Manual de supervivencia
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Manual de supervivencia

Chernobil, una guía para el futuro

Kate Brown, David Muñoz

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  1. 496 páginas
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Chernobil, una guía para el futuro

Kate Brown, David Muñoz

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Aprovechando una década de investigación de archivos y entrevistas en terreno en Ucrania, Rusia y Bielorrusia, Kate Brown revela en este libro toda la amplitud de la devastación y el encubrimiento sobre las consecuencias reales del desastre que siguió a la explosión del reactor en Chernóbil.Sus hallazgos dejan claro el impacto irreversible de la radioactividad generada por la mano del ser humano en cada ser vivo; y de manera inquietante, nos obligan a enfrentar el legado incalculable de décadas de pruebas de armas y otros incidentes nucleares, y el hecho de que estamos emergiendo en un futuro para el cual aún no se ha escrito el manual de supervivencia.

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Información

Año
2020
ISBN
9788412090680
imagen

Envíen a la caballería

El ministro de Salud de la Unión Soviética Evgeny Chazov solicitó refuerzos para contener los exaltados ánimos de la población. Solicitó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que enviara una comisión de «expertos internacionales» para realizar una valoración independiente sobre la seguridad de los 350 mSv como dosis de por vida. Los físicos de la delegación —no había ningún médico— que preparó la OMS eran famosos por haber restado importancia a las consecuencias del accidente de Chernóbil en ocasiones anteriores.[774] No importaba demasiado: la frase «experto internacional» resonaba ya por todo el territorio afectado como el tañido de las campanas de una iglesia, claro, preciso, humano. La población de Navrolia, la ciudad bielorrusa más cercana a la central humeante, declaró la huelga general hasta que los expertos aparecieran en la localidad. Habían confeccionado una lista de peticiones: la primera consistía en investigar las consecuencias del accidente sobre la salud. Estaban seguros de que los extranjeros les ayudarían.[775]
Para atender a las reclamaciones de los huelguistas, la elegante comisión científica se desvió hacia Navrolia, deteniéndose por el camino en varias localidades afectadas. Pueblo por pueblo, los visitantes hablaron frente a auditorios abarrotados. También ante las cámaras.[776] En Minsk se reunieron con científicos bielorrusos, que les comunicaron el aumento de problemas de salud observado. Después, continuaron hacia Moscú.[777]
La visita a la capital bielorrusa fue fugaz. A su término, los expertos concluyeron que cualquier vínculo entre el aumento de enfermedades no cancerosas y el poso de Chernóbil era un error de «científicos poco versados en la radiación». Sugerían, en su lugar, que los problemas de salud eran debidos a «estrés y otros factores psicológicos».[778] Añadieron que esos 350 mSv «supondrían solo un riesgo menor para la salud, similar a muchos de los peligros a los que cada día todos nos enfrentamos».[779] Utilizando como punto de referencia los descubrimientos del Life Span Study sobre los supervivientes de las bombas de Japón, recomendaron multiplicar por dos o tres el umbral seguro de dosis de por vida. Fue una declaración sorprendente, considerando que en aquella época aún no se había llegado a un consenso sobre cómo respondía el cuerpo humano a dosis pequeñas y crónicas de radiación. Lo que proponía la delegación de la OMS era un umbral entre diez y quince veces superior al que recomendaban el OIEA y el Comité Internacional de Protección Radiológica.[780]
Después de que los expertos internacionales subieran al avión de vuelta a casa, el ministro de Salud Chazov preparó una circular para los líderes del partido. Censuró a los científicos bielorrusos rebeldes: «Los expertos internacionales han recibido una impresión muy negativa sobre el nivel de competencia radiológica de ciertos especialistas de la Academia de Ciencias de Bielorrusia».[781]
La difamación es también, desgraciadamente, una forma de cincelar saberes. Cuando los habitantes de las zonas rurales comunicaron que habían enfermado por culpa del poso de Chernóbil, fueron tachados de asustadizos, de ignorantes. Cuando los científicos bielorrusos que habían estudiado durante cuatro años las consecuencias de las exposiciones a Chernóbil comunicaron que la gente estaba enferma, los expertos que solo llevaban en la zona unos pocos días los ignoraron, considerándolos incompetentes y poco formados. El presidente de la Academia bielorrusa, V. P. Platonov, no iba a tolerarlo. Envió su respuesta en una carta a Nikolai Ryzhkov, mano derecha de Gorbachov. La declaración de Chazov, dijo, era «insultante» y nada fundamentada. Los 350 mSv como dosis segura de por vida eran «una irresponsabilidad científica».[782]
La precipitada evaluación por parte del organismo de salud más importante del mundo decepcionó a los partidos ecologistas soviéticos, a las organizaciones civiles y a los activistas.[783] El informe de la OMS resultaba también vergonzoso para la ciencia internacional. El radiólogo Fred Mettler, delegado estadounidense en el Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas (Unscear, en sus siglas en inglés), dijo de la misión de la OMS que «el informe no le gustó a nadie. No invirtieron tiempo ni verdaderos recursos».[784] Con las cámaras tras ellos, la misión de la OMS tenía más de espectáculo mediático que de investigación. Una representación científica para el teatro político.
La controversia en torno al diagnóstico de Chernóbil provocó desavenencias. Noventa y dos científicos soviéticos firmaron una carta conjunta en defensa de la dosis de por vida de 350 mSv y la enviaron a Gorbachov. Sus argumentos procedían del Life Span Study sobre los supervivientes japoneses. Argüían también que la reducción de la dosis de seguridad que pretendían los líderes bielorrusos y ucranianos desplazaría a un millón de personas y provocaría muchísima ansiedad, que sería más nociva, según ellos, que los 350 mSv. Entre los firmantes estaba el plantel de físicos nucleares y expertos en medicina nuclear de Moscú y Leningrado, y sus colaboradores en Kiev.[785] A ellos se enfrentaban los científicos y médicos que trabajaban en los territorios afectados directamente por la catástrofe. La Academia de Ciencias de Ucrania y los radiobiólogos de toda la Unión Soviética se encontraban del...

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