Whipping girl
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Whipping girl

El sexismo y la demonización de la feminidad desde el punto de vista de una mujer trans

Julia Serano, Rosa María García

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  1. 415 páginas
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El sexismo y la demonización de la feminidad desde el punto de vista de una mujer trans

Julia Serano, Rosa María García

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Desde hace siglos, el feminismo se ha ido construyendo como un movimiento para hacer justicia a las mujeres, y hasta hace poco desde la perspectiva femenina. Pero es un movimiento inacabado, que suele excluir, desde algunas de sus vertientes, a mujeres trabajadoras, negras y trans. Este libro, procedente de una de las voces más destacadas y reconocidas del activismo trans, Julia Serano, dentro del feminismo estadounidense, contribuye a paliar esta ausencia.Desde una perspectiva transfemenina, Julia Serano analiza el sexo, el género y la identidad, el sexismo, el travestismo o el "privilegio masculino", así como la transfobia y la transmisoginia, entre otros tantos temas. Ofrece una descripción comprensiva e imprescindible sobre lo que significa ser una mujer trans dentro de una sociedad patriarcal, y sobre qué es una vida trans como tal.Whipping Girles un texto necesario, una referencia ineludible que nace en el activismo trans estadounidense y que atraviesa todo el pensamiento feminista. Este libro muestra, a veces olvidado en el movimiento feminista y siempre en el sistema heteronormativo y patriarcal, que sin el reconocimiento de la comunidad trans no habrá justicia.

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Información

Año
2020
ISBN
9788412128550
Edición
1
PARTE I
Teoría trans/género
1
PONERLE PALABRAS
A LA REALIDAD TRANS
La mayoría de la gente que no es trans no está familiarizada con los términos que usamos nosotras para describirnos y para referirnos a nuestras experiencias y a nuestras necesidades más urgentes. A menudo, los libros y las webs que hablan sobre el tema ofrecen algún tipo de glosario en el que se definen esas palabras de forma clara y ordenada. Pero esta clase de exposición tiene un problema, puesto que da la impresión de que todas estas palabras y expresiones del mundo trans están, de alguna forma, talladas en piedra, y que se transmiten sin cambios de generación en generación. Este no suele ser precisamente el caso. Muchos de los términos que se usan hoy para describir a las personas transgénero no existían hace diez años. Y, por el contrario, muchos de los términos que se solían usar hace diez años hoy están pasados de moda, y hasta se entiende que son ofensivos para buena parte de la comunidad. Incluso se discuten habitualmente conceptos de uso común, ya que una persona puede definir las palabras de manera ligeramente distinta que otra, o tener preferencia por un término en concreto por cuestiones de estética o política. Por eso, en vez de exponer simplemente un glosario, en este capítulo defino algunos de los conceptos en torno al transgenerismo que uso a lo largo del libro, explicando por qué escojo estos términos y expresiones en lugar de otros.
Resulta difícil hablar sobre las personas trans o transgénero sin definir antes «sexo» y «género».11 El «sexo» generalmente tiene que ver con el físico masculino y/o femenino. Se tiende a ver el sexo como un aspecto «natural» del género, porque los atributos físicos que tenemos en cuenta al describir el «sexo» son originariamente biológicos: los cromosomas sexuales, las hormonas, los sistemas reproductivos, los genitales y demás. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Las expectativas y los supuestos culturales juegan un papel muy grande al condicionar cómo determinamos y qué consideramos «sexo». Por ejemplo, en nuestra cultura, estos supuestos son genitalocéntricos: el sexo es asignado por nacimiento en razón a la presencia o ausencia de un pene. Entonces, nuestros genitales resultan mucho más importantes al determinar el sexo legal que los cromosomas (que en la mayoría de los casos no se examinan nunca) o nuestra capacidad reproductiva. Al fin y al cabo, una mujer puede hacerse una histerectomía sin cambiar o anular su sexo legal. De hecho, el tener un sexo «legal» ya muestra que nuestra sociedad condiciona en gran medida nuestra forma de entender el sexo. Por ello, a lo largo del libro uso el término «sexo» para referirme sobre todo a la masculinidad y/o feminidad física; pero también lo utilizo a veces para referirme al conjunto social o legal asociado al sexo físico.
El término «género» se usa de muchas formas, pero lo más habitual es emplearlo de manera indistinta para referirse al «sexo», o sea, para describir la masculinidad y/o feminidad física, social y legal. También se usa para describir la identidad de género de una persona (si se identifica como mujer, hombre, ambos o ninguno), la expresión y los roles de género (si se actúa de modo femenino, masculino, ambos o ninguno) o los privilegios, supuestos, expectativas y límites con los que se enfrenta alguien debido al sexo por el que se le percibe. Dados los muchos significados a los que se asocia, utilizaré el término «género» en un sentido amplio para referirme a distintos aspectos del sexo físico o social de alguien, su conducta relativa al sexo, el sistema sexo/género en el que se sitúa o (generalmente) alguna combinación de las anteriores.
Ahora que hemos hablado del «sexo» y el «género», ya podemos comenzar a plantearnos el término transgénero, que quizá sea uno de los menos entendidos en nuestra lengua. Aunque el concepto tenía una definición más acotada en un principio, se usa desde los años noventa fundamentalmente como un término paraguas para describir a las personas que desafían las expectativas y los supuestos sociales en torno a la masculinidad y la feminidad. Esto incluye a las personas trans (que viven como miembros del otro sexo respecto al que se les asignó al nacer), intersexuales (que nacen con una anatomía reproductiva o sexual que no encaja en las definiciones típicas de hombre o mujer) y no binarias (que se identifican al margen del binarismo hombre/ mujer), así como aquellas cuya expresión de género difiere de su sexo anatómico o percibido (incluyendo a travestis, drags, mujeres masculinas, hombres femeninos y demás). En algunas ocasiones utilizaré también, como sinónimo de esta última acepción, el término de género no normativo,12 para describir a las personas que se considera que se desvían de las normas sociales de masculinidad y feminidad.
El alcance inclusivo del término «transgénero» fue planteado a propósito para abarcar la enorme variedad de minorías sexuales y de género que eran excluidas de los movimientos feminista y homosexual de antes. Igualmente, su amplitud puede resultar muy problemática, ya que a menudo difumina o borra la diferencia entre sus distintos grupos. Por ejemplo, aunque tanto los hombres travestis como los hombres trans se identifican como hombres transgénero, ambos grupos enfrentan problemas muy distintos en relación a cómo plantean su género. De forma parecida, las drag queens y las mujeres trans tienen en general experiencias muy distintas en torno al género, a pesar de que las personas ajenas al mundo trans a menudo las confundan.
Por tanto, el mejor modo de reconciliar la confusión en torno al concepto es reconocer que es, sobre todo, un término político que engloba a gente de distintos grupos en la lucha hacia un objetivo común: el fin de toda discriminación basada en la disconformidad de sexo/género. Y aunque es políticamente útil, «transgénero» es una palabra demasiado vaga para suponer tantas cosas en común entre personas de distinta identidad, experiencias vitales y comprensión del género.
Otra cosa que se ignora a menudo en las discusiones sobre transgenerismo es que muchas de las personas que se encuentran bajo este término paraguas deciden no identificarse con esa palabra. Por ejemplo, muchas personas intersexuales lo rechazan porque su condición está relacionada con el sexo físico y no el género, y sus problemas principales son muy distintos a los de la mayor parte de la comunidad transgénero13 (es decir, la «normalización» por medio de procedimientos médicos no consentidos durante la infancia). También muchas personas trans desaprueban el término, por su origen discriminatorio o porque piensan que el movimiento transgénero tiende a privilegiar las identidades, acciones y expresiones que «transgreden» de forma más visible las normas de género.14 Esta tendencia oculta el hecho de que muchas de nosotras tenemos que enfrentarnos más a problemas relacionados con nuestra feminidad o masculinidad física que a nuestra expresión femenina o masculina. A lo largo del libro, uso el término trans para personas que tienen que lidiar (a distintos niveles) con la comprensión o intuición de que algo «va mal» en el sexo que les asignaron al nacer y/o que sienten que deberían haber nacido o desearían ser del otro sexo. (Hay que decir que algunas personas usan el concepto «trans» de otro modo, como sinónimo o abreviatura de la palabra «transgénero»). Para mucha gente trans, que su apariencia o su comportamiento quede fuera del orden social del género es un asunto muy importante, pero a menudo se pone en un segundo plano con respecto a la disonancia cognitiva que aparece con la discordancia entre el sexo inconsciente y el sexo físico. Esta disonancia de género se vive generalmente como una especie de dolor o tristeza emocional que se hace más intenso con el tiempo, llegando a veces al punto de ser agotador.
Una persona trans puede usar muchas estrategias diferentes para calmar esta disonancia de género. Quizá la más común sea tratar de suprimir o negar el propio sexo inconsciente. Otras personas permiten que su sexo inconsciente salga a la superficie de vez en cuando, por ejemplo, a través del travestismo o del juego de roles.15 Y hay quienes se pueden ver a sí mismes como bigénero (expresando una mezcla de masculinidad y feminidad), género fluido (moviéndose libremente entre géneros) o no binaries (identificándose fuera del binarismo hombre/ mujer). Finalmente, qu...

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