Vicio, virtud e hipocresía
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Vicio, virtud e hipocresía

  1. 160 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Vicio, virtud e hipocresía

Descripción del libro

El ser humano hace buenas máquinas, que duran largo tiempo y solucionan diversas necesidades. Otras veces las hace mal, y dejan de funcionar. Entonces se parchean, se arreglan de cualquier modo, para que al menos "parezca" que todavía funcionan. Tirarlas puede avergonzar a su comprador, pues supone reconocer que ha "tirado" lamentablemente su dinero o su tiempo. El hombre también desarrolla conductas éticas positivas, que crean y regeneran tejido social, pero otras veces su actuación es abiertamente negativa. E incluso a veces recurre a la hipocresía en su afán frenético de convertir el vicio en virtud. En este libro, el autor reflexiona sobre cómo descubrir los tópicos, los eufemismos interesados, las falacias y la frecuente hipocresía, haciendo valorar el atractivo poderoso de la virtud.

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Información

Año
2013
ISBN del libro electrónico
9788432143113
Categoría
Literatura

OCTAVA PARTE

HIPOCRESÍA COMO CONSTANTE SOCIAL

La hipocresía es una constante social. La Academia de la Lengua la define como «fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan».
Las cualidades o sentimiento que se fingen son los que, en un determinado momento de la sociedad, están considerados mejores o, al menos, convenientes: lo que se lleva, lo que hay que hacer, lo que queda bien. Por eso, aunque la estructura de la hipocresía sea siempre la misma, su contenido varía, según sea lo que en cada caso se entiende como conveniente o dominante.
La importancia del estudio de la hipocresía reside en que es un vicio general, que abarca a toda la persona y tiene inmediatas consecuencias sociales. Es contradictorio que la hipocresía pueda convivir con cualquier virtud: no con la sinceridad, pero tampoco con la comprensión, la justicia, la solidaridad... La hipocresía es una máscara de falsedad y, en ese sentido, contamina todo lo que toca. Socialmente, la hipocresía hace casi imposible la diafanidad, siempre difícil en las relaciones sociales.
Por otro lado, la hipocresía, cuando es desenmascarada, revela la verdadera entidad de muchos movimientos sociales, incluso los de presentación revolucionaria o rebelde o no convencional. En los años ochenta se comentó cómo muchos antiguos hippies se convirtieron en yuppies (young urban professional). Los «cambios de chaqueta» son con frecuencia la explosión de una anterior hipocresía.
No es extraño que en la literatura se hayan presentado y denostado muchos ejemplos de hipocresía. Algunos se comentan brevemente a continuación. En la vida real, aunque es bueno conocer la existencia de la hipocresía, no es humano acusar a nadie, al menos públicamente, de hipócrita. Como en el famoso verso de Baudelaire: «-Hypocrite lecteur, —mon semblable, —mon frère!» , hipócrita lector, mi semejante, mi hermano. Aunque también es lúcida la respuesta de Chesterton, en una carta a una amiga que temía ser hipócrita: «Los hipócritas no se llaman hipócritas a sí mismos. El mero hecho de que utilices esa palabra en relación contigo misma, demuestra que no te la mereces».
1. LA HIPOCRESÍA EN TEXTOS LITERARIOS
Al ser un vicio muy común, su crítica está presente en muchas obras literarias. Casi siempre se evoca el Tartufo, de Molière, pero antes que él otros muchos habían afrontado el tema de la hipocresía.
Persio, Marcial, Juvenal
En Roma, tres poetas, entre otros, destacan por su crítica social, en la que no podía faltar el tema de la hipocresía. Persio (34-62 de nuestra era) en su segunda Sátira, ofrece una muestra clásica. El escenario es un templo en el que muchos hacen sus peticiones y ofrendas a los dioses: «No está al alcance de todos desalojar de los templos el murmullo y los bisbiseos a ras de suelo y vivir de acuerdo con los ruegos que se declaran. ‘Buen juicio, reputación, lealtad’, dice uno con voz clara y de modo que el invitado lo perciba. Pero esto es lo que el corazón le rezuma por dentro, por debajo de la lengua: ‘A ver si mi tío paterno la palma; ya le haremos un entierro por todo lo alto’».
El español Marcial (40-104) —de Bílbilis, hoy Calatayud— saca a colación la hipocresía en algunos de sus Epigramas, como en este: «Cuando Gelia está sola no llora a su padre; si alguien llega, se le saltan las lágrimas forzadas. Quien busca ser alabado, no llora, Gelia; el que siente de verdad lo siente cuando nadie lo ve».
Juvenal (60-128), un crítico más profundo que Marcial, dedica la segunda Sátira a lo que podía llamarse hipocresía sexual: «hacen de moralistas unos sinvergüenzas que se reclaman a Curio [personaje antiguo célebre por su honestidad] y viven en bacanales». Más fuerte son los siguientes versos: «sed peiores qui talia verbis Herculis invadunt et de virtute locuti clunem agitant», peores son los que con voz hercúlea arremeten contra los vicios y a la vez mueven las nalgas», en clara referencia a la disimulación de la homosexualidad.
Arcipreste de Hita
En la Edad Media, El Arcipreste de Hita, en el Libro del Buen Amor utiliza una fábula para tratar de la hipocresía. Una fábula de animales, siguiendo la antigua tradición que se remonta a Esopo.
Hipócrita es quien no hace aquello que tanto predica:
«De cuanto bien predicas, non fazes d’ello cosa,
engañas todo el mundo con palabra fermosa,
quiere lo que el lobo quiere de la raposa»...
Y a continuación una versión de una fábula de Esopo, en la que el lobo le dice a la raposa, al zorro, que no está bien que robe gallinas:
«Lo que él más fazía, a otros lo acusava,
a otros retraía lo qu’él en sí loava;
lo que él más amava, aquello denostaba
dezié que non feziesen lo que él más usava».
Dante
Dante coloca a los hipócritas en el Infierno —canto vigésimo segundo— y en uno de los círculos más hondos, es decir más cerca de Lucifer.
Gente pintada vimos y llorosa
que en torno iba, despacio caminando,
con la cara cansada y pesarosa.
Una capa cada uno iba arrastrando
cuyo capucho ante los ojos baja
los cluniacenses mantos imitando.
Brillan por fuera cual dorada alhaja,
mas dentro son de plomo y pesan tanto
que Federico las ponía de paja.
Gente pintada, que no es lo que parece. Por fuera oro, por dentro plomo más pesado que el que, según una leyenda, ponía el emperador Federico II a los que condenaba a muerte, antes de quemarlos. Entre los hipócritas, clavado con tres clavos y en cruz, está aquel que dijo que «por el pueblo convenía que a un hombre condujesen al tormento», es decir Caifás. Al lado su suegro, Anás, «así como el concilio que en Judea sembró mala simiente», el Sanedrín.
Dante se inspira en la condena que en el Evangelio Cristo lanza contra la hipocresía, la denuncia más fuerte y definitiva: «Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; que ni vosotros entráis, ni a los que quieren entrar dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque rodeáis la mar y la tierra por hacer un prosélito; y cuando ya lo es, le hacéis hijo del infierno doble más que vosotros. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque pagáis el diezmo de la menta y el eneldo y el comino, y dejasteis lo que es lo más grave de la ley, es a saber, el juicio y la misericordia y la fe: esto era menester hacer, y no dejar lo otro. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo que está de fuera del vaso y del plato; pero dentro están llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que de fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad. Así también vosotros de fuera os mostráis justos a los hombres; pero dentro, estáis llenos de hipocresía y de iniquidad» (Mateo, 23, 13-14. 23-28).
Después de esto, todas las críticas posteriores a la hipocresía son glosas.
Quevedo
En Francisco de Quevedo (1580-1645) se puede encontrar un dura e ingeniosa crítica de la hipocresía. Así en algunos sonetos, como este:
Si el sol, por tu recato diligente,
no ve, ¡oh Licas!, horribles tus locuras,
es argumento de vivir a oscuras;
pero no de que vives inocente.
(Si tus malas artes no están a la luz, no es porque seas inocentes sino porque las ocultas).
Abona la ignorancia de la gente
tu astucia, sí, no tus costumbres duras,
cuando no parecer malo procuras,
y serlo, si es posible, juntamente.
(La gente se cree que eres bueno, no por tus virtudes sino por tu astucia, ya que procuras, a la vez, no parecer malo y serlo).
No dejas la maldad, y la retiras;
eres prisión de culpas y venenos;
son tus virtudes pálidas mentiras.
Cubrir los vicios no los hace ajenos;
pocos son malos, si a testigos miras;
si a la conciencia, poco son los buenos.
En El mundo por dentro, nueva denuncia de la hipocresía, con la nota peculiar de la hipocresía en el lenguaje, lo que hoy se llama «lo políticamente correcto». En medio de su estilo fuerte y a veces difícil de entender hoy, Quevedo da con una realidad perenne: «¿No ves los viejos hipócritas de barbas, con las canas envainadas en tinta, querer en todo parecer muchachos? ¿No ves a los niños preciarse de dar consejos y presumir de cuerdos? Pues todo es hipocresía. Pues en los nombres de las cosas ¿no la hay la mayor (hipocresía) del mundo? El zapatero de viejo se llama entretenedor del calzado; el botero, sastre del vino, que le hace de vestir; el mozo de mulas, gentilhombre de camino; el bodegón, estado, el bodegonero, contador; el verdugo se llama miembro de la justicia y el corchete criado; el fullero, diestro; el ventero, huésped; la taberna, ermita; la putería, casa; las putas, damas; las alcahuetas, dueñas; los cornudos, honrados. Amistad llaman el amancebamiento, trato a la usura, burla a la estafa, gracia la mentira, donaire la malicia, descuido la bellaquería, valiente al desvergonzado, cortesano al vagamundo, al negro moreno, señor maestro al albardero y señor doctor al platicante. Así que ni son lo que parecen ni lo que se llaman, hipócritas en el nombre y en el hecho.»
Y en Las zahúrdas de Plutón: «Vi una senda por donde iban muchos hombres de la misma suerte que los buenos, y desde lejos parecía que iban con ellos mismos; y llegado que hube vi que iban entre nosotros. Estos me dijeron que eran los hipó...

Índice

  1. Portadilla
  2. Índice
  3. Introducción
  4. Primera parte. Visiones generales, creencias y costumbres
  5. Segunda parte. El ser humano, ¿bueno o malo?
  6. Tercera parte. El bien de la ciencia y de la técnica
  7. Cuarta parte. Vicios en sociedad
  8. Quinta parte. Virtudes en sociedad
  9. Sexta parte. La impronta cultural en vicios y virtudes
  10. Séptima parte. Bien técnico y bien ético en política
  11. Octava parte. Hipocresía como constante social
  12. Epílogo. Lo que debe ser y lo que suele ser
  13. Créditos