yo había compartido con él algunas patrullas cuando él estaba en la I Cohorte, y más de una buena borrachera.
Sin esperar que los centinelas le autorizaran a entrar en el campamento, Brutus entró y siguió al galope hasta llegar a la tienda del tribuno, que era el comandante del campamento. Sin que el caballo se hubiera detenido, saltó de la montura y entró en la tienda. Su semblante reflejaba el miedo de haber visto la muerte cara a cara, los pocos que estábamos dentro de la tienda departiendo las órdenes con el tribuno vimos entrar a un hombre enloquecido.
Sin saludar como era de rigor, Brutus se dirigió al tribuno, y con la boca reseca gruñó unas palabras inteligibles, por lo que este ordenó a uno de sus esclavos que le sirviera un vaso de vino. Brutus, al ver al esclavo que portaba una jarra y un vaso, se abalanzó sobre él y le arrancó literalmente la jarra de las manos y se bebió todo el contenido de un solo trago.
Transcribiré la conversación tal y como la recuerdo, ya que esta fue la primera vez que oí relatar algo que durante muchos años y hasta la fecha ha sido una constante en mi vida.
—Tienen que levantar el campamento y emprender la marcha —exclamó enloquecido Brutus.
—¿Cómo dices? ¿Que emprendamos la marcha? Pero, ¿adónde tenemos que ir? —preguntó el tribuno sorprendido—. Responde, legionario, ¿adónde tenemos que ir?
—Dirección sur. Donde sea excepto quedarnos aquí. —El tono de voz y la cara de Brutus iban a juego, sin duda había visto algo terrible, porque su cara reflejaba el miedo de su alma y su voz lo atestiguaba.
—¡Compórtate, legionario! —le exhortó uno de los oficiales presentes.
—¿Es que no lo entiende? ¡Tenemos que huir!
¡Huir! Lo recuerdo perfectamente. El veterano legionario que había estado en un sinfín de escaramuzas y en tantas batallas, ¡hablaba de huir! Solo por aquello él sabía perfectamente que en otras ocasiones se había ejecutado a legionarios, solo por sugerir la huida, y él estaba clamando que huyésemos.
El comandante del campamento llamó a uno de los legionarios que estaba de guardia flanqueando la puerta de entrada de su tienda.
—¡Ave!, ¿qué ordena, tribuno?
—Dile al oficial de guardia de la puerta que se presente ante mí inmediatamente.
Apenas hubo terminado de hablar, un centurión pidió permiso para entrar.
—¡Ave, tribuno! Al ver que el legionario Brutus se saltaba el control de la puerta y venía al galope hasta su tienda me he apresurado a venir.
—¿Ha estado toda la noche de guardia? —le preguntó al centurión.
—Así es, tribuno.
—¿Ha visto movimiento de tropas enemigas o algo sospechoso?
—Ha sido una guardia tranquila hasta la llegada al galope del legionario. ¿Ordena que arreste a este legionario?
—No, puede retirarse. Vuelva a la puerta y tenga los ojos bien abiertos.
Al salir el centurión de la tienda se hizo un profundo silencio. El legionario Brutus había caído al suelo, ya fuera por todo el vino que se había bebido, ya fuera por agotamiento.
Desde mi posición dentro de la tienda pude ver a través de la entrada que el caballo que había traído a Brutus estaba sencillamente reventado. Su cuerpo estaba cubierto de sudor, como si hubiera estado galopando durante toda la noche. Afortunadamente para él y para su caballo aquella noche habíamos tenido luna llena, y al no haber ninguna nube la visibilidad era aceptable, aunque no para ir al galope. Sin duda el legionario Brutus había tenido mucha suerte de no caerse del caballo y matarse.
—Tribuno —decidí intervenir ante aquella situación—, por lo que veo el caballo que ha traído al legionario Brutus está muy cansado, y diría que ha estado cabalgando prácticamente toda la noche, así pues, el enemigo que comenta debe de estar todavía muy lejos. Si me lo ordena, iré con un grupo de hombres a caballo a explorar el peligro del que nos está avisando.
El tribuno meditó un instante antes de tomar una decisión. Dado que hacía poco tiempo que yo había sido trasladado temporalmente a su cohorte para cubrir la baja de un centurión que había muerto en una emboscada de los bárbaros del norte de Britania, el poco tiempo que llevaba a sus órdenes había aprendido que cuando meditaba un rato antes de tomar una decisión, es que, o bien la situación era nueva para él y no sabía cómo actuar, que solía ser la mayoría de las veces, o bien que estaba meditando qué decisión tomar para salir del paso.
El comandante del campamento era un tribuno que ocupaba aquel cargo, no por su experiencia y valía militar, sino porque pertenecía a una familia adinerada de Roma que había hecho mucho dinero con el comercio de aceite y quería que uno de sus hijos entrase en el Senado de Roma, y sin duda para ser senador de Roma hacía falta hacer carrera militar y por esto estaba en la legión, pero lamentablemente su capacidad como oficial era más que dudosa.
—Me parece una buena idea, pero yo les acompañaré, aunque sólo en calidad de observador, por lo que la unidad de jinetes la comandará el centurión Marcus Marcius Marcellus.
Para mí aquello supuso un gran honor, aunque no fue hasta años más tarde recordando aquel momento cuando entendí que si el tribuno decidió acompañarme como observador y no comandar la expedición fue para, si llegado el caso nos topábamos con el enemigo, poder regresar al campamento y dejarme a mí y a mis hombres luchando contra ese supuesto enemigo que amenazaba nuestro campamento y que tanto miedo había causado a Brutus.
Antes de salir de la tienda intenté sin ningún éxito preguntarle a Brutus qué había visto. Fue del todo imposible que me respondiera, balbuceaba palabras inteligibles, además se había escondido debajo de la mesa que había en la tienda, y se negaba a salir, por lo que yo partí para dar las órdenes de marcha. Más tarde me explicaron que tuvo que ser sacado de la tienda por varios legionarios, pues se negaba a moverse de debajo de aquella mesa.
Sin duda lo que había visto Brutus debía de ser algo terrible, tal vez miles de soldados enemigos que marchaban contra el campamento, o incluso un ejército entero, pero para Brutus aquello no debía crearle ningún miedo, él había luchado contra enemigos muy superiores en número.
En apenas una hora una unidad de veinte caballos y veinte jinetes estaba presta para la marcha. El tribuno iba acompañado y escoltado por cuatro jinetes como escolta personal. En total éramos veinte legionarios, una escolta de cuatro legionarios, el tribuno y yo, esto es, veintiséis soldados y veintiséis caballos, y pertrechos para un día de marcha. Así que decidimos emprender la marcha en dirección norte, pues el centinela nos informó de que Brutus había llegado de aquella dirección.
Fue la clásica marcha de expedición, con varios jinetes avanzados y varios a cierta distancia en cada flanco, por lo que el grueso del grupo, contando a mis hombres, al tribuno y su escolta y a mí, era un grupo demasiado pequeño para entrar en combate. Nuestra misión era la de encontrar al enemigo y determinar su posición y el número de efectivos, y regresar de inmediato al campamento para movilizar a todos los legionarios disponibles, y avisar al resto de campamentos.
Seguimos avanzando durante buena parte de la mañana hasta que llegamos a la ladera de una montaña, y dado que llevábamos mucho rato cabalgando, el tribuno dio orden de detenernos y descansar. Por algún azar del destino, y dado que yo era el comandante de aquella expedición, decidí contradecirle y di orden de continuar hasta la parte más elevada del montículo, para de esta forma poder divisar más extensión de terreno y con ello evitar ser sorprendidos por el enemigo, suponiendo claro está que realmente hubiera algún enemigo por aquel lugar.
El ascenso por la ladera de la montaña fue tranquilo, pero a medio camino de la cima un silencio sepulcral se ciñó a nuestro alrededor, y al instante los caballos se pusieron a relinchar muy alterados. Algo los había sobresaltado, pero no sabíamos quién o qué los había puesto así, y lo más extraño era aquel silencio, de repente todos los pájaros se quedaron mudos. Ante la situación opté por dar la orden de desmontar de los caballos y terminar de subir lo que faltaba hasta la cima a pie, ya que era la única forma de poder dominar a los equinos.
Uno de los legionarios que iba de avanzada llegó hasta la cima, pero en vez de informarnos se quedó parado. Aunque lo usual en aquellos casos era informar de si el camino es...

Índice

  1. Introducción
  2. Capítulo I. De cómo me alisté, del alistamiento y la instrucción
  3. Capítulo II: Legio IX Hispana
  4. Capítulo III. Primer encuentro con los spectrum
  5. Capítulo IIII. La creación de Grupo VIIII
  6. Capítulo V: Encuentro con el emperador Adriano
  7. Capítulo VI. Expedición al norte de Britania
  8. Capítulo VII. Expedición para transportar un cargamento de oro
  9. Capítulo VIII. Expedición para eliminar al gran grupo de spectrum
  10. Capítulo VIIII. Adriano cumplió con la palabra dada al bárbaro Lucio
  11. Capítulo X. El Grupo VIIII y Marcellus
  12. Capítulo XI. Manuales del Grupo VIIII
  13. Capítulo XII. Breve historia del Grupo VIIII
  14. Capítulo XIII. ¿Qué decisión tomo sobre el Grupo VIIII?
  15. Bibliografía
  16. Fuentes de información en Internet