
- 160 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
eBook - ePub
Disponible hasta el 14 Jan |Más información
La sonrisa en la mirada
Descripción del libro
Las historias reales que recoge este libro nos recuerdan que sí, que hay ángeles, que están muy cerca de nosotros, que tienen alas enormes para volar en auxilio de sus semejantes, que llenan a los demás de vitalismo y esperanza. Y que también existe la magia y la ilusión, incluso cuando todo parece perdido.
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Información
ISBN del libro electrónico
9788428826556Categoría
Teologia e religione1
LA NIÑA DE COLORES
El alma de ser humano es una llama, un pájaro de fuego que salta de rama en rama, de cabeza en cabeza, y que grita:
«¡No puedo quedarme quieta, no puedo consumirme, nadie puede sofocarme!».
NIKOS KAZANTZAKIS (1885-1957)
Cómo contaros mi primer encuentro con la niña de colores. Fue como una especie de tormenta de verano en medio del calor y el peso del día. Descargó su lluvia torrencial y dejó ese frescor y ese olor a campo.
La vi en un tumulto de personas, como el cúmulo de nubes que observas aproximarse desde el extenso horizonte. Y en su risa estallaba el trueno, cada vez más cerca, cada vez más frecuente, preludio del fértil encuentro del atardecer.
Ella charlaba con un amigo y, al verme, se presentó con naturalidad, como si ese momento no fuese consecuencia de la casualidad, sino fruto de una cita calculada.
–¿Nos acompañas? –preguntó–. Quiero enseñaros el lugar donde encontré el porqué de mi vida.
Caminamos despacio por un pequeño sendero y se detuvo ante una piedra:
–Por aquí.
Subió por entre las rocas y apareció una inmensa llanura y un robusto árbol, una encina.
Se colocó debajo del árbol y proclamó:
–Diosito me abrazó aquí y me educó la mirada, los oídos, los labios, el corazón –sus ojos brillaban como espejos frente al sol.
Noté en aquel momento que volveríamos a hablar y, quién sabe, si volveríamos a vernos.
Ω
La siguiente vez que supe de ella fue por un mensaje a mi móvil. Serían como las dos de la madrugada. Se había marchado a Tanzania con la idea de colaborar en diversos proyectos: hospitales, terapias, tareas educativas...
El teléfono emitió sus pitidos monótonamente: uno, dos, tres, hasta cuatro mensajes llegaron en menos de diez minutos. Vagaba por una carretera con «su niña», en busca de un lugar donde poder dormir y conseguir así, por la mañana, preguntar en el pueblo por algún familiar que se hiciera cargo de la chica.
Su tono era desesperado, e insistía:
–Pide por nosotras.
Por supuesto que lo hice, esa noche y en los días sucesivos. Se lo comunicaba a través de pequeños mensajes, susurros robados de la voz de Dios.
Nunca los kilómetros fueron tan estrechos ni las distancias tan cortas. Lo que el tiempo y el espacio separan, lo une la oración.
Y la niña de colores volvió a brillar.
A
Aquella noche, como tantas noches, llegaba derrotado a casa. El cansancio se pegaba a mis huesos y los problemas circulaban por mi cabeza como en un atasco matutino.
Tomé un vaso de leche con galletas y me tumbé en el sillón un rato para ver las noticias y relajarme un poco.
Después fui a lavarme los dientes, pero previamente encendí el ordenador para bajarme los correos electrónicos antes de irme a dormir. Mi ordenador, como siempre lento, una escuela de paciencia para este motor mío tan acelerado.
Se abrió la bandeja de entrada y, después de unos veinte días sin noticias de Tanzania, allí estaban estas letras:
Mis queridos watoto,
Tengo tantas ganas de contaros, que me siento huérfana de palabras para expresarlo todo, y solo se me ocurre mirarme dentro y hurgarme hondo en busca de colores con que mojaros los ojos a través de la pantalla. Así que, como en un caleidoscopio, os regalo unas cuantas instantáneas:
Me encuentro en Mwanza, ciudad de Tanzania bajo el lago Victoria. A la espalda he dejado ya Dar-es-Salaam, el vivir la soledad, los mochileros que te rompen los prejuicios, que llegan y se van. La compañía de los estudiantes de aquí; el volver a vivir el ambiente universitario, las largas charlas nocturnas, las risas, el escuchar desde dentro, el luchar por lo que es justo más allá del color o la raza. El aprender humildad, el dejarme querer. El volver a confiar, el dejarse engañar, el no perder la fe en la humanidad. El moverme por conservar mi coherencia, el vivir en una familia de aquí, compartir la cama, comer con las manos, con los pobres, comida de pobres (también los blancos podemos comer ugali).
El coger la malaria, el sonreír y seguir trabajando a pesar del dolor de cabeza, los sudores, el malestar de estómago y el ardor de huesos.
El dar y recibir besos como la mejor terapia. El reír, el llorar, el calor que se te mete dentro. La pequeñez. Los ascensos por ser blanca. Los insultos por ser blanca (blanca, blanca, ¿no ven que mi piel es de arco iris?).
La humanidad con su olor que se te pega. Las estrellas y los pies que se me van al sonido del tambor. Los labios que ríen, los corazones que lloran, el sentirme chiquitita. Las ganas de amar, amar, amar...
Los biberones, los paños que hacen de pañales, la espasticidad, la bendición del balón de playa para usarlo como balón bobath en las terapias. La fe en mí. Las ganas de andar. Mi fe en ellos.
El hoy, solo el hoy. Hoy, hoy, hoy, nunca mañana (si en todos los amaneceres que ha habido ninguno ha sido mañana, ¿por qué había de ser este día distinto?).
Los cantos, la música de Dios. Tantos apóstoles, profetas, misioneros, entre ellos, para ellos, como debe ser, comenzando en casa.
Las oraciones. Oraciones de verdad, desde lo hondo. El encuentro con otros cooperantes. Un sueño común. Nuevos proyectos. Mis conocimientos al servicio. Echarle valor, embarcarme en cosas que me quedan grandes, pero con la certeza de que Dios mueve mis manos y que me las multiplica, y que ahora son capaces de hacer crecer las flores o de cr...
Índice
- Portadilla
- Citas
- Prólogo
- Preámbulo
- 1. La niña de colores
- 2. El Wérzel
- 3. El peregrino
- 4. El hippy
- 5. El corazón del músico
- 6. La pequeña
- 7. La perla negra
- 8. El abogado
- 9. La dama del cuento
- 10. Los maestros
- 11. El anciano
- 12. La flor del almendro
- Contenido
- Créditos