Pensadoras del siglo XX
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Pensadoras del siglo XX

  1. 184 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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Pensadoras del siglo XX

Descripción del libro

La profunda crisis de la cultura exige soluciones, y no son pocos los que las buscan. El autor propone abordarla de la mano de cinco intelectuales contemporáneas, que ofrecen su valiosa ayuda ante el laberinto del relativismo: Simone Weil, Edith Stein, María Zambrano, Hannah Arendt y Elizabeth Kübler-Ross.

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Información

ISBN del libro electrónico
9788432143434
1. PENSADORAS EN TIEMPOS DE CRISIS
1. Una herencia sin testamento
«Nuestra herencia no viene precedida por ningún testamento». Esta expresión del poeta francés Renè Char, que la filósofa Hannah Arendt usaba con frecuencia, puede resumir bien el porqué de este breve ensayo: somos herederos de auténticos tesoros de cultura, de grandes y fecundas tradiciones de pensamiento, pero a cada uno de nosotros nos corresponde conocerlas y transformarlas en líneas de conducta concretas. Solo encontrando esas líneas maestras de nuestro testamento personal, propio, podremos recorrer una vida plena y transformar nuestro mundo en algo más habitable para las generaciones sucesivas.
Ahora bien, la tarea no resulta sencilla, pues el ambiente cultural que nos ha tocado respirar se encuentra contaminado por una importante dosis de escepticismo en relación al conocimiento del bien, hasta el punto de que en muchos foros la palabra verdad resulta sospechosa —negativa—, propia de un pensamiento fuerte. Existen influyentes corrientes culturales que rechazan con dureza el cognoscitivismo moral ante el temor de que pueda generar violencia, ante la posibilidad de que pueda ser impuesto por la fuerza. De un modo general se puede afirmar que un relativismo hegemónico domina grandes espacios del mundo de la cultura actual, dejando a la persona en una heladora soledad ante las decisiones morales que acompañan el transcurso de toda vida humana.
Aunque se pueden aportar razones que expliquen el fondo pesimista subyacente en la base de estos planteamientos, quizás la expresión tiempos oscuros, tomada de Bertolt Brecht —también muy utilizada por Arendt—, resulte una luminosa denominación para justificar, de nuevo, la importancia de nuestro recorrido por las pensadoras del siglo XX en busca de ayuda, de luz para el caminante, para afrontar esta situación. A lo largo de estas páginas se irán desplegando algunos rasgos del pensamiento de Simone Weil, Edith Stein, María Zambrano, Hannah Arendt y Elisabeth Kübler-Ross, que son las intelectuales a las que se dedicarán ensayos individuales. El elemento fundamental por el que se han seleccionado estos nombres propios ha sido, sin ninguna duda, el de su enorme capacidad filosófica para ofrecer una antropología plena de confianza en el ser humano, en contra de las modas dominantes del siglo XX.
En este comentario sobre el mundo presente sería injusto olvidar otros muchos aspectos de nuestro tiempo en los que se evidencian grandes logros, tan importantes como, por ejemplo, la pertenencia a unas generaciones que no han vivido guerra alguna, o el haber sido testigos de cómo multitudes de pueblos y gentes han accedido a condiciones de vida más dignas. Con no menos optimismo, se podría también indicar tantos descubrimientos y avances en los campos de la ciencia y de la técnica, que nos facilitan la vida, las comunicaciones, la atención de las personas en sus enfermedades, etc.
Arroja mucha claridad reseñar el resumen sobre el estado de la cultura actual que realiza el Nobel Mario Vargas Llosa, en su reciente obra La civilización del espectáculo, en la que expone, con espléndidos trazos literarios, estas mismas cuestiones: «Nunca hemos vivido, como ahora, en una época tan rica en conocimientos científicos y hallazgos tecnológicos, ni mejor equipada para derrotar a la enfermedad, la ignorancia y la pobreza y, sin embargo, acaso nunca hayamos estado tan desconcertados respecto a ciertas cuestiones básicas como qué hacemos en este astro sin luz propia que nos tocó, si la mera supervivencia es el único norte que justifica la vida, si palabras como espíritu, ideales, placer, amor, solidaridad, arte, creación, belleza, alma, trascendencia, significan algo todavía, y, si la respuesta es positiva, qué hay en ellas y qué no». Pero, tras esta cruda descripción, no se detiene aquí, y pasa a relatar en qué ha quedado la cultura en las fechas presentes: «La razón de ser de la cultura era dar una respuesta a este género de preguntas. Hoy está exonerada de semejante responsabilidad, ya que hemos ido haciendo de ella algo mucho más superficial y voluble: una forma de diversión para el gran público o un juego retórico, esotérico y oscurantista para grupúsculos vanidosos de académicos e intelectuales de espaldas al conjunto de la sociedad».
Después de estas contundentes palabras quedarán pocas dudas respecto a lo adecuado del uso de la expresión tiempos oscuros. Tampoco en relación a que el pensamiento de las filósofas elegidas resulte una tarea superflua. Pero una cosa es describir la profunda crisis de la cultura, y otra aportar soluciones. En este sentido, el autor Nobel referido se queda —en mi opinión— en una descripción honesta y literariamente bien lograda, pero no encuentra una antropología en la que apoyarse como suelo moral en el que construir algún cimiento para su solución: su ensayo está teñido de desesperanza, de luz crepuscular, de honrado pesimismo. Quizás tampoco intente ir más allá del diagnóstico y la denuncia, pues como él mismo afirma, su libro solo aspira «a dejar constancia de la metamorfosis que ha experimentado lo que se entendía aún por cultura cuando mi generación entró a la universidad…».
En la obra Utopía y desencanto, escrita con ocasión del cambio de milenio, Claudio Magris apunta con gran agudeza hacia el núcleo de la crisis cultural, cuando usa la expresión «gelatinosas ideologías débiles». Merece la pena recoger un párrafo de ese ensayo: «La derrota, si no en todos sí en muchos países, de los totalitarismos políticos no excluye la posible victoria de un totalitarismo blando y coloidal capaz de promover —a través de mitos, ritos, consignas, representaciones y figuras simbólicas— la autoidentificación de las masas, consiguiendo que, como escribe Giorgio Negrelli en sus Anni allo sbando [Años a la deriva], “el pueblo crea querer lo que sus gobernantes consideran en cada momento más oportuno”. El totalitarismo no se confía ya a las fallidas ideologías fuertes, sino a las gelatinosas ideologías débiles, promovidas por el poder de las comunicaciones».
De nuevo son palabras que golpean la conciencia, al desvelar y hacer patente rasgos culturales que todos atisbamos de algún modo, y que ponen de manifiesto la presente modorra cultural. ¡Cuánto nos recuerdan a los versos de T. S. Eliot en Los hombres huecos, poemario que en 1925 parece como si ya previera los acontecimientos que ocurrirían medio siglo después!:
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
Así es como acaba el mundo
No con un estallido sino con un quejido.
(Traducción de José María Valverde)[1]
El empeño por exponer a la luz estos temas pretende subrayar una cuestión fundamental para la comprensión de las páginas que siguen: solo la convicción de encontrarnos en tiempos oscuros nos capacita para valorar —en su necesidad, en su genialidad— la herencia de esperanza que subyace en el pensamiento de las filósofas estudiadas más adelante, e ir a buscarlo con sed. Por sus hojas no aparecerán ricas princesas ni surcarán el cielo misteriosas hadas; no se oirán disparos ni tampoco se verán ladrones o asesinos. Pero su lectura esconde mucha más emoción y pasión que muchos de aquellos relatos, si se lee con la sed necesaria, con el ansia de luz que solo posee el que se sabe en tiempos oscuros. En palabras de Claudio Magris, en la obra citada anteriormente: «La esperanza no nace de una visión del mundo tranquilizadora y optimista, sino de la laceración de la existencia vivida y padecida sin velos, que crea una irreprimible necesidad de rescate».
2. Cultura magnífica, pero sin raíces
Ante lo expuesto anteriormente, dos cuestiones necesitan ser atendidas con alguna urgencia. En primer lugar, algo tan sencillo como entender qué está sucediendo debe ser respondido. Y una vez comprendido esto, alguna pista de por dónde atisbar un comienzo de solución también requiere ser explicitado.
Al primero de estos asuntos se responde explicando la crisis de la Modernidad: ha terminado una época cultural, que además se ha hecho pedazos. También se puede afirmar que todavía no ha surgido otra cultura común que la sustituya, por lo que resulta de primera necesidad proponer algunas ideas-guía que sirvan para tratar de solucionar esta conmoción del final de una época. A ese intento contribuirá el conocimiento de las pensadoras que se estudiarán, y esto responderá, de camino, a la segunda cuestión planteada en relación a la búsqueda de algún rastro de luz.
La tesis que va a recorrer todas estas páginas se puede resumir en que la Modernidad —es decir la cultura base dominante desde el siglo XVII—, junto con sus logros innegables, encerró al hombre en la subjetividad, dejándole solo y confuso en sus decisiones morales. Esto le llevó a la pérdida de referencias éticas con las que orientar su conducta y, en consecuencia, las sociedades nacidas de la Modernidad llegaron a la gran crisis de la cultura referida, en la que creció masivamente el escepticismo y, con él, un paralizante relativismo moral. Pero a la vez, y ya durante el siglo XX, empiezan a surgir pensamientos que se alzan como faros de luz —entre ellos, los de las filósofas comentadas en este estudio— que nos permiten asentar algunos puntos fundamentales para construir una época postmoderna no escéptica muy fecunda. Esta tarea necesita comprensión del pasado y reflexión sobre el futuro, y constituye la razón de este libro.
La falta de raíces de la cultura occidental fue certeramente expuesta por Ortega y Gasset en su libro La rebelión de las masas, del año 1936: «¿Cómo se ha podido creer en la amoralidad de la vida? Sin duda, porque toda la cultura y la civilización modernas llevan a ese convencimiento. Ahora recoge Europa las penosas consecuencias de su conducta espiritual. Se ha embalado sin reservas por la pendiente de una cultura magnífica, pero sin raíces». Obsérvese que se declara culpable a la civilización Moderna, acusada de llevar en su núcleo una cierta tendencia a la inmoralidad. Parecen fuertes las palabras del pensador español, pero el curso posterior de la historia europea no ha hecho sino confirmar su duro veredicto.
En el mismo tono de severidad también afirmaba Ortega: «Esta es la cuestión: Europa se ha quedado sin moral. No es que el hombre-masa menosprecie una anticuada en beneficio de otra emergente, sino que el centro de su régimen vital consiste precisamente en la aspiración a vivir sin supeditarse a moral ninguna (…). El inmoralismo ha llegado a ser de una baratura e...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. DEDICATORIA
  5. CITA
  6. ÍNDICE
  7. PRESENTACIÓN
  8. 1. PENSADORAS EN TIEMPOS DE CRISIS
  9. 2. SIMONE WEIL: EL CORAZÓN QUE SUFRE
  10. 3. MARÍA ZAMBRANO: EL CORAZÓN QUE RECIBE
  11. 4. EDITH STEIN: EL CORAZÓN QUE AMA
  12. 5. HANNAH ARENDT: EL CORAZÓN QUE COMPRENDE
  13. 6. ELISABETH KÜBLER-ROSS: LA MUERTE Y LOS MORIBUNDOS
  14. 7. TIEMPOS PARA PENSAR
  15. 8. DEL LOGOS AL MITHOS, Y DEL MITHOS AL LOGOS
  16. EPÍLOGO