
- 312 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Con las alas del viento
Descripción del libro
Las ansias del corazón -ansias de altura, de plenitud, de "volar con las alas del viento"- han llevado a la autora a relatar de modo autobiográfico cómo Dios ha intervenido a lo largo de su vida, "más allá del alcance de la imaginación y de la débil fuerza de nuestros brazos".
Preguntas frecuentes
Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
- Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
- Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Con las alas del viento de Ana Sastre Gallego en formato PDF o ePUB. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.
Información
Editorial
Ediciones Rialp, S.A.Año
2013ISBN del libro electrónico
9788432143335VIII. AFIANZAMIENTO PROFESIONAL
En el «Ramón y Cajal»
Pasado el verano de 1976 había surgido un nuevo y prometedor horizonte profesional. La Seguridad Social construía y equipaba, desde hacía ya algunos años, un enorme hospital casi enfrente del ya existente de La Paz, proyectado durante la última etapa del gobierno de Franco por un grupo de cirujanos, especialistas eminentes. La muerte del Jefe del Estado, el 20 de noviembre de 1975, ralentiza las obras y cambia un tanto la concepción, inicialmente solo quirúrgica, del nuevo centro.
Se procede entonces a la restructuración de los Servicios, que ahora incluyen extensas áreas de Medicina Interna, y nuevas especialidades, cosa que será determinante en la distribución de espacios y equipamiento. Este nuevo hospital médico-quirúrgico tiene capacidad para mil doscientas camas y cuenta con amplios espacios destinados a rehabilitación física, laboratorios múltiples excelentemente dotados, un Servicio de Microbiología e incluso especialistas en Informática, Estadística y Gestión para optimizar los recursos, organizar y procesar toda la información generada por las consultas y servicios, etc. Y, además, un Departamento de Investigación, con profesionales de reconocida solvencia en diversos campos, como apoyo insustituible del quehacer clínico. Más de treinta Servicios componen el cuadro completo de atención hospitalaria y ambulatoria, con un total de recursos humanos —personal médico, sanitario y técnico— que sobrepasa las cuatro mil personas. El edificio es sólido y moderno. Impone por su estructura, montaje y hasta luminosidad, que atraviesa las fachadas totalmente encristaladas.
Y he aquí que, en este enorme complejo, voy a embarcarme poco después en la aventura más inesperada de mi vida profesional. Se convoca un concurso-oposición para una plaza de Endocrinología y yo la solicito. Tengo un extenso curriculum, en Puerta de Hierro he recibido una buena formación en Diabetología y se da la circunstancia de que la plaza convocada se dirige especialmente a esta dedicación endocrinológica. Unos días más tarde recibo una llamada del director del Centro Ramón y Cajal advirtiéndome que aunque la plaza ha salido a concurso público y tengo todo el derecho a solicitarla, me aconseja que no albergue muchas esperanzas; el jefe del servicio tiene la mirada ya puesta en un excelente especialista que viene de los Estados Unidos y que presenta, igualmente, un impecable curriculum. Es evidente que sería elegido en caso de igualdad de circunstancias.
No era mi intención interferir en la designación de un puesto de trabajo en el que desplazaría a un buen profesional y que ya se consideraba prácticamente adjudicado. Por todo ello, admito que si el tribunal me concede la plaza, renunciaré automáticamente a ella. Y mi palabra es fiable, por radical e increíble que pueda sonar. El director me concede todo el crédito, y dejamos que el concurso se celebre por sus cauces normales.
Unos días después tienen lugar las pruebas de selección de candidatos: quedo en segundo lugar, así que se solventa el problema. Pero resulta también que el director del hospital ha conectado gratamente conmigo y no se resigna a perderme como profesional de la plantilla. ¿Qué podemos hacer?
Y entonces le propongo algo insólito: crear una nueva especialidad, o mejor, dedicación, aunque no esté legalmente reconocida como tal: la Nutrición Clínica y Dietética Hospitalaria. Teóricamente estaría incluida en Endocrinología, pero todos sabemos que esto no responde a la realidad: no existe más que como nombre adscrito y jamás se han interesado por ella. Impongo, por eso, una condición: ha de plantearse como autónoma, independiente de los endocrinos y con dedicación abierta a todas las especialidades del centro. Y así se hará. Unas semanas más tarde se convoca en el BOE esta plaza innovadora, que solicitarán un buen grupo de facultativos. Pero ahí sí que ya no tengo oponente: el tribunal me la adjudica por votación unánime en razón del expediente.
Pero de nuevo me advierte el director:
—Ana, dispones de dos plazas para formar equipo, pero nadie sabe de qué categoría son; no hay local disponible, puesto que no se contaba con esta nominación; y tendrás que agenciarte, con los diversos estamentos y la junta de gobierno, el personal auxiliar y hasta el mobiliario. Increíble.
Así llegué al Ramón y Cajal un buen día de septiembre de 1977. Sin embargo, mi decisión era firme: la Nutrición Clínica tenía contenidos de gran importancia y constituía un servicio básico a todas las especialidades. Por pura lógica elemental terminaría por abrirse camino. Y el Ramón y Cajal sería el primero, o uno de los primeros, en tenerla en cuenta y desarrollarla.
Y así empezó mi batalla profesional: Enrique Rojas, en principio, no comprendió por qué me iba de Puerta de Hierro. Yo sí. Quería ascender en mi carrera y, a ser posible, iniciar un nuevo campo lleno de creatividad, de contenido científico y posibilidades de expansión a otros muchos Centros sanitarios. Él me había dotado de conocimientos suficientes para iniciarlo. Ahora, el trabajo corría de mi cuenta, como también el entusiasmo y la fortaleza para contagiar mis convicciones.
A finales de los setenta, las unidades de Nutrición Hospitalaria en España sumaban un número muy corto, pero en apenas una década el crecimiento fue asombroso. Llegamos a formar un grupo bastante compacto, que intercambiaba experiencias, solventaba dificultades y diseñaba proyectos. A nuestra unidad del Hospital Ramón y Cajal, que había conseguido una cierta expansión en personal y espacios, comenzaron a llegar médicos de muy diversos puntos del país, así como enfermeras e incluso personal administrativo interesado en esa área de conocimientos. Todos tenían una sana curiosidad por ver cómo habíamos sido capaces de solventar, en tan breve plazo, un organismo tan necesario como inexistente en un gran hospital médico-quirúrgico que alcanzó fama en toda la geografía española.
En origen, ubicamos nuestra actividad en la planta baja del hospital y con unas instalaciones provisionales pero, unos pocos años más tarde, aquellos espacios quedaron en manos de otros servicios, y «emergimos» a la Planta 0, de entrada al hospital, en un lugar amplio, luminoso, ventilado y con muchos más medios: consultas con mesa de exploración para los pacientes, sala de reuniones, despachos... además de todo lo que implicaba la unidad de nutrición enteral, espacios de almacenaje, carros con un sistema de control de la temperatura para el traslado, e incluso un esterilizador para todo tipo de envases. Y eso, aunque la mayor parte de nuestro trabajo —al menos del trabajo directo— era estrictamente intelectual.
No obstante lo inicialmente precario de las instalaciones, la implicación de otras unidades interesadas llegó a dar un paso gigante. Con el tiempo, nos proporcionarían —siguiendo nuestras directrices— dietas especiales, adaptadas a situaciones patológicas, que venían preparadas y envasadas directamente desde los laboratorios.
Además, los sistemas de distribución, mediante bolsas, sondas especiales y bombas de perfusión automática, habían inundado el mercado. Los preparados, cada vez más específicos y variados, nos permitían atender, con amplia seguridad y durante periodos prolongados, a pacientes muy complejos. El avance era grande, pero nadie nos quitaría nunca el interés apasionante, la inventiva y el trabajo desarrollado durante aquellos años primeros, que nos otorgaban la categoría de pioneros del hoy excelente engranaje de la nutrición artificial.
El día a día nos mostraba cómo han de cuidarse infinidad de pequeños —y no tan pequeños— detalles de toda índole para lograr eso que se llama un trabajo «acabado».
No recuerdo las veces que asistí a las reuniones de la junta de gobierno, en la que había representantes de todos los estamentos, desde jefes de departamento médico hasta personal de cocina, enfermería, auxiliares, celadores, carpinteros, etc. Necesitaba una secretaria con urgencia. Y tuve la suerte de que solicitase el puesto una mujer joven, educada y solvente, que me fue contratada primero con carácter temporal, y más adelante definitivo. Su tarea durante más de quince años en nuestro servicio bien puede calificarse de excelente. No solo le unía a todos nosotros el hilo conductor del trabajo, sino una auténtica amistad. Beatriz de Miguel —«Bea» para todos— fue un gran apoyo en situaciones muchas veces conflictivas. Con ella inicié la redacción de innumerables solicitudes.
Logré después que las dos plazas inespecíficas de mi sección se convirtieran en médicos adjuntos. Y, como no existía la especialidad ni la dedicación como tal —solamente un fantasmal añadido a la Endocrinología—, contrataron para mi unidad a dos mujeres médicos, una de ellas doctor en Medicina por la Clínica Puerta de Hierro y el Servicio de Enrique Rojas. Ya éramos tres facultativos.
Comenzamos el trabajo, tal y como habíamos proyectado, estudiando en profundidad aquello que era nuevo y desconocido en la praxis habitual. Dedicamos muchas horas a confeccionar un elenco de la gran variedad de patologías que ocupaban las camas de nuestro hospital, en muchos casos graves, y en las que no constaba el apoyo nutricional. Simplemente se repartían las comidas del Servicio de Hostelería —un único menú diario— y se administraba un suero salino-glucosado cuando el paciente estaba incapacitado para cualquier tipo de ingesta normal. A lo más que llegaba la situación era a confeccionar una dieta de consistencia blanda y a restringir hidratos de carbono en menús transcritos de un libro al efecto, para los pacientes diabéticos. Ni la menor mención a las demás patologías, y menos aún a una individualización acorde con el estado del paciente.
Iniciamos, por tanto, la relación con los médicos de los diversos Servicios y Enfermería. La tarea fue un tanto agotadora. No todos asumían la importancia de nuestro quehacer:
—Pero ¿no hay ya unos cuantos menús en la cocina?
—¿Qué estáis pautando a mi enfermo?
Todo ello exigía también —por supuesto— una permanente puesta al día. Por eso, la asistencia a congresos empezó a ser un tema obligado. En ellos, el intercambio de experiencias, la relación con otros profesionales, el estímulo de los amigos que compartían la especialidad, era un salto del ánimo hacia adelante.
Las Unidades de Nutrición empezaron a cobrar carta de naturaleza y a considerarse indispensables. A mi Servicio-Unidad llegaron refuerzos. Se trataba de internistas o médicos de familia, así como algún endocrinólogo e incluso intensivistas. A los doctores Fátima de la Rocha, Isabel Zamarrón, Alfredo Entrala y Eduardo Morejón que constituyeron el primer equipo, se sumó, un tiempo más tarde, la Dra. Paloma Soria.
Fueron años de esfuerzo y dedicación, ya que no todos los médicos especialistas de otras áreas acertaron a intuir y comprender los extensos contenidos de la nuestra, ni a incluir en sus esquemas un hecho tan básico como el soporte nutricional adecuado para ayudar de modo esencial a la recuperación del enfermo. Porque el hecho es que la Nutrición está implicada indisolublemente en los procesos metabólicos del organismo humano, que muchas patologías pueden alterar; y que la Bioquímica es la base conceptual y clave de la comprensión de todo el metabolismo. La formación básica era imprescindible para comprender que un plato, bien tratado por el Servicio de Hostelería, o una bolsa de productos de nutrición enteral o parenteral, constituyen un complejo de elementos que se integran en nuestro funcionamiento biológico y que son capaces de ayudar, de modo esencial e irreemplazable, a la recuperación del paciente.
Hoy existen en España sociedades de nutrición de alto prestigio, con un número elevado de socios y reuniones de serio contenido científico. Todo ello se ha logrado a costa de una profunda convicción y de un esfuerzo entusiasta.
La segunda parte, en la que apenas contá...
Índice
- Portadilla
- Índice
- Cita
- Prólogo
- Introducción
- I. Aquel día de junio
- II. Ha llegado la paz
- III. Años de formación
- IV. Dios interviene
- V. Cambio de rumbo
- VI. Recomenzar
- VII. La continuidad
- VIII. Afianzamiento profesional
- IX. Hacia el ancho mundo
- X. El 17 de mayo de 1992
- XI. Una mente abierta al mundo
- XII. La vida como servicio
- Epílogo
- Galería forográfica
- Créditos