ARTEMISA
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ARTEMISA

El espíritu indómito de cada mujer

  1. 272 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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ARTEMISA

El espíritu indómito de cada mujer

Descripción del libro

Immerse yourself in the myth of Atlanta, the legendary hunter and runner of ancient Greek mythology, a woman—abandoned for having been born female—who exemplifies the indomitable spirit of young girls and the women they become.
En este libro, Jean Shinoda Bolen nos sumerge en el mito de Atalanta, la legendaria cazadora y corredora de la mitología griega, una mujer –abandonada y expuesta a la muerte por haber nacido niña– que ejemplifica el espíritu indómito de las jóvenes valientes y de las mujeres en quienes se convierten. Jean Shinoda Bolen pinta un retrato muy ameno de "mujeres Artemisa" públicas de la actualidad. Y muestra cómo dicho arquetipo ofrece un camino para que las lectoras orienten su exploración personal hacia su auténtico Yo.

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Información

Año
2017
ISBN de la versión impresa
9788499884585
ISBN del libro electrónico
9788499884783
Edición
1

1. El mito de Atalanta

Las historias a menudo cambian con la narración y el punto de vista del narrador. En la mitología griega existían dos versiones de los orígenes de Atalanta como una famosa cazadora de Arcadia (como contó Apolodoro), o bien de Boecia (como contó Hesíodo). En Las metamorfosis de Ovidio, se recopilaron los mitos griegos y se contaron en verso latino. En este libro describo a Atalanta como oriunda de Arcadia porque es en esta versión donde se nos cuenta su nacimiento y abandono y el hecho de que fuera amamantada por una osa.
También se menciona de Atalanta que quiso enrolarse con Jasón y los argonautas para salir en busca del Vellocino de Oro. Sin embargo, fue rechazada porque la presencia de una mujer entre los hombres sería un elemento perturbador (el mismo argumento que se utilizó para impedir que las mujeres sirvieran en el ejército hasta hace muy poco). Sin embargo, eso no detuvo a Atalanta, como nos dice el erudito clásico Robert Graves (El vellocino de oro, 2004). Graves describe que cuando parte la Argo, Atalanta salta a bordo e, invocando la protección de Artemisa (para que defienda su virginidad), se une a los héroes. En otro episodio, cuando dos centauros intentan violarla, los mata con sus flechas.
Me he tomado ciertas libertades como narradora en el momento de combinar elementos de mitos independientes en los que se menciona a Atalanta y he añadido algún embellecimiento. Por ejemplo, cuando explico cómo la encuentra la osa, incorporo la versión de Bernard Evslin sobre el modo en que se conocen Meleagro y ella (Heroes, Gods, and Monsters of the Greek Myths, 1968). A continuación narro su regreso a Arcadia tras la caza del jabalí para establecer una continuidad entre la caza y la carrera pedestre. Esta es la historia que voy a contar.

El mito de Atalanta

En el reino de Arcadia, el rey espera con impaciencia el nacimiento de su primer hijo. Cuando el bebé recién nacido resulta no ser el hijo y heredero que esperaba, desata su cólera sobre esa hija no deseada y ordena a un pastor que se la lleve a una montaña cercana y la deje morir de inanición o expuesta a cualquier animal salvaje. Atalanta empieza su vida sin ser deseada, siendo rechazada. Sin embargo, lo que iba a ser el final de su vida, de hecho se convierte en un comienzo inusual.
El pastor hace lo ordenado. Toma el bebé y lo deposita sobre unas rocas de la montaña. Atalanta llora; tiene hambre, está mojada y tiene frío. Sus lloros atraen a una madre osa que tiene la guarida cerca. Sea por curiosidad o sea por instinto maternal, la osa investiga y olisquea al bebé. Atalanta la agarra por el pelaje, y la cría humana y la madre osa establecen un vínculo. La madre osa se lleva al bebé a su guarida, le da de mamar y lo mantiene caliente. Se decía que fue la diosa Artemisa quien había enviado a la osa.
Los cachorros de oso son pequeños y están indefensos cuando nacen. Como los bebés humanos, no pueden sobrevivir sin el cuidado materno. Sin embargo, llegan a la edad adulta con mayor rapidez que los bebés humanos, y por eso Atalanta crece con varias series de cachorros hermanos. En otra versión del cuento, cuando puede caminar, es hallada por unos cazadores que la crían y le enseñan a cazar y a hablar.

Meleagro

Al mismo tiempo que nace Atalanta, en el vecino reino de Calidón otro rey espera con impaciencia el nacimiento de su primer hijo. ¡Es un chico!, se dicen con alegría. Le ponen el nombre de Meleagro y celebran su nacimiento con fiestas y agasajos.
Poco después de que nazca Meleagro, una visitante inusual, Átropos, una de las tres moiras, va a visitar a la madre de Meleagro. Al calor de la hoguera que ilumina una estancia, la reina recibe a su invitada. Átropos se dirige a la chimenea y, situándose frente al hogar, señala un tronco que arde por uno de los extremos. «¿Ves esto?», le dice. «Mientras no lo consuma el fuego, ¡tu hijo vivirá!» La reina se levanta de un salto, agarra el tronco y apaga las llamas. Lo envuelve, lo encierra bajo llave en un cofre de latón y lo esconde guardándose el secreto. La vida (o la muerte) de Meleagro está ahora en manos de su madre.
Meleagro crece y se convierte en un hombre que ha recibido la educación adecuada para llegar a ser rey. Los tutores le enseñan lo necesario para desempeñar ese papel. Su madre se centra en encontrarle una esposa adecuada. Sin embargo, Meleagro pasa el menor tiempo posible en el castillo. Prefiere estar en los bosques y en la naturaleza salvaje de Calidón. Cada dos por tres su madre insiste en que conozca a alguna joven, un buen partido que proceda de la familia adecuada. Una y otra vez fracasan todos los intentos de emparejarlo. Meleagro no está interesado en las muchachas dulces, frívolas, femeninas y atontadas con las que nada tiene en común. «Búscame una chica que quiera salir conmigo al aire libre, que pueda ser mi compañera.»

Atalanta y Meleagro

Un día en que Meleagro sale de caza oye el bramido de un gran animal y ve que se trata de un oso: un trofeo valioso para él. Con su fuerte brazo y su arco, lanza una flecha contra el animal y lo hiere de gravedad, pero no de un tiro fatal. El oso, herido y perdiendo sangre, se dirige instintivamente hacia su guarida en dirección opuesta a Calidón. Meleagro lo sigue con la intención de abatirlo. El animal avanza desplomándose entre la maleza y los árboles hora tras hora, kilómetro a kilómetro, perdiendo sangre y debilitándose a medida que el día transcurre. Al final, a los pies de una montaña, el oso se derrumba.
Meleagro llega a la altura del animal cuando ve a una mujer que baja de la montaña en dirección a él. Queda inmediatamente cautivado. Es todo lo contrario a las muchachas de la corte que conoce. Es hermosa, como una criatura de la naturaleza: bronceada, con el pelo largo, piernas largas, llena de gracia y atlética: ¡su mujer soñada!
—Soy Meleagro —le dice—. He matado a este oso, ¡y a ti te daré su piel como trofeo!
—Yo soy Atalanta —le contesta ella—. La osa es mi madre, ¡y ahora seré yo quien te mate!
Atalanta se precipita hacia él con instinto asesino, pero Meleagro, embelesado, desprende amor en su mirada. Son dos adversarios parejos y parece que luchan durante horas.
Al aire libre, con la fragancia de la montaña y el olor de la hierba aplastada bajo sus pies, los dos luchan sudorosos, cuerpo a cuerpo. Sin embargo, el centro de atención de Atalanta cambia y se sitúa en esa experiencia completamente nueva. Es la primera vez que lucha con un ser humano como ella, la primera vez que está en contacto con una piel y no con el pelaje. El abrazo empieza queriendo matar ella a Meleagro, y él intentando impedírselo. Sin embargo, mientras forcejean, surgen en Atalanta nuevos sentimientos y una nueva curiosidad.
Sea como sea, Meleagro y Atalanta se convierten en pareja. Y pronto se vuelven famosos. Se les ve cazando juntos, y forman un bonito cuadro, espectacular, tanto de aspecto como en habilidades. La madre de Meleagro se enfurece cuando se entera de la relación. ¡Atalanta es del todo inapropiada para su hijo! Es evidente que no es nadie, una paleta sin familia conocida y carente de virtudes sociales. Definitivamente, no es la joven más adecuada para convertirse un día en reina.
Mientras tanto, el rey tiene un gran problema entre manos: un jabalí enorme enviado por una diosa enojada para destruir su reino. El monarca fue quien lo atrajo a su reino al haber declinado honorar a Artemisa en los ritos anuales. La nueva novia de Meleagro probablemente no le genera tantas preocupaciones como la destrucción que está causando esa criatura.

La caza del jabalí de Calidón

El jabalí es enorme. Con sus colmillos curvos y afilados y sus enormes pezuñas, arrasa los campos, destruye las cosechas y pisotea a los animales domésticos y a las personas que no consiguen apartarse de su camino. Destruye pueblos y amenaza al país entero. Artemisa, la diosa de la Caza, modeló el jabalí con barro y le insufló vida para vengarse del rey que la había desatendido mientras dedicaba sacrificios a otras divinidades. A pesar de que esta es la razón más habitual que se da para explicar su cólera, otra causa puede ser el temor que la gente siente por Atalanta, un mero ser humano. Al mirarla como si fuera Artemisa, ofenden a la diosa.
Con independencia de la causa, hay que encargarse del jabalí. El rey invita a los héroes de Grecia a ganarse los honores y una recompensa si lo cazan. Entre los que responden al desafío se encuentran muchos de los héroes que fueron con Jasón como argonautas y más tarde tomaron parte en la guerra de Troya.
Los héroes se reúnen antes de la caza. Los últimos en llegar son Meleagro y Atalanta. El resto de los cazadores está escandalizado. A pesar de que es una cazadora famosa, ¿cómo se atreve una mujer a unirse a la partida? Los hombres murmuran, y los tíos de Meleagro se pronuncian contra la presencia de Atalanta con palabras despreciativas. Meleagro se alza en su defensa, desenvaina la espada y los desafía. Sin embargo, todos mantienen la cabeza fría al recordárseles que a fin de cuentas están allí para matar al jabalí.
La gran partida de caza está formada por hombres muy fuertes y taimados con sed de fama y ansias de recompensas por haber abatido al jabalí. Algunos sufren profundos cortes, quedan ensangrentados o son aplastados en el intento. El astuto jabalí toma posiciones en un lugar donde los cazadores no pueden actuar en grupo, sino que tienen que atacarlo individualmente o en pareja. Ninguno logra herir al animal siquiera, porque el pelaje del jabalí es inmune a las flechas y a las lanzas.
Nadie vierte sangre, hasta que Atalanta se enfrenta al jabalí. El animal carga contra ella, con las pezuñas afiladas como navajas cubiertas de sangre y su considerable peso echándosele encima. El arco de Atalanta está tensado, la flecha preparada, el ojo apuntando fijo. El jabalí se le viene encima cuando, con certera puntería, lanza una flecha que se le clava en un ojo y le penetra en el cerebro. El animal se tambalea, pero no muere. Ahora le toca el turno a Meleagro, que desenvaina la espada y le da el golpe mortal.
¡El jabalí está muerto! El joven tiene derecho a cobrarse el pelaje, pero en lugar de reclamarlo para sí, se lo regala a Atalanta. Es un trofeo realmente importante, y entre los demás reina el resentimiento porque es una mujer quien lo ha conseguido. No es solo que es el símbolo de un gran logro heroico que traerá la fama a quien lo posea. Este pelaje puede convertirse en un traje flexible, caliente e inmune a las lanzas y las flechas. No existe armadura mejor.
Los tíos de Meleagro están enfurecidos. ¡Un premio de tal envergadura no debería ir a parar a una mujer! Si el joven príncipe no lo quiere para él, son ellos, como parientes varones, los que deberían tenerlo, y no Atalanta. Los tíos de Meleagro se enfrentan a ella. Uno intenta arrebatarle el pelaje. Meleagro reacciona desenvainando la espada; rebana la cabeza de uno de los tíos, y luego la del otro, con lo que acalla toda protesta.
Ha llegado la hora de regresar al castillo para dar la noticia de la muerte del jabalí. Todos, con la excepción de Atalanta y Meleagro, regresan a pie. El rey y la reina los esperan. Los cazadores vuelven con buenas noticias: el jabalí está muerto. Y luego comunican la mala noticia: Meleagro ha matado a sus tíos, los hermanos de la reina.
Esta se entera de que Atalanta disparó la flecha que hizo verter la sangre y Meleagro mató al jabalí y le dio a ella el trofeo. Se entera también de que su hijo se sintió provocado ante los insultos de sus tíos y la falta de respeto que estos habían mostrado por Atalanta; y conoce el modo en que su hijo los mató. Es demasiado para la reina. Enloquecida por las malas nuevas, se dirige al lugar donde tenía escondido el cofre cerrado con llave. Lo abre y de él saca el tronco que le dio Átropos. Ordena a los criados que enciendan un fuego… y arroja el tronco a las llamas.

La muerte de Meleagro

Atalanta y Meleagro no regresan al castillo tras la caza. Permanecen juntos en el lugar que consideran su hogar, en la naturaleza salvaje de los bosques y las colinas. Están abrazados cuando, de repente, Meleagro profiere un grito terrible y, agarrándose el abdomen, lanza alaridos de dolor. Su torso se ennegrece como si se le hubiera quemado, su rostro se convierte en cenizas y muere.
Atalanta se conduele. La naturaleza es su único consuelo. Llora y vagabundea durante semanas en el bosque y en los claros. Y un día se da cuenta de que debe abandonar ese lugar que le recuerda a Meleagro y el tiempo que pasaron juntos. Tras su desaparición, no hay nada que la retenga allí, y nadie que le importe.
Así es como abandona Calidón y viaja a través de los bosques y de las colinas hacia Arcadia.

La carrera pedestre y las manzanas de oro

Mientras tanto, la fama de Atalanta ha viajado hasta el reino vecino. Los héroes que regresan de Calidón hablan de su belleza y pericia como cazadora. Cuando Atalanta llega a casa, su descripción y fama la preceden. El rey le da la bienvenida y, quizá por su historia y su aspecto, se da cuenta de que es la hija que había ordenado abandonar a su suerte en la montaña. Durante esos años no ha tenido ningún hijo y heredero. Ahora reconoce a Atalanta como su hija (una hija más dotada y famosa que cualquier otro hijo que hubiera podido tener).
Atalanta no es solo ya hermosa y conocida, sino que también es heredera de un reino, cualidad que la convierte en un buen partido para el matrimonio. Son muchos los pretendientes que se presentan, y llega un momento en que su padre le exige que se case con alguno por el bien del reino.
Atalanta no quiere casarse con ninguno de ellos, pero cuando su padre insiste, al final accede, aunque solo con una condición. El hombre con quien se case tiene que ser capaz de vencerla en una carrera pedestre. Y si pierde esa carrera, tendrá que renunciar a la vida.
Muchos hombres, creyendo que pueden ganar, aceptan el desafío. Pero Atalanta es rápida y gana una carrera tras otra. Acuden varios hombres de países lejanos, pero son derrotados y tienen que renunciar a su vida.
Al final, solo queda un hombre que quiera competir con ella, Hipomenes, un pretendiente de lo más inadecuado. El resto de los hombres que aceptaron el desafío pensaron que venciendo a Atalanta ganarían un reino y una esposa hermosa y famosa. Hipomenes, en cambio, sabe que no puede ganar la carrera. No es una figura heroica;...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Sumario
  6. Introducción: El espíritu indómito de cada mujer
  7. 1. El mito de Atalanta
  8. 2. Atalanta, Artemisa y la madre osa
  9. 3. Atalanta y Meleagro
  10. 4. La caza del jabalí de Calidón
  11. 5. Atalanta en el mundo salvaje
  12. 6. La carrera pedestre y las tres manzanas de oro
  13. 7. El arquetipo de la diosa virgen: Artemisa, Atenea y Hestia
  14. 8. Las diosas de la luna: Artemisa, Selene y Hécate
  15. 9. Libre de ser tú y yo
  16. Pensamientos de despedida
  17. Bibliografía
  18. Notas
  19. Sobre la autora
  20. Contracubierta