La Virgen del Perpetuo Socorro

Francisco Contreras Molina

• Editorial: PPC Editorial
• Año: 2014
• ISBN:
  9788428826532
• Categoría: Art
• Categoría: Religious Art

La "Virgen del Perpetuo Socorro" es un cuadro que encierra tesoros incalculables, un generosísimo botín. Este libro pretende que juntos nos alegremos en la grandeza de nuestra madre; para que sepamos mirarla mejor y descubramos cuánta riqueza ha puesto Dios en María por medio de este cuadro tan frágil y humilde, pero que es vehículo eficaz de su providencia divina.

PARTE TERCERA

MENSAJE TEOLÓGICO

INTRODUCCIÓN. NOTAS PARA SU INTERPRETACIÓN

Lo que corresponde ahora es extraer de este icono todo el asombroso haz de sus riquezas. En un cuadro religioso, el arte por sí solo no dictamina la última sentencia. Necesitamos otra dimensión más profunda que nos comunique su contenido más profundo.

Conviene insistir con énfasis, al inicio de esta tercera parte que alberga enorme densidad: todo el mensaje teológico del icono es creíble cuando partimos desde la base objetiva del realismo pictórico que lo sustenta. Nos atenemos siempre, como referencia ineludible, a la misma pintura, a sus recursos y registros tan concretos. ¡Cuanto decimos está ya predicho en el cuadro, expresado en las convenciones de su arte. No inventamos nada gratuito. Descubrimos lo que late dentro, escondido entre sus figuras, líneas y color, y, sin embargo, tan palpitante y evocador!

Nuestra interpretación se fundamenta también en una clave indispensable y clarificadora: la Palabra de Dios. Prestamos asimismo atención a la voz de los documentos mariológicos más notables de nuestro tiempo, entregados por nuestros pastores a la Iglesia.

Hay que recordar que este icono constituye todo un prodigio. Resulta asombrosa –como ya se ha comprobado– su historia, peripecias y supervivencia. También produce pasmo conocer la originalidad de su advocación y las cualidades innatas de su soporte expresivo.

El icono del Perpetuo Socorro no presenta una pintura plana, sin relieve. En él se nos ofrecen diversas facetas del misterio de María. En el arte de Occidente se le llama el perspectivismo. Según él, podemos reconocer, por ejemplo, en la pintura de Picasso diversas angulaciones y escorzos dentro de un único cuadro. En el arte de Oriente se denomina el ojo de la paloma al mismo fenómeno artístico que genera diversas ópticas o miradas.

Recientemente he podido contemplar una exposición de iconos orientales del monte Athos. En bastantes cuadros se produce este extraño perspectivismo: distintas escenas y momentos históricos se aglutinan, formando una única secuencia original. En un icono titulado «Juan Bautista, el Precursor» (Ho Prodromon) se dan cita varios asuntos que recorren su íntegra existencia: su predicación (el hacha junto al árbol), su martirio (la decapitación) y su gloria en el cielo. El pintor los reúne, sin importarle romper la cronología y la diversidad temática.

En otro que versa sobre «La dormición» (He Koimesis) de la Virgen se dan cita estos variados planos: los apóstoles, que acuden entre las nubes, también aparecen al pie de la cama de la Virgen; la misma Virgen está dormida, y se la ve simultáneamente arriba, junto al trono de Dios. Las secuencias se aglutinan dentro de un solo cuadro. Aunque el cuadro es único, las dimensiones son plurales.

Como un diamante que refleja muchos destellos de luz, así este icono del Perpetuo Socorro presenta inéditas perspectivas. Constituye todo un símbolo. Y símbolo quiere decir lo que reúne (del verbo griego sym-ballein). «El símbolo –comenta un especialista de iconos– evoca y focaliza, reúne y concentra una multiplicidad de sentidos que no pueden reducirse a un único significado» ⁵².

En nuestro cuadro aparecen de manera concentrada, nunca confusa o abigarrada, sino en síntesis lograda y pacífica, verdaderamente artística, rasgos y elementos pictóricos que coinciden con los iconos prototípicos de Oriente y que recogen el peculiar mensaje de estos prototipos. Vamos a asistir, maravillados y perplejos, a esta exuberancia fecunda de arte y teología de la Virgen del Perpetuo Socorro.

1. MARÍA, MADRE DE DIOS

La propia pintura nos ofrece la clave primera de interpretación. En la parte superior, rotuladas sobre el fondo dorado y ubicadas en las dos esquinas, se destacan cuatro misteriosas letras. Están escritas en gran relieve y teñidas de color rojo: MP ΘY. Son las letras primeras y últimas de dos palabras griegas: Meter Theou, que en español significan «Madre de Dios». Proclaman alto y bien claro, igual que un friso sonoro o un altavoz en relieve, lo que este cuadro significa.

Podemos recordar que, en la parte superior de la cruz de Jesús, había un letrero o título: INRI, «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos» (Jn 19,19).

Pero estas palabras, aplicadas a Jesús, contienen un misterio de interpretación. No se trata del simple reyezuelo de unos judíos; el evangelio precisa que este título estaba escrito en «hebreo, latín y griego» (19,20). Son las tres lenguas que entonces se hablaban en el universo conocido de Juan. Esto significa que la realeza mesiánica de Jesús estaba siendo proclamada a todas las naciones.

Las autoridades judías reaccionan. Se sienten gravemente ofendidas por el alcance de este letrero, expuesto a la vista de todos. Se dirigen a Pilato con un reproche: «Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: No escribas: El Rey de los judíos, sino: Este ha dicho: Yo soy Rey de los judíos» (Jn 19,21); a saber, quieren que conste únicamente la pretensión mesiánica de Jesús, que ahora ha sido truncada por completo con su muerte en la cruz. El gobernador romano, que a lo largo del interrogatorio ha actuado de forma pusilánime, que les ha entregado a Jesús para que lo crucifiquen, sabiendo que era inocente, muestra en estos momentos una recia determinación. Responde con prontitud, zanja todo debate y pronuncia sentenciosamente: «Lo que he escrito, he escrito» (19,22).

Estas palabras de Pilato no son una obviedad. Deben ser entendidas en su sentido original ⁵³. La traducción más fiel de la expresión del gobernador sería así: «Lo que escribí una vez, queda escrito para siempre». Sus palabras poseen una validez permanente.

Más allá de las estratagemas de Pilato y de los planes aviesos de los judíos, el evangelista muestra –típica ironía joánica– la intención de Dios, su designio misterioso de que su reino se cumpla. Jesús es rey, sí, aunque de manera paradójica, como nadie jamás podía imaginar. Ejerce su reinado desde la cruz, que se convierte en su trono regio. Por eso en el letrero de la cruz aparece el tit...